Berta Shubaroff: "hemos revertido el dolor y el odio en búsqueda, esperanza y amor"

* *sacado de "Abuelas de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza de Mayo que me ha pasado una amiga.


- Berta Shubaroff integra Abuelas desde comienzos de los annos '80 y encontró a su nieta en el 2001. Su hijo Marcelo y su nuera Claudia fueron desaparecidos en 1976, ella tenía un embarazo de siete meses y medio.

Berta Shubaroff es Abuela de Plaza de Mayo desde hace casi veinte años. Encontró a su nieta en abril de 2001, pero sigue trabajando en la casa de Corrientes 3284 junto a las otras abuelas que aún no han tenido la justicia de abrazar al hijo o hija de sus hijos.


La infancia Suvorov

Hija de inmigrantes rusos, Berta nació y se crió entre los barrios de Almagro y Villa Crespo, donde –luego de pasar un tiempo, el exilio, en España– aún hoy sigue viviendo. Su madre y su padre habían venido desde Rusia cuando eran muy pequeños y, aquí en Argentina, se conocieron. Luego se casaron y tuvieron tres hijos: Berta, Paulino y Ada. “A mi hermano, le decimos Bambino, porque a mí no me salía Paulino, entonces le quedó Bambino. Ni que hubiese tenido un pariente italiano, ¿no?”, comenta graciosamente. Berta también recuerda con gusto que su madre le contaba relatos sobre el país que ella y su familia habían sido obligados a abandonar. “Mi mamá y mi papá nacieron en el 1900 y vinieron a la Argentina cuando eran chicos, tendrían cinco años. Seguramente, ellos se fueron porque eran muy castigados por ser judíos”, recuerda Berta.

La historia del apellido Shubaroff es una historia aparte. Berta cuenta que la mayoría de las personas la llaman Shuberoff, por Oscar, el ex Rector de la Universidad de Buenos Aires que es su primo: “Cuando mis abuelos inscribieron a sus hijos al padre de Oscar, el hermano de mi papá, le pusieron Shuberoff y, a mi papá, Shubaroff. Pero no era ni Shuberoff ni Shubaroff, era Suvorov, así que escribieron lo que se les dio la gana”.

Berta tiene buenos recuerdos de su infancia a pesar de la rigidez de sus padres. Ella tuvo que enfrentarse a las estructuras familiares para poder hacer lo que le gustaba. Así, su sensibilidad y su amor por el arte no tardaron en hacerse lugar: “Tal es así que yo estudié porque yo quise estudiar, pero en mi casa tenían la idea de que las mujeres no debían estudiar porque se casaban y el marido las mantenía”. Berta cursó durante cinco años en la escuela de dibujo y luego, junto con los avatares de la vida, se sumergió en el mundo del arte y experimentó además de la pintura, la escultura y la danza.


EL MATRIMONIO Y LOS HIJOS

Una amiga de Berta tenía un grupo de amigos egresados del Colegio Nacional Buenos Aires, con los que comenzaron a salir. Entre ellos estaba Juan Gelman. Berta y Juan eran los únicos que no estaban en pareja, así que de a poco se empezaron a hacer amigos. Un día, Berta le confesó a Juan que le gustaba, pero Juan no supo qué contestar. Berta, que tenía sus candidatos, no perdió el tiempo y comenzó a noviar con otro muchacho. Al tiempo, Juan le confesó que él también sentía cosas por ella, así que Berta dejó de engañarse y abandonó aquel noviazgo. “Y bueno, ahí entonces empezamos a salir ¡qué lindo que fue! Y anduvimos un año y nos casamos. Y ahí empezó el drama”, cuenta y se ríe.

Berta y Juan tuvieron dos hijos: Marcelo y Nora. “Marcelo pesó 2,350 y Nora pesó 4,820 kilos”, especifica Berta y describe a Marcelo: “Él se pareció al padre, físicamente, pero sentía, tenía desarrollado el sentido del amor como yo, era muy cariñoso, afectivo, chistoso, y tenía mucho sentido del humor. Pero era muy serio también.”

La relación entre Berta y Juan se fue deteriorando, hasta que decidieron separarse. Los chicos quedaron viviendo con su mamá, pero cuando Marcelo pasó a cuarto año quiso irse a vivir solo.


MARCELO Y CLAUDIA

Marcelo era un joven inquieto y sensible. Berta cuenta que cuando estaba cursando la secundaria en el Colegio Nacional Buenos Aires decidió abandonar: “Él decía que quería irse del colegio para conocer chicos más de barrio, no de tanta aristocracia como los que iban al Buenos Aires, entonces se anotó en el colegio Manuel Belgrano”.

Marcelo había comenzado a militar en la escuela y su vocación social estaba por sobre su desarrollo profesional. Marcelo militaba en Montoneros y en sus actividades de militancia conoció a María Claudia García. “Era muy tierna, muy delicadita, tenía la cara blanca como el mármol, con los ojos bien negros y el pelo muy rizado”, describe Berta. Ellos se fueron a vivir juntos; entonces Claudia quedó embarazada. “Estaban muy enamorados, se querían mucho”.

Marcelo y Claudia desaparecieron en 1976. “Cuándo se los llevaron ella estaba de siete meses y medio y yo me quedé con toda la ropita que ella tenía para el bebé, me la llevé a mi casa, la lavé, la planché, la tenía en una caja toda perfumada, esperando que me lo traigan”, recuerda Berta.


La desaparición de Claudia y su futuro bebé

La nuera de Berta fue secuestrada en Buenos Aires el 24 de agosto de 1976, y trasladada a Uruguay la segunda semana de octubre de ese año. En esa época, los militares gobernaban Uruguay. María Claudia García de Gelman, dio a luz ese mismo año en una unidad de Inteligencia Militar.

La niña recién nacida fue dada en adopción a un policía y desde ese momento su abuela la buscó incansablemente. “Yo siempre me quería quedar en casa porque esperaba que me tocaran el timbre y me trajeran el bebé”, cuenta; y agrega: “Incluso, cuando me fui a vivir a España, porque Nora estaba exiliada con su padre y todos me decían que me exilie yo también”. Berta tenía la esperanza de que la llamaran y le dijeran que sabían algo de su hijo, que habían encontrado al bebé. Pero eso nunca sucedió. La nieta de Berta y Juan apareció recién en abril de 2001, luego de haberla buscado sin descanso, durante 24 años. La joven hoy reside en Uruguay y tiene una buena relación con sus abuelos.


La búsqueda

A partir de la desaparición de su hijo y su nuera embarazada, Berta salió a buscarlos. “Me la pasaba en la calle, recorriendo todas las instituciones, reuniéndonos con todas las mujeres que conocía en esas instituciones, porque así nos conocimos y formamos Madres de Plaza de Mayo”, relata. “Porque primero nos conocimos y después decidimos hacer todo juntas. Y después nos reuníamos en la Plaza de Mayo para hacer los Habeas Corpus, pero necesitábamos identificarnos, entonces una de las madres se puso en la cabeza un pañal que tenía en un cajón, y ahí nació el pañuelo blanco”.

Finalmente, Berta se fue a España  porque su hija Nora no estaba bien. “Cuando me fui a España mi nieta debía tener tres años, así que yo estuve separada de mi hija tres años y me quedé cinco años viviendo ahí”. Pero la búsqueda no cesó: “Cuando llegué allá, había una institución formada por familiares de desaparecidos. Entonces pude unirme a ellos y hacer papeles, estar en contacto”.


BERTA Y ABUELAS

Cuando Berta volvió a la Argentina se dirigió a la casa de las Madres, pero también tenía la referencia de que existían las Abuelas. “Y entonces pensé en ir a la casa de las Abuelas”, rememora. “Cuando se abrió la puerta, estaba todo muy iluminado, había muchas viejas, con mucha energía, muy habladoras, me hicieron pasar, me dieron un beso, me hicieron sentar, me preguntaban cómo estaba, quién era, me trajeron un té con galletitas... mirá, fue la salvación”, confiesa Berta.

Hoy sigue trabajando activamente en Abuelas. Asiste todos los martes a las reuniones de comisión directiva y los domingos visita el Parque Rivadavia para repartir los mensuarios de la institución.


Ella dice que a partir de su incorporación a Abuelas nunca más se quejó: “Nosotras hemos revertido el dolor y el odio en búsqueda, esperanza y amor. Creo que con eso es como nos mantenemos y cómo nos reeducamos. Porque lloriquear y quejarse sólo sirve para que se deleiten los enemigos”, reflexiona y agrega: “Lo que yo siempre digo es que mi hijo no murió, mi hijo sigue viviendo en todos los chicos que van naciendo”.

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