Cuando quien aborta eres tú
© Nuria Sánchez
Díaz, Guillermo Zapata Romero, El Diario
- Un relato a dos
voces y en primera persona sobre el aborto
- Una invitación a
la movilización del próximo día 8 de febrero contra la ley Gallardón.
El pasado martes
14 de enero afrontamos la decisión de abortar dentro de los supuestos que la
ley establece a día de hoy, en concreto por malformaciones en el feto. Ese
supuesto, el de las malformaciones, es uno de los que está seriamente amenazado
por la ley de Gallardón.
Tomamos la
decisión de abortar en medio de una discusión sobre el aborto. Decidimos
abortar en un contexto en el que se habla del aborto con una ligereza y una
falta de respeto tremenda. Abortar fue una decisión consciente y dolorosa. Fue
un alivio y un drama. Fue la vida. Nuestra vida.
"Mi vida-
dice Nuria- porque todo el mundo opina pero al final me pasa a mí, sólo a
mí"
Este texto lo
escribimos conjuntamente Nuria y Guillermo intercalando el plural y el singular
porque queremos compartir nuestra experiencia, que es compartida y es
particular al mismo tiempo.
Contamos nuestra
experiencia concreta para visibilizar algo que las leyes no hacen visible (al
contrario): el silencio, la estigmatización y la culpabilización sobre las
mujeres en una cuestión que tiene que ver con la salud, los derechos
individuales y por tanto con el derecho a decidir en libertad, es decir, con la
democracia. Contar este proceso para reflexionar no sólo sobre los porqués,
sino también sobre los cómos.
La soledad impuesta
En la Fundación
Jiménez Díaz las ecografías se realizan separando a la madre del padre, o por
lo menos así se funciona en la parte "pública" del hospital. Decimos
padre y madre porque cuando vas ahí ya no eres Nuria y Guillermo, chico y
chica, pareja o lo que sea. Eres padre y madre.
Él espera en una
sala contigua donde puede tratar de entender algo a través de un monitor. Si
hay que emocionarse por poder ver por primera vez al feto, cada una se
emocionará en soledad. Si hay que preocuparse porque te dicen que hay un
problema con el feto, cada una se preocupará en soledad. Nadie acompaña a
nadie, sólo imágenes y palabras cuyo significado e interpretación desconoces
aunque intentas con todas tus fuerzas entender qué ocurre. Dicen que es porque
en esa sala se hacen "procedimientos invasivos" pero no se dan cuenta
de que también es muy invasiva la crueldad de esa separación. Estás en soledad,
sin entender muchas cosas y sin poder compartir otras. Vayan la cosa bien o
vayan mal. Esta vez van mal.
La presión sobre los/as profesionales sanitarios
Si hay problemas
el médico te sienta al rato ante una mesa, ya por fin acompañada y acompañante
en la misma sala. El médico te informa de que hay un problema con el feto y que
hay que hacer una prueba a primera hora del día siguiente para saber cuál es el
origen del problema. Te explica en qué consiste la prueba y en lo importante
que es esa prueba para descartar si se trata de un problema cromosómico.
Aunque el médico
nos da información muy detallada, no nos cuenta cuál es el problema, qué
implica, si se puede resolver y, en caso contrario, si puedo abortar. El médico
prefiere que le hagamos nosotras las preguntas, que seamos los que nombremos
las palabras difíciles mientras él da rodeos por los porcentajes y los
procedimientos. El médico se cubre las espaldas, el médico tiene miedo pero
finalmente parece que tiene una cosa clara: "no os preocupéis, la ley
todavía no está aprobada". Se refiere, claro, a la nueva ley Gallardón. La
ley como miedo absoluto. La ley como punto de no retorno.
Aborto sí pero no aquí
Al día siguiente
regresamos a la misma sala que el día anterior pero con tres médicos/as y dos
enfermeras, pareciera como si quisieran compartir la responsabilidad del
diagnóstico. En la ecografía de hoy sí lo tienen claro: las malformaciones del
feto son muy graves. Nadie dice nada pero todo el mundo lo da por hecho. A
pesar de la mala noticia, de alguna manera es un alivio que te informen
claramente. Nosotras también lo tenemos claro y solicitamos información sobre
los siguientes pasos para poder abortar.
Nos informan de
que el aborto está dentro de los supuestos que prevé la actual ley, sin embargo
en la Jiménez Díaz no practican abortos. No hay obligación de hacerlo y no lo
hacen. El personal sanitario nos facilita unos teléfonos y firma por partida
doble la autorización para la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
Firman rápido, con cierto nerviosismo entre la burocracia, demostrar afecto y
el nervio.
Estigmatización del aborto y exclusión del sistema público
Una vez consigues
las firmas tienes que llamar para concertar cita, pero no te dan la cita
directamente, tienes que ir primero al servicio de la Consejería de Sanidad de
la Comunidad de Madrid que gestiona los abortos: "el IVE". Te dicen
que lo hagas cuanto antes y tú quieres hacerlo cuanto antes. Con la llamada te
dan un código compuesto de una letra y un número. Te dicen- de verdad, te lo
dicen- que no digas tu nombre al llegar: "di sólo que vas al IVE y tu
código". Un código secreto para una actividad secreta.
Hay una
camaradería y un afecto muy fuerte entre las mujeres que están en la sala de
espera del IVE. Al llegar entiendes que el sentido del código que te han dado
por teléfono tiene que ver con que uno de los supuestos del aborto es la
violación y busca proteger el anonimato de las mujeres víctimas de agresiones
sexuales. Aunque en un primer momento pensabas que todas las mujeres de la sala
estáis pasando por la misma situación y necesitáis el mismo procedimiento
clínico, el propio uso del código te desvela que se hace una atención diferenciada
según sean los motivos por los que vas a abortar. Te hacen sentir que los
motivos para abortar marcan una diferencia entre las mujeres de la sala y que
no es lo mismo abortar porque exista un grave riesgo para la salud de la
embarazada, por malformación del feto o por violación.
La siguiente
sorpresa es que no existe ningún centro público donde se practiquen abortos. En
el IVE te hacen elegir entre las tres clínicas privadas, y sólo tres, que
realizan abortos en la Comunidad de Madrid. La sensación que tienes es que
estás haciendo algo que no es normal, que tiene un componente de extrañeza y
secreto que se irá haciendo más intenso después. No tienes el más mínimo
criterio para elegir pero se deben pensar que en eso consiste el derecho a
decidir. Las tres están en la zona norte de Madrid. Elegimos tirando de memoria
la clínica que lleva practicando abortos desde hace más tiempo.
El aborto como culpabilidad y humillación
Nos citan al día
siguiente. Dos días después de la ecografía y de saber que algo iba mal. Se dan
prisa en darte la cita porque lo peor son los tiempos muertos. Los momentos en
los que no tienes nada que hacer y aún no ha sido la operación. Es inevitable
pensar, darle vueltas, romperte la cabeza. Llevas unos pocos meses embarazada pero
son muchos los pequeños cambios que has ido introduciendo en tu vida, un montón
de gestos cotidianos que de repente pierden sentido. El dolor y la extrañeza
que sientes sólo la pueden entender otras mujeres que hayan pasado por la misma
circunstancia. A esto hay que añadir el miedo a la propia operación, que salga
algo mal. Es un tiempo que pasa lento, lentísimo.
Son las nueve de
la mañana y hace frío. Es Jueves. Hay que firmar documentos una vez más, porque
una y otra vez te piden que des tu conformidad. Es entonces cuando la chica de
la recepción baja la cara avergonzada y te entrega un sobre de color blanco de
la Comunidad de Madrid. Te dice: "Lo siento mucho, es obligatorio".
Miras el sobre y no lo entiendes. Te lo explica. Dentro están las ayudas que da
la Comunidad de Madrid para personas con discapacidad. Es obligatorio dar ese
sobre antes de la intervención. Un sobre cuyo único sentido es hacerte sentir
mal, como si no fueras los suficiente buena madre o padre porque no luchas por
sacar adelante esa "vida". Señalar a un padre y sobre todo una madre
que ha decidido no cuidar, que es lo que se supone que tiene que hacer.
Por cierto, los
recortes en las ayudas a la dependencia en la Comunidad de Madrid son salvajes.
La vida, ya se sabe, importa mucho más antes de empezar.
El aborto como tabú
Días después vamos
a la médico de cabecera. Nos pregunta si supone algún problema que en el parte
de baja figure el motivo real de la baja. Suponemos que no debe ser la primera
vez que se encuentra en esta circunstancia. Le agradecemos que lo tenga en
cuenta pero queremos que aparezca el motivo, no queremos esconderlo. A
continuación se disculpa porque en la baja dice "Aborto Legal". No
"Aborto", "Aborto legal". La médico siente vergüenza ajena
porque todavía se sigue distinguiendo entre "aborto legal" y
"aborto ilegal". La médico, encantadora, comprometida, furiosa con la
ley, cariñosa, la firma con rabia. Da ánimos. Nos anima, la verdad.
Caes en la cuenta
de que el aborto está ahí, siempre ha estado ahí, aunque muchas veces oculto.
En todo el proceso no ha habido una sola persona con la que hemos hablado que
no nos haya contado que o bien ella misma o bien alguien que conoce no haya
abortado. Unas veces por causas físicas, otras por decisión propia. En otras ocasiones
nos han contado historias contrarias, de quien no supo a tiempo lo que pasaba
con el feto y no pudo abortar. O de quien simplemente tuvo miedo.
Nos decidimos
entonces a hablar, a contarlo, desde el principio. A naturalizar lo natural. A
quitarle el misterio, la ligereza y el exceso de drama, las durezas y los
momentos de alivio y afecto, las bromas (sí, también hemos hecho bromas). Todo
lo que pasa cuando pasan cosas importantes. Por eso escribimos este texto.
Porque hay abortos y va a seguir habiendo abortos.
Porque nos quieren
en calladas y asustadas, pero el silencio para quien tenga miedo, aquí no.
Los sábados día 1
y 8 de Febrero a las 12 de la mañana hay convocadas movilizaciones contra la
nueva ley del aborto. Este texto no es más que una invitación a esas manifestaciones. Las cosas no son hoy fáciles
para abortar, mañana pueden ser infinitamente más difíciles. Es una cuestión de
derechos individuales y de democracia. De derecho a decidir. Te atraviesa la
vida y por tanto es un derecho. Y sin pelea no hay derechos.
Vale, ahí
estaremos.
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