Gabriela Cañas: Doctoras, no; enfermeras, sí
©
Gabriela Cañas, El País
- Solo
los prejuicios pueden conducir a calificar de “problema” la feminización del
sector
La
crisis, además de una dura realidad, puede ser también una magnífica coartada
para defender cuestiones que nada tienen que ver con los problemas económicos.
La prueba más flagrante son algunas de las reformas de este Gobierno, como la
de la Justicia o la Ley de Costas, que responde más a la ideología que al
bolsillo. El asombroso artículo que Diario Médico acaba de publicar es otro
ejemplo. Su título: La crisis agudiza los problemas de la feminización. Sí, la
crisis, que en el sector sanitario se está viviendo con dramáticos recortes de
personal, es una excusa perfecta para insistir en un asunto, el de la
feminización, que parece preocupar hondamente a una cierta casta médica; por
supuesto, masculina.
El
diagnóstico no es incorrecto. Las trabajadoras registran un más alto absentismo
laboral debido a las bajas maternales y al cuidado de familiares a su cargo, lo
que dificulta la organización del trabajo. Es cierto, si bien las estadísticas
demuestran que el absentismo no difiere tanto por cuestión de género y que, a
igualdad de condiciones (sin cargas familiares), el absentismo masculino suele
estar incluso por encima. Imposible tomar en serio los problemas de las bajas
maternales en un país con una tasa de fertilidad de 1,47 hijos por mujer.
Los
prejuicios no son buenos consejeros porque quedan fácilmente al descubierto.
Aun en el caso de que la feminización de la medicina fuera un problema por
razones logísticas, ¿cómo es que estos médicos no se preocupan por esos mismos
inconvenientes en el sector de la enfermería, cuyo trabajo tanto repercute en
el de los facultativos? Más del 80% son mujeres. Hacen guardias y largas
jornadas. De ellas depende en gran parte el buen funcionamiento de los centros
sanitarios. ¿Por qué no les inquieta? ¿No será que eso no amenaza ni su estatus
laboral ni su estatus profesional?
El
artículo de esta revista especializada contiene las opiniones y propuestas de
los presidentes de las asociaciones médicas de las especialidades más
feminizadas: ginecología, pediatría y endocrinología. Los tres son, sin
embargo, hombres, lo que en este caso es un dato relevante. Y los tres vienen a
proponer dos soluciones. La primera es poco comprometedora y fácil de
compartir. Se trata de “buscar un modelo laboral diferente”. La segunda podría
ser interpretada como una tímida propuesta de establecer cuotas, pues se dice
textualmente que habría que “exigir que en la cobertura de las plazas MIR se
tenga en cuenta la feminización de cada especialidad”.
Si esta
no es una propuesta de cuota se le parece mucho y, en tal caso, hay que
denunciar el intento de pervertir una legítima aspiración feminista en un mero
beneficio propio. Las cuotas se establecen para reequilibrar órganos de poder
en los que, a falta de selecciones objetivas de personal como es el sistema
MIR, la cooptación promueve el dominio masculino. Por muy feminizada que esté
la profesión médica en España es evidente que las jefaturas y las asociaciones
médicas están en manos mayoritariamente masculinas. Si lo que se está
proponiendo es la discriminación positiva consagrada hace tiempo por la Unión
Europea, entonces estos médicos deben saber que a la hora de cubrir una plaza
MIR solo se podría favorecer a un hombre en el caso de que hubiera un empate
estricto con otra candidata femenina. Son detalles importantes que este
artículo no aclara.
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