Mariana Carbajal: Cuando el abuso se hace canción
© Mariana
Carbajal, Página 12
Con
espanto me enteré hace pocas semanas que los coordinadores de una empresa de
turismo estudiantil que lleva grupos de egresados a Bariloche les enseñan a los
estudiantes canciones que incitan a la violación de sus compañeras. Los chicos
y las chicas las aprenden velozmente y las cantan enardecidos, como suele
ocurrir en ese tipo de viajes. Algunos dirán... “pero es sólo una canción”. A
mí me horrorizó igual. O justamente por esa razón. Porque la canción banaliza
la gravedad de un hecho como es una violación, y a la vez transmite la idea de
que no importa si la chica quiere o no tener relaciones: lo que prima es el
deseo del varón y si le dicen que no, tiene la posibilidad de actuar por la
fuerza imponiéndose sobre el cuerpo de la amiga. La letra dice así: “Para venir
a Bariloche hay que enfiestarse bien / Y comprar Tulipán para coger / Y si las
chicas y si las chicas dicen no / No me importa, existe la masturbación / Y si
los chicos y si los chicos dicen no / No me importa, existe el consolador / Y
si las chicas y si las chicas dicen no / No me importa, existe la violación / Y
si los chicos y si los chicos dicen no / No me importa, existe el coordinador /
Y si todos y si todos dicen no / No me importa, porque estoy en Bariló”.
Hay
letras de tango, de reggaetón y de otros géneros musicales, de todos los
tiempos y actuales, que legitiman la violencia hacia las mujeres, la
justifican, y lo hacen seguramente con más poesía que esta porquería que se
canta en Bariloche. Siempre son repudiables estas expresiones (“¿artísticas?”),
porque contribuyen a fomentar una cultura que discrimina a las mujeres, que las
ubica en el lugar de posesiones de los hombres, al punto de que hay muchos que
creen que pueden apropiarse de los cuerpos y de las vidas de mujeres, como
ocurre, lamentablemente con tanta frecuencia en nuestra sociedad. Pero es tal
vez más preocupante que en una canción preparada para que estudiantes la canten
en un contexto de alegría –como es un viaje de egresados– se celebre la
violación como una conducta positiva, una alternativa a tener en cuenta cuando
una chica no accede a una propuesta para tener relaciones sexuales.
La
violencia sexual es una de las formas de la violencia de género, cuya expresión
más extrema es el femicidio. Cada 30 horas una mujer es asesinada en la Argentina
por el hecho de ser mujer. El machismo mata. El nombre de Melina Romero se sumó
este año a la larga lista de femicidios de 2014: fue asesinada después de
resistirse a ser violada por un grupo de conocidos, según contó una testigo
clave del hecho por el cual están detenidos cuatro varones, entre ellos dos
adolescentes de dieciséis y dieciocho años. Y las coberturas mediáticas
hicieron bastante por justificar la forma en que terminó sus días esta
adolescente, que había ido a una disco a festejar su cumple número diecisiete.
Desde el seno de nuestras familias, desde las aulas escolares y los medios de
comunicación debemos combatir esa cultura machista y patriarcal, que considera
que hay chicas que “nacieron para putas”. “Puta”, “violada”: así le gritaron más
de una vez, para humillarla, a una de las adolescentes de Lomas de Zamora que
denunció que fue abusada en una fiesta de cumpleaños.
Debemos
transmitir la idea fuertemente de que se debe respetar el consentimiento en una
relación sexual, que cuando una joven “dice sí es sí” y que cuando dice que “no
es no”. Es fundamental que los hechos que se denuncian no queden impunes y que
se implemente un plan nacional para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia de género que abarque a todas las provincias, con presupuesto
apropiado, como marca la Ley 26.486, sancionada en 2009.
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