Percepción y realidad de mujeres colombianas, venezolanas y españolas, trabajadoras migrantes de y hacia Colombia: Conclusiones

* * copiado tal cual del informe "Mujeres Migrantes contra la Violencia en el Mundo del Trabajo: Percepción y realidad de mujeres colombianas, venezolanas y españolas, trabajadoras migrantes de y hacia Colombia", editado por Chus Álvarez Jiménez y elaborado por Corporación Espacios de Mujer (CEM) con el apoyo y la colaboración de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres (GAATW)

Como organización de la sociedad civil que trabaja principalmente con mujeres, hemos aprendido que las violencias de género son un problema que afecta a la mayoría de ellas, sobre todo cuando han tenido experiencias de vida y trabajo en un país diferente al que nacieron.

Con esta investigación hemos apuntado a conocer y entender la naturaleza de esas violencias desde su propia perspectiva y narración, no solamente en el lugar de trabajo, sino también en su vivencia cotidiana y doméstica y analizar por qué las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada por la violencia y el acoso en el mundo del trabajo.

CEM ha agrupado las violencias narradas a partir de las definiciones dadas por la ley 1257 de 2008, la cual tiene por objeto la adopción de normas que permitan garantizar, para todas las mujeres, una vida libre de violencia y entiende por violencia contra la mujer cualquier acción u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer. Sin embargo, es importante reconocer que las violencias se solapan y se entrelazan haciendo que a veces sea imposible saber dónde comienza una y dónde termina la otra.

DAÑO O SUFRIMIENTO FÍSICO

Riesgo o disminución de la integridad corporal de una persona.

Las trabajadoras víctimas de trata reportaron que se vieron obligadas a tolerar cualquier “falta de respeto”. Esta podía provenir de los clientes o del tratante. Daniela comentó que “el tratante podía tocar lo que él quisiera y siempre teníamos que tener una sonrisa [...] Era como una tradición”. Parece común que las trabajadoras no reciban apoyo, ni siquiera de sus pares, puesto que estas últimas se encontraban en la misma situación y, en caso de reaccionar la agresión podía resultar mayor.

Tal fue el caso de Lizeth, a quien le fue arrancada una uña para someterla y demostrarle quién mandaba.

Las formas de violencia física, en el caso de las trabajadoras víctimas de trata, se manifiestan tanto por parte de los clientes como de sus tratantes: más allá de los daños físicos visibles, ellas se ven obligadas a trabajar bajo amenaza e intimidación. A pesar de que toda la situación vivida es violenta, el tener relaciones sexuales mientras están menstruando es considerada una violencia aún mayor. Angie cuenta que cuando dijo a su tratante que no podía trabajar porque tenía la menstruación, esta le ofreció medicamentos y algodón y le dijo “no, usted no va a descansar, igual usted tiene que trabajar”. Para estas mujeres, además del tabú de tener sexo durante el periodo menstrual, estos días eran esperados para el descanso.

Las trabajadoras víctimas de trata reciben amenazas tanto hacia ellas como hacia sus familias, como una forma que tienen sus tratantes de mantenerlas en constante explotación. A Angie su tratante le decía: "usted no se puede volar ni irse para la embajada porque usted está haciendo acá algo ilegal y la van a meter a la cárcel y el cuento de ellas es que le matan a su papá, a su mamá. Bueno, las amenazas fuera de que uno trabajaba bajo presión, trabaja con amenazas encima”. […] “ella me decía que igualmente ella me encontraba en alrededor de 1 o 2 años, que ella me iba a matar, que yo llegaba a Colombia era a enterrar a mi familia, entonces que yo tomaba la decisión”.

En todas las narraciones es constante y presente la desprotección laboral que sufren las mujeres trabajadoras migrantes. Se observa que los empleadores no se interesan por las condiciones mínimas de seguridad y salud en el trabajo y ellas se ven obligadas a ejercer su labor en ausencia de estas. Yexica trabajó en México “en una tienda de brasieres” y cuenta que “la situación era terrible: laboraba de 9 a.m. a 7 p.m., todo el día parada sin descanso, en la tienda no había baño y debía ir al negocio del lado si la persona me lo quería prestar, y si no me tocaba ir a buscar quien me dejaba entrar al baño y todo era poco higiénico”.

Julieta comentó que cuando el médico le certificaba una incapacidad laboral, esta era ignorada y negada por su jefe ya que era él quien decidía qué tiempo se podía quedar en la casa, independientemente de la recomendación médica: "Él siempre decía que eran tres días, que no me podía quedar más. Y debía ir enferma a trabajar”.

Además, agrega que “no tenía días libres, no supe lo que era navidad, festivos ni domingos porque por esas fechas, yo era la obligada solo a laborar y laborar y laborar”.

DAÑO O SUFRIMIENTO PSICOLÓGICO

Consecuencia proveniente de la acción u omisión destinada a degradar o controlar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de otras personas, por medio de intimidación, manipulación, amenaza, directa o indirecta, humillación, aislamiento o cualquier otra conducta que implique un perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación o el desarrollo personal.

La violencia psicológica, la humillación y el menosprecio son frecuentes en las experiencias de las participantes. Estas manifestaciones van, por ejemplo, desde hacerlas sentir feas, hacerlas vestir de cierta manera, decirles que son ignorantes hasta corregir su lenguaje (especialmente, ante la diferencia de procedencia).

El miedo y el temor experimentado por las trabajadoras provoca preocupación y angustia frente a lo que les puede pasar. Muchas participantes explicaron que po dían dedicar pocas horas a dormir y que recibían mala alimentación. Todo esto impide el descanso reparador necesario y varias de ellas reportaron insomnio e inapetencia. Se suma además la presión laboral, que se manifiesta como una de las condiciones sine qua non en la dinámica de la trata. Dicha presión puede llevar a pensamientos suicidas, tal como le pasó a An gie: “Un día, primer vez (sic) en mi vida que yo pensaba suicidarme, tirármele al metro de allá, yo ya no puedo con tanta carga encima, ella me llamaba [la tratante] y a mí me temblaba la mano. Yo la escuchaba y a mí me daba de todo”.

La discriminación y, nuevamente, la humillación verbal son manifestaciones relatadas frecuentemente por las mujeres participantes, mucho más cuando estas viven y trabajan en un medio violento. A una de ellas su tratante acostumbraba a agobiarla sobre su salud mental: "ella me decía: Angie, ¿ya está loca?, ya se le corrió la teja? no sirvió ni pa putiar; no sirve para nada; eso sí es ser muy fracasada en esta vida, no servir ni para estar con un hombre”.

La violencia o la amenaza se utilizan para forzar a las mujeres a realizar ciertas actividades que no quieren hacer y esto provoca frustración y un sentimiento de atropello a su dignidad. Por ejemplo, en el caso de María: "María, ¡tienes que firmar esto! Y yo no entendía lo que estaba pasando, no me decían nada, y yo no entendía porque habíamos llegado a esta situación, sin una justificación o explicación”.

Las limitaciones impuestas al uso de sus teléfonos celulares en el lugar de trabajo son consideradas también un atropello a su libertad de comunicarse. Yexica cuenta que “los dueños del restaurante y los jefes directos, los oficiales, generalmente te dicen: no uses el teléfono celular”; Angie recuerda que “yo las tenía por WhatsApp y me comunicaba con mi hermana Sara y con mi mamá pero nunca les comentaba qué me pasaba, por miedo de que la tratante siempre me revisaba el celular, me lo volteaba, miraba todo, escuchaba notas de voz y si yo llegaba a decir alguna cosa, pues ahí me iba a tratar mal o me empezaba a ofender”. También Lizeth tenía prohibida la comunicación con su familia pero ella a escondidas lograba burlar la medida, a pesar de que sus tratantes tenían el celular interceptado y oían todo, limitándola en lo que podía decir para “no perjudicar a la familia”.

DAÑO O SUFRIMIENTO SEXUAL

Consecuencias que provienen de la acción consistente en obligar a una persona a mantener contacto sexualizado, físico o verbal, o a participar en otras interacciones sexuales mediante el uso de fuerza, intimidación, coerción, chantaje, soborno, manipulación, amenaza o cualquier otro mecanismo que anule o limite la voluntad personal. Igualmente, se considerará daño o sufrimiento sexual el hecho de que la persona agresora obligue a la agredida a realizar alguno de estos actos con terceras personas.

Las mujeres participantes manifiestan sufrir violencia y acoso sexual permanentes. Se sienten sometidas e intimidadas en cada momento ante las condiciones a las que se tiene que enfrentar. En el caso de Lizeth, las prácticas sexuales aberrantes se sumaron a las exigencias impuestas tanto por parte de los tratantes como de los clientes: "la parte de explotación porque uno no recibe salario, que también nos agreden físicamente, psicológicamente, nos pegan, sexual también. Tuve unos problemas porque yo no me dejo y, en una pelea, el tratante me agrede y me quita una uña; eso fue lo peor que yo encontré allá, esa agresión por parte de él y cuando yo lo agredí a él se complicó más las cosa porque me querían matar”.

Daniela, por su lado, cuenta que: "físicamente nos tocaban las partes íntimas y no podíamos hacer nada, nos teníamos que dejar tocar. A mí, me obligaban porque me decían que si algún hombre me llegaba a faltar al respeto no podía decir nada ni quejarme ni nada, sino que tenía que acceder a lo que quisieran hacer conmigo”.

DAÑO O SUFRIMIENTO ECONÓMICO O PATRIMONIAL

Pérdida, transformación, sustracción, destrucción, retención o distracción de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores, derechos o económicos destinados a satisfacer las necesidades de la mujer. Esta forma de violencia puede consolidarse en las relaciones de pareja, familiares, en las laborales o en las económicas

Por una parte, la condición irregular de las migrantes en Colombia2 no les permite acceder a oportunidades laborales acordes a su perfil y acordes a una justa retribución. Esto las lleva a permanecer en condiciones laborales impuestas por los empleadores que incluyen largas jornadas laborales y salarios por debajo de lo legal. A veces, el dinero que ganan en los trabajos resulta de una transacción verbal en medio de la informalidad y no queda registro en ninguna parte, que les permita demostrar su poder adquisitivo y acceder al crédito u otros servicios, como sucede en el caso de Yexica, a quien a pesar de llevar más de un año en Colombia, los acuerdos de pago y horas de trabajo siempre han sido verbales: "nunca ha sido por vinculación siempre he trabajado por días y todo oral sin contratos”.

Su condición de extranjeras les genera obstáculos extra cuando quieren salir de la informalidad o empezar proyectos de emprendimiento. Anota Julieta que: "si hubiera tenido mis documentos legales (muy difícil de conseguirlos, el gobierno venezolano no facilita nada) eso me hubiera dado la seguridad de poder laborar de poder vivir dignamente, de poder expresar lo que sentía. Eso lo hace a uno vulnerable, el no tener los documentos porque le permiten a esas personas de esos países de abusar de todos los aspectos de las mujeres. Yo me vine por las trochas y tuve que dar dinero para salir del país. Legalmente no lo pude hacer, no recibí apoyo de Colombia para regresar y todo se quedó en Venezuela. Mis ilusiones, mis esfuerzos con que me fui de emprender con mi familia allá se quedaron”.

La imposibilidad de obtener la cédula de extranjería, documento necesario para cualquier tipo de trámite en Colombia, impide su acceso a créditos bancarios. Esmeralda comentaba que “nosotras estamos detrás de un crédito para emprender y fuimos al banco y nos dijeron que, por ser extranjeras, no nos pueden dar el crédito”. Naturalmente, el problema aquí no es ser extranjera, sino no contar con el documento que permite realizar esos trámites.

Cuando necesitan alquilar un local o conseguir una línea de teléfono necesitan la garantía de fiadores. Las trabajadoras venezolanas han resuelto algunos de estos aspectos, principalmente los relacionados con la vivienda y los servicios públicos, por medio de colombianos que prestan su nombre y su cédula para ello.

Las políticas migratorias restrictivas dejan a las trabajadoras en un estado de mayor vulnerabilidad al no reconocerles sus derechos básicos. Josefina reclamó el pago de sus horas extras y su jefe le contestó que no era contemplado un pago extra “ni siquiera para las trabajadoras vinculadas”. La información que se ofrece a las trabajadoras migrantes es mínima y lleva a confusión respecto a los pagos, horarios, liquidaciones, despidos, etc. Francis cuenta que “en lo de los perros calientes sí sabía que era vender perros calientes, más no sabía cómo era el ambiente alrededor, me dijeron que era buen ambiente, que era buen trato y todo y en ese trabajo me vulneraron el pago, pues ellos me pagaron por el primer día desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche 20.000 pesos y al día siguiente, como no aguanté el dolor y todo eso, yo a las 6 de la tarde renuncié y me dieron solo 5.000 pesos. [...] Me iban a pagar 30.000 pesos diarios”.

Las trabajadoras víctimas de trata no reciben dinero por su trabajo. Cuenta Angie “yo por ejemplo recibía el dinero, obviamente cuando estaba con el cliente, y de una se lo tenía que pasar a la tratante. La plata no me quedaba a mí”. En una ocasión, cuando ella le dijo a su tratante que debía enviarle dinero a la mamá que estaba muy mal, la respuesta fue: "usted no puede mandar plata porque usted acá no me ha pagado nada”.

A esto se le suma un sistema de cobros extras realizados por los y las tratantes, ante supuestos “incumplimientos” (llegar tarde a una cita, no presentarse en buenas condiciones físicas, establecer/ mantener relaciones con otras mujeres hispanohablantes, comunicarse con la familia, responder de forma altanera, entre otros). Estos cobros se suman a la serie de deudas que han adquirido desde antes que iniciaran a trabajar: expedición de documentos como pasaportes y visados, tiquetes y otros transportes, alimentación, hospedaje, entre otros.

ACOSO LABORAL

La mayoría de los códigos judiciales definen el acoso laboral como toda práctica persistente y evidenciable ejercida en el espacio laboral por parte de un empleador, un colega o un subalterno, cuyo fin sea infundir miedo, intimidación, presión, desmotivación y marginación. Dentro del concepto general de acoso laboral, ramifican el acoso físico, psicológico, moral y sexual.

Un ejemplo es el que nos cuenta María: “llegué a sentir desprecios, desprecios desde gestos a nivel físico y no me sentí muy apoyada por parte del resto de los colaboradores, eso me frustraba”. Por ejemplo, a la hora de realizar o enfocar un proyecto yo les decía a los responsables de área “oye esto” y buscaba las otras miradas (de los colegas) para su respaldo. Les preguntaba ¿les parece bien si esto lo voy a hacer de esta forma? y ni siquiera me miraban o me decían: esto lo hacemos de esta forma, no te preocupes. No me contestaban”. Otro episodio, relacionado con esto y quizás detonante de esta situación, fue cuando la misma María, en una actividad fuera de la oficina fue cercada por su jefe con intenciones sexuales y, al rechazarlo, María empezó a sufrir una serie de acosos y discriminaciones en su trabajo que iban desde el ignorar cualquier propuesta suya al ser excluida de procesos sin explicación alguna, a burlas, hasta la no renovación de su contrato al vencerse.

Po su parte, Julieta vivió otro tipo de acoso: “en España, cuando llegué era terrible porque no podía ni saludar a los clientes. Mis compañeros se reían de mí y me decían: ¿de qué mundo vino, por qué saluda tan amable?; todos eran muy déspotas conmigo. El ser amables y delicadas no les gustaba a mis compañeras, sentían que les estaba usurpando el puesto. A mí me llegaron a maltratar e insultar varias veces. Me decían cosas como: has venido a quitarnos el puesto, a pesar de que yo les dijera que no había venido a desplazarlas. En fin, me dañaban las exhibiciones que yo hacía y hacían creer que yo hacía las cosas mal”.

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