Elena Madrazo: "Cualquier desafío debe ser mayor que uno mismo"

© Gabriela Cañas, El País

Llegó a Níger como flamante embajadora de España a una legación inexistente. Disponía de un móvil y un ordenador. Montó la embajada de la nada y ahora ha vuelto a Madrid para dirigir la Agencia Española de Cooperación Internacional y de Desarrollo (AECID), un organismo público de una envergadura de vértigo: 1.200 empleados; 1.000 millones de euros de presupuesto anual.

Santanderina, 46 años, Elena Madrazo ha elegido un restaurante japonés próximo a la plaza de España que conoce bien y cuyos platos consume con rapidez. Recomienda el sashimi de atún tostado, verdaderamente exquisito, y a los postres compartimos una mousse y un helado. Pero Japón nunca ha estado entre sus destinos. Aunque las mujeres se van abriendo paso en la carrera diplomática, casi todos han sido hasta ahora más modestos: Mauritania, Guatemala, Colombia y Níger, donde ha sido embajadora por vez primera. También pasó por la embajada en Alemania, pero el trabajo le resultó aburrido.

La descripción de Madrazo sobre su primer destino al frente de una legación diplomática dista mucho de cumplir el cliché. "No teníamos oficina, ni residencia. Al principio estaba yo sola con una diplomática joven. Después fuimos ya cuatro o cinco personas. Vivíamos y trabajábamos en el mismo sitio. Parecía la casa de Gran Hermano. Y nos tocaba hacer de todo, pero nos reímos mucho". La penuria de medios no le impidió montar allí, al poco de llegar, el III Encuentro de Mujeres Africanas que organiza el Gobierno español. "No sé cómo lo hicimos, pero sé que para mí el fracaso no existía como hipótesis".

A Níger se fue sin familia. Es quizá la mayor dificultad de la carrera diplomática; esa cierta vida nómada. Pero ella asegura tajante: "No hay que renunciar a nada para tener algo. Ésa es una película que le han hecho creer a muchas mujeres. Yo no he renunciado a nada y mi reto en la AECID es, básicamente, trabajar".

De Níger se ha traído a su perra y una idea clara de cómo hay que cooperar con los países africanos, estableciendo, dice una relación de socios, acompañándoles en sus políticas, sin imponer nada. "Ellos, además, también han aprendido y exigen controlar los programas de cooperación. Lo mejor es trabajar en comisiones mixtas". Ha conocido de cerca la pobreza y, en ella, a los más desposeídos de entre los más desfavorecidos: las mujeres y los niños.


Antes de ir a Níger fue subdirectora de la AECID. "Se puede decir que fui un momento al baño y volví", bromea. El paréntesis africano ha durado 22 meses, tiempo suficiente para que ella haya cambiado y la agencia, dice, también. Las dos han crecido. La agencia, a un ritmo mayor, dado el refuerzo de la cooperación española. "No nos damos cuenta del momento histórico que vivimos. En cooperación hemos dado un salto que todavía nos cuesta creer", explica la que ahora es una de las más importantes responsables en ejecutar el proyecto gubernamental de alcanzar el 0,7% del PIB en ayuda oficial al desarrollo, un nivel que sólo cinco pequeños países del norte de Europa han alcanzado. Sabe que la AECID es ahora más compleja, pero el desafío tampoco le asusta. "El proyecto tiene que ser siempre más grande que uno".

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