Lobos con piel de cordero

Hay animales que ves venir – hombres que han maltratado a sus mujeres, que han cumplido condenas o que no han llegado a pisar la calle pero que, sobre todo en los pueblos pequeños, se sabe quiénes son y qué son a puertas cerradas. Hay hombres mucho peores: los que recogen las “sobras”. Los que expresamente salen con mujeres maltratadas para subirles la autoestima, tenerlas como reinas, enseñarles lo que valen… y a las primeras de cambio recordarles que ellos no son como sus ex parejas, que no le han puesto nunca la mano encima, que están haciendo muchísimo por ellas, que cualquier otra mujer estaría loca de contenta por haber dado con un mirlo tan blanco después de haber tenido la desgracia de tener un marido o un novio maltratador. Son hombres que piensan que maltratar es sólo ponerle un ojo morado a alguien. Son hombres que piensan que las mujeres maltratadas son muñecas rotas, un trozo de tela que nadie va a querer tocar, algo tarado que sólo ellos – la personificación de los caballeros andantes – pueden apreciar haciendo un gran sacrificio. Hombres que piensan que pegarle a una mujer está mal pero que la mujer trabaje fuera de casa es un crimen todavía peor. Se las buscan maltratadas, sin autoestima, sumisas… acostumbradas a estar con la pata quebrada en casa, tener la casa como los chorros del oro para contentar “al amo”, tener a sus hombres de punta en blanco, la mesa servida, la comida caliente… Se las buscan maltratadas para que los hagan centros de su universo y no rechisten ni les den tantos problemas ni abran tanto la boca como mujeres que trabajen fuera de casa o una de esas “malditas feminazis odia hombres”.

Todo esto viene a cuenta de un zángano que conozco que se dedica a vivir de una mujer maltratada. Él no da un palo al agua – ella trabaja como limpiadora en hoteles, chica para todo en un periódico, camarera y trabajos mal pagados que le van saliendo. Él se levanta a las dos de la tarde, ella a las 4 de la mañana sale para sus tres trabajos. Él lee muchísimo, ve documentales, escucha música… que ella le paga con su trabajo. Él reconoce abiertamente que una mujer “normal” no iba a mantenerlo ni pagarle sus viajes ni dejar que llevase a casa a otras mujeres o mantener la boca cerrada mientras él hace su vida o desaparece durante días dejándola a ella a cargo de un periódico alternativo que tienen juntos. Ella sonríe cuando le pregunto y dice que amor-amor no es, pero que no le pega como su ex marido y con eso se contenta. Ella quiere volver a la universidad a terminar la carrera que abandonó hace más de 20 años cuando el marido empezó a preñarla y hacer que pariese en plan coneja; él no quiere que vaya a la universidad porque no quiere que se le acabe el chollo pero claro, eso no lo cuenta abiertamente. La excusa oficial es que, si ella vuelve a estudiar entre los estudios y los tres o cuatro trabajos, él tiene que buscarse a otra persona que le ayude a llevar el periódico y – lo has adivinado – con su personalidad “conflictiva” no encuentran a nadie. Entrecomillo “conflictiva” porque conflictivo no es: es simplemente que nadie va a trabajar “de gratis” mientras tu co-editor no mueve un dedo y quiere llevarse toda la gloria. Lo que no le dice abiertamente a su pareja es que el dinero que ella se gaste en la matrícula universitaria y libros, es dinero que él ya no va a poder gastarse en beber, fumar o follar con otras mujeres; la autoestima que ella vaya recuperando al ir aprobando asignaturas y conseguir licenciarse es algo que él ya no va a poder quitarle así que, claro, no le interesa que ella vuelva a estudiar. Tonta ella no es. Todo esto lo sabe aunque él no le diga nada abiertamente, pero tiene miedo a quedarse sola si deja de pagarle alquiler, comida y caprichos. Qué duro es ver a otra mujer renunciar a todo para no estar sola y qué impotencia siento.

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