Prevención de VIH y travestismo: un escenario de categorías en crisis

© Victoria Barreda, Virginia Isnardi
Fuente: "Sexualidad, Estigma y derechos humanos. Desafíos para el acceso a la salud en América Latina" de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (ISBN 9972-806-25-1).


El presente trabajo analiza las dificultades que presenta la prevención del VIH/SIDA dentro de un grupo de travestis que se dedican a ejercer el trabajo sexual. Para ello, discute el alcance de algunos conceptos teóricos frecuentemente utilizados en el abordaje de estrategias de prevención del VIH/SIDA, provenientes tanto de la epidemiología como de la perspectiva de género.

La experiencia de trabajo concreta a partir de la cual proponemos este análisis surge de las acciones de prevención llevadas a cabo durante los años 2002 y 2003 desde la Coordinación Sida en el Hospital Muñiz, dirigidas exclusivamente a población travesti y desarrolladas a través de un espacio de reunión semanal denominado "Grupo Tacones", el cual fue coordinado por profesionales de la Coordinación Sida y una promotora de salud travesti.

Las acciones de prevención allí desarrolladas estuvieron guiadas por el objetivo de desarrollar un trabajo de prevención primaria y secundaria de VIH/SIDA en población travesti, a partir del reconocimiento de su situación de vulnerabilidad, marginalidad, trabajo sexual, bajo nivel de escolaridad y fuerte estigmatización social, condiciones que se asocian a una alta prevalencia del VIH/SIDA como resultado del entrecruzamiento de todos estos factores. La metodología de intervención que se implementó tuvo un carácter fuertemente exploratorio, debido a la ausencia de experiencias anteriores similares, e incluso, a la poca producción teórica relacionada a estas formas de intervención.

Es a partir de las acciones de intervención hasta aquí reseñadas que toman impulso las reflexiones que guiarán este trabajo. Los presupuestos teóricos que en un principio guiaron el diseño del mismo, fueron los siguientes: por un lado, la necesidad de problematizar las formas tradicionales y generalizadas con las que –desde el modelo preventivo basado en conceptos epidemiológicos– se asume la idea o presupuesto de lo que podríamos llamar, "una universal interpretación de los conceptos de ‘cuidado’ y ‘riesgo’". Esto es, la creencia de que ambos conceptos serán comprendidos por todos los destinatarios del mensaje de la misma manera. Por otro lado, se hizo evidente que para el desarrollo de las acciones de prevención en población travesti, resultaba necesario incorporar nociones desarrolladas por los estudios culturales y de género, haciendo énfasis en la importancia que adquiere la identidad de género y a partir de allí, considerar el modo particular en el que las travestis interpretan las nociones de ‘cuidado’ y ‘riesgo’. Desde el inicio de la epidemia del SIDA hasta nuestros días, el modelo médicoepidemiológico ha reunido en una única categoría –la homosexual– una diversidad de identidades socio-sexuales con características de morbimortalidad bien diferentes. Entre ellas, una de las más afectadas fue la población travesti. El impacto de la mortalidad por SIDA ha sido muy alto en este grupo y en la actualidad también lo es el porcentaje de travestis que conviven con el virus. Su vulnerabilidad frente al VIH/SIDA y el impacto de la epidemia en sus vidas, fueron tomadas como cuestiones secundarias, rodeadas casi siempre por el silencio y el rechazo asociado a una sexualidad "ambigua" "promiscua" y "desviante".

Desde esa perspectiva, la mayoría de programas de prevención del SIDA han centrado su atención en la homosexualidad masculina, permaneciendo indiferentes sobre cuestiones relativas a la particularidad de la epidemia dentro de este grupo. A pesar de varias iniciativas que comenzaron a ser tomadas a partir de los años 90 por algunas organizaciones militantes gays ligadas al tema SIDA, podemos señalar que la falta de programas de prevención para responder adecuadamente a la rápida diseminación de la epidemia del VIH/SIDA, facilitó que ésta continuara creciendo, alejándose cada vez más de las posibilidades de prevención y control.

A mediados de los 90 el SIDA entre las travestis aparece fuera de control y las posibilidades de revertir esa situación en el corto plazo parecen muy poco probables. Se trata del resultado de una compleja interacción entre cuestiones relacionadas con su vulnerabilidad social, junto a políticas públicas de salud que han minimizado su peso relativo en la epidemia, impidiendo de esta manera contar con datos cuali-cuantitativos. El travestismo aparece entonces como un "vacío" en el lenguaje de las ciencias y las estadísticas a través del cual se pretende negar su existencia como un "otro". Pero es un "otro", sin embargo, que en un constante gesto de visible ruptura, irrumpe en la escena social y nos genera fuertes interrogantes.

Vivimos en una cultura que trata desigualmente a hombres y mujeres. Una cultura que transforma la diferencia en desigualdad social. ¿Qué puede esperarles desde esta concepción, a aquellos que decidieron transgredir los mandatos de la ‘madre naturaleza’ y cuestionar la ‘indiscutible biología’? Las travestis, al buscar transformarse corporal y subjetivamente y construir una identidad a partir de los signos femeninos contribuyen al cuestionamiento de las ciencias médicas en la sociedad moderna, manipulando tecnologías de producción de nuevos cuerpos con nuevos significados.

Así, un fuerte componente social de rechazo y discriminación las atraviesa, siendo el ámbito y las políticas de prevención una dimensión más de exclusión entre todas aquellas que padecen. Cabría interrogarnos entonces: ¿dónde se asienta este fuerte sentimiento de rechazo y omisión? Quizás en la negación y rechazo hacia todo tipo de sexualidad errática e improductiva (de la cual el travestismo podría ser uno de sus exponentes) impuestos según los criterios de la norma heterosexual dominante, con la cual acuerdan aparatos científicos, religiosos y jurídicos; y a partir de los cuales se fue estructurando nuestra idea del "deber ser" en la vida en sociedad.

Las travestis al desafiar las prácticas y representaciones que son socialmente aceptadas sobre la sexualidad, el género, el cuerpo, las relaciones afectivas, la constitución de la familia y el trabajo, se convierten en blanco de una fuerte discriminación y estigmatización social. Es dentro de este complejo marco socio-cultural donde deben ser interpretadas, analizadas y formuladas las acciones de prevención de VIH/SIDA. Veamos entonces cuáles son las categorías de abordaje que se construyen desde los modelos epidemiológicos y de qué forma se relacionan con la prevención del VIH/ SIDA en la población travesti:

El modelo preventivo se sostiene sobre dos ideas fundamentales, la noción de percepción de "riesgo" y la noción de idea de "cuidado". Partiendo entonces de la base que para adoptar una actitud preventiva frente a la posibilidad de infección por el VIH, ésta depende de la información que se tiene, de la identificación y reconocimiento de riesgos personales a que cada uno está expuesto, y de la actitud de protección que cada uno asuma, debemos reconocer que la internacionalización de estas nociones depende de una multiplicidad de procesos directamente vinculados a las experiencias cotidianas de los sujetos que, para el colectivo travesti, se presenta de una manera particular.

En el marco generalizado de exclusión en el que las travestis desarrollan sus vidas, tener VIH, morir de SIDA, no usar preservativo, infectarse o reinfectarse con el virus, pareciera formar parte de un solo "registro" de percepción. Estas realidades, se presentan ante las travestis como una suerte de "destino" que ninguna acción por ellas implementada puede cambiar. Este no-registro subjetivo del riesgo de exposición opera entonces como una suerte de fatalidad por la cual las travestis no parecen tener "futuro" sino "destino", el de morir por una posible infección por VIH o por las diferentes situaciones de violencia que rodean sus vidas.

La consideración de la sexualidad como "factor de riesgo", desde un enfoque epidemiológico y su traducción en forma directa a las estrategias en el marco de la prevención, ha demostrado sus dificultades y limitaciones con respecto a la significación que para las travestis ésta adquiere. Consideramos que la internacionalización de las nociones de "cuidado" o "riesgo" que los sujetos puedan adoptar, nunca puede interpretarse de manera desvinculada del mundo social del que forman parte. El riesgo individual se encuentra inmerso en una estructura que hace que algunos grupos sean más vulnerables a infectarse que otros. Esta vulnerabilidad diferencial refleja la vulnerabilidad estructural de los grupos oprimidos, estigmatizados, marginados y o explotados. (Manzelli & Pecheny, 2002)

La vinculación entre la sexualidad travesti y el binomio peligro/riesgo, es algo con lo que se convive cotidianamente de manera tal que el riesgo por infección de VIH, se convierte en uno más entre tantos otros, que van por delante del VIH. En este sentido, las acciones de prevención de VIH/SIDA orientadas hacia la población travesti, deben preguntarse sobre los alcances y significados que la palabra ‘riesgo’ implica para este grupo. Sometidas a duras condiciones de existencia y trabajo, en medio de un escenario de violencia, clandestinidad y "rufianismo", el SIDA es uno de los tantos riesgos posibles en su cotidianidad. Para las travestis que ejercen el trabajo sexual, la prioridad, más que preocuparse por consecuencias futuras de las prácticas del presente –entre las que puede interpretarse el cuidado de la salud– es preservar su integridad física, constantemente amenazada por la violencia social, la cual las instala en la necesidad de sobrevivir diariamente.

La idea de prevención requiere de un pensamiento anticipatorio que permita visualizar un futuro, implica interponer una idea de futuro o una racionalidad al deseo. Así, la posibilidad de asumir la idea de protección en pos de un proyecto, difiere significativamente de quien asume los riesgos de la ‘noprotección’, en pos de la supervivencia del presente. Frente a estos desencuentros entre aquello sobre lo que se sostiene cualquier programa de prevención y las condiciones, significaciones y prácticas que atraviesan al colectivo travesti, es que nos propusimos desarrollar acciones de prevención teniendo en cuenta aquellos aspectos ampliamente desestimados por el modelo médico-epidemiológico. Las categorías de género e identidad sexual orientaron nuestro trabajo en esa dirección.


Género y travestismo. ¿Cómo interpretarlos?

Tomaremos como punto de partida una de las definiciones dada por Scott por la cual "el género es una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado" (Scott,1993: 22) Esta definición, problematiza el análisis acerca de cómo el ‘hecho natural’, que implica las diferencias sexuales biológicas, está vinculado con las construcciones de género. Este enunciado nos sirve en tanto compromete aquellas tres dimensiones de análisis incluidas en él, es decir: el género, el cuerpo y la sexualidad; y viene justamente a problematizar la relación entre el primero y las diferencias sexuales anatómicas.

La diferencia sexual, de acuerdo con Lamas, es una realidad corpórea, objetiva y subjetiva a partir de la cual cada cultura elabora una determinada simbolización cuyo resultado será su específica construcción de género. Ésta, a su vez, será reinterpretada por los actores sociales de maneras diferenciales, dando margen a distintas combinaciones dentro de los elementos ofrecidos por el sistema cultural del que forman parte, pero siempre según códigos de significación dominantes.

Desde esta perspectiva, el travestismo rompe con una matriz de inteligibilidad heterosexual, cuestionando la idea de género como constructo cultural derivado de la diferencia sexual anatómica. Devela la extrema debilidad del vínculo determinista entre sexo biológico y rol de género ya que no solo interpela la idea de que a cada género le corresponde un sexo, sino también la idea de ‘cuerpo’ como ‘naturaleza’. (Barreda, Fernández & Fernández, 2000).

Las travestis construyen una identidad de género a partir de los signos culturales asignados a la categoría mujer y parece no haber innovación en ésta. Gran parte de los rasgos del estereotipo mujer aparecen reivindicados en sus discursos y en algunas de sus prácticas: sensibilidad, intuición, feminidad, delicadeza, el gusto por el maquillaje, los vestidos, entre otros. La construcción del género femenino que la travesti realiza consiste en un complejo proceso en el plano simbólico y físico de adquisición de atributos interpretados como femeninos. Los primeros pasos consisten en adoptar algunos signos exteriores de la mujer, entre ellos podríamos mencionar la vestimenta y el maquillaje. Posteriormente, se va produciendo, en forma paulatina, la ‘transformación del cuerpo’. El cuerpo de la mujer comienza a ser emulado, no solo en su apariencia sino también en sus formas. Para ello, se inyectan siliconas y se someten a diversas intervenciones quirúrgicas que tienden a modelar ciertas zonas corporales como los pechos, glúteos, piernas y rostro. Esta nueva imagen se acompaña con la adopción de un nombre femenino que se utiliza como reconocimiento dentro y fuera del grupo.

El cuerpo se reinventa, transformándose en una superficie en la cual se inscriben ciertos signos femeninos. Así, las travestis (varones travestidos como mujeres) se fabrican un cuerpo sexuado con independencia de los genitales que portan (en la mayoría de los casos no reniegan de ellos) a partir de la producción del cuerpo de las mujeres. Su cuerpo no está limitado y constituido por las marcas del sexo biológico. El cuerpo travesti parece un cuerpo producido desde una mirada que fetichiza el cuerpo de las mujeres a partir de su fragmentación. (Barreda, Fernández & Fernández, 2000) Sin embargo, la apropiación que realiza el travestismo de los atributos considerados exclusivamente como "femeninos" en un cuerpo anatómicamente masculino, supone un constante y profundo proceso de reinterpretación pero que no se inscribe dentro de los límites demarcados como "lo aceptado o aceptable", sino que realiza, sin duda, molestas combinaciones e interpretaciones sígnicas.

Ya que el cuerpo travesti es un cuerpo de hombre femenino, no es percibido como un cuerpo de mujer. Las travestis no solo no quieren ser mujeres sino que tampoco quieren poseer cuerpos de mujeres, a pesar que éste sea para ellas su principal referente de lo femenino. Las travestis se sienten femeninas, pero un femenino diferente, otra posibilidad del femenino que contempla en sí también lo masculino. (Silva, 1993)

Ellas desarrollan diversas intervenciones y técnicas para la producción de lo femenino en sus cuerpos, pero –entiéndase bien– es un femenino que no es antagónico al masculino. La experiencia de ser femenina en un cuerpo de hombre es cualitativamente diferente a la experiencia de ser femenina en un cuerpo de mujer. Las travestis corporizan los procesos de adquisición de género de forma totalmente nueva y diferente, porque de la misma forma que conciben su identidad de género y consecuentemente su identidad social, de forma ambigua, así también perciben su cuerpo. Éste es necesariamente ambiguo, con características masculinas y femeninas, natural y artificialmente producidas.

Tal como lo señala Butler, el travesti es una doble inversión que dice ‘la apariencia es ilusión’ (Butler, 1990). La travesti dice mi apariencia exterior es femenina pero mi esencia interior (el cuerpo) es masculina. Y al mismo tiempo simboliza la inversión opuesta: mi apariencia ‘exterior’ es masculina pero mi esencia ‘adentro’ mío es femenina. Ambas afirmaciones sobre la verdad se contradicen la una a la otra y, por lo tanto, desplazan toda la puesta en acto de las significaciones de género a partir del discurso de verdad y falsedad. La originalidad de la sexualidad travesti ha sido la construcción a través de su género y de su sexo de una heterosexualidad corpórea en sí misma. Si el género es una categoría social, impuesta sobre un cuerpo sexuado, la interpretación que realiza la travesti en torno a la diferencia sexual demuestra que género y sexo están disociados. Considerando también al cuerpo como eje de análisis entendemos que en el caso del travestismo, éste se convierte en el locus donde se debate la separación y la inclusión entre aquello considerado del orden de lo anatómico-fisiológico y aquello considerado del orden de la cultura. De acuerdo a ello, nos perdemos entonces cuando intentamos definir su identidad, nos deslizamos con rapidez de un objeto a otro, de un tema a otro; de hombre a mujer, de feminidad a afeminación, de lo real a lo imaginario, de lo dado a lo actuado.

Si el cuerpo no es una cosa sino una experiencia, cabe preguntarnos, ¿cuál es el cuerpo vivido o experimentado por las travestis; el que pertenece al orden del imaginario simbólico, o el que pertenece al orden de lo real, en relación a su genitalidad? Esto da cuenta de la enorme magnitud de las preguntas que aquí nos formulamos, enormidad que nos excusa de la obligación de dar una respuesta. Sin embargo, es sobre estos interrogantes que debiéramos volver a repensar las estrategias de prevención en relación al VIH/SIDA.

Si partimos del supuesto que los conceptos teóricos deben ser entendidos como "herramientas" a partir de las cuales pueden ser explicados y comprendidos aspectos de la realidad social para, desde allí, intervenir sobre ella, muchas de las categorías utilizadas han demostrado sus limitaciones. En el momento de intentar realizar acciones de prevención dentro de este marco, un sinfín de significados –no del todo claros– entran en juego. A través de la defensa de la identidad de género travesti, desde las cienciassociales, hemos reivindicado todo aquello que emulan, en pos del derecho a la diversidad y el respeto por una identidad. Sin embargo, a la hora de desarrollar programas o acciones en prevención vinculados con las prácticas sexuales de los sujetos, la realidad es más compleja que la tranquilidad que nos producen nuestras deliberaciones académicas. Al interactuar con travestis, somos testigos del continuo desplazamiento entre aquello que podríamos llamar lo "emulado/vivido" en la puesta en escena social, y lo "vivido/emulado", en la puesta en escena íntima4. Aquello que en la parodia social aparece silenciado, oculto, invisibilizado, forma parte también de su realidad cotidiana.

¿Cuáles son los alcances y cuáles los límites de trabajar en prevención teniendo exclusivamente en cuenta la emulación de lo femenino? Tal como lo señalamos anteriormente el cuerpo no es una cosa sino una experiencia; es, por lo tanto, una experiencia que también está atravesada por la dimensión de lo masculino. A modo de ejemplo, podríamos señalar las preocupaciones por la calvicie, el semen, el temor al cáncer de próstata, las ITS, entre otras. Todas ellas interpelan nuestro abordaje preventivo. A partir de ello, deberíamos entonces comenzar a preguntarnos acerca de aspectos tales como: ¿Qué ideas y representaciones acerca de su propio cuerpo tienen las travestis?, ¿es un cuerpo "externo", visto exclusivamente desde la superficie o perciben también el registro "interno" de sus cuerpos? ¿Cuáles son y cómo conciben, los límites materiales y representacionales de su propio cuerpo?


Algunas reflexiones finales

De acuerdo con Toro-Alfonso podríamos decir que en parte reafirmando la norma heterosexual y en parte recreando identidades, las travestis juegan con las normas de género de tal forma que resulta una extraña fuente devulnerabilidad para ellas. Las travestis irrumpen la tranquilidad de lo aparentemente "natural" subvirtiendo el orden de las cosas y creando un fuerte sentimiento de rechazo, burla y estigmatización en la mayor parte de la sociedad. Simultáneamente, una gran confusión se apodera de nosotros, se configura un espacio ausente de respuestas donde la medicina se aferra a lo biológico, las ciencias sociales a la cultura y finalmente las travestis a su propio discurso.

Dentro de este contexto, en el que la identidad travesti y la prevención del VIH/SIDA necesariamente se entrecruzan, nada aparenta estar definido y lo que buscamos es algún tipo de guía que oriente nuestro trabajo. Cuando lo miramos desde una mayor proximidad e interactuamos con travestis, podríamos decir que ello se convierte en una suma de preguntas para las cuales no tenemos demasiadas respuestas y que, en su reemplazo, actuamos con categorías que nos resultan más familiares, seguras, estables y menos perturbadoras y/o cuestionadoras.

Si el cuerpo de las travestis nos hablara… pero no habla. No dice absolutamente nada porque está manipulado siempre por una voz en off que dicta lo que las travestis deben ser. Es la voz sin cuerpo, la frágil voz que se aferra al género.


Los cuerpos no articulan palabra y acaban por convertirse en el vehículo de las diferentes voces en off, entre aquellos que reivindican un puro esencialismo biologicista hasta los que le reconocen, en su identidad periférica, una metáfora de identidades superpuestas y canjeables, enfrentando los sistemas de categorización de la identidad normativa. Quizás, tal como lo señalara Toro-Alfonso, es posible que en el campo de las ciencias, el conflicto entre "la esencia" y "la identidad construida" nos mantenga ocupados por mucho tiempo.

Comments

Popular Posts