Julie Bindel: ¿Qué le da al lobby trans el derecho a amonestar a Martina Navratilova?

©The Spectator USA, Julie Bindel
* * traducción libre del artículo de que se puede leer aquí: https://spectator.us/martina-navratilova-trans/?fbclid=IwAR1Gw4mH1rokWbN7Mia0x1U4ADa8FrAsJxQwlgbSRFrd57Rf7JiUCV7LMHs\

- Nunca antes un llamado movimiento de justicia social ha demostrado tal autoridad e inculcado tal temor

Muchas hemos esperado mucho tiempo para que se llegue al "momento máximo trans" y para que liberales, el feminismo más templado, periodistas y polític@s salgan de su cobarde complacencia y enfrenten la realidad: el desactivismo trans es misoginia. Quizás el momento más álgido haya llegado gracias a los últimos y fuertes esfuerzos de los desactivistas trans.

El último objetivo en la guerra viciosa y, a menudo, violenta, de los desactivistas trans es uno de mis héroes de todos los tiempos: la campeona mundial de tenis y defensora de los derechos LGBT, Martina Navratilova.

Navratilova ha sido acusada de ser "transfóbica" por un tweet en el que responde a una pregunta de un seguidor acerca de las mujeres transgénero en el deporte: "claramente eso no puede ser correcto. No puedes simplemente proclamarte mujer y ser capaz de competir contra mujeres. Debe haber algunos estándares, y tener un pene y competir como mujer no se ajustaría a ese estándar ", escribió Martina en Twitter. "Para mí todo es cuestión de justicia. Lo que significa tomar cada caso individualmente ... no hay una manera única de hacer las cosas".

Suena razonable, ¿no? El problema es que los desactivistas trans sólo consideran aceptable la capitulación total y la autoflagelación.

La acusadora principal de Martina es Rachel McKinnon, una filósofa, doctora académica, activista transgénero y ciclista competitiva que ganó una prueba femenina en el Campeonato Mundial de Pista Masters de UCI a principios de este año. McKinnon, a quien me referiré como "él" ya que su comportamiento me parece un ejemplo de machismo masculino clásico, exigió a Navratilova que se disculpase y criticó sus comentarios. Martina se disculpó y borró su tweet, pero esto no fue suficiente.

Sin dejarse amilanar por una pelea en twitter, Martina mantuvo sus comentarios y dijo que no sería silenciada. Al darse cuenta de que McKinnon y sus partidarios hacían de este acoso un espectáculo, Martina dejó la conversación diciendo: "parece ser que mis décadas de hablar en contra de la injusticia y la desigualdad simplemente no cuentan con vosotros" y McKinnon le dio la razón diciendo que el historial de lucha por la igualdad LGBT de Martina "no cambia el hecho de que hoy has hecho algo malísimo. Las buenas acciones en el pasado no le dan a nadie un pase (para comportase mal en el presente)".

Si algo nos da una pista sobre el elemento narcisista del descativismo trans, es este tuit de McKinnon: "Tú… ¿sabes que soy una atleta trans campeona mundial que publica y habla en todo el mundo sobre los derechos de los atletas trans, verdad?".

Leéis bien queridos lectores: ¡McKinnon le dijo: "¡tú no sabes quién soy!" a Martina! (como Reese Whitersoon a la policía cuando les pararon, hicieron un control de alcoholemia y el marido dio positivo).

Martina se convirtió en refugiada política a la edad de 18 años y rápidamente alcanzó la fama y la cima del tenis femenino donde permaneció durante 25 años. Tan pronto como se hizo público que Martina es lesbiana, sus patrocinadores le retiraron el apoyo, gran parte del público (incluidos los fans del tenis) se volvió contra ella y fue abucheada regularmente durante los partidos.  Gran parte de los medios de comunicación se volvió contra ella. Martina fue criticada por tener músculos y el hecho de que fuera fuerte y decidida de alguna manera se convirtió en algo negativo, achacable a su ser "queer".

Para mí y para muchas otras lesbianas de mi generación, ver a Martina salir a la cancha en Wimbledon fue la mejor sensación del mundo. De repente apareció esta mujer que era inmensamente talentosa, feminista e incluso ganó (a regañadientes) el respeto de los hombres en el deporte. Pensé: "si ella puede hacerlo después de todo lo que ha pasado, yo también puedo".

Pero nada de esto impresiona a McKinnon, quien es conocido por sus extensas respuestas a quienes cuestionan, aunque con sensibilidad, cualquier aspecto de la ideología transgénero y las demandas asociadas. Por ejemplo en su artículo: "Allies behaving badly: Gaslighting as epistemic injustice" McKinnon explica cómo incluso las personas que están tratando de ser aliadas del movimiento trans lo entienden mal por no estar de acuerdo con él. McKinnon incluso tiene una serie de vídeos que explican por qué tiene derecho a competir en carreras femeninas, a pesar de la clara ventaja que tiene al haber nacido hombre.

McKinnon se identifica como lesbiana, les enseña a sus alumnos que él es uno de ellos, habla con aprobación del techo de algodón, dice que las lesbianas pueden "superar sus fobias genitales" y "sobrellevarlo bien" y ha llamado nazis a sus críticos.

La profesora y filósofa Kathleen Stock dice: "la razón por la que sé que el mundo académico es sexista es que una mujer nunca podría comportarse de forma agresiva online, tergiversar hechos empíricos para satisfacer sus propósitos o presentar argumentos tan terribles como McKinnon y aún así ser tomada en serio".

Finalmente, el mundo está despertando al hecho de que los desactivistas trans no son más que vigilantes de los derechos de los hombres que odian a las mujeres y que desafortunadamente tenían a la mayoría de liberales bienintencionados en la palma de sus manos. Nunca antes un llamado movimiento de justicia social ha demostrado tal autoridad e inculcado tal temor. Ir a por Navratilova ha sido la peor jugada.

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