El espejo oscuro

Viendo un DVD de George Carlin que le regalé a mi novio por su cumpleaños nos partíamos de risa con el monólogo que tiene sobre la prostitución: si en América vender un producto es legal y pegar un polvo también es legal ¿por qué vender un polvo es ilegal? Decía George Carlin que en este país se pone medallas a los soldados que matan a gente en Irak y se lleva a la cárcel a las prostitutas ¿acusadas de qué? ¿de vender orgasmos? Y tiene toda la razón del mundo.

Sé que la prostitución es un tema controvertido dentro de las diferentes corrientes del feminismo. Mi postura es la siguiente: (1) que cada cual haga con su coño lo que quiera que para eso es suyo (2) a ver si las mujeres dejamos de darnos por culo unas a otras que bastante por culo nos dan ya los hombres.

No estoy de acuerdo con las feministas que ven en la prostitución un gran enemigo. A lo mejor es un topicazo, pero para muchas mujeres la prostitución es una amenaza y – que me perdonen las feministas que defienden esta postura – no lo entiendo. Cuando leo libros feministas me sorprende que, de la misma forma que algunas mujeres, sin haber visto una película porno en su vida se lanzan a proclamar a los cuatro vientos (internet, prensa tradicional, radio, libros, etc) que la pornografía es denigrante para la mujer, hay otras que dicen que la prostitución es el máximo exponente de la relación de dominación de un sexo sobre el otro (¿y cuando el hombre busca una relación sado-maso porque quiere ser dominado?), que responde única y exclusivamente a las necesidades masculinas (¿qué me dices de las lesbianas que no se arriesgan a perder su estatus social y recurren a prostitutas para sentirse realizadas? que también las hay) de degradar, humillar y perjudicar a la mujer.

No todos los hombres que están con una prostituta tienen intención de humillarla (normalmente echan un polvo rapidito, pagan y si te he visto no me acuerdo; también los hay que se enamoran y repiten varias veces con la misma), no todos quieren sexo (algunos sólo quieren hablar) ¿y dónde está el daño si la prostituta está cobrando por los servicios prestados? A mí todas estas criticonas me parecen un puñado de amas de casa que no se la chupan a los maridos (“yo no soy de esas, por quien me tomas, yo soy una señora, una se-ño-ra, yo no hago esas cochinadas”) y les jode que en lugar de quedarse en casa cascándosela en el baño como si fuesen quinceañeros (que también los hay porque, a pesar de todo, todavía hay hombres fieles) sus maridos se vayan de putas. Lo mismo que las que critican la pornografía, estas amargadas son las peores porque ni viven ni dejan vivir.

Entre las feministas está generalizada la idea de que la prostitución se alimenta de la desigual distribución de riqueza entre los dos géneros, del bajo nivel cultural, de la marginación y de las cargas familiares... estoy de acuerdo porque a escala mundial estos son problemas mayoritariamente femeninos.

No creo en el mito de que toooodas las prostitutas son extranjeras analfabetas que abandonan su país de origen sin saber en lo que se meten poniendo en riesgo su vida, presionadas por amenazas contra su familia, perdiendo a veces la vida e irremediablemente su autoestima. ¿Hello? Cuando una ecuatoriana se va a España o una chilena se va a Japón o una colombiana se viene a Nueva York para ejercer la prostitución, vienen sabiendo lo que hacen. Otra cosa es que cuando las pillan, digan que no lo sabían para ver si por esas pueden conseguir un permiso de residencia. Con lo que ganan, ¿por qué nos empeñamos en llamarlas pobrecitas, oprimidas y desgraciadas? De acuerdo que lo hacen por necesidad. Corren riesgos, por supuesto. Ponen en peligro sus vidas, tampoco lo niego. Pero de cada cien casos, noventa mujeres lo hacen de una forma consciente y voluntaria. En lugar de perseguirlas, moralizar, intentar que sean más “dignas” deberíamos centrarnos en darles una serie de beneficios de los que disfrutamos el resto de ciudadanos que tenemos un trabajo legal. Beneficios como sanidad, seguridad social, protección policial... Lo peor es que las propias feministas no se dan (no nos damos) cuenta de que a veces pecamos de complejo de misioneras. “Complejo de misionera” – no sé si lo he leído en alguna parte o es de mi propia cosecha pero aquí queda – es lo que yo llamo a ese sentir que sabemos más que las prostitutas, que estamos en una mejor posición económica y social que ellas luego tenemos una perspectiva de la vida mucho mejor que la suya, etc. Es como cuando los conquistadores españoles llegaron a América y se liaron a convertir a los indios al cristianismo sin pararse a escuchar lo mucho que tenían que contarles y enseñarles sobre sus creencias autóctonas. A lo mejor es hora de que dejemos de darles por culo a las prostitutas y empecemos a aprender algo de ellas.

Quería también hacer hincapié en no confundir un trabajo “legal” con uno “más digno”. Muchas de estas mujeres abandonan sus países de origen huyendo de la miseria que es mucho peor que la pobreza. En España como en América no sabemos – o no recordamos – lo que es pasar hambre. Desde la comodidad de una casa, arropadas en nuestra ropa de marca y protegidas por el colchón económico que hemos conseguido a través de nuestro propio trabajo en campos que antes estaban reservados solo para los hombres, es muy fácil criticar a “esas vagas que se abren de piernas porque es más fácil que trabajar en un trabajo de verdad”.

Estas mujeres, se dejan el coño para sacar adelante a sus familias, por ponerse un par de tetas nuevas, por acabar sus estudios... es decir, se abren de piernas por razones serias o razones triviales según quien las lea, pero no son criminales. No hay derecho a que se las persiga y humille ni en la calle ni en la televisión ni en ninguna parte.

Por supuesto, en la prostitución también hay un doble rasero. Se castiga a la puta, pero en pocos países se castiga al cliente. Por no hablar de los proxenetas que siguen manejando los hilos de un negocio que mueve un dineral cada año... a esos – que son los que verdadera y activamente promueven la opresión de la mujer – es a los que tenía que perseguirse. Y dejar después que las prostitutas se convirtiesen en empresarias de su propio cuerpo reglamentando lo que algunas ven como una indignidad y otras como una necesidad.

(Publicado en The Indie, julio 2004)

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