La historia de Negrita Segarra y sus tres hijos

* *sacado de "Abuelas de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza de Mayo que me ha pasado una amiga.


- Es el referente de Abuelas de Plaza de Mayo en Mar del Plata y lucha codo a codo con Mary Ignace y otras abuelas. Le cuesta hablar de sus hijos pero trabaja incansablemente por la búsqueda de su nieto.

Negrita nació como Antonia Acuña en Ciudad Jardín, Tucumán. Allí vivió hasta los cinco años rodeada por su entorno de tíos, primos y abuelos. En ese momento, su mamá decidió mudarse a Buenos Aires para venir a trabajar.

Cuando Negrita cumplió ocho años, su mamá se casó con un hombre que para Negrita fue su papá, al que ella “le pedía cualquier cosa y allá lo tenía”, como dice Negrita hoy. Negrita conoció a Osvaldo cuando tenía 12 años, porque ella era amiga de sus hermanas. El le lleva ocho años. Se pusieron de novios cuando ella tenía 20 y a los ocho meses se casaron, “total ya nos conocíamos desde chicos”. El vivía en Mar del Plata y desde entonces esa ciudad fue el escenario de la vida de ambos. Pensaban esperar bastante para tener hijos, pero a los once meses nació Alicia, en 1956. Fue un momento de enorme alegría para toda la familia, porque era la primera nieta de los abuelos. En 1958 nació Jorge y después Laura, en 1959. Eran como mellizos. Los tres chicos se criaron jugando y compartiendo con sus primos, sobre todo les encantaba ir juntos a la playa. “Jorge tenía una colección muy grande de autitos, nunca la pude encontrar, seguramente se las regaló a los chicos de los barrios. Laura también tenía su colección de muñequitas, las debe haber llevado a los barrios”, conjetura Negrita hoy.

Osvaldo tenía una farmacia y Negrita colaboraba en la atención del negocio. Él era un experto en bioquímica y óptica y la familia vivía bien. En una oportunidad se le ocurrió asociarse con otra gente y pusieron un restaurante pero él no conocía sobre el tema y no les fue bien. Afortunadamente, la farmacia quedó al margen y a pesar de todas las restricciones que debieron sufrir, salieron adelante.

Los tres hijos se comprometieron muy tempranamente con la militancia estudiantil y social. Compartieron sus convicciones y a pesar de las dificultades, se mantuvieron siempre juntos, incluso cuando debieron dejar su casa y partir a La Plata y luego, a la zona Oeste del Gran Buenos Aires, donde desarrollaron sus últimas actividades.


ALICIA

Alicia era la más introvertida, dulce, sonriente, muy estudiosa, “jamás iba al colegio sin tener los deberes hechos y las lecciones estudiadas”, recuerda Negrita. Se recibió de Bachiller en la Escuela Nacional Mariano Moreno y partió a La Plata a estudiar Zoología, pero tuvo que dejar en el ‘76.

Allí formó pareja con Carlos Mendoza, que también era marplatense. Cuando abandonaron La Plata, a causa de la persecución que se sufría en esa ciudad, de ninguna manera dejaron la militancia, que retomaron en la zona Oeste del Gran Buenos Aires. Los dos estaban militando en Montoneros. Alicia y Carlos fueron secuestrados en la vía pública en Capital Federal el 21 de junio de 1978. Alicia estaba embarazada de 2 meses y medio.


JORGE

Jorge hizo el colegio primario en la Escuela N° 5. A ésta asistían chicos del Patronato. “Así conoció una realidad diferente. Tuvo maestros que le enseñaron además, lo que era la solidaridad”. Él era muy inteligente, “no estudiaba nunca, pero lo que escuchaba lo grababa”. Empezó desde muy jovencito a trabajar en barrios como el General Belgrano, donde le enseñaba a la gente a leer y escribir, los ayudaba a levantar paredes y cualquier otra cosa que hiciera falta. “Venía a casa con las manos lastimadas”, recuerda Negrita. Durante un tiempo trabajó, junto con unos amigos, en una obra en Cabo Corrientes. “Volvía destruido, pero se las aguantaba”. Le gustaba mucho estar en casa con sus amigos y escuchaban música o, como en una oportunidad en que Osvaldo se enojó, alguna grabación de Juan Domingo Perón. Negrita le dijo en esa ocasión a su marido: “Si no escuchan acá, ¿dónde querés que vayan? Esta es su casa”.

En el ‘76, el Ejército entró en la farmacia y allanó y revisó cada rincón. Jorge estaba en la casa con su novia pero lograron escapar por los techos y pudieron salvarse, porque una vecina los dejó entrar y salieron por el edificio de al lado. Negrita y Osvaldo quedaron dentro de la farmacia durante horas mientras duró la ocupación del ejército. Los represores se llevaron unos apuntes de Psicología de Laura, que cursaba cuarto año de la Escuela Secundaria. Jorge cursaba sexto del Industrial. Después de lo ocurrido, los dos se fueron a vivir primero, a La Plata y luego, a la zona Oeste del Gran Buenos Aires. Jorge fue secuestrado el 20 de junio de 1978.


LAURA

Laura era muy buena alumna y además estudiaba profesorado de música: salía al mediodía del colegio Mariano Moreno, Negrita la iba a buscar con algo para comer y la llevaba al Conservatorio. Le gustaban todos los instrumentos, no solo el piano.

Desde la escuela primaria, Laura se dedicó a juntar ropa y útiles para los chicos más pobres. Ella reunía a sus compañeros fuera de clase y les decía que debían preocuparse y ayudar a los que más necesitan que había que enseñarles a leer y escribir, como tenían que cuidar a sus bebés, como limpiarlos. Ella empezó su trabajo en los barrios junto con Jorge apenas comenzó el colegio secundario. Negrita recuerda que en una oportunidad Laura le dijo que iba a faltar al colegio porque iba a acompañar a una pareja a la Municipalidad para ayudarlos a hacer un trámite porque ellos no sabían escribir.

Una vez faltaron sábanas de la casa. Cuando Negrita se dio cuenta, le preguntó y ella le contó que se las había dado a una señora que iba a tener un bebé y no tenía nada para llevar al Hospital. Los domingos iba al Hospital San José con sus hermanos y llevaba todo lo que lograba juntar con sus compañeros del colegio.

En la militancia estudiantil, conoció al que seria su compañero, Pablo Torres. Laura y Pablo vivieron juntos en un barrio pobre de la localidad bonaerense de Merlo. Habían alquilado una casita prefabricada con una habitación de material. Fueron secuestrados en esta casa el 23 de junio de 1978. La vivienda fue atacada por fuerzas de seguridad que dejaron sólo una pared en pie. Alicia estaba embarazada de 9 meses, faltando pocos días para el parto. El nombre del bebé iba a ser Angélica o Guillermo.


Negrita, Abuela de Plaza de Mayo

Desde la desaparición de los chicos, la vida de Negrita se volcó a la búsqueda de sus hijos y Nietos. Aplicando toda su tenacidad, Negrita logró reconstruir las circunstancias de los tres secuestros, a partir de datos dispersos y conversaciones con los vecinos. La familia desconocía donde vivían ya que los chicos se habían impuesto el máximo silencio por razones de seguridad.

Muy pronto, Negrita puso toda esta energía en la búsqueda no sólo de los suyos, sino de todos los niños desaparecidos con sus padres. Se convirtió en referente de Abuelas en Mar del Plata, codo a codo con Mary Ignace y las otras abuelas.

Allí hace de todo: lleva adelante investigaciones, recibe y orienta a los jóvenes con dudas sobre su identidad, participa en la organización de eventos de difusión: Teatroxlaidentidad, Fotógrafos x la identidad, muestras de diseño gráfico y muchas otras actividades para las que Negrita moviliza la solidaridad de distintos sectores de la sociedad marplatense. Hizo todos los contactos iniciales con los familiares que se sumaron al proyecto del Archivo biográfico familiar y ella y Osvaldo albergaron en su casa a las entrevistadoras.

Negrita solía viajar a Buenos Aires con frecuencia para visitar a sus padres y siempre se acercaba a la casa de las Abuelas para empaparse de todas las novedades. Su mamá falleció hace diez años, pero su Negrita sigue cuidando a su papá, que actualmente tiene noventa y tres y está en Mar del Plata. De todas formas, es común verla por la sede de Abuelas y siempre tiene algo para contar, alguna noticia de sus múltiples actividades en la ciudad costera.


Negrita es una abuela joven, coqueta, siempre de buen humor. Habla fluidamente de la misión de Abuelas de Plaza de Mayo, pero en cambio le duele enormemente hablar de sus tres hijos desaparecidos. Aunque quizás, todo su trabajo sea un largo diálogo con ellos, sin palabras.

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