El “escandaloso” ensayo de J.K. Rowling sobre sexo y género

© J.K. Rowling
* traducción libre del ensayo que puedes encontrar aquí.
* * escribo “escandaloso” porque lo único escandaloso es la falta de compresión lectora de la gente si es que quienes la atacan en redes sociales se han molestado en leerse la entrada de su blog (cosa que dudo mucho porque el original son seis páginas y mi traducción ha quedado en siete)
* * * lo de “desactivista trans” es de mi cosecha

J.K. ROWLING ESCRIBE SOBRE SUS RAZONES PARA HABLAR SOBRE CUESTIONES DE SEXO Y GÉNERO

Esta entrada no es fácil de escribir por razones que pronto quedarán claras, pero sé que es hora de explicarme sobre un problema rodeado de toxicidad. Escribo esto sin ningún deseo de aumentar esa toxicidad.

Para las personas que no lo saben: en diciembre pasado tuiteé mi apoyo a Maya Forstater, una especialista en impuestos que había perdido su trabajo por lo que se consideraban tweets transfóbicos. Maya llevó su caso a un tribunal laboral y le pidió al juez que dictaminara si la creencia filosófica de que el sexo está determinado por la biología está protegida por la ley. El juez Tayler dictaminó que no lo está.

Mi interés por lo trans precedió al caso de Maya en casi dos años durante los cuales seguí de cerca el debate sobre el concepto de identidad de género. He conocido a personas trans, leído varios libros, blogs y artículos escritos por personas trans, especialistas en género, personas intersexuales, psicólogos, expertos en protección, trabajadores sociales y médicos, y he seguido el tema online y en medios tradicionales. Por una parte mi interés en este tema era profesional porque estoy escribiendo una serie criminal ambientada en la actualidad y una de los personajes tiene una edad para interesarse y verse afectada por estos temas; pero, por otra, mi interés es intensamente personal, como voy a explicar.

Durante todo el tiempo que he estado investigando y aprendiendo he recibido acusaciones de transfóbica y amenazas de desactivistas trans en twitter. Inicialmente esto fue provocado por un simple “me gusta”. Cuando empecé a interesarme por la identidad de género y el tema trans, hacía captura de pantallas de comentarios que me interesaban para recordarme los que quería investigar más adelante. Distraída, en lugar de hacer una captura de pantalla le di “me gusta” a un comentario y eso inmediatamente se convirtió en prueba de un pensamiento erróneo y motivo de acoso.

Meses después, agravé el crimen de darle un “me gusta” a ese tweet accidentalmente al seguir a Magdalen Berns en twitter. Magdalen era una feminista y lesbiana joven, inmensamente valiente, que se estaba muriendo de un tumor cerebral agresivo. La seguí porque quería ponerme en contacto con ella directamente, lo cual logré hacer. Sin embargo, como Magdalen creía en la importancia del sexo biológico y no creía que las lesbianas debían ser llamadas fanáticas por no salir con mujeres trans con penes, las redes sociales se incendiaron y el abuso por parte de desactivistas trans aumentó.

Menciono todo esto sólo para explicar que sabía perfectamente lo que iba a suceder cuando apoyé a Maya. Por entonces ya había pasado mi cuarta o quinta cancelación. Esperaba amenazas violentas, que me dijeran que literalmente estaba matando a personas trans con mi odio, que me llamaran zorra o perra y, por supuesto, que me dijeran que iban a quemar mis libros. Un hombre particularmente abusivo me dijo que los había usado para hacer abono.

Lo que no esperaba después de mi cancelación fue la avalancha de correos electrónicos y cartas, en su gran mayoría positivas, de agradecimiento y apoyo. Cartas de personas amables, empáticas e inteligentes. Cartas de personas que trabajan en campos relacionados con la disforia de género y las personas trans, profundamente preocupadas por la forma en que un concepto sociopolítico influye en la política, la medicina y la protección de los pacientes. Personas preocupadas por los peligros para la juventud, las personas LGB y la erosión de los derechos de mujeres y niñas. Sobre todo, personas  preocupadas por un clima de miedo que no sirve a nadie y mucho menos a los jóvenes trans.

Me alejé de twitter durante muchos meses antes y después de tuitear el apoyo a Maya porque sabía que no estaba haciendo nada bueno para mi salud mental. Regresé porque quería compartir un libro infantil gratuito durante la pandemia. Inmediatamente, desactivistas que claramente se creen personas buenas, amables y progresistas reaparecieron asumiendo el derecho de vigilar lo que digo, acusarme de odio, insultarme misóginamente y, sobre todo, como bien saben las mujeres involucradas en este debate, llamarme TERF.

Si todavía no lo sabes “TERF” es un acrónimo acuñado por desactivistas trans que significa feminista radical trans-exclusionaria. En la práctica, la gran mayoría de mujeres etiquetadas como TERF nunca ha sido feminista radical. Ejemplos de las llamadas TERFs van desde la madre de un niño gay que temía que su hijo quisiera hacer la transición para escapar del acoso homofóbico, hasta una señora mayor hasta ahora nada feminista que prometió no volver a pisar a Marks & Spencer porque están dejando que cualquier hombre que diga identificarse como mujer use los vestuarios de mujeres. Irónicamente, las feministas radicales ni siquiera son trans-excluyentes: incluyen a los hombres trans en su feminismo, porque nacieron mujeres.

La acusación de ser una TERF ha sido suficiente para intimidar a muchas personas, instituciones y organizaciones que una vez admiré y hoy se acobardan ante tácticas de patio de recreo. “¡Nos llamarán transfóbicos!” “¡Dirán que odio a las personas trans!” ¿Qué es lo siguiente? ¿Qué digan que tienes pulgas? Hablando como mujer biológica, muchas personas en posiciones de poder necesitan tener más cojones.

Entonces, ¿por qué escribo esto? ¿por qué hablo? ¿por qué no agacho la cabeza e investigo en silencio?

Tengo cinco razones para estar preocupada por el desactivismo trans y decidir que necesito hablar.

En primer lugar, tengo un fideicomiso caritativo que se enfoca en aliviar la privación social en Escocia, con un énfasis particular en las mujeres y los niños. Entre otras cosas apoyamos proyectos para mujeres encarceladas y para sobrevivientes de abuso doméstico y sexual. También financio investigaciones médicas sobre la esclerosis múltiple, una enfermedad que se comporta de manera muy diferente en hombres y mujeres. Desde hace un tiempo tengo claro que el desactivismo trans está teniendo (o es probable que tenga, si se cumplen todas sus demandas) un impacto significativo en muchas de las causas que apoyo porque está presionando para borrar la definición legal de sexo y reemplazarlo con género.

La segunda razón es que soy ex profesora y fundadora de una organización benéfica para niños centrada tanto en la educación como en la protección de la infancia. Como a muchas otras personas, me preocupa profundamente el efecto que el movimiento de derechos trans está teniendo en ambos campos.

La tercera razón es que, como autora censurada, estoy interesada en la libertad de expresión (incluso la de Donald Trump) y la he defendido siempre públicamente.

La cuarta razón es donde las cosas empiezan a volverse personales de verdad. Me preocupa la explosión de mujeres jóvenes que desean hacer la transición y también el número cada vez mayor de personas que parecen estar deshaciendo la transición  (volviendo a su sexo original) porque se arrepienten de haber tomado medidas que, en algunos casos, han alterado sus cuerpos irrevocablemente y las ha hecho infértiles. Algunas personas dicen que decidieron hacer la transición después de darse cuenta de que se sentían atraídas por personas del mismo sexo, impulsadas en parte por la LGBfobia de sus familias y la sociedad.

Es probable que la mayoría de las personas no sepan (hasta que empecé a investigar este problema yo no lo sabía) que hace diez años la mayoría de las personas que querían hacer la transición eran hombres. Ahora esto ha cambiado. En el Reino Unido ha habido un aumento del 4,400% en niñas derivadas para el tratamiento de transición. De estas, un alto porcentaje son chicas autistas.

El mismo fenómeno se ha visto en EEUU. En 2018 la médica e investigadora estadounidense Lisa Littman se dispuso a explorarlo. En una entrevista dijo que: “los padres describían un patrón muy inusual de identificación transgénero en el que múltiples amigos e incluso grupos enteros de amigos se identificaron transgénero al mismo tiempo. Hubiera sido negligente si no hubiera considerado el contagio social y las influencias de los compañeros como factores potenciales''. Littman mencionó Tumblr, Reddit, Instagram y YouTube como factores contribuyentes a la disforia de género de inicio rápido y cree que en el ámbito de la identificación transgénero "los jóvenes han creado cámaras de eco particularmente insulares".

Su artículo causó furor. Fue acusada de parcialidad y de difundir información errónea sobre las personas transgénero, sometida a un tsunami de abuso y una campaña concertada para desacreditarla a ella y a su trabajo. La revista que había publicado su artículo lo quitó de internet y lo revisó antes de volver a publicarlo. Sin embargo, su carrera recibió un golpe similar al que sufrió Maya Forstater. Lisa Littman se había atrevido a desafiar uno de los principios centrales del activismo trans, que es que la identidad de género de una persona es innata como la orientación sexual. Nadie, insistieron los desactivistas, podría ser persuadido para que fuera trans.

El argumento de muchos desactivistas trans actuales es que si no dejas que un adolescente disfórico haga la transición, se suicidará. En un artículo que explica por qué dejó su trabajo como psiquiatra en Tavistock (una clínica de género del NHS en Inglaterra) Marcus Evans afirmó que la noción de que los niños se suicidarán si no se les permite la transición no se alinea sustancialmente con ningún dato o estudio sólido en esta área. Tampoco se alinea con los casos que trató durante décadas como psicoterapeuta.

Los textos de jóvenes trans muestran un grupo de personas notablemente sensibles e inteligentes. Cuanto más leía sobre su disforia de género, su ansiedad, disociación, trastornos alimenticios, autolesiones y odio a sí mismos, más me preguntaba si yo también habría sentido la tentación de hacer la transición si hubiera nacido 30 años más tarde. El atractivo de escapar de la feminidad habría sido enorme. En la adolescencia luché con un trastorno obsesivo compulsivo grave. Si hubiera encontrado la comunidad y comprensión online que no podía encontrar en mi entorno inmediato, creo que podría haber sido persuadida para convertirme en el hijo que mi padre había dicho abiertamente que habría querido tener.

Leyendo teoría de la identidad de género, recuerdo que en mi adolescencia me sentía asexuada. Recuerdo la descripción de Colette de sí misma como “hermafrodita mental” y las palabras de Simone de Beauvoir: “Es perfectamente natural que la futura mujer se sienta indignada por las limitaciones que le impone su sexo. La verdadera pregunta no es por qué debería rechazarlos: el problema es más bien entender por qué los acepta”.

Como no tenía una posibilidad realista de convertirme en hombre en la década de 1980, fueron los libros y la música los que me ayudaron a superar mis problemas de salud mental y el escrutinio y el juicio sexualizados que obligan a tantas chicas a luchar contra sus cuerpos en su adolescencia. Afortunadamente para mí, encontré mi propio sentido de la otredad y mi ambivalencia acerca de ser mujer, reflejada en el trabajo de escritoras y músicas que me aseguraron que, a pesar de todo lo que el mundo sexista intenta arrojarnos, es normal que no te guste el rosa, es normal estar confundida, tener un mal día, experimentar deseo sexual o no experimentarlo, y saber o no saber quién eres.

Hay una cosa en la que quiero ser muy clara: sé que la transición será una solución para algunas personas disfóricas de género, aunque también se a través de una extensa investigación que los estudios han demostrado consistentemente que entre el 60% y el 90% de adolescentes disfóricos superan su disforia. {Para cambiar mi opinión} me han dicho una y otra vez que sólo tengo que conocer a algunas personas trans. Lo he hecho. Además de algunas personas jóvenes, todas adorables, he conocido a una mujer trans mayor que yo y maravillosa. Aunque no oculta su pasado como hombre gay, siempre me ha resultado difícil pensar en ella como algo diferente que una mujer y creo (y ciertamente espero) que es  completamente feliz por haber hecho la transición. Sin embargo, al ser mayor, pasó por un proceso largo y riguroso de evaluación, psicoterapia y transformación por etapas. La explosión actual del desactivismo trans está instando a la eliminación de casi todas las etapas y sistemas de control por los que tenían que pasar los candidatos para la reasignación sexual. Un hombre que tiene la intención de no operarse y no tomar hormonas ahora puede obtener un certificado de reconocimiento de género y ser una mujer a efectos legales. Muchas personas no saben esto.

Estamos viviendo el período más misógino que he experimentado. En los años 80 imaginé que mis hijas, si tuviera alguna, lo tendrían mucho mejor que nunca, pero creo que las cosas han empeorado significativamente para las niñas entre la reacción violenta contra el feminismo y una cultura online saturada de pornografía. Nunca he visto mujeres denigradas y deshumanizadas en la medida en que lo estamos ahora. Desde la larga historia de acusaciones de agresión sexual del líder del mundo libre que se jacta orgulloso de “agarrarlas por el coño”, hasta el movimiento incel (“involuntariamente célibe”) que se desata contra las mujeres que no quieren tener sexo, pasando por desactivistas trans que declaran que las TERFs necesitamos una paliza y ser reeducadas, los hombres de todo el espectro político parecen estar de acuerdo: las mujeres estamos buscando problemas. En todas partes, se nos dice que nos callemos y nos sentemos o si no {que nos atengamos a las consecuencias}.

He leído todos los puntos que demuestran que la feminidad no reside en el cuerpo sexuado y las afirmaciones de que las mujeres biológicas no tienen experiencias comunes, y los encuentro profundamente misóginos y regresivos. También me parece claro que uno de los objetivos de negar la importancia del sexo es borrar lo que algunos parecen ver como la idea cruelmente segregacionista de que las mujeres tienen sus propias realidades biológicas o realidades unificadoras que las convierten en una clase política cohesionada. Los cientos de emails que he recibido en los últimos días prueban que este borrado afecta a muchas otras por igual. No es suficiente que las mujeres seamos aliadas trans. Las mujeres debemos aceptar y admitir que no existe una diferencia material entre mujeres trans y nosotras mismas.

Pero, como muchas mujeres han dicho antes que yo, “mujer” no es un disfraz. “Mujer” no es una idea en la cabeza de un hombre. “Mujer” no es un cerebro rosado, un gusto por zapatos Jimmy Choo o cualquiera de las otras ideas sexistas que de alguna manera ahora se promocionan como progresistas. Además, a muchas mujeres nos parece deshumanizante y degradante el lenguaje “inclusivo” que nos llama “menstruadoras” y “personas con vulvas”. Entiendo por qué los activistas trans consideran que este lenguaje es apropiado, pero para aquellas que hemos sufrido insultos degradantes por parte de hombres violentos, {este lenguaje} no es neutro: es hostil y alienante.

Lo que me lleva a la quinta razón por la que estoy profundamente preocupada por las consecuencias del desactivismo trans actual.

He estado en el ojo público por más de veinte años y nunca he hablado públicamente sobre ser una sobreviviente de violencia doméstica y violación. Esto no es porque me dé vergüenza que me pasasen esas cosas, sino porque recordarlas es traumático. Además quiero proteger a mi hija. No quería reclamar la propiedad exclusiva de una historia que también le pertenece a ella. Sin embargo hace poco tiempo le pregunté cómo se sentiría si hablase públicamente sobre esa parte de mi vida y me animó a seguir adelante.

Menciono estas cosas ahora no en un intento de obtener simpatía, sino por solidaridad con la gran cantidad de mujeres que tienen historias como la mía, que han sido insultadas por preocuparse por los espacios sólo para mujeres.

Me las arreglé para escapar de mi primer matrimonio violento con cierta dificultad, pero ahora estoy casada con un hombre verdaderamente bueno y con principios, segura y protegida de una manera que nunca en un millón de años esperé. Sin embargo, las cicatrices dejadas por el maltrato y la violación no desaparecen, no importa lo mucho que te quieran ni cuánto dinero hayas ganado. Mi perenne ansiedad es una broma para mi familia, pero rezo para que mis hijas nunca tengan las mismas razones que yo para odiar los ruidos fuertes y repentinos, o encontrar personas detrás de mí cuando no las oí acercarse.

Si pudieras entrar en mi cabeza y entender lo que siento cuando leo sobre una mujer trans que muere a manos de un hombre violento, encontrarás solidaridad. Siento el terror visceral que esas mujeres habrán sentido en sus últimos segundos en la tierra porque yo también he vivido momentos de terror en los que me di cuenta de que lo único que me mantenía con vida era el autocontrol de mi atacante.

Creo que la mayoría de las personas trans no sólo no representa ninguna amenaza, sino que además es vulnerable por todas las razones que he esbozado. Las personas trans necesitan y merecen protección. Al igual que las mujeres, es más probable que las mujeres trans sean asesinadas por sus parejas. Las mujeres trans que trabajan en la industria del sexo, particularmente las de color, corren un riesgo particular. Como todas las sobrevivientes de abuso doméstico y agresión sexual que conozco, no siento nada más que empatía y solidaridad con las mujeres trans que han sido maltratadas o violadas por hombres.

Quiero que las mujeres trans se sientan y estén seguras. Pero no quiero que niñas y mujeres se sientan o estén menos seguras. Cuando abres las puertas de baños y vestuarios de mujeres a cualquier hombre que diga sentirse mujer (y, como he dicho antes, ahora se pueden otorgar certificados de confirmación de género sin necesidad de cirugía u hormonas) abres la puerta a todos y cada uno de los hombres que deseen entrar. Esa es la simple verdad.

El sábado por la mañana leí que el gobierno escocés está procediendo con sus controvertidos planes de reconocimiento de género. En la práctica eso significa que todo lo que un hombre necesita para “convertirse en mujer” es decir que se siente mujer. Pasé parte del día encerrada en casa, dándole vueltas a la violación que sufrí, por culpa del artículo y los ataques de desactivistas trans en redes sociales. Mi violación ocurrió en un momento y en un espacio donde yo era vulnerable y un hombre aprovechó la oportunidad. {El sábado} no podía dejar de lado esos recuerdos y me resultaba difícil contener mi enfado y decepción por la forma en que creo que mi gobierno está jugando con la seguridad de mujeres y niñas.

A última hora del sábado por la noche, al ver fotos de dibujos hechos por niños {que he retuiteado a diario durante la cuarentena} olvidé la primera regla de twitter: nunca, nunca esperes una conversación suave, y reaccioné ante lo que sentí que era un lenguaje degradante hacia las mujeres. Escribí sobre la importancia del sexo y desde entonces he estado pagando el precio. He han llamado transfóbica, zorra, perra, TERF, me han dicho que merecía ser cancelada, que me diesen puñetazos y hasta me matasen. Una persona hasta me llamó “Voldemort”, sintiendo claramente que este era el único lenguaje que entendería.

Por supuesto: los derechos trans son derechos humanos y las vidas de personas trans son importantes. Mi vida sería mucho más fácil si tuitease hashtags de moda para colgarme la medalla de modeLna. En la conformidad hay alegría, alivio y seguridad. Como también escribió Simone de Beauvoir, "(...) sin duda es más cómodo soportar la esclavitud ciega que trabajar por la liberación de uno; los muertos también se adaptan mejor a la tierra que los vivos".

Un gran número de mujeres están aterrorizadas por los desactivistas trans. Lo sé porque muchas se han puesto en contacto conmigo para contarme sus historias. Tienen miedo del acoso, de perder sus trabajos y de la violencia física.

A pesar de que ser objetivo de l@s desactivistas trans ha sido infinitamente desagradable para mí, me niego a arrodillarme ante un movimiento que creo que está haciendo un daño demostrable al tratar de borrar a la mujer como clase política y biológica y proteger a depredadores como pocos antes. Estoy al lado de l@s valientes hombres y mujeres, homosexuales, heterosexuales y trans, que defienden la libertad de expresión y pensamiento, y los derechos y la seguridad de las personas más vulnerables de nuestra sociedad: jóvenes LGB, adolescentes frágiles, y mujeres que desean retener espacios sólo para mujeres de los que dependen. Las encuestas muestran que esas mujeres son la gran mayoría, y excluyen sólo a aquellas privilegiadas o afortunadas que nunca han sido víctimas de violencia de género o violación y con frecuencia no saben nada de estos temas.

Lo único que me da esperanza es que las mujeres que pueden protestar y organizarse lo están haciendo con hombres y personas trans a su lado. Los partidos políticos que buscan apaciguar las voces más fuertes en este debate ignoran las preocupaciones de las mujeres. En el Reino Unido las mujeres de diferentes partidos políticos están hablando preocupadas por el borrado de derechos ganados con mucho esfuerzo y {preocupadas también} por la intimidación generalizada. Ninguna de las mujeres con las que he hablado odia a las personas trans. Al contrario, muchas de ellas se interesaron en este tema preocupadas en un principio por la juventud trans y simpatizaron enormemente con los adultos trans que simplemente quieren vivir sus vidas. Pero, al criticar abiertamente la teoría de género, se enfrentan a violentas reacciones por no estar de acuerdo con el desactivismo trans. Lo mejor de todo es que el intento de silenciar a las mujeres con la palabra TERF puede haber empujado a más mujeres jóvenes que nunca hacia el feminismo radical.

Lo último que quiero decir es esto: no he escrito este ensayo para dar pena. Soy extraordinariamente afortunada. Soy una sobreviviente, ciertamente no una víctima. Sólo he mencionado mi pasado porque, como cualquier otro ser humano en este planeta, tengo una historia compleja, que da forma a mis miedos, mis intereses y mis opiniones. Nunca olvido esa complejidad interna cuando estoy creando un personaje ficticio y ciertamente nunca la olvido cuando se trata de personas trans.

Todo lo que pido, todo lo que quiero, es que se extienda una empatía similar, una comprensión similar a los muchos millones de mujeres cuyo único delito es querer que se escuchen sus preocupaciones sin recibir amenazas y abusos.


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