Hina Saleem

Hina Saleem era una joven de 21 años que fue asesinada por su propio padre el 11 de agosto. El padre había emigrado para trabajar en una fábrica en el 89 y la familia, de origen paquistaní, vive en Italia desde finales de los 90. Pese a la oposición de su familia Hina trabajaba en un bar donde se servían bebidas alcohólicas, se vestía siguiendo la moda occidental y tenía un novio italiano. La gota que colmó el vaso para su padre fue que Hina se negase a casarse con el hombre que él había escogido para ella – el qué dirán, el escandalazo que supone que una mujer paquistaní tenga sus propias ideas y tome sus propias decisiones, pudo más que el amor a su hija y no tuvo otra cosa mejor que hacer que degollarla y enterrarla en el patio trasero que la familia tiene en la región de Brescia (Italia) ayudado por su yerno y un tercer hombre no identificado. La madre ha salido en varias televisiones explicando que Hina era muy rebelde, salía sin decir a dónde ni con quién se iba y les daba muchos problemas. Cágate lorito.

Puedo entender que este hombre decidiera abandonar Pakistán y emigrar para labrarse un mejor futuro, tener dinero, que sus hijos accediesen a cosas que para él habrían estado hasta prohibidas como una educación universitaria. Lo que no entiendo es que lleguen a Italia y pretenda que su hija que comporte como si viviera en Pakistán, que no se adapte, que no absorba nada de la nueva cultura. Si tan mal se está en Italia ¿para que salió de su país? ¿Por qué no se volvió a Pakistán nada más llegar? No, lo que le pasó es que seguramente iría y vendría de Pakistán a Italia al menos una vez al año, cargado de regalos y dándoselas de rumboso por vivir en un país extranjero. Lo de apalabrar a la hija para casarla con el hijo de quien fuese era una forma más de demostrar el gran triunfador y macho que era y lo bien que le iban las cosas. No contaba con que la niña no iba a pasar por el aro y tampoco contaba con que el novio de la hija denunciaría su desaparición a la policía.

Casos como este me ponen de los nervios. Hay que ser muy cerrado de mente para vivir en un país durante más de 15 años y no adaptarte a las costumbres locales, coger sólo lo que te interesa (dinero, educación para tus hijos, acceso a la sanidad pública) y encima creerte en el derecho de matar a tu propia hija como si no hubieras salido nunca de tu pueblo en Pakistán.

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