Ahora ya lo he visto todo
Tengo
una compañera de trabajo que raro es el lunes que no llega a la oficina arrastrándose
entre resaca, coreografiar unas clases de hip hop que da los domingos y no
parar en todo el fin de semana. Ayer llamó media hora después de su hora de
entrada con voz de ultratumba (es decir: resaca del 15) diciendo que le dolía
la espalda, que tenía la regla y el trastorno
disfórico premenstrual subido (tal cual) y que venía por la tarde. Sobre las 11 mandó un
email diciendo que mejor se quedaba a trabajar desde su casa, que estaba muy malísima
porque tenía la regla. Tal cual. Con dos ovarios. Toma ética profesional y toma
dedicación al trabajo. Toma pasarse por el forro siglos de lucha feminista.
Todo
esto me lo cuenta porque soy/trabajo como asistente ejecutiva, gerente de la
oficina, llevo el tema de la contabilidad y también recursos humanos. Total,
que me dice además cuando llama que quiere hablar con nuestra jefa para ver si
los lunes después de los fines de semana que tenga competición de hip hop puede
entrar a medio día en lugar de a las 9 de la mañana. Yo, que soy una borde y
quizá una envidiosa y (peor aún) quizá tenga machismo-internalizado-aguditis por
preguntarme lo siguiente, me pregunto si soy yo, si mi carnet no perdona, o si
las nuevas generaciones tienen más cara que espalda. Porque ya me diréis lo
normal que es que no puedas ir a trabajar un lunes porque te has pasado todo el
fin de semana de juerga o coreografiando/bailando/participando en competiciones
de hip hop.
Esto en
la primera empresa para la que trabajé (un banco) no se lo habrían consentido
porque, por contrato, no podíamos trabajar nada más que para esa empresa a no
ser que tuviéramos autorización expresa de la empresa previo compromiso por
nuestra parte de que el segundo trabajo no iba a interferir con el primero. Y a
la vista está de que dar clases los domingos (e irse de juerga de jueves a
domingo) le repercute.
Lo de
no venir a trabajar porque tienes la regla es ya el acabose. No discuto que yo
seré una envidiosa (además de gilipollas
- siguiendo la ética profesional de esta mujer debería haber llamado
enferma el año pasado después de recorrerme la barbacoa LGBT en la mansión del
alcalde de Nueva York y Stone Wall subida a taconazos de 12 centímetros la
misma tarde/noche en lugar de irme a trabajar al día siguiente como una
gilipollas con los tobillos como botas {eso fue en junio y en agosto seguían doliéndome
los pies}) y una borde confesa, pero si no estaba mala para irse de juerga o
bailotear tampoco debería estar mala para venir a currar. Vamos, digo yo.
Por no
hablar de la regla… Yo en la vida he faltado al trabajo por tener la regla por
muy mala que me haya puesto (hay meses que ni me entero y hay meses que parezco
la niña del exorcista vomitando por los rincones {qué asco de hormonas}) y no
entiendo cómo no se le cae la cara de vergüenza. Veréis que yo no soy perfecta,
no soy una trabajadora modelo. Yo he ido a trabajar después de dar cabezadas de
2 horas escasas, más mala que un perro y hasta arriba de Red Bull, pero he ido
a trabajar. No me he quedado en mi casa echándole cuento ni se me ha ocurrido
nunca pensar que como no puedo arrastrarme fuera de la cama los lunes por la mañana
le voy a decir a mi jefa si le parece bien que los lunes entre a medio día.
Tampoco
entiendo cómo se lo consienten ni cuanto le va a durar el chollo, la verité.
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