Sadaf rompe moldes
© Sadaf
Zafar, Carmen Morán, El País
- Una
paquistaní de 18 años empieza la carrera de Medicina en Córdoba a pesar de la
oposición de sus compatriotas
- "Quiero
que mis amigas vean que se puede ser médica sin renunciar a la cultura"
Sadaf
Zafar ha acabado brillantemente el bachillerato y este año empieza la
Universidad. Dicho así, de una chica de 18 años, la cosa no pasaría de un frío
número en las estadísticas de estudiantes españoles, pero detrás de ese nombre
paquistaní hay una trayectoria llena de méritos, de ella y de su familia. Llegó
con siete años y tres hermanos siguiendo la senda laboral del padre. Se
asentaron en Sonseca, un pueblo de Toledo de unos 11.000 habitantes y una
fructífera industria del textil y la madera que ya mira de reojo el declive. El
maestro de matemáticas, Paco Caballero, impidió que aquella niña cursara las
clases especiales destinadas a la incorporación de los inmigrantes. "Era
más lista que el hambre", dice. Y pasó directamente al curso ordinario que
le correspondía con la idea ya en la cabeza de que sería médica de mayor. El
lunes, con el Ramadán recién estrenado, iniciará su vida universitaria en la
Facultad de Medicina de Córdoba, lejos de casa pero con sus principios
culturales y religiosos bien asentados, parece.
A
medida que la niña crecía, sus amigas paquistaníes iban abandonando la escuela
y enterrando en casa bajo siete llaves talentos inacabados, para rabia de
algunos profesores. La familia de Sadaf decidió que no ocurriría lo mismo con
su hija. Y no han sido pocas las miradas que les han observado desde entonces.
La muchacha se acostumbró a llamar la atención de los lugareños, porque, al
principio, les miraban "raro", y eso que ella cambia la ropa propia
de su tierra por los vaqueros y la camiseta cuando va a clase. Han sido más
duros los juicios de la propia colonia paquistaní, numerosa en el pueblo. No
entienden que un padre dilapide su dinero mandando a la hija a la Universidad,
cuando debería estar recogida en casa hace muchos años. Así actúan los demás,
es la costumbre.
Pero el
maestro de matemáticas dice que en esa casa la madre tiene un mérito especial y
ha sabido remar contra corriente. Ella misma salió a trabajar con su marido a
la fábrica de madera; tampoco eso estaba bien visto. Así que Sadaf no sólo es
la primera de todos los inmigrantes del pueblo que llega a la Universidad, algo
que podrían haber hecho sus hermanos, sino que es la primera muchacha
paquistaní que cruza esa delicada frontera. Y ése es un dato que también
sorprende a las frías estadísticas de estudiantes extranjeros, porque sólo hay
cuatro más de su país estudiando en universidades españolas. Con los 18 años
cumplidos, ya tiene carné de conducir y un coche aparcado en la puerta para ir
y venir a Córdoba. Convertirse en una buena cardióloga le puede llevar siete u
ocho largos años. Después, la familia elegirá para ella un marido en Pakistán.
La madre baja la cabeza como pensando "ya sé que esto no se entiende muy
bien", e inmediatamente dice: "Que también le guste a ella".
Pero Sadaf sólo piensa ahora en los estudios y ni siquiera sabe si se siente
española. En el país de sus padres y abuelos sólo ha pasado dos cortas vacaciones,
pero conserva las costumbres, no sale por las noches de marcha y colabora como
una buena chica con sus compatriotas en las fiestas que montan. "No he
querido pasar la barrera de la cultura, quiero que ellas vean que se puede ser
médica sin tener que renunciar a nada".
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