Aborto: decidir entre la muerte o la vida
© María López
Vigil, Envío
- Debates en la
Asamblea Nacional sobre la eliminación o no en el Código Penal del derecho al
aborto terapéutico. Cifras estremecedoras de violaciones seguidas de embarazos
y de muertes de mujeres por abortos clandestinos. Talleres, reuniones, mantas y
marchas de mujeres reclamando: “Mi vida vale más”. Y otras marchas y otros
mensajes de otras mujeres en defensa de “los no nacidos”. Desde noviembre de
2005, este texto, titulado “¿Interrumpir el embarazo es pecado? ¿Cómo decidir
entre Dios y en conciencia?”, que aquí reproducimos, está siendo leído,
reflexionado y debatido por decenas de organizaciones de mujeres de toda
Nicaragua.
El aborto es un
tema vital y polémico. Es siempre muy importante incluir la perspectiva
religiosa al pensar, al hablar, al debatir y al hacer propuestas sobre la
interrupción del embarazo. Pero si la perspectiva religiosa en nuestros
enfoques sólo es institucional -enfatizando la necesidad de lo laico y
denunciando la injerencia de grupos religiosos fundamentalistas en las
políticas públicas sobre derechos sexuales y derechos reproduc¬tivos-, no
iremos muy lejos. Con esta perspectiva no se esclarecen las inquietudes de las
mujeres ni se liberan las conciencias. Ni se informa suficientemente. Si en
Nicaragua y en Centroamérica sólo tenemos Estados laicos en las Constituciones,
pero no en la práctica y en las políticas públicas, es porque no tenemos
sociedades laicas ni conciencias laicas. Y para educar en una conciencia laica
hay que propiciar un proceso de aclaración de las ideas religiosas
tradicionales en torno a los temas de la sexualidad. En torno al tema del
aborto.
¿LAS CREENCIAS
RELIGIOSAS ESTÁN SIEMPRE AL
SERVICIO DE LA VIDA?
Las creencias
religiosas -incluidas las creencias cristianas- pueden estar -y han estado- al
servicio de la vida, de los derechos humanos, del desarrollo, de la democracia,
de la justicia, de la paz, del bien común. Pero no siempre. Con mucha facilidad
se hace referencia a las creencias religiosas dando por supuesto que siempre
son buenas, que quienes tienen creencias religiosas son gente con valores, que
quienes nombran a Dios y dicen creer en Dios actúan bien. Pero basta con
recorrer la historia humana para comprobar que en nombre de Dios y argumentando
con creencias religiosas se ha practicado la tortura, se han emprendido
guerras, se ha invadido países, se ha matado, se ha robado, se ha hecho mucho
daño a mucha gente.
Un punto de
partida para reflexionar desde una perspectiva religiosa sobre el aborto es
precisamente entender que lo religioso no debe ser asociado, sin reflexión, a
lo bueno, a lo constructivo, a lo positivo. Que lo religioso no siempre
garantiza vida, desarrollo, libertad, paz, derechos humanos. A menudo se
descalifican los argumentos a favor del aborto afirmando que quienes prestan
servicios de interrupción de un embarazo o quienes defienden el derecho de las
mujeres a interrumpir su embarazo “no son personas religiosas”. O se trata de
intimidar a las mujeres para que se opongan al aborto en nombre de argumentos
“religiosos”. O se cree -o se quiere hacer creer- que quienes defienden el
aborto o lo practican son siempre personas ateas, sin religión.
VIDA Y LIBERTAD:
DOS DERECHOS FUNDAMENTALES QUE RELACIONAMOS CON DIOS
Ante cualquier
aborto la reflexión se sitúa siempre ante dos valores: vivir y decidir. Ante
dos derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida y el derecho a la
libertad. Acostumbramos relacionar estos dos derechos, estos dos valores, con
Dios.
Dios quiere la
vida y no la muerte. Dios quiere la libertad y no la esclavitud. Pero no
podemos olvidar que en nombre de Dios se ha matado y se mata. Y en nombre de
Dios se esclavizó y se esclaviza. ¿Entendemos siempre a Dios como Dios de vida
y de libertad? No siempre. Depende de la idea de Dios que tengamos en nuestra
mente y en nuestro corazón. Depende de la idea de Dios que nos enseñaron y que
aprendimos. Es muy diferente pensar a Dios como un poderoso juez de quien dependemos
totalmente y que espía nuestros actos y pensamientos para castigarnos, que
pensarlo como una madre cariñosa que celebra nuestras alegrías y confía en lo
que nosotras pensamos, queremos y decidimos. Por eso tiene tanta importancia
que reflexionemos en cuál es la idea de Dios que tenemos y que valoremos si
será necesario transformarla.
EL DILEMA NO ES
ENTRE VIDA Y MUERTE, ES ENTRE VIDA Y
VIDA
En el tema del
aborto pretenden dividir a la gente en los Pro-Vida y las Pro-Aborto. Los
Pro-Vida afirman que todo aborto es un crimen. Y que abortar es matar. Y
pretenden hacer creer que hay grupos de mujeres, las feministas, que pertenecen
a “la cultura de la muerte” y que promueven la práctica masiva, y hasta
festiva, del aborto. Al colocar el dilema entre vida y muerte se contribuye a
culpabilizar y a atemorizar a las mujeres. La realidad es que cualquier mujer,
ante un embarazo no deseado y ante la posibilidad de un aborto, está siempre
ante un dilema.
No es lo mismo
existir que vivir. Cuando Jesús de Na¬za¬ret explicaba los “planes de Dios”
decía: Que tengan vi¬da y vida en abundancia. Esa vida en abundancia es lo que
hoy llamamos calidad de vida: salud, educación, afecto, necesidades básicas
cubiertas, seguridad emocional y material, oportu¬nida¬des…Vivir es tener todo
eso, vivir no es sólo existir. Nuestra reflexión personal y el debate sobre el
aborto debemos situarlo siempre en el dilema entre vida y vida.
¿Qué vida le
espera a quien está por nacer si nace con una enfermedad congénita? ¿Y si sus
padres tienen ya muchos hijos y no tienen recursos para darle ni lo más básico?
¿Qué riesgo corre la vida de esa mujer embarazada, por razones de su enfermedad
crónica, de sus problemas de salud? ¿En qué riesgo emocional encuentra a esa
mujer ese embarazo forzado o no deseado, y qué significa ese riesgo emocional
para el resto de su vida? ¿Qué oportunidades de vida -estudios, trabajo,
relaciones- se le truncan a esta adolescente embarazada? ¿Qué origen violento y
de abuso tiene la vida que inicia en el vientre de esa niña, de esa muchacha?
¿Qué significará el origen violento de ese embarazo forzado para el futuro de
esa nueva vida? Cada caso es diferente y requiere una reflexión diferente.
Siempre debemos reflexionar en nombre de la vida y de la aspiración a una vida
en abundancia.
DIOS NOS QUIERE
PERSONAS RESPONSABLES DE NUESTRA VIDA Y
DE NUESTRA LIBERTAD
Somos responsables
de la vida que Dios nos dio y de la liber¬tad¬ que nos regaló con la vida. No
podemos vivir responsable¬men¬te si nos sentimos y actuamos sumisas y
dependientes de “la voluntad de Dios”, entendiendo que son otros, desde su
autoridad, quienes deben decirnos cuál es esa volun¬tad.
No podemos vivir
responsablemente si creemos que todo lo que nos sucede y lo que sucede en el
mundo es “una prueba de Dios” que debemos aceptar o un “destino” que debemos
cum¬plir porque todo “ya está escrito”. Pensar así nos hace irres¬ponsables,
insensibles, fatalistas. No podemos vivir res¬pon¬sablemente si hipotecamos
siempre nuestro pensamiento y nuestras decisiones a lo que digan o impongan las
autoridades religiosas.
Para poder decidir
responsablemente sobre¬ la vida -nuestra vida, la vida de otros- y para poder
ser res¬pon¬sables con nuestra libertad, necesitamos hablar del te¬ma¬ del
aborto abiertamente y desde distintas perspectivas.¬ De¬bemos escuchar, no
dejarnos llevar por las ideas de otros, no¬ dejarnos dominar por el miedo o por
sentimientos de cul¬pa.¬¬
Ser responsables
supone tener autonomía, pensar con la propia cabeza, cultivar la capacidad de
decisión y aprender a decidir. Para lograr todo esto hay que tener información.
Sólo con información suficiente podemos actuar con li¬bertad y con
responsabilidad. El tema del aborto requiere de mucha información. Y de mucha
conciencia. A menudo, cuando alguien debe tomar una decisión importante le
de¬ci¬¬mos¬ “Póngase la mano en la conciencia”.
La conciencia es
esa voz interior que nos sirve de guía para saber lo que está bien y lo que
está mal, lo que nos hace daño y lo que nos li¬¬be¬ra, lo que nos dice y nos
pide cada nueva situación. A me¬nudo decidimos en conciencia, pero sin
necesidad de mu¬cha reflexión.
En el caso del
aborto no es así: interrumpir un embarazo es siempre una decisión que requiere
de refle¬xión personal, de reflexión en pareja, de información de los
pro¬fesionales de la salud. Y que requiere de libertad, no dejándonos influir por
normas, órdenes o creencias de otros. La conciencia se forma informándose. La
conciencia se desarrolla ejercitándola.
ESTÁN EN JUEGO
PREGUNTAS VITALES
Por tratarse
siempre de un dilema entre vida y vida, por estar en juego la vida y la
libertad, cada caso de embarazo no deseado y cada decisión sobre interrumpirlo
o no, está siempre rodeado de preguntas vitales: qué significa la vida humana,
cuál es nuestra responsabilidad ante la vida en riesgo, dónde termina mi
libertad y empieza la de otros…
Ninguna de estas
preguntas tiene respuestas fáciles. Debemos respetar las respuestas que cada
mujer, en conciencia y responsablemente, da a su propio caso. Ninguna mujer,
aun cuando defienda la interrupción de su embarazo, debe ser etiquetada como
pro-abortista o debe ser juzgada o condenada. Las mujeres tienen plena
capacidad para decidir en conciencia. El aborto es un tema vital. Abordarlo con
ligereza o plantear solamente criterios y soluciones desde las leyes, desde las
instituciones o desde las políticas públicas resulta insuficiente.
¿CUÁNDO COMIENZA A
SER HUMANA LA VIDA?
Para acercarnos a
una decisión responsable, debemos aprender a sentirnos como un eslabón más de
esa larguísima cadena que ha sido la evolución de la vida en nuestro planeta.
Debemos sentir interrelacionada nuestra propia vida con todas las otras
innumerables formas de vida a las que estamos vinculadas y a las que debemos
respetar.
¿Cuándo comienza
un feto a ser humano? La respuesta la da la ciencia. Que un feto sienta, se
mueva o respire no es lo que lo hace humano. Los animales, aún las plantas,
también sienten, se mueven y respiran. Lo que nos hace humanos no es movernos,
sentir o respirar. Lo que hace humano a un feto no es tampoco la “forma” humana
que va adquiriendo en su desarrollo. Cuando vemos una ecografía, el feto nos
parece una persona “en miniatura”. Es simple apariencia. Si viéramos el feto de
un monito sería muy parecido al de un humano.
Lo propio, lo
específico del ser humano está en nuestro cerebro, y más específicamente en la
corteza gris del cerebro, con sus cien mil millones de neuronas. Con billones y
billones de posibles conexiones entre ellas, las neuronas nos permiten pensar,
conocer quiénes somos, elegir, planificar, transformar la realidad, soñar,
amar, decidir, crear, saber que vamos a morir. Todo esto es lo que nos hace
humanos. Pues bien, las pautas regulares propias y específicas del cerebro
humano no aparecen en el feto hasta cerca de las 30 semanas del embarazo, hacia
el comienzo del tercer trimestre. Un embrión y un feto son vida humana en
potencia, en proceso, en camino. Son una semilla con la capacidad de llegar a
ser un árbol, pero no son un árbol. ¿Tendremos obligación de transformar toda
semilla en árbol?
La ciencia y la
religión se preguntan y se responden sobre la vida. Entre Ciencia y Religión no
debería haber contradicción. Ciencia y Religión juegan en canchas diferen-tes.
En su cancha, la Ciencia responde a los cómo y a los por qué. La ciencia
explica. En su cancha, la Religión busca res-ponder a los para qué. La Religión
se ocupa del sentido, busca dar un sentido a la vida.
¿CUÁNDO COMIENZA
LA VIDA HUMANA A TENER “ALMA”?
Si la pregunta de
la ciencia es cuándo empieza a ser humana la vida, la pregunta “religiosa” es
cuándo Dios “infunde el alma” en el cuerpo de un ser humano. Esta pregunta
tiene diversas respuestas en las distintas religiones y ha tenido también
variadas respuestas a lo largo de la historia de la teología cristiana. Nunca
habrá cómo probar ni la existencia del “alma” ni el momento en que el ser
humano “recibe el alma”. En las distintas religiones, y aún en el cristianismo,
ha habido opiniones diferentes y muchos debates. Y el debate se mantiene aún
abierto. Y es por eso que caben muchas opiniones, religiosas y cristianas, ante
el aborto.
Dentro de la
cultura occidental cristiana, que es la nuestra, se pensó durante un tiempo que
había alma en el cuerpo humano 40 días después de la fusión
óvulo-espermatozoide. Por la importancia simbólica que en la Biblia tiene el
número 40. Teólogos más misóginos puntualizaron que si lo engendrado era una
mujer, el alma no llegaba hasta los 80 días. Cuando se empezaron a usar los
microscopios se pensó que el alma estaba en los espermatozoides. Porque se
movían y porque les veían forma de “hombrecitos”. Se pensó también que había
alma cuando ya el feto tenía “forma humana”. O cuando la madre sentía sus
movimientos. Se pensó también que Dios infundía el alma en el momento exacto
del nacimiento.
Los avances de la
ciencia fueron sumando a muchos teólogos cristianos a la idea de que no hay
“alma” mientras el feto no tenga formada la corteza gris de su cerebro y
mientras no haya alcanzado la capacidad de ser viable de forma independiente
fuera del vientre de su madre. Hay teólogos que proponen que no se hable de
“alma” hasta que no haya pruebas biológicas de “vida cerebral”, al igual que
entendemos actualmente la muerte como la “muerte cerebral”, que ocurre cuando
el cerebro deja de funcionar, aún cuando sigan funcionando otros órganos del
cuerpo.
Sólo desde hace
más o menos siglo y medio el Vaticano ha ido imponiendo en la iglesia católica
la idea de que el alma existe desde el mismo instante de la fecundación o
fusión óvulo-espermatozoide, momento al que llaman “concepción”.
Esta idea ha sido
asumida también por diversas iglesias evangélicas. En las iglesias protestantes
históricas -que tienen como principio fundamental la libertad de conciencia por
sobre la interpretación dogmática- hay posiciones mucho más flexibles.
Desde mediados del
siglo XIX, y tras proclamar el Papa el dogma católico de la Inmaculada
Concepción de María -que afirma que desde el primer instante de su concepción
María fue libre del pecado original- comenzó a extenderse la idea de que si
hubo o no pecado en María en ese preciso momento es porque ya había entonces,
en su “concepción”, una persona y un alma. Y en consecuencia, que siempre,
desde el mero instante en que el espermatozoide penetra el óvulo, esa primera
célula fecundada es ya una persona humana y por tanto, interrumpir su
desarrollo es “matar”.
¿QUÉ DICEN LAS
RELIGIONES NO CRISTIANAS SOBRE EL ABORTO?
Todas las
religiones han reflexionado sobre el aborto y tienen mandatos en torno a la
interrupción del embarazo. Porque todas las religiones, al buscar el sentido de
la vida, norman lo que debe hacerse para respetar la vida, desarrollarla y
conservarla. Todas las religiones entienden que la vida es sagrada, un don de
Dios, de los dioses.
Es importante
entender que prácticamente todas las religiones que hoy conocemos y que
actualmente tienen seguidores colocan a las mujeres bajo el poder de los
hombres. Todas enseñan que las mujeres son inferiores a los hombres y todas
consideran la sexualidad de las mujeres como negativa o peligrosa, siempre
necesitada de ser controlada por los hombres, sus padres o sus esposos. Esto se
debe a que desde hace al menos 4 mil años se impuso en la humanidad, con enorme
violencia, la idea de que “lo femenino” no es divino y de que a “lo masculino”
le corresponde toda la representación de la divinidad.
En el Judaísmo,
las corrientes más ortodoxas se oponen al aborto, pero lo aceptan siempre que
la vida y la salud de la mujer estén en peligro. En todas las corrientes la
madre siempre tiene prioridad sobre el feto. Y no se considera persona plena y
con derechos al feto hasta el mismo momento en que nace. Lo más frecuente es
dejar la decisión del aborto en manos de la mujer, en consulta con el rabino.
En el Islam hay
diversas corrientes, que van desde la prohibición estricta del aborto hasta el
permiso incondicional. La idea más común y aceptada es que el feto comienza a
tener “alma” a los 120 días de la gestación, y por eso el aborto se permite
generalmente antes de ese plazo. La madre, su salud y su vida son priorizadas
siempre aun en las corrientes más estrictas.
El Hinduísmo
considera la vida humana en una perpetua evolución, privilegia siempre la vida
y la salud de la mujer y permite interrumpir el embarazo con perspectivas muy
amplias.
En las diversas
escuelas del Budismo es esencial el respeto a la vida, a toda vida, y el
rechazo de toda violencia. También es esencial la intención con la que la
persona actúa y el autoconocimiento que cada persona tiene al actuar. Desde
estas perspectivas, hay una gran flexibilidad ante el aborto, considerando las
circunstancias muy variables en las que se toma la decisión.
¿QUÉ DICE LA
BIBLIA SOBRE EL ABORTO?
Los cristianos
-católicos, protestantes o miembros de cualquiera de las numerosas
denominaciones evangélicas- basan muchas de sus ideas religiosas en la Biblia.
Es interesante saber que en los 72 libros que componen la Biblia se menciona
una única vez el aborto, y en una cita de contenido legal-judicial.
Aparece en el
libro del Éxodo, segundo libro¬ del Antiguo Testamento: Si unos hombres,
durante una pe¬lea, golpean a una mujer embarazada provocándole un aborto, sin
que muera la mujer, serán multados según lo que im¬ponga el marido ante los
jueces. Si la mujer muere, pagarán vida por vida. Ojo por ojo, diente por
diente. (Éxodo 21, 22).
En los libros del
Nuevo Testamento no encontramos ninguna referencia. Ni en los evangelios ni en
las cartas de Pablo o de otros apóstoles, llenas de abundantes normas de
conducta. Jesús de Nazaret no enseñó nada sobre el aborto. Ni lo mencionó. No
deja de ser significativo que Jesús, que denunció con tanta firmeza a quienes
atropellaban la vida humana, despreciando a los enfermos y excluyéndolos,
condenando a las mujeres y marginándolas, que defendió a los niños, a los
leprosos, a las tullidas, a quienes tenían en riesgo su vida, jamás habló del
aborto.
La ausencia de
mensajes bíblicos sobre el aborto nos conduce a la responsabilidad que ante
cada caso de embarazo no deseado o riesgoso nos corresponde a cada una de
nosotras para hallar la mejor solución y la más justa respuesta ante nuestra
conciencia y ante Dios. Porque las Escrituras no nos dan ninguna orientación,
debemos buscarla y encontrarla nosotras mismas con nuestra inteligencia y con
nuestro corazón: con reflexión y con compasión.
¿QUÉ PENSAR DEL
QUINTO MANDAMIENTO, QUE ORDENA “NO
MATAR”?
El argumento más
frecuente que desde la Biblia se emplea para rechazar la interrupción del
embarazo es el quinto mandamiento de la Ley de Dios en las tablas de Moisés:
“No matar”. No matar es un principio ético en todas las re¬li¬¬giones. No matar
es un mandato que está inscrito en nuestras conciencias como una brújula moral.
Los humanos
entendemos que matar es una acción negativa. Pero también entendemos que no es
lo mismo matar que no salvar una vida. También entendemos que es justo matar
“en legítima defensa”. También entendemos que no es lo mismo cortar un árbol
vivo que no sembrar o no regar una semilla. En el aborto no se trata de matar.
Se trata de elegir entre vida y vida: qué vida salvar y qué vida perder, qué
vida mantener y qué vida no dejar que se desarrolle, qué calidad de vida
asegurarme y asegurar a otro ser con la vida de la que hoy dispongo, qué vida
es la que quiero para mí, para la familia que ya tengo, para una nueva vida que
debe comenzar con calidad y oportunidades.
¿Debe morir para
“no matar” una mujer que padece una grave enfermedad, que queda embarazada y
que sanaría con una operación en la que se perdería el feto? ¿Debe dejar
huérfanos a sus otros hijos? ¿Es matar no dar vida a un feto que tiene una
enfermedad incurable con la que tendrá que sobrevivir dolorosamente toda su
vida?
¿Debe venir a la
vida para sufrir y para hacer sufrir a quienes lo cuiden? ¿Es matar no dar vida
a un feto que tiene una grave malformación cerebral en una familia pobre que no
podrá atenderlo o en una familia donde ese niño será una carga insoportable
para sus padres y hermanos? ¿Es matar no dar vida a un feto con una enfermedad
incurable si su padre y su madre tienen miedo a lo que esa dolencia
condicionará para siempre sus propias vidas? ¿Es matar no dar vida a quien fue
fruto de violencia y de violación y es rechazado desde el vientre de su madre?
¿Es matar no dar
vida a quien es fruto de la violación de una niña? Nunca se trata de matar.
Siempre se trata de elegir entre una vida en potencia y una vida que ya está
desarrollada, que tiene derechos y deberes y que debe tener oportunidades de
desarrollarse más.
La voluntad de
suprimirle la vida a alguien y de provocarle la muerte por intereses, por odio,
por irresponsabilidad, está muy alejada de la decisión de una mujer que
interrumpe su embarazo. El mandamiento de “no matar” no cabe en este caso. No
se mata, sólo se está deteniendo una vida aún en proceso en beneficio de otra
que ya está viviendo. Sólo se busca la calidad de vida de quienes ya viven y la
potencial calidad de vida de lo que aún está en el camino de ser vida humana.
Naturalmente,
resulta muy difícil razonar desde esta perspectiva cuando una persona se
imagina a Dios como un juez inflexible y castigador, severo y exigente. O
cuando cree que la opinión de pastores y sacerdotes tiene mayor valor que lo
que le dice su propia conciencia. O cuando desconfía de sus propias ideas y la
han hecho sentir mala y egoísta.
Cuando en el
debate sobre el aborto incluimos la perspectiva religiosa, no debemos hacerlo
desde el mandamiento, la orden, la prohibición, el miedo y la culpa. Tampoco
debemos reducir la perspectiva religiosa a una discusión sobre textos bíblicos,
donde alguien argumenta con un texto y otro responde con otro texto y así una y
otra vez… La Biblia está plagada de textos contradictorios. Resulta un mejor camino
valerse de reflexiones compasivas, llenas de sentido común y poniéndose siempre
en los zapatos de la mujer que enfrenta el dilema. Nada más religioso que esa
conexión espiritual con nuestra propia conciencia o con los sentimientos de
otra persona. Nada más cristiano que la actitud de escucha y respeto.
¿QUÉ DICEN LAS
IGLESIAS CRISTIANAS SOBRE EL ABORTO?
Así como la Biblia
fue escrita totalmente por hombres, la doctrina de las iglesias cristianas
también ha sido pensada y elaborada siempre por hombres. Éste es un dato que
nos permite “sospechar” de los criterios teológicos que juzgan el aborto como
un crimen y que culpan y condenan a las mujeres que interrumpen embarazos
forzados o embarazos no deseados.
Como en las
iglesias cristianas siempre han mandado y decidido los hombres -sacerdotes y
pastores-, se han promovido siempre ideas masculinas y machistas en todo lo
referido a la sexualidad, la maternidad y la natalidad. Esto ha oscurecido los
puntos de vista de las mujeres, que son los que más se deben considerar y
valorar cuando se trata de la interrupción del embarazo.
Toda mujer está en
capacidad de decidir responsablemente sobre su embarazo. Éste es un punto de
partida indispensable para privilegiar el punto de vista de la mujer concreta
que está ante ese dilema concreto. Acompañarla a desarrollar esa capacidad, a
reflexionar y a decidir: eso es lo que haría Jesús. No la juzgaría y nunca la
condenaría sea cual sea la decisión que tome.
Las posiciones de
los pensadores cristianos en este tema han sido durante mucho tiempo muy
severas y totalmente sesgadas por el machismo. Martín Lutero, el gran hombre
que inspiró la reforma protestante, ni aún en caso de peligro de la vida de la
madre permitió el aborto. Razonaba así: No importa que las mujeres sufran o
hasta que mueran por parir. Porque para parir han venido al mundo. Otro ejemplo
de esta dureza y falta de compasión: cuando se descubrieron y empezaron a
emplear anestésicos y calmantes para aliviar el dolor de las mujeres en el
trabajo de parto, sacerdotes y pastores se oponían a estos medicamentos
justificándolo en que en el Génesis Dios le dijo a Eva: Parirás con dolor. Aún
hoy hay algunos que lo piensan así.
ENTRE LOS
CRISTIANOS HAY DIFERENTES
OPINIONES
Actualmente existe
una campaña, en la que participan católicos y buena parte de denominaciones
evangélicas, que han hecho de la oposición al aborto el tema central de la
moral, el principal “valor” de la ética, una opción fundamental del compromiso
cristiano. Esto ha creado una gran confusión, genera intolerancias, y
especialmente, desvirtúa totalmente el sentido de la fe y de la ética.
Por insistentes
que sean las opiniones de quienes plantean que interrumpir un embarazo es
“matar”, tenemos derecho a dudar de esas opiniones. Y a pensar y a actuar de
forma contraria a ellas basándonos en nuestra propia conciencia, una conciencia
informada, responsable y liberada. La teología cristiana siempre ha planteado
que en el caso de una duda racional tenemos no sólo el derecho, sino también el
deber, de decidir según lo que nos diga nuestra conciencia.
La interrupción
del embarazo es actualmente un tema de debate entre evangélicos y entre
católicos. En el catolicismo existen expresiones como el grupo Católicas por el
Derecho a Decidir, una organización de mujeres católicas con representación en
muchos países latinoamericanos, también recientemente en Nicaragua. Ellas
enseñan que lo que agrada a Dios es la decisión responsable a favor de la vida.
Está también, por ejemplo, Sacred Choices (Decisiones Sagradas), una
organización católica de Estados Unidos. Promueven entre las familias la idea
de que es tan “sagrada” la decisión de la mujer y del matrimonio de traer un
hijo al mundo como la decisión de interrumpir el embarazo.
La posición
oficial católica es particularmente rígida. No sólo rechaza el aborto. También
se opone a la anticon¬cepción, colocando así a las mujeres en un callejón sin
salida. Aun cuando se sabe que la planificación familiar, con los diversos
métodos anticonceptivos, es la mejor prevención del aborto, porque evita los
embarazos no deseados, la doctrina oficial católica se opone al control de la
natalidad con métodos artificiales y sólo acepta el método “del ritmo” -que
resulta ineficaz y complicado-, rechazando incluso la “píldora del día
siguiente”. El mensaje contenido en todas estas prohibiciones es que el destino
de las mujeres es aceptar “todos los hijos que Dios les mande”. Ninguna otra
religión comparte estas normas sobre la anticon¬cep¬ción. Y prácticamente todas
permiten y promueven los métodos artificiales de control de la natalidad sin
enseñar que su uso es contradictorio con las creencias religiosas.
Los grupos
religiosos que se oponen a una sana y liberadora educación sexual en las
escuelas contribuyen también a agravar los problemas. Por el desequilibrio de
poder que entre hombres y mujeres existe en nuestra sociedad, la falta de
educación sexual afecta siempre más a las niñas y a las mujeres. A menudo, la
falta de educación sexual conduce a embarazos no deseados, a embarazos forzados
y a abortos. De esta manera, quienes están contra el aborto terminan
promoviéndolo.
Teólogos,
sacerdotes, religiosas, incluso obispos, cuestionan y contradicen las
posiciones católicas oficiales en torno al aborto. Ésta es, por ejemplo, la
opinión del Cardenal Paulo Evaristo Arns, quien durante años fue arzobispo de
Sao Paulo, Brasil. Hablando sobre los embarazos forzados fruto de violación
dice: El consejo que deberíamos dar a cualquier muchacha que ha sido violada
es: vaya de inmediato al ginecólogo y haga el tratamiento. No espere a que el
niño se forme en su seno. Éste es el consejo que yo recibí de mi profesor de
moral hace cincuenta años.
Y ésta es la
opinión de la religiosa católica y teóloga bra¬sileña Ivone Gebara: La mujer no
está obligada a abortar o no, pero debe tener derecho a decidir. La sociedad
excluyente niega ese derecho a las mujeres pobres, desde el momento que les
niega el derecho a una educación sexual. Si una niña de quince años dice que no
puede seguir con su embarazo, la sociedad no tiene derecho a señalarla como
culpable, porque antes del embarazo la responsabilidad social no le fue
cumplida. Por eso estoy a favor de la despenalización del aborto, pero
acompañada por una educación sexual. Yo creo que los Estados no deben
criminalizar el aborto y deben darle condiciones a las mujeres que necesitan
abortar por propia elección para que puedan hacerlo en el menor tiempo posible.
LOS HOMBRES
COMETEN UN ABORTO MÁS GRAVE
Algunos argumentan
que con una legislación más amplia sobre el aborto habría en Nicaragua una
“carnicería” y el aborto se convertiría en “un vicio”. Este pensamiento esconde
la idea de que las mujeres son seres irresponsables, y que si interrumpen su
embarazo es porque son malas madres. Es ésta una idea que la realidad diaria
desmiente: en nuestro país son mayoría las mujeres que sacan adelante a sus
hijos y a sus hijas con una enorme generosidad, esfuerzos y responsabilidad,
mientras los padres de esas hijas y de esos hijos los “abortaron” en la
práctica: no reconociéndolos, abandonándolos y despreocupándose totalmente de
su suerte. Ese masivo “aborto masculino” debería de ser denunciado con firmeza
por las autoridades religiosas, pero no sucede así.
Algunos argumentan
que si el aborto se despenalizara, habría una total promiscuidad sexual. Y que
si se legalizara el aborto post-violación habría más violaciones sexuales. Tras
estos pensamientos se esconde una visión de la sexualidad humana forjada en
milenios de cultura patriarcal y machista. No sabemos, ni siquiera nos
imaginamos, cómo viviríamos los seres humanos nuestra sexualidad en sociedades
con equidad entre hombres y mujeres. Es la cultura machista, expresada en una
sexualidad vivida machis¬tamente -como un ejercicio de poder y de dominio y no
como un juego donde se comparte y se ama- la causa de muchos embarazos forzados
y en consecuencia, de muchos abortos. Es esa cultura machista la que debemos
analizar y superar si queremos evitar el aborto.
Tanto la
legislación sobre el aborto, como el debate sobre el aborto, deben privilegiar
siempre el punto de vista de las mujeres, y el punto de vista de cada mujer en
cada caso, con la plena confianza de que las mujeres saben decidir
responsablemente y deciden por la vida.
CONFIAR EN LAS
MUJERES Y DECIDIR POR LA VIDA Y PARA LA VIDA
Toda decisión
responsable ante la propia conciencia y ante Dios es una decisión por la vida.
Decidir responsablemente la interrupción de un embarazo no es pecado. Es una
decisión que debe ser respetada. Porque Dios la respeta. Es una decisión
coherente con el Dios de la Libertad y con el Dios de la Vida. La vida es vida
si la vivimos plenamente: Jesús nos dijo que Dios quería para todas sus hijas y
sus hijos vida y vida en abundancia.
Esto supone el
derecho de todo niño y de toda niña a venir a esta Nicaragua y a este mundo
siendo deseados. Esto supone el derecho de toda niña y de todo niño a vivir en
nuestro país y en nuestro mundo siendo amados. Esto supone el derecho de toda
mujer a decidir libremente cuando quiere tener una relación sexual y cuando
quiere que de esa relación nazca una nueva vida. Esto supone el derecho a
controlar la natalidad y a interrumpir el embarazo.
Tengamos confianza
en nosotras mismas, tengamos confianza en Jesús de Nazaret, que trató con tanto
cariño a las mujeres en un tiempo en que eran vistas como inferiores y
marginadas, y que propuso a mujeres y a hombres virtudes asociadas
culturalmente a las mujeres: el poder ejercido como servicio y como responsabilidad,
el perdón, la compasión, el cuidado, el amor. Tengamos confianza en Dios, que
no es un Dios Varón, que es Madre y es Padre, y tomaremos decisiones libres y
justas, decisiones responsables por la vida, por nuestra vida, y por la vida de
quienes deben nacer en libertad y por amor.
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