Eva Giberti: Después del rescate
© Eva
Giberti, Página 12
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-9306-2014-11-20.html
El
largo camino para la concreción de un sueño: un refugio en Misiones que aloja a
víctimas de la trata con fines de explotación sexual. Claudia Lascano y Beatriz
Tesei, de la Coalición Alto a la Trata, junto con un sacerdote jesuita lograron
ponerlo en funcionamiento en una de las regiones más castigadas por este
delito, bajo la coordinación del Programa Las Víctimas contra las Violencias,
creado por iniciativa del presidente Néstor Kirchner en 2006.
Las
expositoras habían empezado mucho antes a trabajar en el tema: en el año 2004
se preparaba la Coalición de la ONG Alto a la Trata y a la Explotación Sexual
de niños y niñas que organizaban Claudia Lascano como educadora popular y
Beatriz Tesei como abogada. Iniciaron la persecución de los rufianes que
transportaban a las muchachas desde Paraguay rumbo al Sur argentino; lo hacían
en colectivos, como si fueran parientes, sin documentación alguna,
habitualmente con autorización de los padres que creían el cuento de “trabajo
de empleada doméstica en Buenos Aires” o “para cuidar a niños cuyos padres
trabajaban fuera de la casa” que era –y continúa siendo– el argumento que estos
delincuentes utilizan para engañar a la casi siempre ingenua credulidad del
campesinado que no puede sostener a sus hijxs.
Claudia,
educadora popular misionera, reconoció el delito y solicitó rápidamente la
colaboración de Gendarmería. Como si una señora se acercase a un policía y le
dijera: “Venga a ayudarme a detener a varios sospechosos”. Ella subía a los
micros que Gendarmería detenía como rutina y solicitaba documentos diciendo que
ella era “alguien” de la Nación, un invento absoluto ya que no tenía cargo
oficial alguno, pero los rufianes sabían que estaban en falta. Después de discutir,
descendían del micro y quedaban detenidos; el problema se presentaba con las
adolescentes a las que había que resguardar. Este fue el comienzo, la
preocupación por estas víctimas que eran rescatadas. Posteriormente se ocuparon
de las que encontraban en los prostíbulos porque la comunidad comenzó a
solicitarles ayuda ante la desaparición de alguna adolescente.
Esto
sucedía cuando en el país la trata de personas era parte del silencio oficial y
de los compromisos políticos de jueces, fuerzas de seguridad y gobernantes.
La
inquietud de un joven cura
En la
conferencia que el joven sacerdote escuchaba no se narraban estas historias,
sino se abarcaba el tema trata. Intentó conectarse con las expositoras. Se
encontró con una negativa total. Las llamaba por teléfono y no lo atendían
porque la experiencia que tenían con los religiosos era muy negativa. Por fin
Beatriz convenció a Claudia, quien aceptó la entrevista con una condición: que
fuese en un bar para que no hubiese sospecha de que la Coalición negociaba con
representantes religiosos.
La
conversación fue iniciada por Claudia. Le dijo al joven cura: “¿Vos querés
participar del trabajo en trata? Mirá que vas a tener que alternar con
prostitutas, con putas, y que si hay que hacer algún aborto no se puede
retroceder. Te lo aviso para que sepas dónde querés meterte”. Continuó
describiéndole el cuadro muy alejado de la idea de víctimas con la que la
Coalición intervenía. El joven cura tendría que insertarse en un submundo no
habitual. Jesuita por elección, tenía claro que la trata era un tema de misión.
Aclaró que su participación empezaría por aprender, comprender y colaborar para
que las víctimas tuvieran un refugio. Lo demás quedaba a cargo de la gente de
la Coalición.
Durante
años los miembros de la Coalición habían buscado casas en alquiler para cobijar
a las víctimas de trata y a las niñas víctimas de explotación sexual comercial.
Habían recibido donaciones, ofertas, pero no eran suficientes. Cierta noche el
joven cura llamó a Claudia durante la madrugada y le pidió: “Vengan, en la
esquina de la parroquia hay explotación sexual de niñas”. Así resultaron
detenidos aquellos rufianes y clientes en pleno proceso de explotación sexual
de las niñas de doce años. Es preciso conocer las estrategias para intervenir
en estas situaciones: aparecer en el momento exacto con los testigos
necesarios. Pero, otra vez el problema: cómo avanzar con estas niñas a las que
es muy complejo rescatar porque no imaginan ser víctimas: ellas están
“trabajando”. La necesidad de refugio para algunas, las que admitían quedarse
sin intentar huir, ¿dónde alojarlas?
Un
refugio continuaba siendo la clave para incorporar a las víctimas de trata que
Claudia lograba rescatar ahora con un apoyo oficial y las fuerzas de seguridad,
no obstante repleto de limitaciones. No había ley federal que permitiese a los
jueces sentenciar y detener a los rufianes y estos mínimos equipos
profesionales –se había incorporado una psiquiatra– trabajaban sin red,
haciendo malabarismos y arriesgándose personalmente. El auto de Claudia
apareció chocado varias veces y es mejor no preguntarle a ella por qué
repentinamente le asalta un antiguo dolor en el hombro derecho, definitivamente
lesionado, producto de un enfrentamiento con un rufián para arrancarle a una
víctima de entre las manos.
El
joven cura comenzó a interesar a sus superiores de la Orden de los Jesuitas
para que conocieran el terreno, la calidad del problema y la experiencia de
quienes formaban la Coalición. Algunos de sus miembros, profesionales y empresarios,
no sólo impulsaban la construcción de un refugio, intervenían en su diseño y
proyecto, pero todavía faltaba... Trabajadoras sociales, psicóloga y psiquiatra
trabajaban ad honorem hacía años.
El
refugio de Misiones
Mientras,
y en contacto con Claudia, en el Ministerio del Interior de la Nación
preparábamos el proyecto para la ley contra la trata que atravesó distintos
avatares antes de llegar a su sanción, en el año 2008. No era la legislación
que nosotras habíamos propuesto, pero ése es otro tema. Por fin se modificó
correctamente en el año 2012.
El
entonces ministro del Interior decidió lanzar un Programa Nacional contra la
Trata de Personas y eligió Misiones para hacerlo. En el Programa Las Víctimas
contra las Violencias habíamos creado la Oficina de Rescate y Acompañamiento
para las personas damnificadas por el delito de trata. Se trabajó con las
fuerzas de seguridad de la provincia para enseñarles que no se trataba de
prostitutas sino de víctimas. Complejo aprendizaje para los hombres de las fuerzas
de seguridad.
Quienes
comenzamos a trabajar en trata con la ley recién aprobada, en Buenos Aires,
teníamos el mismo problema: ¿adónde llevar y alojar transitoriamente a las
mujeres rescatadas? Una congregación religiosa puso a disposición del Programa
las Víctimas contra las Violencias una de sus casas, para compartirla con las
monjas. No era eso lo que se precisaba. Hasta que se alquiló la casa refugio en
Buenos Aires.
Mientras
tanto, ¿cómo se las arreglaban en Misiones? Durante el año 2011, el joven cura
viajó a Holanda para entrevistarse con quienes podían aportar una donación lo
suficientemente importante como para construir una casa refugio en Misiones de
acuerdo con las necesidades de estas víctimas, que no deben mantenerse
encerradas como estuvieron por años, ni custodiadas por carceleras. Durante sus
estadías en el refugio comenzaría el proceso de rescate psicológico que los
equipos de la Coalición conocían muy bien por los años que llevaban trabajando
con mujeres rescatadas por el personal policial junto con Claudia y Beatriz,
que también se encargaban del dificilísimo diálogo con los jueces.
Seguramente
él describió con claridad y pasión el tema de la trata de personas: regresó con
una donación de la Fundación Bemberg y así se compró el terreno y se empezó a
diseñar el refugio tal como se había soñado. La empresa constructora Eterhaus,
que ya se había entrenado en diseñar proyectos (gracias a los hermanos Juan
Ignacio y Carlos Martos, arquitecto e ingeniero agrónomo que jamás cobraron por
su trabajo), ahora podía empezar a construir. Claudia les describió durante
horas las características de los lugares donde las tienen encerradas para la
explotación. Recordó sus diálogos con las víctimas. Sobre todo aquellas cosas
que se repetían, por ejemplo, los inodoros dentro de los cuartos, las ventanas
pequeñas y con rejas, no tener lugar donde guardar la ropa, no poder circular
al aire libre, tomar un mate o un tereré a la sombra por la tarde. Así
empezaron las primeras paredes del Refugio Mburucuyá para las Víctimas de trata
y víctimas de explotación sexual.
Contra
el encierro
¿Cómo
iba a aparecer en la zona esta nueva construcción habitada por personas
desconocidas? Había que hacer trabajo comunitario con los vecinos del barrio,
localizado en una zona campestre. Contarles para qué se estaba construyendo
este refugio y explicarles quiénes ocuparían esa casa. Fue necesario
sensibilizar acerca de la posición de víctimas de trata.
El
director del refugio, el doctor Luis Nelli, psicólogo, tuvo a su cargo la
regulación de las obras juntamente con quienes diseñaban los planos y medían
las áreas del terreno, ya que los componentes psicológicos que sería necesario
contemplar como contrafigura del encierro padecido por las víctimas constituían
la clave de esta construcción.
El
terreno fue trazado en forma de mesetas para darle distintos niveles, desde la
planta de entrada, la zona de los canteros con sus primeros brotes; el
siguiente nivel, las casas, los cubos donde están los baños y los espacios
verdes, jardines y zonas abiertas bajo los árboles frondosos. Los artefactos de
luz (incluidas dos farolas de jardín) y todos los ambientes tienen sus
ventiladores de techo que también donó la empresa.
El
conjunto está preparado para que el paisaje verde impregne la mirada. No hay
una sola reja y las casas han sido construidas en forma separada para que cada
una de ellas la habiten cuatro personas. Un total de ocho mujeres. Sin
necesidad de estrujarse los cuerpos en promiscuidades espaciales. Los caminos
de cemento conectan los espacios de manera que se recorten sobre la tierra y el
césped que acompaña la fronda de árboles que compone el paisaje. Una habitación
especial por si la madre o un familiar de una víctima necesita estar acompañada
durante un tiempo. Otra habitación y baño destinados a consultorio, cercano al
ingreso y al lado de la sala para reuniones. La profesora de computación, los
psicólogos, la trabajadora social, la profesora de gimnasia disponen de sus
horarios para el trabajo con las mujeres alojadas. Concurrirán a la escuela que
se encuentra dentro del vecindario.
En la
puerta del refugio tres enredaderas de mburucuyá comienzan a trepar por los
pilares de madera que sostienen la pérgola de ingreso, pequeña galería para la
sombra que anuncia la entrada a la casa central.
Ha sido
pensado y diseñado por quienes han convivido durante una década con víctimas de
trata y conocen los andariveles de horror y terrores por los que estas mujeres
han transitado. También saben cuándo es posible esperar recuperación y cuándo
la destrucción de esa persona no le deja espacio físico y psicológico para
rescatarse a sí misma.
La
batalla ideológica se libró en las características del refugio. Se pudo eludir
el habitual alquiler de caserones para crear una estructura pensada en la
reinserción de las víctimas en la comunidad.
Este
refugio, que es la concreción de un sueño, está muy lejos de posibles
idealizaciones. En él se va a trabajar con mujeres que han sido dañadas
fieramente y que no siempre quieren o pueden salir de su estado de destrucción.
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