Lidia Falcón: crítica del elogio del Islam

* * copiado tal cual de la página web de Lidia Falcón. Puedes encontrar (¡y te recomiendo!) artículos de Lidia Falcón siguiendo este enlace: http://www.lidiafalcon.com/index.php?s=4&id=Articulos.

CRÍTICA DEL ELOGIO DEL ISLAM

Me desconcierta la información de que en Catalunya varias muchachas se han convertido al islamismo en busca de una supuesta espiritualidad que al parecer no encuentran la religión católica. Pero la información transmitida únicamente habla de la práctica continuada de unos ritos, cuya frecuencia debe hacer difícil conciliarlos con la vida laboral, y la adopción de una forma de vestir. No nos explican si cumplen otras imposiciones a que obliga la profesión musulmana, tales como la aceptación de la poligamia y la sumisión de la mujer al marido. Resulta incomprensible la fascinación que sienten por esa religión, que mantiene costumbres, prohibiciones y opresiones contra la mujer mucho peores que las que defiende la Iglesia Católica.

En Mujer y Sociedad, (1969) denuncié la opresión de la mujer musulmana tras haberme estremecido con la lectura del libro de Youssef el Masry La tragedia sexual de la mujer árabe. Descubrí en sus páginas el horror de la cliteridectomía y las consecuencias nefastas que para la salud, la sexualidad y la dignidad femenina acarrea. Creo que fui la primera escritora española que hice pública esa bárbara costumbre. Ha costado tres décadas conseguir que en la IV Conferencia de la Mujer en Beijín de 1995 se condenara esta práctica por la ONU.

Conozco bien las objeciones de los islamistas contra que se atribuya la cliteridectomía –y otras mutilaciones peores como infibulación- a la religión musulmana, ya que proviene de costumbres ancestrales africanas y no está obligada en el Corán, pero lo cierto es que en la actualidad únicamente la practican aquellas sociedades de confesión islámica, y que es aceptada por muy diversas tendencias del Islam, cuando no recomendada, bajo la indiferencia o la tolerancia del Estado. Como en el caso de Egipto donde el gobierno decidió que se ejecutara en los hospitales por personal facultativo, para evitar las infecciones que proliferan. En estos momentos ciento cincuenta millones de mujeres la padecen y cada año se suman varios millones más de niñas mutiladas.

La poligamia, legal en la mayoría de los países musulmanes –con la notable excepción de Túnez que tiene una constitución laica-, la prohibición de conducir automóviles, de salir a la calle solas, la imposición para que se cubran la cabeza, incluso a veces el rostro, haciendo visible su condición inferior –que no es otro el sentido del velo-, y sobre todo el horror de las lapidaciones por adulterio, los asesinatos por honor, las desfiguraciones del rostro con ácidos, los encierros y castigos corporales, convierten a las mujeres musulmanas en las más oprimidas del planeta. Véanse las condiciones de vida de las mujeres de Somalia. Países donde las tasas de pobreza, de falta de escolaridad y atraso siguen siendo inaceptables, en donde se prohíbe reproducir la figura humana, no se traducen los libros occidentales, el cine y la televisión están severamente censurados y cualquier crítica a su profeta motiva sublevaciones de masas fanáticas.

Estas y otras circunstancias, todas detestables, en las que se desarrolla la vida de las mujeres de los países sometidos a la confesión islámica nos las contaron nuestras compañeras feministas de Mauritania, Marruecos, Argelia, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Kuwait, Irán, Bangladesh, Pakistán, Kenia, Nigeria, Sudán, que colaboraron desinteresadamente en nuestro número de la revista Poder y Libertad dedicado a Feminismo e Islamismo. La mayoría vivían en el exilio, después de haber sido perseguidas y amenazadas de muerte –como mi amiga Nawal al Saadaui y la escritora Taslima Nasreen de Bangladesh - o nos escribieron con seudónimo.

Los esfuerzos por prohibir la clitoridectomía y la poligamia en sus países consumían la mayor parte de su lucha, mientras sus hermanas de sufrimiento padecen la mayor tasa de analfabetismo, la menor de participación laboral y no se ve un rostro femenino en las reuniones políticas. Recordemos los ridículos problemas de protocolo en esos países, cuando la reina de España acompaña al rey en algún viaje y tiene que quedar relegada a relacionarse con las mujeres, o el último incidente de las periodistas que tenían que informar en la visita del ministro de Justicia a Irán.

En España, las comunidades musulmanas reproducen bastantes de estas condiciones, aunque nada de ello se explique en el reportaje sobre las catalanas convertidas, de las que tampoco sabemos gran cosa de sus vida familiar. La incompetencia de nuestros servicios sociales y la indiferencia de los gobernantes permiten que exista la poligamia en sus familias y que muchas niñas sean llevadas a sus países de origen para practicarles la ablación del clítoris. Los defensores del Islam aseguran que estas imposiciones no están incluidas en el libro sagrado sino pervertidas por sus intérpretes. Pero no recuerdan que el Corán establece la poligamia legal con cuatro mujeres, que estipula la mitad del valor del testimonio femenino y de la herencia de la hija y que se establece el castigo corporal para las esposas, siempre que se realice con una vara del ancho del pulgar y del largo de la mano abierta y nunca en el rostro. No hace falta que enfaticen que el libro se escribió en el siglo VIII, porque precisamente eso es lo que debieran tener en cuenta ellos para comprender que si tales normas significaron un avance en esa época no pueden ser ni implantadas ni veneradas hoy. Resulta decepcionante observar que se sigue aceptando por nuestros gobernantes la dominación religiosa de esas sociedades cuando se debiera exigir la laicidad como condición imprescindible para ser considerada civilizada.

© Lidia Falcón
www.lidiafalcon.com

Comments

Popular Posts