Naomi Klein: Geoingeniería, examinando las aguas
© Naomi
Klein, Comunicación Popular
Fuente:
http://comunicacionpopular.com.ar/geoingenieria-examinando-las-aguas/
Durante
casi 20 años he estado viviendo en una zona bastante escarpada de la costa en
la Columbia Británica, en un lugar llamado Sunshine Coast. Este verano me
ocurrió algo que me hizo recordar por qué me gusta este lugar, y por qué opté
tener un hijo en esta parte poco poblada del mundo.
Eran
las 5 de la mañana, estaba con mi marido y mi hijo de 3 semanas de edad. Mirábamos
el océano cuando vimos dos enormes aletas dorsales de color negro: eran orcas,
o también llamadas ballenas asesinas. Luego aparecieron dos más. Nunca habíamos
visto a las orcas tan cerca de la costa, y nunca hoy que se acercasen tanto a
la orilla. A pesar de habernos privado de dormir, parecía como que el bebé no
quiso que nos perdiéramos esta visita tan poco común.
La
posibilidad de que esta observación no fuese el resultado de un hecho fortuito
no se me pasó por la cabeza hasta hace dos semanas, cuando leí las noticias que
hablaban de un extraño experimento en el océano frente a las islas de Haida
Gwaii, a varios cientos de kilómetros de donde vimos nadando a las orcas.
Allí,
un empresario norteamericano llamado Russ George vertió 120 toneladas de polvo
de hierro desde un barco de pesca alquilado, con la intención de que creciesen
las algas y secuestrasen el carbono, en un intento de luchar contra el cambio
climático.
Un
invasivo experimento se está dando en pleno Océano Pacífico, el gran problema
es que las consecuencias podrían ser irreversibles. Una compañía privada
estadounidense, cuyo dueño es el conocido empresario Russ George, ha vertido
cerca de 100 toneladas de sulfato de hierro al mar, la idea es generar una
fertilización oceánica de plancton, para que luego este se hunda generando
dióxido de carbono.
El Sr.
George es uno más del creciente número de aspirantes a geoingenieros que
defienden la intervención a gran escala para la modificación de los océanos y
de los cielos con el fin de reducir los efectos del calentamiento global.
Además de las técnicas utilizadas por el Sr. George para la fertilización de
los océanos con hierro, se está etudiando utilizar otras estrategias de
Geoingeniería, entre las que se incluyen la dispersión de aerosoles de sulfato
en la atmósfera superior para imitar los efectos de enfriamiento producidos por
las erupciones volcánicas y “avivar” las nubes para así reflejar los rayos
solares y vayan de vuelta al espacio.
Los
riesgos son enormes. La fertilización de los océanos podría provocar zonas
muertas y mareas tóxicas. Y las simulaciones predicen que el tratar de imitar
los efectos de las erupciones volcánicas podría interferir con los monzones de
Asia y África, lo que podría suponer una amenaza para los recursos hídricos y
la seguridad alimentaria de millones de personas.
Hasta
el momento, estas propuestas han servido sobre todo para recrear modelos
informáticos y elaborar documentos científicos. Pero con la aventura del Sr.
George, la Geoingeniería se ha escapado de los laboratorios. Si lo que predice
el Sr. George se cumple, se verá un crecimiento de las algas en una zona del
tamaño de Massachusetts, atrayendo a una gran variedad de vida acuática,
incluyendo a las ballenas, que podrían incluirse entre los resultados.
Cuando
leí información acerca de las ballenas, comencé a preguntarme: ¿es posible que
las orcas que vi estuviesen camino de la zona donde echó su carga el Sr. George
ante la abundancia de marisco? Tal posibilidad, por improbable que sea, nos da
una idea de las inquietantes repercusiones de la Geoingeniería: una vez que se
empiece a interferir de forma deliberada en los sistemas climáticos de la
Tierra, ya sea por el oscurecimiento del Sol o por la fertilización de los
mares, todos los sucesos naturales pueden empezar a mostrarse poco naturales.
Se podría producir un cambio en los patrones cíclicos de las migraciones, o
algo que se sentía como un don milagroso de pronto hacerse siniestro, como si
toda la naturaleza estuviese siendo manipulada entre bastidores.
La
mayoría de las noticias califican al Sr. George como un delincuente de la
Geoingeniería. Pero lo que más me preocupa, después de investigar el tema
durante dos años para un libro de próxima aparición sobre el cambio climático,
es que científicos mucho más serios, apoyados por bolsillos con mucho más
dinero, parecen estar dispuestos a interferir de forma activa en los complejos
sistemas naturales con consecuencias impredecibles para la vida en la Tierra.
Un
invasivo experimento se está dando en pleno Océano Pacífico, el gran problema
es que las consecuencias podrían ser irreversibles. Una compañía privada
estadounidense, cuyo dueño es el conocido empresario Russ George, ha vertido
cerca de 100 toneladas de sulfato de hierro al mar, la idea es generar una
fertilización oceánica de plancton, para que luego este se hunda generando
dióxido de carbono.
En
2010, el Presidente del Comité de Ciencia y Tecnología recomendó mayor
investigación en Geoingeniería, y el Gobierno británico ha empezado a emplear
fondos públicos para pruebas de campo.
Bill
Gates ha destinado millones de dólares en la investigación en Geoingeniería. Ha
invertido en una empresa denominada Intellectual Ventures, que está
desarrollando al menos dos herramientas de Geoingeniería: la StratoShield, una
manguera de 19 kilómetros de longitud suspendida por globos de helio que arroja
partículas de dióxido de azufre a la atmósfera para bloquear la radiación solar
y otra herramienta que teóricamente podría debilitar la fuerza de los
huracanes.
La
Geoingeniería ofrece la tentadora promesa de una solución al cambio climático
que nos permitiría continuar con nuestro agotamiento de los recursos, de manera
indefinida. Y por otro lado, el miedo. Semanalmente aparecen noticias sobre el
clima, cada vez más aterradoras, como el rápido deshielo de los polos o la
acidificación de los mares, que se produce mucho más rápidamente de los
esperado. Al mismo tiempo, el cambio climático no aparece en la agenda
política, y ni siquiera ha sido nombrado en los tres debates entre los
candidatos presidenciales. ¿ Es de extrañar que entonces que muchos pongan sus
esperanzas en lo que los científicos están cocinando en los laboratorios?
Pero
con la gran cantidad de Geoingenieros que andan por ahí sueltos, es buen
momento para pararse un momento y preguntar si queremos ir por eso camino, el
de la Geoingeniería. Porque la verdad, la Geoingeniería es en sí misma una
propuesta con muy pocos escrúpulos. Pero las tecnologías que manipulan los
océanos y la química atmosférica es algo que afecta a todos. También es cierto
que es imposible conseguir un consentimiento unánime para llevar a cabo estas
intervenciones. Pero tampoco se intenta un consentimiento informado y no nos
hablan, porque quizás no los conocen, de todos los riesgos involucrados por
estas tecnologías que pretenden alterar el planeta.
Si bien
en las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el Clima se ha establecido la
premisa de que los países deben acordar una respuesta conjunta a los problemas
que afectan a todos, la Geoingeniería plantea una perspectiva muy diferente.
Por menos de mil millones de dólares una coalición de individuos de un solo
país, o incluso un solo individuo rico, podría decidir tomar tales prácticas en
sus manos. Jim Thomas, de ETC Group, un grupo de vigilancia del medio ambiente,
expone el problema de la siguiente manera: “La Geoingeniería lo harán sólo unos
pocos, pero todos tendremos que convivir con las consecuencias”.
Lo más
espantoso de esta propuesta es que los modelos sugieren que podrían resultar
afectadas más personas por estas tecnologías que las posibles por los impactos
del cambio climático. Imagínese lo siguiente: América del Norte decide esparcir
azufre en la estratosfera para reducir la radiación solar con la esperanza de
salvar sus cultivos de maíz, a pesar de la posibilidad real de provocar sequías
en Asia y África. En resumen, la Geoingeniería podría provocar el exilio de un
gran parte de la humanidad, sacrificando enormes zonas.
Las
ramificaciones geopolíticas son escalofriantes. El cambio climático ya está
haciendo que sea difícil saber si los eventos que antes se calificaban como
fuerza mayores ( una ola de calor anormal en marzo o una gran tormenta en
Halloween) todavía pertenecen a esta categoría. Pero si empezamos a jugar con
el termostato de la Tierra, convirtiendo de forma deliberada nuestros océanos
en algo verdoso para absorber el carbono o blanqueando los cielos para desviar
el sol, entonces la influencia humana adquiere un nuevo nivel. Una sequía en la
India podría ser vista como resultado de una decisión consciente de un grupo de
ingenieros que están trabajando al otro lado del planeta. Lo que antes se
consideraba mala suerte, ahora podría ser visto como un acto consciente, un
complot en contra de un país, o un ataque imperialista.
Habrá
otras importantes consecuencias, y eso cambiará la vida. Un estudio publicado esta
pasada primavera en Geophysical Research Letters decía que si se inyectan
aerosoles de azufre a la estratosfera con el fin de reducir la radiación solar,
el cielo no sólo se volvería mucho más blanco y brillante, sino que también
habría unas puestas de sol de aspecto más volcánico. Pero, ¿que tipo de
relaciones se pueden esperar al tener esos cielos hiperreales? ¿ No nos
llenarían de temor y de una vaga inquietud? ¿Sentiríamos lo mismo cuando
hermosas criatura salvajes se cruzasen en nuestro camino de una forma
inesperada, como le pasó a mi familia este pasado verano? En un libro de
divulgación sobre el cambio climático, Bill McKibben advirtió que no
enfrentamos “Al final de la Naturaleza.” En la era de la Geoingeniería
podríamos encontrarnos también con el final de estos milagros inesperados.
El Sr.
George y su experimento de alteración del océano ofrece una oportunidad para el
debate público sobre un tema tan esencial, pero que ha estado ausente del ciclo
electoral. ¿Cuáles son las soluciones reales al cambio climático? ¿No sería
mejor cambiar nuestro comportamiento, reduciendo el uso de combustibles
fósiles, por ejemplo, antes de comenzar a jugar con el soporte vital del
planeta?
A menos
que no cambie el rumbo, seguiremos oyendo noticias como las de bloquear la
radiación solar y esparciendo productos en los océanos, como hizo el Sr.
George, cuya experiencia con el vertido de partículas de hierro no fue sólo una
prueba sobre las tesis sobre fertilización de los océanos, sino también abrió
el camino a los experimentos de Geoingeniería en el futuro. Y a juzgar por la
débil respuesta que ha habido hasta el momento, los resultados de la prueba del
Sr. George son claras: los geoingenieros continuarán, y no se tendrá en cuenta
ningún principio de precaución.
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