Cambio de sexo

Vengo camino de casa en el autobús leyéndome mi libro de Barea (The forging of a rebel, que está muy bien - todo hay que decirlo) cuando un payaso me toca la bufanda y se pone a preguntarme y decirme que dónde voy tan sola, con lo bonito que es mi cabello que pena que lo lleve corto, que pena esta cara de tristeza que tengo, que pena no tener un hombro donde llorar como el suyo… La madre que lo parió a él y la madre que me parió a mí ¿por qué me tienen que tocar todos los locos? ¡Jesús, María y José! ¡Qué jartón tengo!

Como no le hacía ni puto caso, se pone el tío a decirme en inglés que soy un pedazo de zorra y luego chapurrea en inglés y español que tengo que ser lesbiana porque no es normal que me interese más leer un libro que hablar con él. Yo ignora que te ignora, leyéndome mi libro y el gilipollas a grito pelado pidiéndole al conductor que me sacase (¡a mí!) del bus porque no quería hacerle ni puto caso. En esto que se meten dos marujas americanas a defenderme y una se lía a darme cháchara cuando el tío se baja: quédese usted tranquila señora que tengo el móvil en la mochila de Agatha Ruiz de la Prada y no tengo problema en llamar a la policía si alguno se pone más gilipollas de la cuenta. Pero déjeme usted en paz que parece la vieja de la tienda de zapatos de No me pises que llevo chanclas ¡joooooooder! ¡coño ya!

Y llego a casa y tengo un email de un drama king que me tiene frita. ¡Qué pesao! Pasckie, tío, ¡vete por ahí y tírate por un acantilao! Déjame en paz. Que me importa una mierda si te vas a Las Vegas o a San Francisco, que estoy harta de ti, que pa’dos “poemas” que cagas al año podías ahorrarte el esfuerzo, que eres un viva la vida y vives de las mujeres, ¡que me olvides tío! ¡Que me olvides!

¡Renuncio! Me voy a cambiar de sexo a ver si así dejan de acosarme los gilipollas estos.

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