Mar Esquembre: Habla con tu presunto violador

©Mar Esquembre

Yo tenía casi doce años y volvía a mi casa desde el cole. No supe que me seguía hasta que se abrieron las puertas automáticas del ascensor y vi su imagen reflejada en el espejo del fondo, detrás de la mía. A ese tío, grande y gordo, ya lo había visto alguna que otra vez por la calle. No sé ni cómo lo hice, pero escapé escaleras arriba sin sentirme ni las piernas. Mi padre tenía su despacho profesional en entresuelo de la finca en la que vivíamos. No recuerdo mi dedo hundiendo el timbre ni mi puño aporreando la puerta al mismo tiempo. La secretaria no tardó ni medio minuto en abrir la puerta pero me pareció una eternidad. Blanca como la pared y temblando como una hoja, fui incapaz de articular palabra. Sólo un rato después pude apenas balbucear lo que había pasado. Mi padre, alterado, salió a la calle a buscarlo. Sin éxito, por supuesto. Ya han pasado más de treinta años y no lo he podido olvidar. Si lo viera ahora lo reconocería sin dudarlo un instante. Creo que nunca más he vuelto a sentir ese miedo tan intenso, ni siquiera cuando unos meses más tarde, en plena mañana de domingo, un señor trajeado de aspecto respetable, al cruzarse conmigo por una céntrica pero solitaria calle, me preguntó si ya me «habían salido pelitos en el coño». Eché a correr con miedo, pero, sobre todo, con una sensación de asco indescriptible. Y de vergüenza. Tanta, que no se lo conté a mis padres. Como si yo tuviera la culpa.


Se preguntarán porqué cuento esto aquí y ahora. Pues porque esta semana he sabido que en la página web del Ministerio del Interior hay colgados unos consejos para la seguridad y entre ellos un apartado para prevención de la violación repleta de recomendaciones a las mujeres. No las puedo reproducir todas aquí, pero la última dice: «Ante un intento de violación, trate de huir y pedir socorro. Si no puede escapar, procure entablar conversación con el presunto violador con objeto de disuadirle y ganar tiempo en espera de una circunstancia que pueda favorecer la llegada de auxilio o permitir su huida. Todo ello, mientras observa los rasgos físicos de su agresor, en la medida de lo posible». Me produjo taquicardia leerlo. Me vi de nuevo, reflejada su imagen tras la mía en el espejo ¿Entablar conversación con el presunto violador? ¿Cómo se hace eso cuando la sensación de terror te paraliza? ¡Menudo consejo! Es una burla macabra, un insulto, una humillación. Como lo son el resto de «consejos» cuya única finalidad no es proteger a las mujeres, sino alimentar nuestro miedo a vivir libremente.

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