Hemos perdido el norte

Katie Dolatowski es una chica trans de 18 años que ha evitado ir a la cárcel por agredir sexualmente a dos menores en baños públicos el año pasado. El 8 de febrero de 2018 intentó grabar a una niña de 12 años en Asda Halbeath, Dunfermline (Escocia). Un mes después acosó a una niña de 10 años en el baño de un supermercado en Morrisons, Kirkcaldy. A la de 10 años la cogió por la cara, la obligó a volver al baño del que salía, le ordenó que se quitase los pantalones y la amenazó diciéndole que fuera había un hombre que mataría a su madre si la veía salir del baño sola. La niña tuvo la entereza de no hacerle caso y salir corriendo.

Dos ataques a dos niñas en menos de dos meses para mí tiene un nombre: pedofilia. Y un pedófilo, sin importar cómo se identifique, merece estar en la cárcel en lugar de en la calle. El juez James Williamson, aun reconociendo que Dolatowski tiene un riesgo “moderado” (manda huevos) de reincidir, la deja en libertad con una pulsera de control de movimientos. Para máa inri Dolatowski ahora vive en una casa refugio para mujeres maltratadas.

Hay quien defiende que, al identificarse como mujer, a pesar de esos antecedentes, siga teniendo acceso a espacios para mujeres. Hay también quien antepone los derechos de Dolatowski al de las niñas y mujeres maltratadas que vivan en esa casa. Es de esperar que desactivistas trans defiendan esta postura, pero jamás entenderé que haya mujeres que defiendan lo indefendible.

Si a ti te ha pegado tu pareja, por fin has podido irte, por fin te han dado plaza en un refugio (que en algunos también hay listas de espera) ahora te toca compartir espacio con alguien que tiene pene como tu agresor y ahora tus hijas tienen que compartir espacio con alguien con esos antecedentes por cojones. Porque si osas decir algo, encima te dirán que ahí tienes la puerta: vuelve con tu pareja (so transfóbica) o iros a la puta calle tú y tus hijas (tan transfóbicas como la madre).

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