Anorexia en las favelas brasileñas

© Iñigo García, El Mundo
Fuente: http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2007/383/1169664712.html

ANOREXIA | “PASARELA” EN LA FAVELA BRASILEÑA
EL SUEÑO DE LAS NIÑAS MODELO TENÍA UN PRECIO

- En Brasil nacer guapa es el mejor pasaporte para salir de la miseria. Asistimos a una clase de modelaje para niñas en una favela de Río de Janeiro, una ciudad plagada de concursos en los que muchas madres obligan a sus hijas a adelgazar drásticamente. La anorexia ha acabado con la vida de cinco niñas en los últimos meses.
- La alfombra roja está en la sede de la ONG Viva Río.


Una alfombra de color rojo recorre el centro de la sala de un extremo a otro. Desde la calle llegan ecos del caos al que Río de Janeiro parece condenado para siempre. El calor y la humedad son sofocantes. Sobre el tapete rojo, niñas de extremidades largas, finas, flexibles, vienen y van –la cabeza erguida, los hombros rectos, una mano a la cintura, la cadera en movimiento– ensayando posturas y mirando con fijación al frente, hacia una cámara imaginaria.

Caminan con el paso firme sobre unos zapatos de tacón que se intercambian entre ellas –no hay para todas– con dulzura. A veces, sonríen y en la boca de alguna asoma una ortodoncia. Ninguna pasa de los ?7 años. Humbert Humbert [protagonista y narrador de la novela Lolita, de Nabokov] lloraría de placer, o de dolor, ante la escena.

En una esquina, sentadas ante una mesa repleta de bebidas azucaradas, están las madres de las niñas. Son madres obreras, madres coraje, señoras madres a las que el trabajo duro, el sufrimiento y las penurias arrebataron hace tiempo el brillo que hoy desprenden sus hijas.

Han venido desde Cidade de Deus, São João de Meriti, Cantagalo, Maré o alguna de las cientos de favelas que proliferan por todos los rincones de Río de Janeiro y están aquí para acompañar a sus hijas en su sueño, trabajar como modelos.

Violencia. Ésta es la escuela de modelaje Lente dos Sonhos (lente de los sueños, en español), una iniciativa surgida hace cuatro años en Cidade de Deus, la favela retratada por Fernando Meirelles en la película del mismo nombre que asombró al mundo al representar descarnadamente el ambiente de crimen, violencia y drogadicción de esta gigantesca barriada situada al oeste de Río.

Hoy Cidade de Deus no exhibe el glamour cool y funky que Meirelles retrató en el filme a ritmo de videoclip. Quizá nunca fue así. Lo que se aprecia es más bien un barrio paupérrimo, sucio, descuidado, desorganizado, olvidado, igual a los miles que existen en cualquier gran ciudad latinoamericana, africana o asiática. Pero, como en la mayoría de ellos, la violencia descrita por el cineasta es real. Todas aquí, alumnas, profesoras y madres, la conocen de primera mano.

Ejemplo: Ludmila Gomes –22 años y ex modelo– vio morir en 2003 a su madre, Clarice, de 59, a la puerta de su casa, cuando le alcanzó un disparo en un tiroteo entre policías y narcotraficantes. Una más de la interminable estadística de muertos por armas de fuego que cada año se despachan en Brasil con la expresión “bala perdida”.

Poco antes, en 2002, Ludmila –o Mila– había posado, junto a Gisele Guimarães (hoy modelo profesional de la agencia Elite y coordinadora de Lente dos Sonhos), en la favela para el fotógrafo y educador social Tony Barros. A partir de aquella sesión, surgió la idea de crear Lente dos Sonhos, con la intención de ofrecer a las niñas de la favela la posibilidad de acceder al disputadísimo mercado de las modelos y aprovechar su interés en ello para concienciarlas y educarlas socialmente. Ludmila ha abandonado la carrera. “Lo dejó por amor y porque se impacientó. Encontró un novio extranjero que le paga un apartamento fuera de Cidade de Deus”, explica Gisele, la que fuera su compañera de trabajo. “Ya no necesita el dinero. Tiene mejores condiciones de vida”, afirma.

“Desde niñas quisimos ser modelos, pero hemos nacido y nos hemos criado en la favela, y los obstáculos siempre han sido mucho mayores para nosotras”, añade Gisele. “No podíamos pagarnos la mayoría de las clases, así que ensayábamos desfiles en casa, imitando a los que veíamos en la televisión. Después llegaron algunas becas y trabajos esporádicos. Pero sigue siendo muy complicado. No había dinero para un book, para pagarme el transporte y acudir a los castings, para comprarme ropa y zapatos, arreglarme el pelo, las uñas, cuidarme la piel. Hoy, el dinero manda, lo resuelve todo. Y la mayoría de las que van a los castings para conseguir trabajos son niñas de papá”, cuenta.

En Lente dos Sonhos se paga una cantidad mínima por las clases de modelaje, pero quien no puede, no lo hace.

Lolitas. Mientras Gisele relata los problemas que tuvo con su madre –de religión evangélica– para que aceptara que quería ser modelo, las lolitas de favela siguen caminando sobre la alfombra, aprendiendo todas ellas a quitarse una chaqueta andando, a colocar el cuerpo en el momento de parar, a dar la vuelta con movimientos antinaturales que deben parecer naturales, a ser sexy, a parecer mujeres...

Quien las dirige, corrige y da ánimos es la menor de todas (sólo ?? años), pero una de las más bellas. Alda nació en 1996, y dice que sabe que quiere ser modelo desde los 6 años. Conoció el proyecto de Lente dos Sonhos un domingo en su casa, viendo la televisión. Apareció el fotógrafo Tony Barros animando a todas las niñas que quisieran trabajar en moda a inscribirse en esta escuela, y dio un número de teléfono. Alda, que ya había asistido a varios cursos de modelaje, llamó y se inscribió. Poco después ya era profesora.

Gisele Bundchen, Daniela Cicarelli, Raica... Son los buques insignias de la industria del modelaje en Brasil, un país que cada año entrega cientos de mujeres a un mercado que siempre pide más, un país que ha hecho de la promoción de la belleza de sus gentes una industria, y también una sociedad que no ha resuelto gravísimos problemas de pobreza y convivencia, pero que dedica al culto al cuerpo unos esfuerzos ingentes.

Brasil es, tras Estados Unidos, el lugar del mundo en el que más mujeres se someten a operaciones de cirugía estética. Aquí cabe que Ivo Pitanguy –cirujano carioca de gran fama internacional por cuya consulta pasan las famosas y famosos de Europa y Norteamérica– dedique unas horas a la semana a operar gratis a mujeres de la favela insatisfechas con su cuerpo. Se diría que las hembras brasileñas han pasado de defender su derecho a intentar ser bellas a soportar la obligación de serlo. Y ya hay consecuencias. En los últimos dos meses han fallecido, por problemas derivados de la anorexia, cinco jóvenes que eran o aspiraban a ser modelos.

“Lo más difícil es dominar los nervios, aguantar la ansiedad, la presión”, explica una mujer que prefiere permanecer en el anonimato. Gisele lo corrobora. “Es muy duro. Antes existían prejuicios, pero la prensa glorifica la profesión, y ahora todas las niñas, también en la favela, quieren triunfar en la moda, igual que todos los niños quieren ser futbolistas. Así que, cada año, surgen miles: blancas, negras, mulatas, todas guapísimas, altas, delgadas… Hay gran competencia”.

Pronto se unen a la conversación las madres de las aspirantes a ser la próxima Gisele Bundchen. No todas están seguras de que entrar en la carrera para ser modelo haya sido la mejor idea para sus hijas. “Fue su hermano el que le metió en la cabeza lo de la moda. A mí no me hace ninguna ilusión, pero qué le voy a hacer. Hay algunas que por genética tienen la altura y las medidas adecuadas, sin embargo, no es el caso de mi hija. No va a conseguir nunca adelgazar ni llegará a tener las medidas perfectas, pero sigue en esto”, cuenta resignada Rosa.

Recordar los orígenes. La madre de Alda, masajista, con su marido en paro, que hace horas extras para pagarle la carrera de modelo a su hija, interviene: “Lo que hay que hacer es animarlas. Claro que es muy cansado, estresante, pero hay que tener fe en que lo conseguirán. Eso sí, ya se lo he dicho a mi hija: cuando seas una gran modelo tienes que acordarte de tu familia, de dónde vienes, de la gente sin dinero”, asegura.

Convencidas de que una hija guapa puede librarles de la pobreza, miles de madres presentan a sus hijas al sinfín de castings que se realizan cada año por todo Brasil. “Ha habido madres que han llegado a la agencia ofreciendo a su hija para ser modelo y, ante el argumento de que la altura de la niña era insuficiente, la mamá decía que le podrían implantar a la niña una prótesis en las piernas. Pero el más común es el caso de las que prometen hacer adelgazar a su hija hasta ?5 kilos para que encaje en el biotipo de una profesional. Por supuesto, rechazamos esas ofertas”, afirma Décio Restelli Ribeiro, presidente de la agencia Ford Models Brasil.

Incluso, aunque muchas de estas adolescentes lleguen a trabajar como modelos, es obvio que pocas alcanzarán fama y dinero. Es más, los trabajos de modelaje no conseguirán nunca sacar a la mayoría de ellas de la pobreza. Por posar para una revista, se cobra en torno a unos 70 reales la hora, cerca de 25 euros. La São Paulo Fashion Week, el evento más importante de la industria de la moda en toda América Latina, paga a las novatas unos 400 reales por desfile (?40 euros) y un showroom de cualquiera de las marcas o tiendas brasileñas de lujo entrega a estas niñas entre 200 y 400 reales por un día de trabajo (entre 70 y ?40 euros). Las agencias, además, suelen llevarse el 30% de los honorarios.

Pero, ante el brillo que desprenden en revistas y televisiones las Bundchen, las Cicarelli y compañía, estos sueldos no desaniman a nadie. Ford Models Brasil organiza cada año un concurso de futuras modelos. En la última edición, 600.000 niñas brasileñas se presentaron a las pruebas. Sólo una fue elegida para ser enviada a Nueva York, ciudad en la que se disputaba la final entre representantes de todos los países donde esta agencia tiene delegaciones.

De las ?5 finalistas de la edición brasileña, ninguna era negra u oriental, y sólo tres de ellas eran hijas de empleadas domésticas, probablemente el empleo más extendido en el universo femenino brasileño. “El mercado quiere modelos con biotipo europeo, con al menos ?72 centímetros de altura y delgadas, bien delgadas”, explica Ribeiro, presidente de Ford Models Brasil.

Futuro incierto. Volvemos a la alfombra roja de Lente dos Sonhos, la escuela de modelos sin afán de lucro de Cidade de Deus. Es evidente que algunas de las niñas que se esfuerzan sobre los tacones, guapas, incluso guapísimas, no llegarán nunca a trabajar en las pasarelas. “La escuela necesita que las modelos despeguen. Creo que muchas de ellas pueden llegar a lo más alto. Si una no es buena para la pasarela es buena para fotografías; si no es buena para la cámara, sus pies, manos o cabellos merecen la pena. Siempre hay algo en ellas”, explica Gisele.

¿No están sometidas a demasiada presión? “Nuestro objetivo es crear modelos con contenido, con cabeza. Aquí no sólo aprenden a modelar, también aprenden maquillaje, peluquería, educación física, nutrición y, sobre todo, a saber estar y abordar a la gente. Aunque no lleguen a ser modelos, eso les servirá en un futuro”, cuenta la coordinadora del proyecto.

Según Tony Barros y Gisele Guimarães, Lente dos Sonhos, además de ayudar a las niñas de la favela a alcanzar su sueño, con los claroscuros que conlleva, cumple otros dos objetivos, quizá más importantes. Primero, demostrar a estas niñas que haber nacido pobres no implica la ruina social o económica de por vida. Segundo, aprender a amar la favela en la que se criaron incluso a pesar de todos los problemas. “Cuando conocí a Tony, acordamos que haríamos mi book de fotos juntos. Él me convenció para hacerlo en Cidade de Deus, donde he nacido, me he criado y vivo. En principio, la idea me pareció horrible, yo odiaba mi favela, no quería ser retratada allí. El book quedó fantástico”, explica Gisele.

Pero la modelo va más allá. “Su idea, que me conquistó, es mejorar la vida de la comunidad a través de la fotografía, despertar una mirada distinta entre los moradores de la favela hacia su propia comunidad, romper el prejuicio del propio favelado y ganar así el respeto del resto del mundo. Y en eso estamos”.

El mensaje final de Barros es claro: “Soy fotógrafo, y a través de mi trabajo quiero mostrar la verdadera cara de la favela, la de gente bonita, profesionales brillantes que buscan un espacio en la sociedad. ¿Por qué la moda y el modelaje tienen que quedar fuera de ese proyecto?”.


ANOREXIA: EPIDEMIA EN BRASIL

El 14 de noviembre pasado, la modelo brasileña Ana Carolina Reston falleció en São Paulo por problemas derivados de la dieta que seguía para mantenerse delgada. El caso de Reston tuvo una amplia difusión y llevó a las principales agencias de modelos brasileñas a exigir certificados médicos y análisis de sangre a las jóvenes que aspiran a subirse a la pasarela. Sin embargo, la repercusión mediática de esta muerte no sólo no ha impedido casos similares, sino que parece haber desatado una cadena de comportamientos análogos. Desde noviembre son cinco las jóvenes fallecidas en Brasil por anorexia. Días después de la muerte de Ana Carolina, Carla Sobrado Casalle, de 21 años, murió en la localidad de Araquara, también en São Paulo. Los médicos le habían diagnosticado anorexia, pero ésta continuó tomando medicamentos para adelgazar hasta su muerte.

Con una estatura de 153 centímetros, 35 kilos de peso y 23 años, Beatriz Cristina Ferraz –anoréxica desde 2003– dejaba de respirar la noche de Navidad, en un hospital de São Paulo. Había sufrido severas complicaciones cardiacas.

Poco después, en la madrugada de Año Nuevo, Thayrinne Machado Brotto (16 años) fallecía en un hospital de Río de Janeiro como consecuencia de la irracional dieta a la que se había sometido para ajustarse a los cánones de la moda. Pesaba 46 kilos. La familia había descubierto su anorexia seis meses atrás, cuando empezó a tener serios problemas de salud y en la escuela.

El último caso hecho público ocurrió el pasado 6 de enero, día de Reyes, cuando Maiara Galvão Vieira, de 14 años, moría a causa de un paro cardiorrespiratorio provocado por anorexia nerviosa. Su sueño en vida era, según su familia, ser modelo.

© Iñigo García, El Mundo
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