Carmen Cobo

* *sacado de "Abuelas de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las abuelas de la plaza de mayo que me ha pasado una amiga.

Por Dafne Casoy

Hija de padres porteños, Carmen nace en la Capital Federal y a los veinticuatro años conoce a Luis, quien será su pareja de ahí en adelante y el padre de sus dos hijas. Las paradojas de la vida hicieron que desde joven su vida estuviera cruzada por los servicios. Luego de vivir en Carapachay, Carmen y Luis se mudan a la Capital para evitar el largo viaje hasta sus trabajos y se alojan por un tiempo en casa de unos tíos de Carmen, una casa grande en Callao y Viamonte donde la planta alta estaba ocupada por la SIDE. “Bueno, siempre tuvimos gente cerca”, dice entre risas.

En 1953 se llevan detenido a Luis por haber ido a buscar material sobre un obrero portuario que había sido torturado, para difundirlo. Luis trabajaba en una compañía de seguros pero hacía algunos trabajos periodísticos paralelamente. Entró a un local que estaba vigilado y estuvo detenido durante un mes. En ese entonces, Carmen estaba embarazada de cinco meses de su primera hija, Inés, y cuando Luis salió se quedó sin trabajo por el incidente, por eso al nacer su hija tuvieron que arreglárselas sólo con el sueldo de Carmen. Al evocar el nacimiento de Inés, Carmen recuerda: “Ella era tan hermosa, tan sana, tan linda, que era un regalo. (…) Habíamos pasado momentos difíciles de persecución política. Fue como un resarcimiento que tuvimos muy hermoso”.

Ya mayor, Inés se acercó a la agrupación de los jóvenes peronistas, actividad que compartía junto a su pareja Rubén. La agrupación alquiló una casa en México y San José que funcionaba como un centro comunitario de ayuda al barrio. Inés hacía relevamientos de los problemas de cada familia y después cada uno brindaba, de acuerdo a su especialidad, la ayuda. Había chicos que iban para que los ayuden con los deberes, señoras que iban a coser, trabajo a domicilio cuando había enfermos. Era el trabajo que se hacía en las villas.

Carmen vivía esas actividades con temor por Inés. El 1º de Septiembre de 1976 ese temor se hace realidad. Inés fue a trabajar como todos los días en la misma revista donde su padre trabajaba y al mediodía salió a la hora del almuerzo diciendo que iba para el Hospital de Niños, lugar donde nunca llegó. Luego de ese episodio, recibieron nueve llamados de Inés que les decía que estaba escondida; tiempo más tarde se dieron cuenta de que en realidad la hacían llamar mientras estaba detenida, para desorientar a la familia. Nunca más la vieron y Rubén desapareció un año después. Carmen y Luis le pedían que se fuera pero él no quería dejarla a Inés. Se quedó esperándola y buscándola. Antes del golpe del ’76, Inés la había prevenido a Carmen que estaban desapareciendo chicos, que las familias no sabían dónde estaban, y Carmen no le creía. Le decía que eso no podía estar pasando, que el gobierno no podría sostenerse con ciudadanos desaparecidos. “Cómo van a desaparecer ciudadanos, eso es de ciencia ficción”, pensaba Carmen. Inés le decía que ella no entendía nada. Ahora, a la distancia, Carmen se da cuenta de que realmente no entendía. “Es que no se podía pensar, no había antecedentes en la historia del país (…) La imaginación no daba para pensar una cosa así”.

Cuando fue el golpe Carmen y Luis mandan a su hija menor, Noemí, a casa de una compañera de facultad porque tenían miedo de un allanamiento. Se quedaron sin conocer ni el paradero ni el teléfono para que en caso de que tuvieran un allanamiento y los amenazaran no supieran dónde se encontraba Noemí. Los militares nunca fueron a su casa pero, increíblemente, sí fueron donde se encontraba Noemí: en esa casa nadie militaba y nunca habían tenido ningún problema. Fueron ahí por la sola razón de que eran judíos. Se llevaron detenidos a Noemí, a la amiga y al novio. Estuvieron un poco más de un día, y a la amiga de Noemí, por ser judía, la torturaron hasta casi matarla. La casa quedó arruinada, lo que no se pudieron llevar lo destrozaron con las culatas de las armas. En enero del ’77, Noemí va a veranear con otra familia para alejarse y descansar un poco. Una vez más, hay un allanamiento en el camping donde está Noemí, encuentran un libro de Jorge Amado –autor prohibido– en su carpa y la llevan a ella, junto a otros chicos y chicas detenidos. Estuvo dieciséis días detenida y Luis montó guardia en la comisaría de Mar del Plata a pesar de que le negaban que su hija se encontrara ahí. Finalmente liberan a Noemí con su valija intacta. “Nadie la vio para revisar lo que podía llevar en esa valija, podía llevar armas, las cosas que podía tener, ¡nadie abrió la valija!”, cuenta Carmen.

Carmen recuerda el episodio cuando fue con las Madres a la Plaza el día que un delegado oficial iba a la casa Rosada a entrevistar a Videla. Había una periodista inglesa que habían mandado que estaba en la plaza tomando testimonios. Con un grabador registraba las denuncias sobre lo que estaba sucediendo en el país que las madres querían hacer llegar al exterior. Un chico de veinte años le arrebata el grabador y las madres se ponen a forcejear. Otra mujer, infiltrada como una madre más, ataca a Carmen con un objeto que tenía en el codo y se lo hunde en el esternón. “Yo me metí la mano y miré porque creí que era una puñalada (…) miré si no había sangre (...) estuve como treinta días con el dolor…” Las madres finalmente le quitaron el grabador al chico y llevaron a la periodista que estaba muy asustada y al grabador a la embajada de Inglaterra.

Por buscar a su hija Inés, a Carmen la detuvieron, la intimidaron a las tres de la mañana por teléfono, le escribieron por toda la cuadra en aerosol rojo ‘Carmen Isabel Cobo, madre terrorista’. Era una campaña que hacían con las madres que buscaban a sus hijos desaparecidos. Los nombres y apellidos los sacaban del Ministerio del Interior cuando iban a hacer las denuncias, cuando pedían los Hábeas Corpus, había filtraciones.

Inés integró los primeros casos del juez Baltazar Garzón. Mucha gente tenía miedo en ese momento de mandar el material a España pero Carmen le envió todo un legajo. También había iniciado una demanda contra la E.S.M.A. para que rindieran cuenta de dónde estaba Inés, que ellos eran responsables de su vida. El juicio a la E.S.M.A. se frustró con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

“Cuando a mí me hablan de reconciliación, no sé… me tengo que contener para no agredir físicamente a la persona que pretende que uno perdone y olvide y que se reconcilie con los monstruos (…) cómo voy a ser cómplice y encubridor, en esta reconciliación van la complicidad y el encubrimiento de cosas monstruosas”, manifiesta Carmen.

Ocho años más tarde de la desaparición de Inés, Carmen se entera por intermedio del C.E.L.S. que un ex detenido vio a Inés en la E.S.M.A. embarazada. Inmediatamente se acercó a Abuelas, dejó su muestra de sangre en la base de datos genéticos e hizo toda la tramitación posible. Al pensar en su nieto o nieta que nació en cautiverio, Carmen comenta: “Fueron ocho años que se perdieron de búsqueda (…)” y agrega: “Lo amamos como si lo hubiéramos visto desde que nació porque es material de estos seres que amamos tanto, es la conjunción de estos chicos que amamos tanto y que valieron tanto”. Hoy sigue soñando el encuentro.

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