Latin lovers

Otros años he ido a Jones Beach con mis amigas que tienen coche. Este verano o están todas emparejadas con tías a las que no soporto o hemos partido las peras. Así que esta mañana me levanté temprano, cogí mi bolsón de dominguera soltera (toalla, sábana {que, no te lo pierdas, aquí se estila una sábana en lugar de una esterilla de rafia}, aceite Johnson’s, protector solar factor 45, libro, aceitunas, barrita energética, espejo, cepillo, pinza para el pelo, monedero, gafas de sol y funda rígida, un litro de agua del frigo, un litro de agua congelada, Pepsi, tylenol para el dolor de cabeza…) y tiré para la playa.

En el autobús había una panda de latin lovers que me dejó super cabreada porque me he tenido que hacer medio trayecto de pie cargada como una mula mientras ellos me desnudaban con la mirada. Sé que soy feminista, independiente y echá p’adelante pero cuando el autobús va lleno, lo suyo es que los tíos dejen que las mujeres se sienten. Que lo cortés no quita lo valiente y la buena educación brilla por su ausencia entre esta panda de imitadores de Rodolfo Valentino - similar a tantas otras de las que abundan por Nueva York (yo de verdad no me explico cómo hay mujeres que pueden reírles la gracia a estos tíos, fijarse en ellos y/o abrirse de piernas para ellos. ¡Es que no lo entiendo!). Me tenían mala esas miradas de arriba abajo como si me fueran a comer el buyuyu allí mismo, pero lo que me ha hecho hervir la sangre es que ninguno ha sido capaz de levantarse y dejar que se sentasen dos mujeres mayores que han llegado con sus bastones. El conductor del autobús ha tenido que llamarles la atención para que se levantasen y les dejasen el sitio.

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