Ocultos a plena luz: violencia contra l@s niñ@s

* * copiado tal cual del informe "Ocultos a plena luz. Un análisis estadístico de la violencia contra los niños" de UNICEF

La protección de los niños contra toda forma de violencia es un derecho fundamental garantizado por la Convención sobre los Derechos del Niño y otros tratados y normas internacionales de derechos humanos. Sin embargo, e independientemente de las circunstancias económicas, sociales, culturales, religiosas o étnicas de los niños, la violencia aún es un componente muy real de sus vidas en todo el mundo. Con frecuencia, el desarrollo de los niños que han sido objeto de abusos graves o de abandono es inadecuado, y tienen dificultades de aprendizaje y desempeño escolar. También pueden tener bajos niveles de autoestima y sufrir depresión, lo que, en el peor de los casos, puede ser motivo de que adopten conductas de alto riesgo y comportamientos autodestructivos. Similares consecuencias pueden sufrir los niños que presenciaron episodios violentos. Los niños que crecen en hogares o comunidades violentas tienden a interiorizar esas conductas violentas como manera de resolver disputas y a repetir esas pautas de violencia y abuso contra sus cónyuges e hijos. Aparte de sus consecuencias trágicas para los individuos y familias, la violencia contra los niños conlleva graves costos económicos y sociales debidos tanto al desperdicio de potencial como a la reducción de la capacidad productiva.

En la década pasada se ha registrado un constante aumento del grado de conciencia general sobre el carácter generalizado y los efectos nocivos de la violencia contra los niños. A pesar de ello, se trata de un fenómeno sobre el que aún se carece de suficiente documentación y que no se denuncia en la medida en que se debería. Esto puede atribuirse a diversas razones, entre ellas, que en algunas sociedades algunas formas de violencia contra los niños son aceptadas o tácitamente toleradas, o no se las considera como abuso. Muchas de las víctimas son demasiado jóvenes o demasiado vulnerables para denunciar lo que les ha sucedido o para protegerse. Y con dolorosa frecuencia, cuando las víctimas formulan las denuncias, los sistemas judiciales no responden de manera adecuada y los servicios de protección de los niños son insuficientes o inexistentes. El problema se suele complicar aún más debido a la carencia de datos suficientes o adecuados, ya que esa ausencia refuerza el concepto erróneo de que esa forma de violencia es un fenómeno marginal que sólo afecta a determinadas categorías de niños o que sólo es obra de individuos biológicamente predispuestos a los comportamientos violentos.

Pese a las numerosas lagunas en la base actual de conocimientos, este informe es prueba de los avances que se han logrado en los últimos años en materia de recopilación de datos. En el informe se emplean las pruebas disponibles para describir lo que se conoce hasta ahora acerca de los patrones mundiales de violencia contra los niños, empleando para ello datos compilados de diversas fuentes seleccionadas. Los análisis se concentran en las formas de la violencia interpersonal, definida como los actos de violencia contra los niños que cometen individuos o grupos reducidos de personas.

Entre los tipos de violencia interpersonal que abarca este informe figuran los que ejercen por lo general las personas a cargo del cuidado del niño u otros integrantes de su familia, así como las figuras que simbolizan autoridad, los pares y los extraños, tanto dentro como fuera del hogar. Dada la falta generalizada de uniformidad en la manera en que se obtienen los datos sobre la violencia contra los niños, en este informe se empleó principalmente información lograda de fuentes internacionalmente comparables, como las encuestas a base de indicadores múltiples (MICS) de UNICEF, las encuestas demográficas y de salud de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), las encuestas mundiales basadas en las escuelas sobre la salud de los estudiantes (GSHS) y el Estudio sobre el comportamiento de salud de los niños en edad escolar (HBSC). Estos programas internacionales de vigilancia se han implementado por lo general en países de ingresos bajos y medios, con la excepción del HBSC. De manera que aunque este informe se concentra principalmente en esos países, no debe suponerse por ello que la violencia contra los niños no ocurre también en las naciones de altos ingresos. Al respecto, en este informe también se emplean datos y pruebas correspondientes a países específicos que provienen de estudios y encuestas nacionales en pequeña escala, a fin de aclarar ciertos aspectos y circunstancias de diversos países sobre los que no se dispone de datos representativos o comparables. Mediante el empleo de esas fuentes combinadas, el informe se basa en datos de 190 países que constituyen la mayor recopilación hasta la fecha de datos estadísticos sobre la violencia contra los niños.

Conclusiones principales

En el informe se suministran pruebas de que la violencia es una constante en las vidas de los niños del mundo de los más diversos orígenes y las más variadas circunstancias. La violencia interpersonal se manifiesta en muchas formas distintas, física, sexual y emocional, que tienen lugar en los entornos más variados, como el hogar, la escuela, la comunidad e Internet. De manera similar, la violencia contra los niños proviene de una amplia gama de personas, entre ellas los integrantes de sus familias, parejas íntimas, maestros y vecinos, así como extraños y otros niños. Esa violencia no sólo les provoca a los niños daño, dolor y humillación sino que puede causarles la muerte.

Homicidio

Solamente en 2012, el número de niños y adolescentes menores de 20 años que fueron víctimas de homicidio llegó a 95.000, lo que convirtió a ese delito en la principal causa prevenible de lesiones, heridas y muerte de menores. En su inmensa mayoría, esas víctimas (85.000) vivían en países de ingresos bajos y medios. Un 85% de las muertes de niños de hasta nueve años de edad, sin diferenciación sensible por sexo, es resultado de enfermedades contagiosas y no contagiosas. Sin embargo, cuando esos niños inician la segunda década de sus vidas, aumenta la proporción de muertes debidas a heridas y lesiones intencionales, incluido el homicidio, especialmente en los varones.

A nivel mundial, la región de América Latina y el Caribe tienen la proporción más alta de víctimas de homicidio de menores de 25 años (25.400). En segundo lugar se encuentra África occidental y central (23.400), mientras que África oriental y meridional tiene la tercera mayor proporción de homicidios de menores de 25 años (15.000). La tasa más baja de homicidios de personas le corresponde a Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes, seguida en orden ascendiente por Oriente Medio y África septentrional. Los tres países con tasas más elevadas de homicidio de niños y adolescentes menores de 20 años son El Salvador, Guatemala y la República Bolivariana de Venezuela. En todos esos países, el homicidio es la principal causa de muerte entre los varones adolescentes. El mayor número de víctimas jóvenes de homicidio se registra también en Nigeria, con casi 13.000 muertes en 2012, seguido por el Brasil con aproximadamente unas 11.000 muertes.

Disciplina violenta

Aunque resulten abrumadoras, estas estadísticas reflejan manifestaciones de violencia que son relativamente raras en las vidas de los niños. Los datos indican que es mucho mayor el número de niños que sufren la violencia en forma de disciplina, por lo general en sus propios hogares y desde que son muy jóvenes. Como promedio, 6 de cada 10 niños del mundo (unos 1.000 millones) de 2 a 14 años de edad sufren de manera periódica castigos físicos (corporales) a manos de sus cuidadores. En la mayoría de los casos, los niños son objeto de una combinación de castigos físicos y agresiones psicológicas. En general, las formas más graves de castigo corporal, como los golpes en la cabeza, las orejas y el rostro, o los golpes fuertes y reiterados, son las menos frecuentes. Como promedio, esas formas de castigo afectan al 17% de los niños en 58 países. En otros 23 países, la aplicación de castigos físicos severos está generalizada, con más de uno de cada cinco niños afectada.

Las actitudes con respecto al castigo corporal de los niños

El hecho de que un gran número de niños sea objeto de formas violentas de disciplina parece contradecir los resultados acerca de las actitudes con respecto a esa forma de violencia. Sólo 3 de cada 10 adultos del mundo creen que para criar o educar de manera adecuada a un niño es necesario apelar al castigo físico. Con la excepción de Swazilandia, en todos los países del mundo el porcentaje de adultos encuestados que creen que el castigo físico es necesario es constantemente inferior al porcentaje de niños de 2 a 14 años que son sometidos a formas violentas de disciplina. En la mayoría de los países, los adultos que han recibido poca o ninguna educación tienden a creer en la necesidad del castigo físico en mayor medida que los que cuentan con educación escolar. En el Yemen, por ejemplo, el 51% de las madres o principales cuidadores de niños que no han recibido ninguna educación escolar sostuvieron que para educar a un niño es necesario emplear el castigo físico, una creencia que sólo comparte el 21% de las personas a cargo de niños que tiene educación secundaria o superior. Otra conclusión es que en tres de cada cuatro países sobre los que se dispone de datos, los adultos de bajo nivel económico tienden a apoyar el castigo corporal en mayor medida que los más acomodados.

La violencia entre pares y a mano de las parejas íntimas

A medida que el niño crece, aumenta su vulnerabilidad ante otras formas de agresión, como la violencia por parte de sus padres o a manos de sus parejas íntimas. Son frecuentes, por ejemplo, las agresiones físicas entre estudiantes, especialmente entre los varones. En 25 países con datos comparables, la prevalencia de las agresiones físicas contra estudiantes de 13 a 15 años va desde un 20% en la ex República Yugoslava de Macedonia y el Uruguay hasta más de un 50% Botswana, Djibouti, Egipto, Ghana, la República Unida de Tanzania (Dar es Salaam) y el Yemen. A nivel mundial, más de uno de cada tres estudiantes de 13 a 15 años de edad es objeto de por lo menos un episodio de acoso o intimidación de manera habitual. En los 106 países con datos comparables sobre adolescentes que sufrieron actos de acoso o intimidación recientemente, las tasas varían del 7% en Tayikistán al 74% en Samoa. Casi una tercera parte (31%) de los adolescentes de Europa y América del Norte reconocieron haber acosado o intimidado a otros. Las tasas de prevalencia varían de uno de cada siete jóvenes (14%) en la República Checa y Suecia a casi 6 de cada 10 en Letonia y Rumania (59%).

Los jóvenes continúan sufriendo la violencia hasta muy avanzada la adolescencia. Casi una cuarta parte de las adolescentes de 15 a 19 años del mundo (unos 70 millones de niñas) dijo haber sido objeto de alguna forma de violencia física desde los 15 años de edad. En África oriental y meridional, por lo menos el 12% de las niñas de esa edad de los nueve países sobre los que se dispone de datos, con la excepción de las Comoras, denunciaron incidentes de violencia física durante el año previo. En África occidental y central, la proporción de niñas de los 11 países sobre los que se cuenta con datos que fueron objeto de violencia física en ese lapso es de por lo menos 1 de cada 14. Las proporciones más elevadas corresponden a las niñas de la República Democrática del Congo, con el 42%, y del Camerún, con el 26%.

Las niñas que no han contraído matrimonio denuncian en mayor proporción que las casadas haber sido objeto de violencia física por parte de sus familiares, amigos, conocidos y maestros. Sin embargo, en todos los países donde hay datos, las niñas que están o estuvieron casadas y que denuncian haber sufrido violencia física, señalan mayoritariamente como responsables de la misma a sus parejas íntimas presentes o pasadas. En la India, Mozambique, el Nepal, el Pakistán, la República Unida de Tanzania y Zambia, por ejemplo, más de un 70% de las niñas dijo haber sido objeto de violencia física a manos de sus maridos o parejas íntimas presentes o pasadas. En efecto, la violencia por parte de las parejas íntimas constituye la forma más común de violencia por razones de género contra las niñas. A nivel mundial, casi una de cada tres adolescentes de 15 a 19 años de edad (84 millones) que integran uniones formalizadas ha sido víctima de violencia emocional, física y/o sexual por parte de su marido o pareja. Las tasas de ese tipo de violencia son especialmente elevadas en África subsahariana, Asia Meridional y América Latina y el Caribe.

Con respecto a la violencia física que sufren los varones adolescentes, incluso por parte de sus parejas íntimas, los datos disponibles son mucho más limitados. Sin embargo, por lo menos uno de cada cuatro adolescentes de 15 a 19 años de los cinco países de ingresos bajos y medios con datos comparables dijo haber sufrido violencia física a partir de los 15 años; y en dos de esos países (Ghana y Mozambique) las tasas de violencia de esa índole superan el 40%. Los autores de esas agresiones varían en los cinco países, e incluyen miembros de la familias, amigos o conocidos, y maestros.

Violencia sexual

Unos 120 millones de niñas de todo el mundo (algo más de una de cada 10) han sido víctimas de relaciones sexuales forzadas y otras agresiones sexuales en algún momento de sus vidas. Sin embargo, las niñas que viven en determinadas partes del mundo parecen correr más peligro que otras. En 13 de los 18 países del África subsahariana sobre los que se dispone de datos pertinentes, las tasas de prevalencia de las relaciones sexuales forzadas son del orden del 10%, por lo menos. Por otro lado, en todos los países de Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes con datos comparables (excepto la República del Moldavia), la proporción de niñas adolescentes que denunciaron haber sufrido violencia sexual fue inferior al 1%.

También se analizó la edad en que las niñas fueron objeto de violencia sexual por primera vez. En 18 de los 21 países con datos comparables, la mayoría de las adolescentes dijo haber sido objeto de violencia sexual por primera vez entre los 15 y los 19 años. Sin embargo, una proporción substancial de ellas sufrió agresión sexual por primera vez a edad aún más joven. En los 21 países, con la excepción de la India, Liberia, la República de Moldavia, Santo Tomé y Príncipe y Zimbabwe, por lo menos una de cada cinco niñas que dijeron haber sufrido un incidente de violencia sexual como mínimo señaló que la primera agresión ocurrió cuando tenía entre 10 y 14 años.

En la gran mayoría de los casos, los responsables de la violencia sexual contra las niñas son los cónyuges, novios o parejas íntimas presentes o pasados. En el Estado Plurinacional de Bolivia, la Guatemala, Kenya, la República de Moldavia, República Dominicana, la República Unida de Tanzania y Uganda, una considerable proporción de niñas afirmó haber sido víctima de agresiones sexuales por parte de amigos y conocidos.

Según datos correspondientes a cuatro países, los niños varones también son víctimas de la violencia sexual, aunque en mucho menor medida que las niñas. En Uganda, la proporción de adolescentes varones que denuncia incidentes de relaciones sexuales forzadas u otros actos sexuales forzados es casi dos veces menor que la proporción de niñas adolescentes que formulan denuncias similares. En Mozambique, la proporción de adolescentes varones que afirmaron haber sido objeto de violencia sexual también es muy inferior a la de las niñas de la misma edad (3% y 9%, respectivamente). Al igual que sucede con las niñas, los incidentes iniciales de violencia sexual contra los niños ocurren cuando tienen entre 15 y 19 años de edad, y son generalmente perpetrados por parejas íntimas actuales o pasadas.

También corren riesgo de violencia sexual los adolescentes que viven en países de altos ingresos. En Suiza, por ejemplo, una encuesta nacional de niñas y niños de 15 a 17 años que se llevó a cabo en 2009 puso en evidencia que el 22% de los niños y el 8% de las niñas, respectivamente, sufrió por lo menos una vez en su vida un incidente de violencia sexual que involucró contacto físico. En ese país, la forma más común de violencia sexual, tanto para las niñas como para los niños, es la victimización a través de Internet. En los Estados Unidos, la segunda Encuesta nacional sobre la exposición de los niños a la violencia National Survey of Children’s Exposure to Violence (NatSCEV II), que se realizó en 2011, registró las tasas de victimización sexual de los varones y las niñas de 14 a 17 años. Las mismas fueron del 35% para las niñas y del 20% para los varones.

Denuncias sobre los incidentes de violencia

Independientemente del tipo de violencia que hayan sufrido o las circunstancias en que ésta se haya producido, la mayoría de las víctimas la mantiene en secreto y no solicita ayuda. Los datos que se ofrecen en este informe confirman que casi la mitad de todas las niñas adolescentes de 15 a 19 años que mencionaron haber sido objeto de violencia física o sexual también dijeron que nunca se lo había contado a nadie. En Jordania, Kirguistán, el Nepal, Nigeria, el Pakistán, Tayikistán y Uganda, la proporción de las víctimas que han guardado silencio supera el 50%. Las niñas y mujeres que sufren violencia sexual constituyen el sector menos proclive a informar sobre el abuso, al contrario que las que sólo son objeto de violencia física o de una combinación de violencia física con violencia sexual. Un análisis comparativo de los datos de países sobre los que se disponen de datos correspondientes
a ambos sexos indica que los niños varones tienden a mantener su victimización en secreto en la misma medida que las niñas.         

Entre las niñas adolescentes de 15 a 19 años de edad que alguna vez han sido víctimas de violencia física y/o sexual, casi 7 de cada 10 indicaron que nunca pidieron ayuda para poner fin a la situación de abuso. Aunque las razones sean diversas, muchas niñas dijeron que no se percataban de que sufrían una forma de violencia y que no creían que el abuso fuera un problema. Según una cantidad limitada de datos estadísticos, en algunos países los varones tienden a pedir ayuda en proporciones aún menores que las niñas. Y de manera similar a las niñas, la mayoría de los niños que han sido objeto de violencia mantienen el silencio con respecto a sus experiencias, independientemente del tipo de violencia que hayan sufrido, porque no consideran que se trate de un problema.

Cuando las niñas y mujeres que han sufrido violencia piden ayuda, la mayoría la solicita a sus familiares. Generalmente buscan el apoyo de personas conocidas más que de instituciones como la policía, las agrupaciones religiosas o los organismos de servicios sociales, aun cuando sepan que éstas les pueden ayudar.

Actitudes con respecto a la violencia conyugal

Mediante la exploración de las actitudes y normas sociales referidas a la violencia se pueden obtener datos sobre qué la motiva, y por qué persiste y no se denuncia. Las pruebas que contiene este informe sugieren que casi la mitad de las niñas de 15 y 19 años de todo el mundo (unos 126 millones) creen que en algunas ocasiones se justifica que los maridos o las parejas íntimas golpeen o agredan físicamente a sus cónyuges o parejas. Mientras en África subsahariana y Oriente Medio y África septentrional esa proporción supera la mitad de esas niñas, en Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes disminuye al 28%.

Esa actitud de apoyo a la violencia conyugal también está generalizada entre los varones adolescentes. Tanto el África oriental y meridional como en Asia meridional, casi un 50% de los niños de 15 a 19 años de edad creen que en determinadas circunstancias se justifica que el marido golpee a su mujer. En África Occidental y Central, la proporción es levemente superior a una tercera parte. Sin embargo, lo que puede resultar más sorprendente es que en 28 de los 60 países sobre los que se cuenta con datos referidos a ambos sexos, la proporción de niñas que creen que a veces se justifica la violencia conyugal es superior a la de los niños. En 14 de sus países, la diferencia de opinión entre ambos géneros supera el 10%. La tendencia aparece con más frecuencia en Asia meridional, África subsahariana y Asia oriental y el Pacífico que en otras regiones.

Pese a que los varones y las mujeres pueden diferir en su grado de apoyo a la violencia conyugal, las opiniones de ambos tienden a coincidir con respecto a las circunstancias que justifican esa forma de agresión. La razón citada con más frecuencia, tanto por los varones como por las mujeres, es el descuido de los hijos.

Actitudes con respecto al abuso sexual de los niños

También se han explorado las actitudes con respecto al abuso sexual de los niños. Aunque no se dispone de datos en gran escala ni en cantidad suficiente para su comparación internacional, las investigaciones sobre este tema que se llevaron a cabo en algunos países y regiones ilustran la variedad y la complejidad de las creencias más comunes sobre esta forma particular de violencia contra los niños. Por ejemplo, en un estudio realizado en seis países del Caribe oriental en 2008-2009 se analizaron las percepciones de las mujeres y los hombres mayores de 18 años sobre el abuso sexual de los niños. Tratando de comprender algunos de los factores que pueden contribuir a esa forma de violencia, los responsables del estudio preguntaron a los entrevistados si creían que una de sus causas era la actitud negativa de los hombres hacia las mujeres. La mayoría de los entrevistados señaló su desacuerdo (60%) o dijo no estar seguro (27%). Sin embargo, el 77% de los encuestados señaló que la manera en que se viste una niña puede despertar el interés sexual de los hombres.

Con respecto a las consecuencias percibidas del abuso sexual de los niños, la mayoría de los encuestados en el Caribe occidental (85%) consideró que los menores sufren daños emocionales a largo plazo. Pero las investigaciones indican que en otras partes del mundo las opiniones son más variadas. En Noruega, por ejemplo, un estudio realizado en la población en general indicó que los encuestados no estaban seguros si los contactos sexuales con los niños eran perjudiciales o no. En Nigeria, un 60% de los padres y madres encuestados opinó que el abuso sexual sólo tiene efectos graves para la salud de los niños si implica relaciones sexuales.

En nuestras manos

Pese a que la violencia contra los niños es un fenómeno generalizado, no es inevitable. Su eliminación es una responsabilidad que compartimos todos. Aunque con frecuencia se considera que la violencia contra los niños es un problema individual, en realidad se trata de un problema social impulsado por las desigualdades económicas y sociales y las normas de educación deficientes. Se trata de un problema alimentado por las normas sociales que toleran la violencia al considerarla una manera aceptable de resolver los conflictos, además de aprobar la dominación de los niños por parte de los adultos y de alentar la discriminación. La violencia contra los niños es posible debido a la existencia de sistemas que no cuentan con políticas y normas judiciales adecuadas, ni mecanismos eficaces de gobernanza o la vigencia estricta de normas jurídicas que permitan evitar la violencia, investigar y procesar a los culpables y ofrecer a las víctimas servicios de seguimiento y tratamiento. Esta forma de violencia puede seguir existiendo cuando no se documenta ni mide debido a que no se invierten los fondos necesarios en la obtención de datos y la difusión de los resultados.

Las pruebas que se suministran en el informe demuestran claramente que hay un número excesivo de niños que no reciben suficiente protección contra la violencia. En la mayoría de los casos, ésta ocurre a manos de las personas que cuidan a los menores o que tienen trato cotidiano con ellos, como sus cuidadores, sus pares y sus parejas íntimas. Los niños también suelen carecer de la protección gubernamental que necesitan y a la que tienen derecho. Sólo 39 naciones del mundo brindan a los menores protección jurídica contra toda forma de castigo corporal, incluido el castigo en el hogar. Además, existen grandes desniveles entre la protección de la que disfruta un adulto que ha sido víctima de violencia y la que se otorga a un niño en las mismas circunstancias. Por ejemplo, si un adulto es agredido por un pariente o cualquier otro adulto, se considera que ha sido objeto de una acción inaceptable y se aplican garantías legales para proteger sus derechos. Sin embargo, si un niño sufre castigos violentos a manos de sus padres u otras personas que le cuidan, se considera que se trata de un hecho sin importancia y el menor no recibe protección judicial similar a la que se da a los adultos. Esa falta de protección, combinada con las actitudes y normas sociales que justifican algunos actos de violencia contra los niños, crea un entorno en el que muchas formas de violencia se consideran normales y quedan impunes.

Una de las limitaciones propias de todo intento de documentar la violencia contra los niños es que no se contempla a un gran número de niños que no puede o  no quiere denunciar sus experiencias. Pese a que este informe adolece de esa carencia, lo que en él se refleja es suficiente para impulsarnos a la acción. Porque no debemos tolerar que un solo niño más sufra los efectos de la violencia.

El proceso de comprender y responder a la violencia contra los niños continuará rodeado de dificultades. Sin embargo, a medida que se proponen y aplican nuevas estrategias para poner fin a esta forma de violencia, va quedando cada vez más en claro la importancia de las inversiones sistemáticas en la generación de datos. Las pruebas que se obtiene mediante los mismos son fundamentales para vigilar los compromisos; facilitar el desarrollo de nuevos programas, políticas y leyes; y evaluar su eficacia. Las investigaciones futuras no sólo deberían concentrarse en documentar la prevalencia de la violencia sino también en comprender los factores subyacentes que la alimentan y evaluar las intervenciones de prevención y respuesta. La difusión amplia de los datos pertinentes por medios y formatos accesibles seguirá siendo fundamental para crear conciencia y generar la voluntad política requerida para elaborar e implementar estrategias y medidas prácticas eficaces en todos los niveles de la sociedad. La posibilidad de eliminar la violencia contra niños está en nuestras manos. Si contamos con datos fidedignos, sabremos exactamente cuándo hemos cumplido ese imperativo de derechos humanos.

Solamente en 2012, el número de niños y adolescentes menores de 20 años que fueron víctimas de homicidio llegó a 95.000, casi 1 de cada 5 víctimas de homicidio al año.

Alrededor de 6 de cada 10 niños del mundo (unos 1.000 millones) de 2 a 14 años de edad sufrieron de manera periódica castigos corporales a manos de sus cuidadores.

Cerca de 1 de cada 3 estudiantes entre los 13 y los 15 años en el mundo informaron haber participado en una o más peleas en el último año. Casi más de 1 de cada 3 estudiantes entre los 13 y los 15 años en el mundo sufrieron actos de acoso o intimidación de forma sistemática. Casi una tercera parte de los adolescentes de 11 a 15 años de Europa y América del Norte reconocieron haber acosado o intimidado a otros en la escuela por lo menos una vez en los últimos dos meses. Casi una cuarta parte de las niñas de 15 a 19 años del mundo (unos 70 millones de niñas) dijo haber sido objeto de alguna forma de violencia física desde los 15 años de edad.

Unos 120 millones de niñas de todo el mundo (algo más de 1 de cada 10) han sido víctimas de relaciones sexuales forzadas y otras agresiones sexuales en algún momento de sus vidas. Los niños también están en peligro, aunque no hay una estimación mundial debido a la falta de datos comparables.

A nivel mundial, casi 1 de cada 3 adolescentes de 15 a 19 años (84 millones) que integran uniones formalizadas ha sido víctima de violencia emocional, física y/o sexual por parte de su marido o pareja en algún momento de su vida.


Alrededor de 3 de cada 10 adultos del mundo creen que para criar o educar de manera adecuada a un niño es necesario apelar al castigo físico. Casi la mitad de las niñas de 15 y 19 años de todo el mundo (unos 126 millones) creen que en algunas ocasiones se justifica que los maridos o las parejas íntimas golpeen o agredan a sus cónyuges.

Comments

Popular Posts