Líbranos de todos los males

* * editado el 27 de septiembre del 2010 para añadir esto: el documental se emitió el mes pasado en la televisión holandesa y para su sorpresa miembros de una parroquia reconocieron a un voluntario que había trabajado con los niños de los feligreses hasta enero: era O’Grady. Nadie en la parroquia sabía nada sobre su historial pedófilo en EEUU. Además de en esa parroquia, era conocido como organizador de fiestas infantiles.
* * * editado el 4 de enero del 2011: el mes pasado detuvieron a O’Grady en Dublín (Irlanda) por posesión de pornografía infantil.

El fin de semana pasado vi el documental “Deliver us from Evil” que resume la historia del padre O'Grady, varias de sus víctimas, los escándalos de abusos sexuales del clero a niños en EEUU y la posición de la iglesia en todo este tema. Oliver O’Grady llegó a EEUU a principios de los años 60 para ser sacerdote en California y se quedó unos 30 años en los que fue yendo de parroquia en parroquia californiana. 20 o 30 años en los que tuvo tiempo y ganas de violar a quien le diese la gana (bebés, niñas, niños, madres…) no sólo aprovechándose de la mentalidad de la época (un sacerdote no podía haber nada malo) sino contando además con el beneplácito de la iglesia.

Que un sacerdote besase, sobase o violase a niñas no era un problema ni un motivo de alarma para la iglesia (no nos engañemos: sigue sin serlo). Que un sacerdote violase a niñas era considerado normal y hasta cierto punto visto como una curiosidad sana por el sexo opuesto. Si en lugar de niñas hubiese violado a niños sí habrían saltado más alarmas dentro de la iglesia ya que la homosexualidad es pecado. Cuando surgían rumores o los padres de alguna víctima se presentaban en el obispado para quejarse sobre O’Grady los diferentes obispos bajo cuya supervisión estuvo durante esos años negaban que existiesen tales abusos y, cuando no les quedaba más remedio que aceptar que había pasado algo (como en el caso de una niña a cuyos padres les había mandado una carta pidiéndoles perdón por los abusos), se limitaban a enviarlo a otra parroquia. Aunque me repugne, puedo entender que la iglesia como institución no quisiera escándalos ni gastarse una millonada en abogados e indemnizaciones para las víctimas. Lo que no entenderé jamás es que ningún obispo tuviera los dos dedos de frente de mandar a ese hombre a un monasterio de clausura o a algún puesto alejado del contacto con los niños. Aunque para el arzobispo u obispo de turnos sus propias aspiraciones jerárquico-político-religiosas fuesen más importantes que evitar nuevas violaciones ¿por qué ninguno mandó a ese hombre lo más lejos posible de los niños? Si el Vaticano no iba a enterase de los abusos con un simple cambio de parroquia, tampoco se habría enterado de haberlo mandado a algún sitio de clausura.

Después de décadas de traslados y de acallar rumores, cuando la Iglesia se vio bombardeada con denuncias por abusos sexuales a manos del clero, parece que usaron a este hombre como chivo expiatorio para que no se siguiese removiendo la mierda y no tuvieran que pagar el oro y el moro en concepto de compensaciones a las víctimas. O’Grady fue juzgado y condenado a 7 años de cárcel en California. Siete años: tú dime a mí si es justicia y si eso es nada. Ni una sola de sus víctimas vio un sólo duro en concepto de nada. Es que, como dice una de las víctimas, ni siquiera les devolvieron el dinero que estuvieron pagando los padres durante años por mandar a sus hijas a catequesis o a colegios privados.

La postura oficial de la iglesia ha sido negar que los abusos existen, no cooperar con las autoridades a no ser que lleguen con una orden judicial, mentir durante las vistas previas y los juicios y por supuesto echarle la culpa a las víctimas a las que acusan de mentirosas (como en el caso de la niña de arriba) o de tener una sed de venganza injustificada. En lugar de aprovechar la coyuntura para reconocer lo que ha pasado públicamente, pedir perdón y asegurar a las víctimas que sus sentimientos son importantes, es como si estuviesen haciendo todo lo contrario. No es ya los abusos sexuales y que removieran cielo y tierra para que estos casos se silenciaran; es que dos de las víctimas van al Vaticano y se niegan a recibirlas. ¿Qué les habría costado verlas? Son dos cristianas que quieren mantener su fe pero con un violador suelto y una iglesia que protege a violadores, ya me dirás.

No sé dónde andará ahora pero en el documental rodado (creo) en el 2005, O’Grady estaba viviendo tranquilamente como cualquier otro jubilado irlandés, viviendo de las rentas, dándose sus paseítos, con la particularidad de vivir con una familia irlandesa con hijos que no sabían nada de su pasado pedófilo. Como en Irlanda no se le ha juzgado, no tiene la obligación de ir a la policía a informar de su paradero ni tiene que estar en ningún tipo de registro para pedófilos como sí ocurre en EEUU. Toma moreno. A este hombre no se le puede llamar psicópata porque no lo es en el sentido autentico de la palabra pero cabronazo sí que es. Eligió, rondó y se llevó al huerto a sus víctimas hace 20 o 30 años y ahora, con la excusa del documental, fantasea con un viaje para cerrar heridas. El tío suelta que quiere que sus víctimas le escriban cartas detallando lo que él les hizo y que viajen a Irlanda para reunirse con él. No espera que después de su reunión lo abracen o lo besen, pero sí que le den la mano. Vamos, no soy médico ni psiquiatra pero suena a violador que piensa que le ha hecho un favor a las víctimas y suena a violador cabronazo que escribe cartas de perdón o que busca un contacto con la víctima – yendo a juicio y defendiéndose a sí mismo para subirla al estrado y así revivir la violación sin ir más lejos.

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