SAP y atención a mujeres víctimas de violencia doméstica

* * Fuente: Invisibilización y desprotección de las víctimas de la violencia de género en los puntos de encuentro familiar: desmontando el SAP de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas. Puedes descargártelo aquí: http://www.observatorioviolencia.org/upload_images/File/DOC1267615378_PEF_SAP.pdf


Los malos tratos parecen ser el único delito recogido por el Código Penal (bien recientemente) en el que se pone en duda la condición de la víctima, y se justifica, en cierto modo, al brazo ejecutor del delito.

Esto es exactamente lo que provoca la teoría del SAP que impregna y define este recurso social. Lo que les sucede a las madres víctimas de violencia de género en el punto de encuentro familiar (PEF), tanto si son custodias como si no lo son, es que experimentan cómo son prejuzgadas, negativamente, culpabilizadas, sea cual sea su comportamiento y no se las considera dignas de crédito cuando intentan proteger a sus hij@s denuncia el maltrato que reciben.

Resulta paradójico y dramático, de entrada, para cualquier persona dotada de sentido común, que sea la mujer víctima de violencia la encargada de propiciar el encuentro de sus descendientes con el maltratador; y de heroínas conseguir que disimule el mal trago y, en muchas ocasiones, el terror indescriptible que ello le pueda producir. Ella, mejor que nadie, es consciente de que sus hij@s van a continuar siendo víctimas de la violencia del padre.

La violencia psicológica del agresor continúa y se prolonga indefinidamente a través del régimen de visitas con los hij@s, en su recogida y entrega o utilizando las visitas como medio para mantener el contacto con la ex cónyuge” (Hester, 1996; Rende el/lal, 2000).

Los efectos que provoca en la mujer esta situación prolongada son devastadores, si tenemos en cuenta además que ella conoce realmente la violencia del padre, por la que forzosamente ha de pasar el hijo en el PEF. Entre otros efectos se encuentran los siguientes:

- Miedo a perder la custodia de sus hij@s y no poder protegerlos.

- Tener que encontrarse con su agresor en las inmediaciones del punto de encuentro y exponerse a sus intimidaciones y amenazas, e incluso al riesgo de su integridad física.

- Verse obligada, aun conociendo el comportamiento violento del padre que los hij@s han presenciado, a convencerlos para que accedan a irse con él por terror a perder su custodia.

- Asistir impotente al sufrimiento de sus hij@s debido a la violencia y/o negligencia del padre. Sentir que falla a la hora de defenderl@s desatendiendo a su responsabilidad como madre al ser de nuevo expuestos al peligro. El sentimiento de culpabilidad le atormenta.

Estas situaciones provocan en las madres estados de estrés persistente y ansiedad que daña seriamente su salud mental y física. Las madres manifiestan a menudo que están viviendo una pesadilla inacabable, porque el agresor ha conseguido continuar maltratándolas tras la separación en la faceta que le es más sensible: la de madre de sus hij@s, o el padre pederasta ha conseguido mantener el contacto con su hij@.

Este espinoso trámite para la mujer, agravado por el silenciamiento de sus demandas en los informes realizados por el personal de los PEFs, queda patente en los siguientes testimonios:

- “Si estoy calmada tragándome el dolor para que mis hij@s no sufran más de lo que ya están sufriendo por obligarlos a ver a su padre y por miedo a que le den a él la custodia, soy retratada en el informe como fría y manipuladora. Si llego a enfurecerme por cómo les fuerzan y cómo me amenazan, me tratan como una desequilibrada que contagia el rencor a mis hij@s a quien estoy metiendo yo en el conflicto”.

- “Le conté a la trabajadora del PEF que el padre había desatendido al niñ@ durante el régimen de visitas, no le había dado la medicación para la alergia ni para el asma. El niñ@ venía muy afectado sin aliento y lleno de ronchones. Pero no lo reflejaron en el informe, me dijeron que podía haber sido de otra cosa, incluso del estrés que yo le genero”.

- “Informé al PEF de que el padre había insultado y pegado a mi hija durante el fin de semana que se la llevó, incluso ella misma se lo contó. Tuve que llevarla al hospital. Pensé que darían parte a la fiscalía o al juez, pero no fue así, nos ignoraron”.

- “Les dije que el padre nos había seguido desde mi casa hasta el PEF, yo venía corriendo asustada con el niñ@. Se había saltado la orden de alejamiento y no era la primera vez, es muy peligroso, pero no me hicieron ni caso, es más, me dijeron que era yo la que estaba transmitiendo “la angustia” al niñ@, se me trató de paranoica”.

El nivel de riesgo que corren las mujeres frente al maltratador, a pesar de los testimonios de las propias mujeres, y aunque el personal presencia muchas veces los quebrantamientos de las órdenes de alejamiento y el acoso del maltratador hacia la madre y los hij@s e hija, es evaluado por el PEF a menudo como “escaso” o “nulo”, como le enseña la teoría del SAP que minimiza la violencia o la oculta reduciendo sus dimensiones y consecuencias sobre mujer e hij@s.

El SAP, como ya se ha apuntado y como se describirá más pormenorizadamente más adelante, prejuzga a las madres cuyos hij@s presentan rechazo o quejas hacia el padre como manipuladora, vengativa, e incluso como provocadora del Síndrome de Munchausen. Así lo construyó malévolamente en su día Richard Gardner, inventor del SAP, y así lo refleja y enseña en su libro J.M. Aguilar en su libro sobre el SAP. Una coordinadora de un PEF de ACDMA, Nuria Calderer, durante la formación para trabajadores/as de PEFs tristemente lo enseñaba de esta manera: “Cuando el niñ@ viene de las visitas el progenitor custodio (la madre en la gran mayoría de los casos) lo lleva a un hospital, uno distinto cada vez, para que le hagan una revisión ya que considera que el otro progenitor le ha estado agrediendo”.

Esto se interpreta como síntoma de SAP, según Nuria Calderer, y ya se ha alegado este concepto en varios informes de PEF donde, al final, se ha retirado la custodia de sus hij@s a madres maltratadas. De nuevo se está confundiendo la reacción lógica y muy frecuente de una madre en el intento de proteger a su hija o hijo que está siendo realmente maltratado por su padre, con una madre (que suponen) exagerada que delira en su obsesión paranoica.

En esta línea los formadores de PEFs apuntan esta posibilidad “patológica” que se puede presentar, como una nueva versión de este Síndrome de Munchausen que según ellos se da a menudo. El mencionado psicólogo José Manuel Aguilar, el indiscutible portavoz del SAP y que imparte cursos como formador de personal de los PEFs lo interpreta de la siguiente manera siguiendo a Gardner: “Un progenitor elabora un escenario de abuso hacia su hijo, provocando que le sean aplicados repetidos exámenes médicos y evaluaciones psicológicas. Los miembros de los servicios sanitarios actúan, de modo inconsciente, participando y reforzando este trastorno al contribuir con los fines del progenitor”.

Este argumento pretende acabar de forma grave y muy perniciosa con los diagnósticos profesionales de médicos y psicoterapeutas que denuncian o certifican el maltrato o abuso sexual detectado en el o la menor cuando la madre responsablemente intenta protegerlo llevándolo al médico o al psicólogo.

A menudo la madre, consciente de que el rechazo del/de la hij@ víctima de violencia proviene de su experiencia con el padre, intenta por todos los medios explicar en el PEF que ella no ha intervenido en la decisión y que, además, no puede obligarle a tener contacto con él en contra de su voluntad porque resultaría peligroso y destructivo.

Por eso la madre insiste una y otra vez en que es el o la hij@ el que se niega, no es ella. No está transmitiendo la decisión al o la menor, sino que está intentando que el testimonio del/de la hijo@ sea creído y legitimado como señal auténtica del miedo que el padre le infunde, o al enfado del/de la niñ@ por el pasado comportamiento de aquél.

Aguilar transmite en sus manifestaciones el discurso cercano al de los agresores, que es el que recoge en todos sus extremos el Contramovimiento, del que hablaremos más adelante. Entre sus afirmaciones tendenciosas encontramos: (a) “Ser padre separado es lo peor que le puede ocurrir a uno. Implica que si tu ex pareja lo desea te puede dejar sin ver a tu hijo. El poder está en la madre. Quién tenga los hij@s se queda con la vivienda y la riqueza” y (b) “El reparto adecuado de la responsabilidad de los hij@s depende de lo que quiera ceder la mujer. Pero a veces se llega al Síndrome de Alineación Parental en el que un tercio de las separaciones utiliza al hijo como arma arrojadiza contra el hombre”.

A las madres que informan en los PEFs de los síntomas de maltrato que presentan sus hij@s, se las culpa muy a menudo de enredar a estos menores en el conflicto mientras omiten los hechos denunciados. De esta manera lo relata una madre: “Dije que lo único que quería es que el padre nos dejara en paz a mí y a l@s niñ@s y me contestaron que si decía esto era yo la que estaba enredando a l@s niñ@s en el conflicto y era perjudicial para ellos”.

En los PEFs, esta preocupación de las madres se interpreta como una extrapolación de la violencia padecida por ella a sus descendientes. El personal del PEF suele usar a la madre como chivo expiatorio cuando no es capaz de resolver un conflicto con un menor, en muchos casos, por un fallido diagnóstico en el que no han sido percibidas las secuelas causadas por la violencia. Según un antiguo trabajador: “La mayoría de los casos graves que se presentaban en el PEF eran por manipulación de la madre, yo he visto niñ@s por ejemplo convulsionar, tener ataques de ansiedad, gritar o madres que pensaban que su hijo padecía de TDH, hiperactividad, iba con la pastillita para el niñ@ nervioso y cuando él se quedaba con nosotros sin los padres se tranquilizaba, lo único que le pasaba era que estaba en un conflicto de lealtades”.

En los informes de los PEFs se tergiversan las palabras y los comportamientos de la madre y de los hij@s, e incluso los de algún padre para hacerlos encajar en lo que en definitiva desean ver, que son los elementos y parámetros del SAP. En este sentido es frecuente que se omitan expresiones concretas del la menor, palabras de la madre y acentúen las que a su juicio corroboran sus teorías.

La madre, auténtica víctima de la violencia de género, es descrita como manipuladora porque, por ejemplo, se refiere a su ex marido por su nombre de pila. En uno de los informes de referencia se consigna el siguiente dato a valorar: “S. se refiere a la figura paterna delante del /de la niñ@ como R. y no como papá” (Permítasenos el siguiente comentario irónico, vista la nimiedad de la frase registrada: ¡También podría habérsele exigido a la madre que se refiriese al padre del/de la hij@ en común, llamándole “Cariño”!)

Cuando los/las menores no acceden de ninguna manera a ver al padre, los profesionales del PEFs interpretan en la mayoría de los casos que la madre está actuando, que miente en su papel teatral, ya que en el fondo no quiere que l@s hij@s vean al padre y los ha convencido con su actitud o palabras para que no lo hagan: “Aunque, aparentemente, la madre verbaliza invitaciones a G. para que entre a ver a su padre es evidente que existe una gran discrepancia entre esta conducta y la ausencia de autoridad que manifiesta para que G. lleve a cabo el cumplimiento de la visita”. “Su discurso, pese a que verbalmente contenía mensajes adecuados, careció de una actitud no verbal firme y directa”. Aquí ya el redactor del informe ejerce como el mejor de los Inquisidores, que se sienten con autoridad para formular juicio de intenciones.

La madre que intenta proteger a sus hij@s de la violencia, es interpretada y se la describe por el PEF en sus escritos como “poco colaboradora”, “obstruccionista de las visitas”, “obligada a acudir al PEF no en beneficio del menor sino como “imposición legal”, con lo que se da a entender que no muestra una actitud dialogante para que sus hij@s acepten al padre.

Si por el contrario se muestra tranquila para no aumentar el sufrimiento de l@s niñ@s o para no ser tachada de manipuladora, se la describe como fría, que no le afecta la situación de nerviosismo que presentan l@s menores: “relajada y sonriente”. Pero si muestra su preocupación por la situación de angustia y sufrimiento de los hij@s, se le acusa de ser ella la que les está transmitiendo estos sentimientos: “L., que se mantiene abrazada con su hija, refiere que en este estado no va a dejarla en el centro ya que “es muy angustioso para mí dejarla así”.

La desprotección de la mujer, debido a estos prejuicios va en aumento. Se está dando un alto porcentaje de mujeres víctimas de malos tratos que no obtienen protección del sistema judicial. Cada vez se conceden menos órdenes de protección mientras aumenta el número de denuncias por violencia de género. A estas mujeres se les niega la credibilidad debido a la interiorización de los prejuicios antes mencionados.

- “Mi hija contestó a la trabajadora del PEF que si su padre se portaba bien era porque estaban ellos (los trabajadores) delante” y no lo reflejaron en el informe”.

- “Repetí hasta la saciedad que no era yo quien se negaba a que se llevara a cabo el régimen de visitas, mis hij@s no querían entrar a la sala a ver a su padre, le tienen terror, y yo no podía forzarles más. Pero no sirvió de nada: en el informe dijeron dos veces “decidió (la madre) no realizar la entrega” “no se produjo la entrega (de l@s menores) al tomar esta decisión la Sra. S”. “la madre decidía no realizar la entrega”.

Una práctica particularmente dura es la que les toca experimentar a las madres no custodias.

Aunque la casuística de madres no custodias constituye todavía un fenómeno incipiente y escaso, sin embargo va en aumento. La irrupción del acientífico SAP en el ámbito judicial está provocando que cada vez más madres que se han atrevido a denunciar el maltrato o los abusos sexuales paternos, pierdan su custodia.

El PEF juega aquí un papel crucial ya que la mujer, etiquetada y juzgada ya de manipuladora, es especialmente observada por los trabajadores. El aumento o disminución del régimen de visitas de los hij@s incluso la recuperación de la custodia depende en gran parte del informe que emita el PEF sobre su comportamiento.

Según manifiesta una usuaria del PEF: “mi abogada me dice que “me porte bien” en el PEF, es decir que sea amable, que no les informe de todo lo malo que me cuenta mi hija que está sufriendo en casa de su padre, porque no sólo no lo tendrán en cuenta sino que lo tomarán como un síntoma inequívoco de que manipulo a la niña”.

Como es inevitable, el o la menor continúa sufriendo el maltrato o abuso tras la retirada de su custodia a la madre, esta vez agravado por el hecho de no tener a nadie que pueda protegerle/la. Además estos menores suelen presentar secuelas físicas, una sintomatología evidente como consecuencia de la situación que están soportando: eczemas, pérdida de peso, signos de maltrato directo etc. Siguiendo las directrices del falso SAP, estas secuelas físicas que presentan l@s menores son atribuidos al propio SAP y provocados supuestamente la madre; por todo ello, si la madre da parte al PEF de cualquier manifestación sintomática se arriesga a seguir siendo etiquetada del SAP y por tanto a que se le restrinja aún más el régimen de visitas con la o el/la menor y a perder toda esperanza de recuperar de nuevo la custodia.

* * Fuente: Invisibilización y desprotección de las víctimas de la violencia de género en los puntos de encuentro familiar: desmontando el SAP de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas. Puedes descargártelo aquí: http://www.observatorioviolencia.org/upload_images/File/DOC1267615378_PEF_SAP.pdf

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