Zaloa Basabe: Matrimonio, patrimonio
Estos días no he tenido más remedio que
revivir la sensación que me ocupó espontáneamente y casi sin pensarlo el día en
el que en el Estado español se anunció a bombo y platillo la posibilidad de que
las personas homosexuales pudieran contraer matrimonio al igual que las
heterosexuales. ¿qué queréis que os diga? Aunque esté mal reconocerlo, mi
primer impulso no fue pegar un salto en la silla, recuerdo que pensé “ ¡No
jodas! ¿Vosotras también?”. Y es que el matrimonio siempre me ha dado muy mal
rollo y la lista de excusas interminables que esgrimen las personas
contrayentes para entender que “lo suyo es diferente” me crean un malestar que
traspasa el nivel racional hasta llegar al puro físico.
Años más tarde, que para qué las prisas, el
Tribunal Constitucional español confirma que las uniones de personas del mismo
sexo pueden considerarse igualmente y a todos los efectos tan matrimonio como
el de menganito con fulanita. Y vuelta a lo mismo.
En este último asalto hemos tenido que oír
argumentos relativos a la etimología para rechazar este tipo de unión
institucional. A mí me da la risa. ¿La derechísima española va a hacer a estas
alturas del paletismo apología de la etimología (cuando tengo mis dudas de que
muchas de las personas que se han manifestado en contra de estas bodas sepan
deletrear la palabra en cuestión)? Todo el mundo sabe que Cifras y Letras es el
programa que lo peta en la sobremesa española... Matri–madre y monio-dinero:
matrimonio, esto es, enlace comercial con vistas a la reproducción biológica
entre hembra y varón, de prole como objeto de beneficio (siempre y cuando la
mater se encargue de sus cuidados). Super romántico. En nombre de la etimología, ¿defienden
igualmente patrimonio como “bienes del padre”? Lamentablemente y, entre bambalinas,
seguramente sí.
Pues a mí ambos términos, atendiendo a la
etimología, me parecen igualmente caducos y castrantes para ambos sexos.
Entiendo que se celebre la equiparación de
derechos entre ciudadanos y ciudadanas, independientemente de su opción sexual,
su raza, su sexo y su signo del zodiaco. Faltaría más. Pero utilizar para ello
el marco del matrimonio, ya de por sí rancio y con una larga lista de
connotaciones, deberes y símbolos aún vigentes totalmente rechazables, me crea
inquietud y me sugiere toda una serie de incómodas incoherencias. A nadie se le
escapa que el matrimonio es un contrato básicamente mercantil, en orígenes y
¿en desarrollo? Habrá que ver cómo se ha ido desarrollando con el paso de los
años y las desigualdades que ha ido generando su propio mantenimiento como
institución inquebrantable. El matrimonio , como institución, viene de donde
viene ... y no va mucho más lejos. Si en tiempos otorgaba claramente un papel
determinado a la mujer y otro al hombre, ahora espera que estos y estas lo
vayan adoptando voluntariamente. ¿Que no convence? Pues pónganle de fondo la
música de Titanic, es decir, añádenle a un contrato nada atractivo la ilusión
de un tipo de amor o unión romántica y verán con qué ritmo caminan los reos
hacia el patíbulo. ¿Una exageración? Pues seguramente es lo que pretenda,
además de poner esta cara a cara con la extendida, e igualmente extrema
percepción, del ¿qué más da? si lo hacemos por que a la otra parte le hace
ilusión, por unos días de vacaciones, por lo de la pensión de viudedad (cuando
sabemos que no habría viuda de no haber casada). Sabemos que los privilegios
para con la vecindad nunca son gratis y nos exigen sacrificios : a nadie se nos
escapa lo llano que hubiera sido nuestra vida si llevásemos en la cartera el
carnet de un determinado partido en lugar de... lo otro. Pero decidimos que el
camino de la libertad más vale andarlo que tomar falsos atajos que acabarán
desviándonos de nuestro objetivo. Aceptemos que el matrimonio sea un mal menor
(aunque tantas veces haya sido el principio de males mucho mayores) pero, ¿aún
así celebraremos la llegada de más personas? Entiendo que hablo como
heterosexual panchita en un mar heteronormativo hegemónico y asfixiante y que
no puedo pedir que colectivos y personas individuales, con más dificultades
impuestas que las mías, enarbolen banderas que a mí me vienen grandes... pero
¿nos va mejor seguir legitimando con nuestra práctica la supervivencia y
supremacía de un tipo de unión institucionalizada respecto al resto de uniones
(las esporádicas, las intermitentes, las duraderas, las escasas, las
breves....las libres de todo tipo de testigos y agentes supervisores y
procuradores)?
Tengo mis dudas. Y me encantaría que me las
aclaraseis.
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