Julie Bindel: ¿Por qué las butches siguen luchando contra estereotipos de género?


© Julie Bindel, The Times
* * Traducción librísima de este articulo: https://www.thetimes.co.uk/article/why-butch-lesbians-are-still-battling-societys-gender-stereotypes-nf9js9k6c?fbclid=IwAR3IGfvagUGCOfyhXG-XIFNBdod7yGXUENbLmBkiupLu_tEt__IhZc42Cm8 
* algunos nombres han sido cambiados

- Ahora que se acerca el fin de semana del Orgullo en Londres, Julie Bindel celebra a las lesbianas butch y explica por qué cree que su historia e identidad están bajo ataque

Cuando oyes “lesbiana butch” ¿qué te imaginas? ¿una figura femenina vestida de hombre y fumando en pipa? ¿o la versión actualizada como Lea DeLaria en Orange is the new Black, con el pelo corto, piernas arqueadas y ropa masculina? ¿o la versión sutil del personaje Fiona Shaw en Killing Eve?

En su estudio en Kent veo a Shaz Riley, de 53 años, fundadora de Butch Clothing Company, medir a una cliente para su primer traje de butch. Shaz me habla sobre su boda con Sue en el 2011. “La esperé con mi hermano y mejor amigo, Gareth, mientras su hermano la traía al altar con la canción Wild Horses de fondo”. Sue llevaba un vestido de novia blanco tradicional con un ramo de flores blancas. Shaz llevaba un traje de Butch Clothing Company con gemelos, cuello almidonado y pañuelo de bolsillo.

Shaz es lo que yo llamaría una “butch clásica”, que no desea ser ni parecerse a un hombre. Una lesbiana que rechaza el concepto tradicional de feminidad y celebra su masculinidad femenina. Tardé años en darme cuenta de esto. Cuando salí del armario a los 15 años, en 1977, había visto a lesbianas sólo a través de la televisión.

El personaje de Beryl Reid en el clásico de 1968 The Killing of Sister George era una lesbiana marinera y fumadora de cigarros con una vena sádica. Tal era la ignorancia y lesbofobia en aquel entonces que las personas, incluyéndome a mí, creían que las butches eran un grupo de depredadoras sexuales que se inspiraban en los hombres y perseguían a niñas para pervertirlas.

Cuando un año más acaba el Orgullo de Londres quiero celebrar a la lesbiana butch. Ahora creo que no sólo son valientes y están orgullosas de su identidad sexual, sino que desafían rigurosamente los estereotipos de género y las expectativas puestas en la mujer. También creo que su identidad y su historia están bajo ataque. Están en peligro de ser cooptadas y colonizadas por el poderoso movimiento transgénero. Algunas jóvenes lesbianas que antes se habrían identificado como butch dicen sentirse presionadas para convertirse en hombres trans.

Stormé DeLarverie era una butch negra, conocida como la lesbiana que arrojó el primer ladrillo a los agentes de policía en los disturbios de Stonewall en Nueva York en 1969, lo que dio origen al movimiento de liberación gay. Sin embargo, a pesar de ser conocida como una lesbiana a la que le gustaba usar ropa masculina, hoy en día algunos la describen como un hombre trans, incluida la erudita transgénero Susan Stryker en “Transgender History” (2008).

Luego está Anne Lister, a quien se considera la primera lesbiana de la era moderna, interpretada por Suranne Jones en la serie de la BBC Gentleman Jack. Lister, nacida en 1791, es conocida por sus diarios que cuentan la historia de su vida y sus relaciones lésbicas. El año pasado fue honrada con una placa en York en la que fue descrita como “no conforme con el género” en lugar de lesbiana. Hubo tal alboroto sobre esto por parte de activistas lesbianas, incluyéndome a mí, que York Civic Trust aceptó corregir la placa.

Lo que ha cambiado mi opinión y la forma en que percibo a las lesbianas butch tiene mucho que ver con la forma en que las lesbianas se han perdido en una lista cada vez mayor de las llamadas identidades queer (como “cuestionando”, “poliamorosa” e “intersex”) que nada tienen que ver con la atracción por el mismo sexo. La “L” en el alfabeto LGBTQQI + en constante expansión es más o menos redundante, un problema que se ha planteado en varios eventos del Orgullo en el Reino Unido este año.

Desafiar los estereotipos sexuales y rechazar las rígidas reglas de género impuestas a la mujer es crucial en este momento. En un momento en que Love Island, instagram y las normas actuales de la cultura popular presionan a las mujeres para que adopten una vestimenta y un comportamiento altamente feminizados, las lesbianas jóvenes pueden rechazar todo lo que es liberador.

“La feminidad para las mujeres es más obligatoria de lo que era”, dice Sally Munt, profesora de estudios culturales y de género en la Universidad de Sussex y autora de varias publicaciones sobre la identidad butch. “Creo que ser butch es algo de lo que deberíamos estar orgullosas porque hay una liberalización en torno a la sexualidad por la que luchamos. Si eres una butch joven tienes un montón de cosas difíciles que negociar relacionadas con la abrumadora presión sobre las jóvenes hoy en día para que sean femeninas”.

Las generaciones de lesbianas mayores recuerdan sus primeras luchas con la identidad y la sexualidad. Al crecer en el oeste de Londres, Mary Vassallo, de 68 años, sintió que estaba decepcionando a su familia al no conformarse con las expectativas de la sociedad de una niña. Mary, que ahora vive en Hastings, dice: “Cuando era pequeña, mi familia solía decir:” Ella es muy fuerte “, lo que me hizo sentir incómoda porque no era exactamente lo que una niña debería ser. Muchas veces he pensado que me encantaría haber sido un niño. Incluso me hubiera encantado imitar una situación heterosexual”. Explica lo que las femmes ven en sus parejas butch: “las femmes han dicho que es como tener lo mejor de ambos mundos: alguien con quien puedes hablar, pero que también tiene una cierta actitud masculina y una forma de ser que encuentran atractiva”.

La poeta de Sussex Maureen Duffy, una activista de los derechos gay de toda la vida de 85 años de edad, también quería ser un niño cuando estaba creciendo. “Yo era el hombre de la casa porque no tenía padre. Recorría las calles en mi moto. Tuve la fantasía de trabajar en un barco y hacerme a la mar”.

Wanda Goldwag, una mujer de 64 años que vive en el norte de Londres, dice: “Tengo una foto de mí misma a los dos años. Llevo un abrigo de lona y me parezco un poco al oso Paddington y todos los que alguna vez han visto esa imagen dicen: 'Ooh, mira la pequeña butch”. Wanda salió del armario como lesbiana a los 14 y más tarde descubrió el famoso club nocturno lésbico The Gateways, que se hizo famoso en The Killing of Sister George. “En un extremo de la barra tenías a todas las butches, con trajes y corbatas, y en el otro, muchas mujeres con vestidos preciosos y maquillajes”. Recuerda el ambiente territorial: “estaba charlando con alguien en el bar, pero no estaba coqueteando con ella, sólo estaba siendo educada. Lo siguiente que supe fue que su compañera rompió una botella en una mesa, la puso cerca de mi cara y dijo: '¿Estás hablando con mi novia?' Y en mi acento increíblemente de clase media, dije: '¿Estás bromeando?'“. Wanda conoció a su actual pareja, Catherine, respondiendo a un anuncio en Pink Sofa buscando “una butch con cerebro”.

Hoy en día las jóvenes butch a menudo deciden tomar hormonas y someterse a cirugía. Ali, sueca de 21 años, es una de ellas. “Fui muy chicazo hasta los 14 años, luego sentí la presión de ajustarme a un estereotipo más femenino”, me dice. “Hice eso durante tres años en el instituto, pero siempre me sentí muy incómoda y me preguntaba por qué, si era un bicho raro o estaría haciendo algo mal”. A los 19 años Ali comenzó a preguntarse si realmente era un hombre. “Primero, pensé que no quería tomar ninguna medida médica porque no me sentía incómoda con mi cuerpo, pero pronto sentí la presión de aceptar las ideas queer”.

Hoy lesbiana es casi un insulto. Muchas jóvenes lesbianas sienten que deberían decir que son “gay” o “queer”; y la palabra “dyke”, que muchas lesbianas solían usar con orgullo, se está convirtiendo en una rareza. “No me sentía cómoda llamándome lesbiana”, dice Ali, “y sabía que a mis compañeras les gustaban todas las cosas masculinas que formaban parte de mí, así que sentí que mi visa sería más fácil si fuera un hombre”. Ali encontró un terapeuta en Suecia que, después de unas pocas sesiones, la diagnosticó como transgénero. “Mi terapeuta me preguntó: “¿cómo eras de joven? ¿jugabas con los chicos? ¿qué tipo de ropa te gustaba ponerte?”. También me preguntó si me gustaría estar en el ejército. Mi cirujano nunca me cuestionó realmente, a pesar de que fui una de sus primeras pacientes en someterse a una cirugía de reasignación de sexo. Supongo que ella creería que realmente yo era un hombre”.

Después de unos meses en terapia, Ali comenzó a tomar testosterona que compró online y se sometió a una doble mastectomía por lo privado para evitar listas de espera. Seis meses después comenzó a arrepentirse de haberse la mastectomía y gradualmente dejó de tomar testosterona. “Eventualmente descubrí la comunidad de detransición online. He llorado mucho y definitivamente me arrepiento. Perdí uno de mis pezones y no me queda ninguna sensación en el otro”. Desde su detransición Ali dice que se siente “mucho mejor sobre mi cuerpo en general. Reconocer mi cuerpo femenino realmente ha mejorado mi salud mental “. Pero su experiencia ha sido traumática: “perdí a la mayoría de mis amigos cuando di marcha atrás y eso es horrible, pero me siento mucho mejor en muchos aspectos. Mi análisis ahora es que la sociedad realmente no me aceptó por ser diferente a otras chicas, por ser lesbiana”. Ali dice que incluso su madre creía que debería ser un hombre: “pasó un tiempo antes de que mi madre aceptara que ya no era una persona trans”, dice. “La definición de género para ella se basa en estereotipos, por lo que para ella era lógico que yo fuera realmente un hombre por dentro. Le ha llevado algo de tiempo entender que puedo ser una mujer como soy”.

Soy consciente de que hay muchos hombres trans que dicen que su transición fue una opción positiva para ellos. Mi preocupación no es acerca de este grupo de hombres trans, sino por las lesbianas butch jóvenes que se sienten presionadas para transicionar, especialmente aquellas que lo hacen a una edad temprana.

Katie Herzog es una periodista butch de 36 años que vive en Seattle. No siempre estuvo orgullosa de ser lesbiana. “A los 20 me importaba lo que pensaba la gente y, como mis amig@s eran queer, me identifiqué como queer y desprecié a las lesbianas. Ahora rechazo ese término y abrazo ser una lesbiana butch. Pero si tuviera 10 años ahora, con todo lo que está sucediendo, probablemente me habrían enviado a una clínica de género”.

Según varios expertos en el campo de la disforia de género, las lesbianas jóvenes son el grupo de más rápido crecimiento en la actualidad que elige cirugía de cambio de sexo y/o tratamiento hormonal. Según cifras recientes de la única clínica de género para jóvenes de Inglaterra, casi tres cuartos de los jóvenes que buscan ayuda para cambiar de género son niñas. El Servicio de Desarrollo de Identidad de Género en Tavistock y Portman NHS Trust atendió a 1.740 mujeres en 2018-19, en comparación con 624 hombres. Por primera vez, la mayoría de los pacientes remitidos a la clínica (54%) tenían 14 años o menos. La paciente más joven tenía tres años.

Un experto con el que hablé, quien ha pedido no ser nombrado, pero practicó en una clínica de género durante varios años hasta hace poco, descubrió que ha habido una clara caída en las referencias en el grupo de más de 44 años, lo que plantea la pregunta de por qué las personas mayores no estás aprovechando las nuevas libertades y la aceptación del transgenderismo. Al igual que muchos de los otros expertos con los que hablé (pero no me atrevo a citar), este experto argumenta que las lesbianas jóvenes están siendo influenciadas en las redes sociales. Me dijo que las estadísticas para 2010-15 de su antigua clínica mostraron un triple aumento en los casos de pacientes jóvenes, la mayoría de los cuales eran lesbianas.

Max Robinson, nacida en Estados Unidos, hizo la transición de mujer a hombre hace siete años cuando tenía 15 años, pero ahora lo lamenta. “Las experiencias que se pueden diagnosticar como transexualidad son sentimientos que yo y muchas lesbianas tenemos”, dice Max. “Como odiar a tu cuerpo, odiar que te traten como a una mujer y buscar formas de escapar de esas experiencias”. Max salió del armario y vivió como lesbiana durante ocho meses antes de que empezara a considerar la transición. Su principal fuente de apoyo fue online y dice que la transición es “definitivamente una progresión natural para las lesbianas de butch. Si tu angustia se debe a la forma en que las lesbianas y las mujeres heterosexuales son tratadas, la transición para ser un chico parece la salida más fácil”.

Después de vendar su pecho durante un tiempo, Max comenzó a tomar testosterona y se sometió a una mastectomía doble. Poco después, Max comenzó a arrepentirse de la cirugía y descubrió blogs de otras que se sentían de manera similar. “Lo que decían tenía mucho sentido para mí. Mi vida estaba llegando a un lugar estable y, aunque no lo llamábamos así, estaba en una relación lésbica, y era más capaz de llevarlo bien de lo que había sido cuando era adolescente. Debemos reconocer que las mujeres lo pasan mal debido a la misoginia y a la lesbofobia. Creo que he sido lesbiana todo el tiempo. Esa es mi identidad y es muy válida”.

Max y su novia empezaron un blog sobre la detransición y pronto recibieron amenazas y abusos de parte de desactivistas trans. “Cientos de personas diciendo que éramos escoria. Nos llegaron un montón de amenazas de violación online”, dice Max.

Esta es una experiencia compartida no sólo por cualquiera que se atreva a hablar en contra de la ideología transgénero, como la presentadora de Woman’s Hour, Jenni Murray, quien sufrió amenazas y abusos por tan sólo señalar en esta revista en 2017 que las mujeres trans son biológicamente diferentes de las mujeres nacidas mujeres, sino también por aquellos que realizan investigaciones sobre los resultados para aquell@s que hacen la transición.

En 2017 James Caspian, un psicoterapeuta especializado en terapia para personas transgénero, inició una acción legal contra Bath Spa University por negar su propuesta de investigación a personas que se arrepintieron y dieron marcha atrás en su transición de género. La idea de la investigación surgió de una discusión que tuvo con un cirujano de reconstrucción genital que se sorprendió al descubrir que varios pacientes estaban solicitando inversiones. Caspian también notó que un número creciente de pacientes, que eran principalmente lesbianas jóvenes, pedían una mastectomía doble ya que no deseaban ser identificadas como mujeres. A Caspian, de 60 años, le dijeron que su investigación era “políticamente incorrecta” y ahora está impugnando el fallo a través de los tribunales.

Lee Lynch, butch de 73 años, es autora de novelas clásicas de temática lesbiana como “The Swashbuckler”. Me encuentro con Lee en su ciudad natal en la costa de Oregon. “Me preocupan las mujeres jóvenes que no son alentadas a respetar su propia intimidad, que piensan que la opción de mutilar sus cuerpos es la solución al fanatismo”, dice Lee, resplandeciente con camisa a cuadros y pantalones vaqueros. Sue Hardesty es la mejor amiga butch de Lee y vive en la misma pequeña ciudad de la costa. La diminuta y elegante mujer nació en 1933 en el sur de Arizona y se crio en un rancho de ganado. En su adolescencia, Sue vivió como un hombre durante dos años. “Mi primera amante no quería estar con una mujer e insistió en que me convirtiera en un hombre. Fuimos a California y trabajé en gasolineras”. Pero Sue era profundamente infeliz viviendo como un hombre. “Me cansé de escuchar lo grandes que eran sus pollas o de que intentasen que fuese con ellos a casas de putas. No quería ser uno de ellos, sólo quería su libertad”.

Para muchas jóvenes que crecen en una cultura de acoso sexual y pornografía, presentarse como butch puede ser una forma de protegerse de la atención masculina. Lauren tiene 23 años y creció en un hogar de clase trabajadora en Londres. De niña le gustaba el boxeo y a su padre le encantaba que ella siguiera ese deporte. Sin embargo, todo cambió cuando Lauren comenzó el colegio. “Tan pronto como empecé a usar un uniforme escolar e ir a la competición local, fue cuando los hombres mayores en la calle me empezaron a acosar. Me hizo despreciar mi cuerpo y querer ocultarlo”, dice ella. “No quería que los hombres me miraran, así que construí toda mi manera de estar cerca tratando de evitar que los hombres me miraran y me hablaran. Ser butch me da confianza. No quiero que los hombres miren mis tetas y espero con ansias cuando sea vieja y los hombres ya no me miren más. Me preguntan: '¿Crees que eres un hombre?' “Le pregunto a Lauren si conoce a muchas lesbianas butch. “No he conocido a ninguna otra mujer de mi edad que se defina a sí misma como butch”, dice, y agrega que conocía a “sólo dos” lesbianas durante todo su tiempo en la universidad. Ambas mujeres ahora están tomando testosterona, comenzando el proceso de transición. Entonces, la lesbiana butch ¿está volviendo al armario o está disfrutando de un avivamiento, como lo demuestra la popularidad de los personajes en Orange Is the New Black y Killing Eve?

“Creo que Butch está resurgiendo”, dice Elaine McKenzie, de 55 años, quien se identifica como “butch suave”. Elaine llevó un bar de lesbianas en Euston durante 13 años antes de que cerrara en 2008 y ahora trabaja para Transport for London. “Alguien me preguntó cuándo supe por primera vez que era gay y le dije que había salido de la matriz gritando: ”soy lesbiana“. Le dije a mis padres que soy lesbiana cuando tenía 23 años y mi madre dijo: “tú eres mujer, eres negra, ¿por qué también tienes que ser lesbiana?” “Porque la ropa me queda bien y porque tengo buen gusto, eso me facilita ser butch. Mi armario está lleno de trajes”.

Elaine explica la libertad y el prejuicio que aporta su identidad butch: “todavía ocupo el área en la vida que generalmente está ocupada por hombres, pero lo expreso como una mujer. Cuando entro a un restaurante, siempre me dan la carta de vinos, y si mi novia pide la cuenta, siempre me la dan a mí. Hay muchas cosas que los hombres hacen tradicionalmente y asumen que estás asumiendo ese rol porque no entienden la dinámica”.

Cada una de las butches que entrevisté hablaba del “orgullo” que sienten. “Butch es una base de poder. Me permite expresarme y ocupar una parte de la sociedad a la que no se anima a las mujeres a ir”, dice McKenzie.

Shaz es positiva sobre el futuro: “de niña me llamaban 'baby butch'. Me colé a Londres para ir a los clubes gay a los 16 años “, dice ella. “Las butches que solían ir a los bares, aunque estaban ocultas en la sociedad, se mostraban orgullosas entre otras lesbianas. Hoy ser butch está bien. Creo que aún no hemos tenido nuestro día, porque las butches seguimos siendo una amenaza para la sociedad”.

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