Exilio

El exilio, aunque voluntario, no deja de ser un gusano que come cada día mas pedazos de mi memoria. Si me pongo a pensar, no recuerdo mi calle ni mi casa ni la Mezquita ni muchas cosas… cuando no pienso, cuando escribo, comienzan a venir recuerdos en forma de flashes y no sé lo que es real o inventado. Sé como es el Patio de los Naranjos o la Calahorra por las fotografías y posters que me ha mandado mi madre; pero casi he olvidado el olor del azahar, las cosas que hice en mis diferentes etapas o fases, las personas que hubo en mi vida… quizá porque hay quien entró y salió de puntillas.

Sé que soy una privilegiada y no tengo derecho a quejarme. Salí de mi país por unas razones que nada tienen que ver con la persecución a la que tantos se vieron (es triste decir que todavía se ven) sometidos por sus ideas políticas, orientación sexual, etc. Salí de España enamorada y con ganas de comerme el mundo (luego vi que el mundo podía comérmelo pero iba a tardar un poco en hacerlo). Sin miedo. Sabiendo que dejaba atrás una madre a la que siempre podría volver y una casa donde no me iba a faltar un plato de salmón con berenjenas si no me iba bien en América. Salí de España sabiendo que la universidad me esperaba si mi vuelta era antes de lo pensado. Pero salí sabiendo también que venía a América para quedarme, para encontrar los brazos soñados.

El exilio me ha permitido conocer nuevas realidades y darme cuenta de algunas verdades. Un hombre puede ser feminista de la misma forma que yo, que no soy negra aunque tampoco blanca nuclear, NO soy racista. Una parte de mi piensa que queda mucho por avanzar en este sentido. En ambos. Vivimos en un mundo heteropatriarcal donde ninguna mujer se puede sentir segura. Vivimos en un mundo racista donde todo lo que tenga colorcito es malo.

El filosofo francés Gilles Deleuze decía que las líneas de fuga equivalen a líneas de muerte. En mi caso, en América me encuentro más viva que nunca. Claro que no me fugue, no escape a nada, no es nada del otro mundo. Mi experiencia no deja de ser una “mudanza”. Vivir en América me ha abierto los ojos. Hay que luchar en varios frentes y con muchas ganas para que la sociedad, sea del país que sea, realmente capte el mensaje.

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