Marianne Faithfull: “He pasado miedo, me he angustiado. El cáncer ha sido una experiencia durísima”

© Marianne Faithfull, Rubén Amón, El Mundo
Fuente: http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2007/390/1173886207.html

- De cuna aristocrática y juventud autodestructiva, la cantante y actriz británica regresa a Madrid con un concierto en directo y estrena película encarnando a una prostituta. A sus 60 años, la que fuera amante de Mick Jagger recupera “la serenidad”.
- Marianne Faithfull canta el próximo viernes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. 'Irina Palm' se estrena el 6 de junio.

Marianne Faithfull (Londres, 1946) reaparece. Reaparece en Madrid como protagonista de un concierto en el Círculo de Bellas Artes. Reaparece en el cine de autor como alter ego de una prostituta (Irina Palm). Reaparece en la música “lejos de cualquier pretensión nostálgica o museística”. Y reaparece entre los vivos porque el cáncer de mama que le diagnosticaron el pasado año no ha podido carcomer el cuerpo y el alma de una superviviente. Carne de cañón y madera de artista. Tiniebla y destello de una mujer cuyos años, kilos y ademanes refinados parecen haberla reconciliado con la compostura de sus orígenes aristocráticos. Marianne Faithfull habla inglés con la pureza de una institutriz de Hampstead, aunque la voz abaritonada y el tatuaje desdibujado que disimula en la mano derecha arrastran la resaca de los “almuerzos desnudos” –fue un error confundir el verbo poderoso de la novela de Burroughs con un manual de comportamiento– y la letra descompuesta de Sister morphine que ella misma escribió a beneficio de los Rolling Stones. Conocimos su escala en la heroína, la promiscuidad y la autodestrucción gracias a las páginas de una autobiografía que publicó la editorial Celeste en 1995. Ahora, en cambio, la Faithfull exorciza los depredadores del morbo, ahuyenta con las pestañas las preguntas impertinentes, fuma tabaco rubio como un modesto gesto de rebeldía y se entretiene hipnóticamente con las burbujas de una botella de agua mineral.

Estamos en un hotel lujoso y reservado de París. Exactamente en un salón cuyas paredes en terciopelo negro y ménsulas góticas recuerdan a la escenografía inquietante y funeraria de una película de Tim Burton. Pero Marianne Faithfull está viva para despecho de quienes habían escrito su epitafio prematuramente. Fue el ángel de las tetas grandes –así la bautizó Andrew Loog-Oldham antes de ponérsela en suerte a Mick Jagger– y la musa de cuero negro en La motocicleta del realizador Jean Luc Godard. Casi 30 años después de aquella revelación premonitoria, las memorias de Bob Dylan redimen, si es que hacía falta, el honor de Marianne concediéndole el sobrenombre de “la grande dame”. En francés, que suena más sincero y razonado.

P. ¿Cómo se encuentra? ¿Cómo ha sido la batalla contra el cáncer?

R. Me he asustado como nunca. He pasado miedo, me he angustiado. He tenido, a veces, la sensación de que mi vida se apagaba. El cáncer ha sido una experiencia durísima, pero he recuperado la salud, la sonrisa.

P. ¿Cuánto cree que ha influido su instinto de supervivencia?

R. En un trance de esta naturaleza pueden influir tus ganas de vivir y la mentalización psicológica, pero pesa mucho más la fortuna. El cáncer me ha puesto a merced de la suerte. Tengo que seguir haciéndome controles periódicos, pero he recuperado el optimismo. Y he aprendido muchas cosas de esta enfermedad.

P. ¿Cuáles puede contar?

R. La enfermedad me ha acercado a la gente, al lado humano. Me ha dado más fe en mi arte y en mi trabajo. Creo haber recibido una nueva oportunidad. Por eso agradezco tanto reencontrarme con el público en España. Necesito que se me reconozca de nuevo. Volver ha sido difícil. Temía que la gente se olvidara de mí. Por eso la reaparición es un desafío tan grande. Es como debutar. Como regresar a casa. Tengo que volver a ser Marianne Faithfull. Es difícil volver a ser Marianne Faithfull otra vez.

P. De momento se ha acercado al público con el cine. Hizo de la madre de María Antonieta en la película de Sofia Coppola y acaba de estar en Berlín como protagonista de Irina Palm, dirigida por Sam Garbarski.

R. El cine me ha puesto delante la posibilidad de evadirme y de convertirme en otra persona. Puedo ser quien yo quiera o quien me propongan, dentro de un orden. Es un fenómeno de reciprocidad en cierto modo. El personaje te permite escapar, pero, al mismo tiempo, tú conviertes al personaje en una prolongación propia. Me vuelco en ellos. Creo que esa experiencia proviene de que los guiones son inanimados. Eres tú quien tiene que rellenarlos. Podría poner el ejemplo de la reina María Teresa. Era austriaca, como mi madre. Y oía hablar de ella desde que yo era muy pequeña. Por eso son inevitables las pinceladas personales.

P. ¿También las hay en la prostituta Irina Palm? Es la historia melodramática de una mujer entrada en años y virtuosa de las artes masturbatorias que trabaja en un burdel para costearse el hospital donde está ingresado su nieto.

R. Soy mujer, madre y abuela. También he vivido en mi propia trayectoria que la vida abre ventanas incluso en las situaciones de mayor oscuridad. La degradación es un espacio donde también pueden encontrarse el amor y la amistad. Estas reflexiones entroncan con mi percepción de que la vida y el arte basculan muchas veces entre la creatividad y la destrucción.

P. Nietzsche hablaría de Eros y Tánatos. El torero Antoñete diría que el arte nace del sufrimiento.

R. No lo conozco, pero estoy de acuerdo. Creo que hay que atreverse a llegar hasta el fondo de uno mismo. Y esto no tiene que ver con autodestruirse tomando drogas. Tiene que ver con conocer y aceptar la propia naturaleza, saberla descubrir aunque el camino se nos pueda hacer complicado. Soy una artista. No sabría definir qué es el arte. Me siento como una artista. Ha requerido tiempo, paciencia, constancia llegar a una conclusión tan importante. Ha requerido confianza en mí misma. Quizá a la gente le sorprenda saber que soy una mujer tímida. Y no ha sido difícil romper esa timidez para llegar al otro lado del escenario. Me considero una mujer reservada, que defiende su vida privada y su intimidad.

P. ¿Qué razones, entonces, le condujeron a escribir su autobiografía? Habla en ella de aborto, intento de suicidio, sobredosis...

R. Ya. Es una historia de sexo, drogas y rock and roll, ¿verdad? Es una historia que describe ciertos avatares biográficos y que, en realidad, nada dice sobre mí misma. Mi historia todavía no está escrita. Me estoy ocupando de ella. Entonces se sabrá quién soy yo y cuáles son mis puntos de vista.

P. ¿No puede anticiparnos nada?

R. Hablo del respeto. Invito a la gente a apreciar lo que tiene. Trato de explicarle que es inútil e innecesario cambiar a los demás. Es, en el fondo, una reivindicación de la realidad sin distorsiones. Puede que la sociedad donde yo vivo no me guste, pero formo parte de ella. También sé que es inútil “convertir” a quienes tienen una visión negativa de mí. La gente tiene expectativas, ideas preconcebidas. Pero una cosa es Marianne Faithfull y otra es la idea de Marianne Faithfull. Yo soy el capitán de mi barco. No quiero ni puedo ser la taza que le guste a toda la gente. Es importante saber quién eres. No puedo hacer que la gente me ame. Conseguirlo es parte de una actuación, pero no me importa lo que piensen los demás. Me haría mucho daño tener que cargar con las opiniones de las personas a las que no les gusto. En cambio, me devuelve la vida conectar con el público.

P. Lo dice como si fuera una terapia.

R. El escenario es una terapia. El escenario está para abandonar allí mis problemas. Necesito, además, el contacto físico, químico y espiritual con los espectadores. Cuando llevo un tiempo sin actuar noto una especie de síndrome de abstinencia. Me doy cuenta de que cantar en directo es bueno para el alma. Y quien viene a escucharme se encuentra realmente con la verdadera Marianne Faithfull. Yo soy mi música, mi voz. Soy mis discos, mis canciones. No hacen falta otros argumentos para comprenderme. Tampoco le divertiría mucho a la gente conocer mi vida privada.

P. ¿Qué quiere decir?

R. Soy una mujer de 60 años que piensa en su salud, en su bienestar, en su porvenir económico. Tengo que ahorrar y trabajar. Miro al futuro como nunca lo había hecho hasta ahora. Y me imagino con 70 años. Mi vida está recuperando la serenidad. Dedico mucho tiempo a leer.

P. ¿Y qué lee Marianne Faithfull? R. Adoro la historia y las novelas. Me gusta la poesía. Y las biografías. Estoy en la cama horas y horas con mis libros. Es una manera de mantenerme feliz. Es, también, una escapatoria, una forma de abstraerme y de combatir todas las cosas que no me gustan cuando tengo delante una gira: los kilómetros, los hoteles, los viajes. La literatura me permite vivir en otro mundo.

P. El “real”, en cambio, es objeto de sus preocupaciones medioambientales.

R. No me gusta significarme políticamente, pero quiero hacer cuanto sea necesario para aumentar la conciencia sobre los problemas ecológicos. Nuestra visión egoísta e inmediata de la realidad impide plantearnos siquiera el planeta que vamos a entregarle a nuestros nietos. Nos obsesiona el presente. Y creo que toda esta llamada de atención que hacemos los “actores secundarios” va a resultar completamente inútil mientras las decisiones de peso no las adopten quienes realmente tienen capacidad ejecutiva y responsabilidad política. Quizá hablo con demasiada resignación, pero no me siento una persona agorera ni fatalista.

P. Le define mejor esa idea de la reinvención continua, ¿no?

R. Sí, me reinvento una y otra vez. Es una necesidad. Tengo que resultarle interesante a la gente y a mí misma. No quiero ser un aburrido fenómeno nostálgico ni una señora mayor que se arrastra evocando los recuerdos y las fotos del álbum. Sería ridículo que los cambios vinieran de mi aspecto y no desde el interior. No concedo importancia al vestuario, sino a mi esencia. La provocación formal ha dejado de interesarme hace mucho tiempo. Es vana, superficial.


UN RECITAL DE CÁMARA

Marianne no quiere desvelar el programa que se lleva a Madrid. Sabe que el contexto es un ciclo de cabaré, aunque sus históricas raíces con la música de entreguerras y su admiración hacia Kurt Weil no van a formar parte de su repertorio. La cantante británica promete un recital íntimo, sin connotación rockera. “Nadie va a escucharme gritar. Cada vez le tengo más respeto a mi voz y la cuido con enorme escrúpulo. Será, en cierto modo, un concierto de cámara. Traigo cosas nuevas, que nunca se han escuchado en España”. El concierto forma parte de un “tour” europeo que devuelve su carrera a la inmediatez vocacional. “La música y el directo son mis medios naturales de expresión”, concluye.


LOS AÑOS DE SEXO, DROGAS Y ROCK&ROLL
Por Pablo Gil

- Se casa a los los 19 años con el artista John Dunbar, con el que tiene un hijo y del que se separa poco después por su adicción a la heroína.
- Inicia una turbulenta relación sentimental con Mick Jagger.
- Según la leyenda, cuando fueron detenidos en 1967 durante una redada en casa de Keith Richards, la policía les encontró en pleno acto sexual (Marianne fue a comisaría medio desnuda).
- El estribillo de la canción de los Stones Wild Horses es la frase que dijo al despertar de un coma por una sobredosis: “Los caballos salvajes no pudieron arrastrarme”.
- En 1970 se separa de Jagger y pierde la custodia de su hijo Nicholas.
- Amante de David Bowie, en 1973 canta con él disfrazada de monja en un programa de máxima audiencia en EEUU.
- Durante los años 70 vive en la calle o en casas okupadas de Londres, adicta a la heroína y anoréxica.
- En 1979 es detenida en Noruega por posesión de marihuana.
- En 1985 se suicida un amante al que conoce en una clínica de desintoxicación.

© Marianne Faithfull, Rubén Amón, El Mundo
Fuente: http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2007/390/1173886207.html

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