Otilia Argañaraz

* *sacado de "Abuelas de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza de Mayo que me ha pasado una amiga.


— ¿Cuántos hijos tuvo Ud., señora?

— Cinco.

— Bueno, ahora le quedan tres.

"Mechi...", suspiró en doloroso silencio el alma de Otilia Argañaraz. Después de meses de deambular por cuarteles y oficinas, un oficial le daba la respuesta más temida de una manera impiadosa: su hija María de las Mercedes estaba muerta.

Otilia la buscaba desde aquel día de 1977 cuando llegó a Mar del Plata y supo que la noche antes, Mechi y su esposo Tomás habían sido secuestrados. Primero la habían llevado a ella de la casa junto a sus dos hijos, Ramiro y Martín, de 4 y 2 años. Después llamaron a Tomás y le dijeron que tenían a su familia. Cuando éste se presentó, dejaron a los chicos en el estudio de abogado del padre y partieron con la pareja. María de las Mercedes tenía un embarazo de 5 meses. Apenas Otilia se recuperó del desvanecimiento que le causó la noticia, fue hasta una comisaría a reclamar por ambos: no sólo no le dieron información sino que además la encerraron dos días.

En aquellos días, su corazón de madre estaba desolado. Ella sabía que sus hijos abrazaban ideas revolucionarias, aunque nunca sospechó la tragedia que sobrevendría.

El primer episodio aciago ocurrió en 1975: Justino César, el segundo de sus hijos, integrante del grupo guerrillero que intentó el asalto a la Fábrica Militar de Villa María, cayó ante las balas militares. Ella fue a retirar su cuerpo y lo sepultó casi sin compañía. Pocos días después, Tristán, el mayor, fue arrestado y encerrado primero en la penitenciaría de Córdoba y luego en el penal de Sierra Chica, en la provincia de Buenos Aires. Otilia no dejó de visitarlo durante años, mientras burlaba secretarías y controles para tratar de conseguir que le dieran la opción al exilio. Hasta que lo logró y su hijo pudo partir hacia Italia.

Mirta, la tercera y Beatriz, la menor, decidieron mudarse a Catamarca cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder el 24 de Marzo de 1976. Allí, en ese exilio interior, pasarían los años grises, ocupados en criar no sólo a sus hijos, sino también a Ramiro y Martín, los hijos de "Mechi".

Después del secuestro de "Mechi", Otilia regresó de Mar del Plata a su casa de Barrio San Martín y se sentó a llorar sin consuelo. Pasó días y días llorando, con desesperación, con impotencia. Hasta que una mañana se despertó resuelta: "Basta de lágrimas", se dijo, y salió a la calle a luchar por sus hijos, por sus nietos.


LA FUERZA DE LA DEBILIDAD

De los ocho hermanos Lezcano, Otilia era la más débil y enfermiza. De todos modos, su niñez en La Banda, Santiago del Estero, estuvo señalada por la alegría y la tranquilidad que le daba un hogar de clase media, en el que había cobijo para todos. Cuando los chicos crecieron y llegó la hora de empezar estudios universitarios, la familia decidió mudarse a Córdoba para que todos tuvieran esa oportunidad. Pero Otilia no pudo con su debilidad. Un día su padre le dijo que abandonara la Escuela "Alejandro Carbó" y que se dedicara sólo a sus estudios de piano. Sin embargo la vida pronto le exigiría que sacara fuerzas de flaquezas.

Se casó muy joven y pronto su esposo enfermó y quedó sin posibilidades de trabajar. Entonces, Otilia apeló a su título de Profesora de Música y salió a buscar empleo. Y la llave para abrir puertas de despachos oficiales fue Tristán, que apenas si tenía 7 años y recitaba largos poemas con un encanto único. Así, conocida por las virtudes de su hijo, consiguió un puesto en una escuela de Barrio Suárez, y fue maestra de Música durante décadas, hasta su jubilación.

Mientras, sus inquietudes la hicieron delegada de la Unión de Educadores de la Provincia. En su casa se respiraba una sensibilidad especial por los problemas sociales; sus hijos, además, iban creciendo en el seno de una época que demandaba cambios profundos. La historia parecía anunciar grandes transformaciones por venir y muchos jóvenes sintieron que había que marchar hacia ellas. Los hijos de Otilia canalizaron su vocación militante en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Ella, en tanto, atendía las contingencias de su vida. Cuando su esposo murió, agradeció que sus hijos ya estuvieran lo suficientemente crecidos como para empezar a valerse por sí mismos. Años después, se casó por segunda vez y vivió algunos de los días más felices, hasta que las sombras de una tragedia nacional invadieron su vida.


GUITARRAS Y RISAS

Junto al ventanal que da al patio, Otilia sonríe: a los 87 años siente que apenas le queda un hilo de vida, y aún cuando en la respiración aún le sigan doliendo las ausencias, saborea la fecundidad de los días, la claridad que sigue alumbrando su lucha. Para confirmarlo, alrededor están sus nietos, que saben todos los sacrificios, todos los desafíos que afontó, la temeridad con la que entró a cuarteles, a comisarías, a cárceles. Que muchas veces estuvo sola, pero siguió adelante. Que tuvo el coraje pionero de organizar el Córdoba a las Abuelas de Plaza de Mayo y que recorrió el país buscando yencontrando niños que nacieron encautiverio y fueron arrebatados con sus madres.

Tenía sesenta años cuando enfrentó otra vez la misión de criar niños. Con ella se quedaron Yamila y Ernesto, hijos de Justino César y durante un año también abrigó a Ramiro y Martín, hijos de "Mechi". Después, cuando se hicieron grandes y llegó la hora de la Universidad, Córdoba, su casa, volvió a juntarlos. Hay noches en las que alrededor de la mesa del comedor, se reúnen todos sus nietos, nada menos que 17, (y 4 biznietos), y desenfundan guitarras y canto. Ella, alguna vez se asomaba para bailar una chacarera, pero ahora el cuerpo le pide calma.

Otilia pudo ser madre otra vez. Hoy, esa alegría de sus nietos, que más allá de las sombras del pasado transitan por la vida con la frescura y la energía de la juventud, le da la certeza de que al final su lucha tuvo sentido. Y haber vivido lo suficiente como para verlos reír y ocupar sus lugares en la vida, es su mayor victoria.


UN NIETO QUE AÚN NO PUDO RECUPERAR

Junto a Sonia Torres e Irma Ramacciotti de Molina, Otilia trabajó siempre en la filial Córdoba de Abuelas de Plaza de Mayo. Si bien participó en la búsqueda y hallazgo de algunos niños, ahora jóvenes, hasta ahora no ha podido encontrar el suyo, ese que su hija María de las Mercedes dio a luz en un Campo de Concentración en Mar del Plata. El testimonio de una sobreviviente del campo "La Cueva", reveló que "Mechi", al igual que otras prisioneras embarazadas recibía un trato especial: los represores las cuidaban y alimentaban para que estuvieran fuertes en el momento de nacer su hijo. Después le quitaban el niño y las ejecutaban. 

Otilia no sabe el sexo de su nieto, pero lo imagina en el esplendor de sus 24 años.

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