Antes muerta que sencilla

Estaba vistiéndome esta mañana para ir a la universidad cuando, en lugar de oír al Bisbal de todos los domingos, en el programa de música de un canal hispano escucho a una niña cantando “peluquería… crema hidratante… y maquillaje que es belleza al instante”.

La canción parecía una de Martirio en sus mejores tiempos pero al cantarla una niña ha perdido su ironía. Me ha puesto de mala leche oírle cantar sobre maquillarse, ponerse rulos, buscar la puerta de la calle para bailarle a los hombres y defender su libertad. Me ha revuelto el estomago pensar que ahora mismo hay una generación de niñas que, en lugar de pensar en ser astronauta o llegar algún día a presidenta del gobierno, se dedica a ponerse trapos de sus hermanas mayores o de sus madres con la excusa perfecta: “es la verdad porque somos así, nos gusta ir a la moda, que nos gusta presumir”. Me ha causado diarrea mental pensar que ahora mismo hay una generación de niñas que creen que la libertad es directamente proporcional al tamaño de la mastercard de tus padres.

Al menos para mí, libertad no es vestirse como putas o maquillarse como puertas o comprar Chanel # 4 ni mucho menos cantar o escuchar canciones como esta - convenientemente diseñadas para programarnos desde pequeñas. Libertad es por lo que muchas mujeres fueron torturadas y murieron en las cárceles de España y en hospitales psiquiátricos en EEUU. Libertad es por lo que muchas mujeres mueren a día de hoy a manos de sus maridos. Nos costó sangre, sudor y lagrimas poder viajar, conducir y comprar cosas sin el permiso de un hombre ¿por qué a estas alturas de la vida las niñas tienen que crecer aprendiendo a poner la valoración que de ellas haga un hombre por encima de sus propios intereses?

Damos tantas cosas por hechas, que el sentido verdadero de la palabra libertad ha pasado al olvido. Coincido con Naomi Wolf en pensar que las mujeres nos hemos vendido al mejor postor. Nos hemos dejado acariciar y mimar por las grandes marcas con diseñadores que nos dicen que estamos muy gordas y tenemos que adelgazar para ser iguales que sus figurines (en lugar de basar los figurines en mujeres de carne y hueso). Nos hemos dejado guiar por las compañías de productos de belleza que nos convencen de que somos feas o tenemos un problema que solo su crema puede solucionar (la piel de naranja fue un problema a partir de la revolución sexual, amiga, ahí tienes a Rubens y sus Tres Gracias). Nos dejamos cortar por carniceros que se llaman a sí mismo cirujanos plásticos (¿tú estás hecha de plástico? porque, que yo sepa, lo que tengo debajo de la piel es carne y grasa), nos sometemos a tratamientos de belleza que de ser aplicados a un hombre estarían registrados como tortura en las listas de Amnistía Internacional.

Pendientes de lo que otros piensen de nosotras, hemos olvidado las cosas fundamentales: aprender quienes somos antes de meternos en una relación y mucho menos casarnos. Las mujeres hoy en día podemos viajar, leer y estudiar; en teoría, estamos mejor que hace treinta o cuarenta años, pero si te paras a pensar, la obsesión con la moda y el ideal de belleza nos quita energía para seguir avanzando.

No digo que maquillarse o preocuparse por tu aspecto esté mal. Lo único que digo es que leas, estudies, aprendas quién eres y consigas un trabajo que te haga independiente. Cuando crezcas o madures, tendrás mas criterio para elegir un compañero o compañera con el que compartir algunos años de tu vida (decir "todos" a estas alturas suena tan ridículo como creer en los Reyes Magos). Cuando sepas quién eres, si te quieres maquillar, te maquillas. Si quieres bailarle a un hombre o una mujer, le bailas. Pero con criterio. Sabiendo lo qué haces y por qué lo haces, sin presiones de una multinacional o de una modelo a la que le han borrado estrías y celulitis para que salga más guapa en la portada de una revista.

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