Berta Cao: López Aguilar y el mito de las denuncias falsas
© Berta Cao,
Cuarto Poder
Fuente: http://www.cuartopoder.es/islamujeres/2015/04/09/lopez-aguilar-y-el-mito-de-las-denuncias-falsas/260
La llegada de la
primavera nos ha traído un culebrón protagonizado por un eurodiputado como
estrella principal. Y sin quererlo, sin que nos hayan preguntado, tenemos la
posibilidad de escuchar toda una retahíla de despropósitos que, de momento,
parecen tener como objetivo victimizar a nuestro protagonista y culpabilizar a
su supuesta víctima.
No soy miembro del
tribunal que juzgará este caso, por tanto, no voy a juzgar ni a la estrella ni
a la protagonista femenina (su exesposa). Preferiría hablar de tanto secundario
(y secundaria) que ha salido de pronto
con un excelso conocimiento de la intimidad de la pareja y con títulos en
peritaje de violencia de género, secundarios que se aprestan a decir lo bueno
que es el supuesto maltratador; lo normal que es en el trato, lo educado,
mientras dejan caer insinuaciones sobre la actitud de la supuesta víctima. Y
vemos que da igual de quién se trate, pobre o rico, anónimo o público. Siempre
hay gentes dispuestas a sembrar dudas que nos devuelven al rancio algo habrá hecho
dirigido hacia las mujeres.
No es Juan
Fernando López Aguilar el primer político implicado en un caso de violencia de
género. Antes ha habido alcaldes, concejales de un partido y del otro, y hasta
de otros más, que aquí no prima el bipartidismo. Casos que se han producido en
el ámbito de la intervención social, sindical… Pero el caso de López Aguilar es
el que implica al cargo más alto, por aquello de su paso por el Ministerio de
Justicia coincidiendo con la elaboración y aprobación de la Ley integral contra
la violencia de género,
Y es un caso de
libro. Lo hemos visto, recientemente, en el ámbito deportivo con Rubén Castro,
el jugador del Betis. Javier López Madrid sería el ejemplo en el ámbito
empresarial y, si nos vamos al ejército, tenemos al único juzgado y condenado,
el coronel Isidro José de Lezcano-Mújica. En todos ellos se ha presentado al
varón como víctima de una mujer perversa: la afición bética insultando a la
víctima –al menos, víctima de esta afición-; las insinuaciones sobre la actitud
despechada de la dermatóloga Elisa Pinto y la atracción fatal de López Madrid,
como si acosar sexualmente fuera una actitud irrefrenable. Poco queda por
comentar del caso de la comandante Zaida Cantera, donde hemos visto como hasta
en el propio juicio se presentaba a Lezcano-Mújica como víctima. Y en todos los
casos aparece también la comparsa, el grupo de palmeros sin los que el
maltratador o el acosador (dos caras del
mismo desprecio hacia las mujeres, dos formas de ejercer la violencia de
género) no sería más que el miserable que parece. Igual que el rival que
aprovecha para echar leña sobre el árbol caído, pero que calla cuando la
acusación está en sus filas.
No sé si López
Aguilar es culpable o no de un delito de violencia de género. Pero si es culpable
de encender el ventilador de la perversidad de las mujeres: la denuncia falsa.
No aprendió del varapalo que se llevó Toni Cantó, el ex UPyD. López Aguilar es
culpable de soberbia, de intentar defenderse acusando a las mujeres de mentir
para beneficiarse; culpable de presentar como un hecho normalizado la supuesta
maldad de las mujeres, que amenazan con denunciar a sus maridos para obtener
mayores beneficios en los procesos de divorcio. Esto lo inhabilita para la
representación política, porque ha abierto, en provecho propio, una línea de
defensa que sabe cargada de mentiras y falsedades. Porque tiene que conocer,
por sus responsabilidades pasadas y presentes, que la denuncia falsa es un mito
creado por maltratadores para su exclusivo beneficio, y para seguir maltratando
a su víctima. Los datos dan fe de ello. Según la Memoria 2014 de la Fiscalía
General del Estado, las denuncias falsas son irrelevantes. Desde que se
empezaron a analizar y contabilizar en 2009, y hasta 2013, ningún año superó el
0,0090% del total de denuncias. Insisto, en la Memoria se pueden comprobar
todos los datos.
Por cierto, no
estaría de más que en una futura y necesaria regulación de aforamientos se
eliminaran aquellas situaciones no vinculadas al ejercicio de la función
pública que, al ritmo que vamos, cualquier día en lugar de un protagonista de
culebrón nos sale un James Bond.
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