Refugiados en México: el caso de Emilia

* * copiado tal cual del informe "Ignoradas y sin protección. La mortal devolución de personas centroamericanas solicitantes de asilo desde México" de Amnistía Internacional

Emilia (nombre ficticio) huyó de El Salvador y llegó a México a finales de 2016, junto con sus siete hijos e hijas, después de que la mara le matara en su país a otros dos hijos y a un hermano. Su hija adolescente también había sido atacada por la mara, así que la familia no pudo soportarlo más y huyó del país. Al llegar a México, su hija mayor se puso de parto y tuvo que ser llevada rápidamente un hospital para que diera a luz al primer nieto de Emilia, una niña. La familia alquiló una pequeña habitación en un hotel del sur de México durante los días siguientes, y poco después Emilia tuvo que volver en autobús al hospital para hacer el papeleo necesario para la vacunación de la recién nacida. De camino al hospital regional de Tapachula, estado de Chiapas, le dieron el alto en un puesto de control del INM, junto con su hijo adolescente, que la acompañaba. Emilia rogó a los agentes que no la devolvieran a El Salvador, donde corría peligro de muerte, y, llorando, les explicó que se dirigía al hospital para hacer el papeleo de su nieta recién nacida. Los agentes del INM ignoraron sus súplicas y la llevaron detenida junto con su hijo a un centro de detención cercano, donde los separaron y los deportaron al cabo de unos días. De pura suerte, al llegar a El Salvador Emilia encontró a su hijo y a una buena persona que les prestó algo de dinero para regresar en seguida a México. Ya en México, buscó al resto de la familia, y, todos juntos, estuvieron meses viviendo, hacinados, en una habitación de la frontera mientras esperaban el resultado de su solicitud de asilo. En abril de 2017 se concedió a Emilia y su familia protección internacional en México. A los pocos meses, la familia se las arregló para mudarse al norte de México, donde viven en la actualidad. Los hijos e hijas de Emilia van ahora al colegio, y su nieta ya camina. Su hija mayor trabaja en una tienda, y el mayor de los hijos ha conseguido trabajo en la agricultura. La familia dijo a Amnistía Internacional que se sienten seguros y a salvo.

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