María López Vigil: Incesto, plaga silenciada de la que hay que hablar

* * acaban de pasarme un artículo de María López Vigil sobre el incesto en Nicaragua. No sé de dónde lo han sacado (¿libro, revista, periódico?) ni cuando fue publicado.

INCESTO: Una plaga silenciada de la que hay que hablar


El incesto es un problema gravísimo en Nicaragua. Lo es en toda Centroamérica. Lo es en todo el mundo. Y aunque las cifras que nos dieran las dimensiones de este problema son casi imposibles de obtener, porque la gran mayoría de los casos de violaciones sexuales denunciadas en forma creciente por las mujeres en todo el mundo.

Son cifras aterradoras. En Estados Unidos, donde según el FBI, cada minuto es violada una mujer, organismos feministas calculan que una de cada cuatro niñas en el rango de 0-12 años ha sido víctima de incesto. En México, 7 de cada 10 agresiones sexuales son cometidas por conocidos, el 35% de ellas por familiares. En Costa Rica, el 95% de las embarazadas menores de 15 años son víctimas de incesto. En Brasil se ha disparado el número de mujeres que denuncian la agresión sexual de los hombres. Lo más sorprendente es descubrir lo generalizado que es el incesto en todos los sectores de la sociedad brasileña, afirma Marta Rocha, Jefa de la Policía de Río de Janeiro. Varios organismos calculan que en América Latina sólo se denuncia una cuarta parte de las violaciones sexuales que ocurren. Las que menos se denuncian son las que constituyen incesto.

UNA SOCIEDAD MARCADA POR LA VIOLENCIA

La historia “moderna” de Nicaragua se inició con un masivo acto de violencia contra las mujeres: los conquistadores españoles violaron a las mujeres indígenas. El abuso del poder y la violencia han marcado la historia nicaragüense y se han ido legitimando socialmente. En Nicaragua, la cultura económica y social es violenta. Somos un país atravesado por inequidades increíbles entre pocos con todo y muchos sin nada: la ignorancia y el hambre son violencia. La cultura política, familiar y personal es violenta. No hay costumbre de resolver los conflictos con el diálogo, la tolerancia es vista como debilidad, las formas de lucha no violenta son desconocidas o consideradas expresiones de cobardía inútil. No existe respeto a los diferentes ni a las diferentes, no se sabe negociar, el lenguaje busca siempre descalificar al oponente. Sólo quien tiene plata platica. Quien gana lo gana todo, quien pierde lo pierde todo. Y a quien tiene poder se le regala el derecho a abusar impunemente de él.

En la casa, la violencia es vista como algo natural, necesario. El padre le grita y le pega a la madre, la madre le grita y le pega a los hijos y a las hijas, las hijas e hijos mayores gritan y golpean a sus hermanos y hermanas más pequeñas, y los más pequeños apalean al perro y salen a la calle a matar pájaros a pedradas... Generación tras generación, cada uno de los eslabones se engarza con el otro en una cadena sin fin. El eslabón más débil siempre ha sido y continúa siendo el de las niñas y el de las mujeres. También sufren violencia los niños varones, más mientras menos años tienen.

En la Comisaría de la Mujer y la Niñez de Ciudad Sandino, en Managua, se reciben entre 12-15 denuncias diarias de maltrato físico, mental, sexual y económico contra las mujeres, las niñas y los niños. El personal policial que atiende la Comisaría calcula que sólo se denuncia un 5% de lo que ocurre. Según un estudio del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de León, realizado con 213 mujeres y 153 varones, el 26% de las mujeres, y nada menos que el 20% de los varones, dijeron haber sido víctimas de alguna forma de sexo forzado en sus vidas, el 35% antes de cumplir los doce años.

Según la Encuesta de Demografía y Salud, realizada en 1998 por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, el 29% de las mujeres nicaragüenses ha sufrido abuso físico y sexual alguna vez en su vida de parte de su compañero. La Comisión Nacional de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, Niñez y Adolescencia realizó en 1999 una amplia campaña de medios para divulgar éstos y otros preocupantes datos de la Encuesta con el lema La violencia es una cultura aprendida. En esa cultura, los varones aprenden, desde muy pequeños y con toda naturalidad, a usar la violencia sexual para afirmarse ellos mismos y para imponerse sobre las mujeres.

TODO ABUSO SEXUAL ES ABUSO DE PODER

Poder y sexo aparecen estrechamente ligados en la conciencia masculina dentro de la cultura patriarcal, son las dos llaves maestras del sistema machista. Todo abuso sexual es, antes que nada, un abuso de poder. Desde hace al menos diez mil años, en todo el planeta, la cultura de la especie humana ha sido patriarcal: el poder y sus mecanismos han sido controlados por los varones. Del poder abusan fundamentalmente los varones. Y fundamentalmente abusan contra las mujeres y contra las niñas. Abusan de mil maneras. También con su falo, esgrimido como un arma de dominio con el que obtienen placer y poder, el placer del poder.

En el terreno del poder ejercido a través del sexo hay que situar las violaciones sexuales contra las mujeres, tanto las realizadas contra mujeres que no son pareja de los hombres que agreden, como las violaciones de los hombres contra sus propias parejas. ¿Cómo cuantificar las violaciones sexuales de los esposos contra sus propias esposas? En Nicaragua, éste es un asunto del que no se habla. La especialista Susan Brownmiller señala la existencia de una sicología de masas de la violación. La describe como un proceso consciente de intimidación por el cual todos los hombres mantienen a todas las mujeres en un estado de miedo, y llega a afirmar que esta sicología ha estado presente y ha sido silenciada a lo largo de la historia de la humanidad.

El abuso sexual más grave y traumático es la violación de una niña. Y yendo todavía más al fondo de las turbias aguas de este pozo aparece el incesto, el delito sexual más silenciado en cualquier sociedad del mundo. También en Nicaragua. Según la siquiatra costarricense Gioconda Batres, pionera en América Latina en la investigación sobre el incesto y en el tratamiento a sobrevivientes, el incesto padre-hija, padrastro-hijastra, representa el paradigma de la victimización femenina a través de la sexualidad masculina.

EL DELITO MÁS ESCONDIDO Y SILENCIADO

Durante un año (julio 99-junio 2000), recorté todas las noticias que sobre denuncias de violaciones sexuales consumadas -no los intentos frustrados ni los acosos- aparecieron en los tres diarios nacionales: El Nuevo Diario, La Prensa y La Tribuna, sabiendo que me asomaría tan sólo a la punta del iceberg. El total de casos supera los 300. De ese total, casi la cuarta parte de los casos corresponden a denuncias de incesto. En promedio, cada seis días los diarios presentaron a los lectores de las páginas de sucesos un caso de incesto.

Es incesto que cualquier familiar adulto toque sexualmente a una niña, que la desnude y la mire desnuda con deseo, que se masturbe ante ella, que la bese y la acaricie sexualmente, que la induzca a acariciar para lograr excitación. Y naturalmente, que la viole con penetración vaginal o anal. Se considera incestuosa no sólo la relación sexual que imponen a las niñas sus familiares de sangre. También la que les imponen otras personas con quienes ellas tienen vínculos afectivos o una relación de confianza y de dependencia, personas que tienen la obligación de protegerlas, amarlas y brindarles seguridad. Padres, padrastros, tíos, abuelos, hermanos, primos, sacerdotes, patrones, maestros... Cualquier hombre que tenga poder -y todos tienen siempre mucho, bastante o alguno en la cultura machista- y quiera demostrarlo abusando sexualmente de una niña -o de un niño- comete el delito de incesto. También hay mujeres incestuosas.

El 98% de incestos reportados durante ese año en los tres diarios nicaragüenses se refieren a casos de penetración, señal de que sólo se denuncian los hechos cuando llegan a ese extremo. En el 72% de los casos fueron los padres y los padrastros quienes abusaron de sus hijas o hijastras, niñas y adolescentes, en la mayoría de los casos de forma continua y durante varios años. Las edades más frecuentes de las niñas están en el rango de 10-14 años. (Sólo aparecen cinco casos de incesto contra niños. En todos, un tío era el abusador y en todos, los niños no eran mayores de 6 años. El abuso sexual de un varón es mucho más difícil de admitir -por tanto, de denunciar-, porque el mito de que un niño penetrado se vuelve homosexual -“se vuelve mujer”- exacerba el silencio de la familia).

EL DRAMA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

El 100% de los casos que aparecieron en los periódicos tuvo lugar en comarcas rurales y en barrios marginales de las ciudades, en el paisaje de la pobreza y la miseria. Es una regla universal, que se cumple también en Nicaragua y a la que hace referencia el sicólogo Armando Sánchez, subdirector del centro SI MUJER de Managua: Cuanto más alto es el estatus social de la pareja más se silencia el abuso sexual dentro de la familia.

Sólo un caso durante el año registrado ocupó la primera plana de uno de los diarios. El padrastro, 20 años, de una niña de dos años, la maltrató tanto, con golpes y con abusos sexuales, que la mató. Los lectores pudieron ver las fotos del hombre, de la niñita muerta y de su madre, una mujer de 19 años, que salió en defensa de su compañero. Otro caso estremecedor y “típico” fue el de una muchacha de 24 años, de Diriomo, que murió en el hospital de Masaya en marzo de 1999. Al hospital llegó desnutrida y con una grave enfermedad venérea, gritando que no la atendieran porque deseaba morir. Desde hacía siete años sufría de desequilibrio mental. Murió de un paro cardíaco. De pena moral, según algunas vecinas. En el hospital, la muchacha contó que desde los doce años su padre y hermanos abusaron de ella continuamente, con la anuencia de su madre. Contó también que, aunque en alguna ocasión logró escapar de su casa, tuvo que volver por razones económicas. Posteriormente, la madre declaró que todo lo que había dicho su hija era mentira, descalificándola como una loca a la que le gustaba buscar hombres para acostarse con ellos. La madre achacó la muerte de su hija al inadecuado tratamiento que los médicos le dieron en el hospital. Los diarios no informaron más del caso ni aclararon la verdad de estas dos versiones contradictorias.

TRES LLAVES GUARDAN EL SECRETO

Mientras los periódicos dan cuenta de algunos casos, casi siempre con sensacionalismo y morbosidad, sin contexto y sin pistas que lleven a una reflexión constructiva, la mayoría de los incestos que ocurren en Nicaragua quedan ocultos para siempre. Resguardan el secreto tres gruesas llaves: la del dolor, la del pudor y la del temor. El silencio favorece la impunidad. Silencio e impunidad extienden la epidemia. El incesto es una enfermedad social endémica que no ha sido erradicada en ningún país del mundo. Tampoco en Nicaragua, donde uno de los mayores problemas es el subdesarrollo de los recursos necesarios para enfrentarla eficazmente, empezando por una ignorancia generalizada sobre conceptos elementales, incluidas las palabras con que nombrar el drama.

Un necesario primer paso es entender que los incestuosos no son exclusivamente hombres pobres que viven en hacinamiento ni sicópatas ni alcohólicos. Los aberrados -ese sonoro calificativo que tanto emplean los medios nicaragüenses para estos casos, induciendo que son locos degenerados quienes esto hacen- están por todos lados. Son hombres totalmente normales, hasta encantadores, pertenecen a todas las clases sociales y a todas las profesiones. Viven por igual en ranchos de cartón y en mansiones. Son marginales anónimos y adinerados con gran reconocimiento social. Si de esta plaga se hablara, nos sorprendería descubrirla entre las cuatro paredes que habitan tantas “buenas familias” de Nicaragua. En 1998 nos sorprendió descubrirla entre los muros de la casa presidencial.

ZOILAMÉRICA: UN CASO EMBLEMÁTICO

Entre marzo y junio de 1998 el caso de incesto denunciado por Zoilamérica Narváez ocupó primeras planas en todos los medios nicaragüenses y en todas las conciencias, obligando a reflexionar, en cualquiera de las direcciones posibles, sobre este delito, tan celosamente escondido.

En la historia que reveló esta valiente mujer, en la que el protagonista masculino es el máximo dirigente del FSLN y ex-Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, su padrastro, se pueden encontrar, uno imbricado en el otro, los hilos que tejen la trama de casi todas estas historias ocultas. El hogar transformado en el espacio del peligro. La madre convertida en rival y en cómplice. La noche transformada en el tiempo del miedo. La resistencia convertida en sumisión. El atra-pamiento en una trampa sin salida. El secreto cargado como un aniquilante fardo de vergüenza. La confusión de todos los afectos. Las máscaras usadas por el abusador para imponerse y por la víctima para sobrevivir. La zozobra permanente. La identidad perdida. La niña colapsada en el cuerpo de la mujer. Las mil y una destrucciones que causa en el es-píritu la violación del cuerpo. Lo que más consterna en este caso es el alto grado de manipulación y el desmesurado abuso de poder con los que actuó Daniel Ortega.

La revolución sandinista -representada nacional e internacionalmente durante años por el hombre denunciado por Zoilamérica- transformó positivamente muchas realidades sociales, y al tocar “con magia” muchísimas conciencias, desató infinitas energías de solidaridad que hicieron avanzar a Nicaragua durante una década. El espacio que quedó más intocado fue el espacio privado. Dentro de los hogares, los hombres que se proclamaban revolucionarios siguieron ejerciendo su poder despóticamente y las mujeres, madres y abuelas, siguieron transmitiendo los códigos del poder machista a sus hijos y a sus hijas en un ciclo histórico al que la revolución apenas prestaba atención.

En la denuncia de Zoilamérica, que sacudió a la sociedad nicaragüense -paralizando a unos, movilizando a otras, acobardando a unos, clarificando a otras- entendimos la gravedad que tuvo que un movimiento que enarboló las banderas de la justicia y la dignidad y pretendió ser alternativa a un sistema de poder político y económico tan injusto dejara prácticamente sin tocar el espacio privado. Entendimos los límites estratégicos que tuvo la revolución porque la dirigían hombres forjados en la jerarquía militar y a quienes se les otorgó un poder casi absoluto.

ROMPAMOS EL SILENCIO: UN ESFUERZO PIONERO

A raíz de la denuncia de Zoilamérica, la Red de Mujeres contra la Violencia y personas y organizaciones que formaron el Comité de Apoyo a un caso que hará historia, decidieron realizar diversas acciones para develar la ocultada tragedia del incesto. Por primera vez se hacía en Nicaragua un esfuerzo colectivo en esta dirección. La devastación material y moral provocada por el paso del Mitch postergó la iniciativa. Por fin, entre el 27 de mayo y el 12 de junio de 1999 se celebraron en Matagalpa, Estelí, Chinandega, Masaya, Puerto Cabezas y Bluefields seis foros regionales sobre abuso sexual e incesto. Se trataba de identificar cuán extendida está esta plaga a nivel local y regional, y de elaborar propuestas concretas para la “vacuna” y la erradicación. En los foros se trabajó sobre aspectos sicosociales, jurídicos y preventivos. Participaron funcionarios de diversos ministerios junto a gente de distintos grupos de la sociedad civil.

Los debates demostraron que, aunque en lo político, lo económico y lo social existen diferencias, a veces muy grandes entre unas y otras regiones de Nicaragua, el incesto abunda por igual en todas y en todas son similares las características con las que se presenta y las razones por las que se silencia. El proceso de reflexión concluyó en Managua, en noviembre, con el Primer Simposium Nacional sobre Abuso Sexual e Incesto hacia la Mujer, la Niñez y la Adolescencia, organizado con el lema El abuso sexual sí existe. Rompamos el silencio. Aunque todo esfuerzo pionero abre caminos, las organizadoras reconocieron que quienes participaron a lo largo de todo el proceso fueron mayoritariamente miembras y miembros del movimiento de mujeres y de ONGs que ya tenían bastante conciencia de esta problemática y ya trabajaban con víctimas y sobrevivientes.

HOGAR, AMARGO HOGAR...

Así como la violación sexual “clásica” -la de un momento, la que tiene como escenario una calle oscura, un rancho monte adentro o un predio de la ciudad- comporta casi siempre lesiones, gritos, resistencia frente a la imposición de la fuerza física del varón sentida claramente como violencia, agresión y daño, el incesto, en una gran mayoría de casos, tiene otro escenario: no hay gritos sino silencio, no hay resistencia en la víctima sino perplejidad y un miedo paralizante, el abusador no ejerce el poder de la fuerza sino la fuerza del poder. Para la niña la confusión antes, durante y después del abuso sexual es total: por qué me hace esto, qué debo hacer yo... Generalmente, el incesto no deja lesiones externas. Las huellas quedan muy adentro, tanto en el tejido del cuerpo como en el de la mente y en el del espíritu. A veces tiene que pasar mucho tiempo para que se pueda dimensionar la magnitud de los daños.

Otra característica que marca una diferencia es que después de una violación “clásica”, el violador huye mientras la víctima da paso a su rabia e indignación. Los límites entre una y otro están totalmente claros. Después del incesto todo es confuso. La víctima queda impotente ante un hombre al que quiere y respeta y que puede mostrarse “cariñoso”. A veces hace regalos, a veces chantajea, a veces amenaza. Siempre pide guardar el secreto. Y siempre se queda ahí, en “el lugar del crimen”, omnipotente y seguro entre las cuatro paredes de la casa y cerca de su víctima. Al terminar de actuar, sólo se quita una máscara y se pone otra, la del hombre responsable.

No es fácil asomarse a todas las claves de esta tragedia, no resulta sencillo bucear en las razones del silencio y la “pasividad” de las víctimas, que a veces callan durante muchos años, durante toda una vida, profundamente heridas y confundidas. En ocasiones es más fácil creer que las jóvenes inventan el incesto o disfrutan de él que cuestionar todo un sistema familiar y social que posibilita estos hechos, afirmó en el Simposium la mexicana Esperanza Reyes Carrión, coordinadora de un Centro Integral de Apoyo a la Mujer de México DF, que recomendó desgenitalizar la perspectiva con que miramos este delito para poder enfrentarlo eficazmente: No hay que centrar el problema en lo sexual sino en el ejercicio del poder.

¿EN QUÉ ESTADIO ESTÁ NICARAGUA?

Nicaragua es un país con una mayoría de población compuesta por niñas y niños. El 46% de la población es menor de 14 años. En el Simposium se señaló que la sanidad de una sociedad tiene en la situación material y espiritual en que viven sus niños y sus niñas uno de los indicadores más fiables. Y se mencionaron los diferentes estadios en que se encuentran las sociedades ante la realidad del abuso sexual contra niñas y niños. Primer estadio: se niega que haya un abuso generalizado y los casos conocidos se consideran hechos aislados, excepciones, achacándolos a sicópatas y a alcohólicos. Segundo estadio: se pone mucha atención a los casos más espeluznantes, pero sin situarlos en el contexto cultural adecuado. Tercero: la sociedad se preocupa, brinda diversas formas de atención y plantea estrategias. Cuarto: las estrategias se coordinan, empiezan a mostrar su eficacia y la sociedad avanza en diversos frentes para develar el abuso y para frenarlo. Quinto: la sociedad ama a sus niñas y niños, los cuida, los protege y siempre prioriza su desarrollo y bienestar.

¿En qué estadio se encuentra Nicaragua? Una mayoría parece moverse sin pizca de preocupación entre los dos primeros estadios, mientras una minoría muy activa lucha valiente y tenazmente en el tercer estadio tratando de abrir caminos. En este terreno, como en el de la economía o en el de los avances tecnológicos, vivimos en un país de “dos velocidades”, entre el ábaco y las computadoras, entre las letrinas y los inodoros de lujo de Absolute Solutions. En el país en donde una sandinista, Zoilamérica Naváez, rompió el silencio de forma tan audaz, la emisora de mayor audiencia de Managua comentaba así la violación anal de una tierna de quince días que tuvo que ser hospitalizada: ¡Qué degradación moral, son señales de los días del fin del mundo!

FALTA DE SENSIBILIDAD, IGNORANCIA, CINISMO, IMPUNIDAD...

Aunque el incesto es una plaga endémica, la sensibilidad sobre sus consecuencias, la información sobre los “virus” culturales que la transmiten o los remedios derivados de un análisis de las relaciones de poder que podrían empezar a curarla es notablemente escasa. En mayo se exhibió en los cines de Managua el film de James Mangold Girl Interrupted (Inocencia interrumpida) que, sin explicitarlo nunca, presenta a varias muchachas en terapia por historias de abuso sexual. En el caso de Daisy, el guión da suficientes pistas para entender que se trata de una adolescente víctima de incesto. Daisy, abusada por su padre, atrapada por esto en la bulimia, termina suicidándose. El comer compulsivo de la muchacha causó risas escandalosas entre los espectadores de la película el día que fui a verla, y Daisy fue descrita por el comentarista de cine de la revista juvenil del diario La Prensa como una joven malcriada a quien le encanta comer pollo rostizado. En El Nuevo Diario, el experto en cine habló de lo que le ocurría a Daisy como una delicada situación. Pero no le puso nombre a esa situación. ¿No entendió el comentarista de qué se trataba o no se atrevió a hablar de eso, porque “de eso” no se habla?

Abunda la insensibilidad y también una ignorancia cínica nacida de la “complicidad machista”, más sólida que la complicidad de clase. En junio de 1999, el ex-coronel Lenín Cerna -ex-jefe de la Seguridad del Estado en los años 80 y hoy responsable de la campaña electoral del FSLN- fue entrevistado en el diario La Tribuna sobre la realidad política nacional, la crisis en el FSLN y la posible candidatura presidencial de Daniel Ortega para las elecciones del 2001, por la que Cerna abogó. Al preguntársele qué pensaba de la denuncia hecha por Zoilamérica contra Ortega, afirmó que se trataba de un problema de carácter familiar, de un problema penoso, y aunque daba a entender que lo denunciado era cierto, lo minimizó: Si vos recurrís al vulgo, te saca la sabiduría milenaria y no te asusta la acusación, para añadir que en Nicaragua hay centenares de casos más claros y no constituyen ningún problema. Es difícil imaginar un país del mundo donde se le tolere a un dirigente político expresar públicamente estos criterios.

CONVIRTIENDO LA OSCURANA EN CLARIDAD

En la opinión de Cerna se expresa el atraso y la oscuridad en que viven muchos sectores de la humanidad. Hasta hace relativamente poco, el incesto -al igual que otras formas de violencia intrafamiliar, la mayoría de ellas protagonizadas por los varones contra las mujeres- era siempre un asunto “normal” y de orden estrictamente privado. Sólo las cuatro paredes de una habitación -a veces las de la casa entera- conocían el “secreto de familia”, considerado inviolable. Que la violencia cometida entre cuatro paredes sea vista como un asunto que corresponde enfrentar a las instancias públicas, que se considere ya universalmente que el incesto es una violación de los derechos humanos, incluso que el incesto sea ya asumido como una forma de tortura, es algo muy reciente, es una conquista del movimiento feminista mundial y un gigantesco avance del pensamiento humano.

En la obra en varios tomos La historia de la vida privada, Michelle Perrot refiere lo que ocurría en la culta Francia de la primera mitad del siglo XIX: La gestión familiar del sexo se halla rodeada de silencio. Y es muy poco lo que sabemos. El incesto, en particular, era una práctica corriente y se nos escapa más que cualquier otra cosa... La virilidad está amasada de proezas fálicas, ejercidas con toda libertad sobre las mujeres y sobre todo sobre las hijas -a las que en ciertas regiones se puede violar casi impunemente-, o sobre los niños, contra cuyo pudor se puede atentar con tal de que la cosa no sea pública... La violación se consideraba como una variante de los comportamientos ordinarios en la relación hombres-mujeres. La ‘normalidad’ sexual englobaba todo el abanico de sus consecuencias: la violencia, la frustración, la muerte... La idea de la denuncia parece imposible de concebir, informulable. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX un aumento de la represión judicial parece indicar una mayor sensibilidad.


Hoy, Francia, junto a otras decenas de países, también Nicaragua, ha ratificado la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979). En 1996, Nicaragua ratificó y convirtió en ley nacional la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belem do Pará, Brasil, 1994). Esta legislación compromete al Estado de Nicaragua a investigar, prevenir, castigar y eliminar esa cruel forma de violencia que es el incesto.

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