El club de las primeras esposas

Viendo a Bette Midler, Diane Keaton y Goldie Hawn caigo en la cuenta de que a un hombre se le perdona todo. Año 2005 y María acaba de tener otra de sus epifanias. Un profesor de la universidad nos decía que la vida de los escritores no es importante, que lo que importa es la obra. Si acaso, se debe repasar el contexto socio-político para situarnos, pero sin profundizar. Gracias a Dios que le hice caso porque si entonces hubiera sabido que T.S. Eliot o Ezra Pound vivían de sus mujeres creo que no habría aprobado literatura ni de coña.

Me parece curioso que una serie de escritores como T.S. Eliot, Ezra Pound, Camilo José Cela o José Luis de Vilallonga fueran tan desgraciados y tan pobrecitos, estuvieran tan mal tratados y fuera únicamente su conciencia y su alto sentido del deber lo que les impedía abandonar a las locas de sus mujeres. Si hacemos caso a lo que cuentan otros escritores o lo que han dejado escrito los afectados en sus autobiografías, estos grandes "genios" de la literatura universal cayeron en manos de autenticas arpías - todas locas, manipuladoras, frías y calculadoras - cuyo único afán era dilapidar las fortunas familiares y subir puestos en la escala social.

Todas malas. Malas, malas, malas... tan malas tan malas que T.S. Eliot estuvo casado con Vivienne quince años antes de encerrarla definitivamente en un manicomio, Camilo José Cela estuvo casado con María Del Rosario Conde Picavea cuarenta años o más y José Luis de Villalonga "aguantó" a Priscilla Scot-Ellis otros diecisiete años. Todos se casaron a punta de pistola y a punta de pistola siguieron dentro de sus matrimonios. Vamos hombre! ¿Es que nos han visto cara de imbéciles?

Javier Villán dice que Rosario Conde fue la mejor colaboradora de Cela, Dorothy Pound era un miembro activo del circulo literario de Yeats antes de conocer a su marido, Priscilla Scot-Ellis (Pip) fue enfermera durante la Guerra Civil española y malvendió sus propiedades para que José Luis de Vilallonga pudiera escribir y Vivienne Eliot pasaba a limpio notas y discursos de Bertrand Rusell, animaba al propio Eliot a dedicarse de lleno a su poesía y escribía bajo seudónimo para la revista literaria que llevaba a medias con su marido.

Al menos en el caso de T.S. Eliot, la supuesta enfermedad de Vivienne Eliot era la cortina de humo perfecta para no tener que reconocer su homosexualidad. Con la complicidad de Bertrand Rusell, que estaba interesado en que su affaire con Vivienne no saliera a la luz, o Ezra Pound, que no la podía ni ver, y del círculo de amigos (en su mayoría escritores) Vivienne Eliot pasó a la historia como una enferma mental, inestable, dada a ataques de rabia injustificada; una mujer patética, arrastrada y suplicándole hasta el último momento a T.S. Eliot que se arreglaran. Lo que no cuentan es que se volvió loca por casarse engañada (Eliot andaba enamorado de un tal Jean Verdenal), por falta de sexo (si Eliot no era impotente le faltaba poco) y por sentirse usada por su amante, Bertrand Rusell, que cambiaba de amante como yo de tangas. Lo que tampoco cuentan es que T.S. Eliot no tuvo reparos en prestársela a Rusell cuando necesitó subir peldaños en el ambientillo literario-social de la época y que no quería divorciarse "porque el divorcio iba en contra de su religión" (vamos, por no montar un escándalo, por seguir con sus reuniones en el pisito de Londres y mantener la fachada de banquero respetable).

Sí, Vivienne tenía unas rabietas y unas cosas un tanto extrañas: le llevaban dando bromuro y no sé que más desde los quince años ¿como estarías tú si te tuvieran de conejillo de indias? Es sin drogas y mira tú como estoy yo, imagínate si me medicaran de la forma en la que la medicaron a ella para tratar su supuesta histeria. Tenía neuralgias y reacciones físicas a sus separaciones de Russell (se ponía mala cuando él no estaba, mejoraba milagrosamente cuando él volvía a su lado). Todo el mundo habla del santo varón que fue T.S. Eliot (tan bueno, tan bueno que la metió en sanatorios y manicomios desde principios de los años 20), pero nadie reconoce que Vivienne cuidó de su marido cuando cayó enfermo y nadie habla de la crisis nerviosa que tuvo T.S. Eliot en 1921.

Hay un denominador común en la vida de Dorothy Pound, Vivienne Eliot, Rosario Conde y Priscilla Scot-Ellis: son mujeres admirables que han sabido estar en su sitio (parafraseando a Camilo José Cela Conde en una entrevista donde hablaba de su madre). Todas han sido ninguneadas por historiadores y académicos. Cuando han callado, malo porque les han dando la razón; como mucho te queda el recurso de escribir cartas y diarios como Vivienne Eliot para que después de muerta algún/a historiador o historiadora le hiciera justicia. Si han hablado, peor porque automáticamente han pasado a la historia como las locas de la casa; el simple hecho de hablar para defenderse les da la razón a sus enemigos (¿una mujer con semejante osadía y arrogancia, dónde se ha visto?). Cualquier palabra las ha "delatado" como histéricas inestables, trepas, mujeres frías y calculadoras más preocupadas por el dinero que por el talento de sus maridos.

"El caso es incordiar", que dirían algunos. "El caso es que nos da la gana de quedarnos en casa preparándoos comidas", que dirían otras. Hoy las privilegiadas que no le preparamos la comida a nadie tampoco queremos que la Historia de la Literatura se reduzca a la visión que de ella han dado unos cuantos hombres movidos por amiguismos y favoritismos.

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