Reflexiones sobre la despenalización del aborto en México
© María Guadalupe
Morfín Otero, Envío
- El 23 de abril,
y tras un debate en todos los espacios sociales, muy tenso e intenso, dos
terceras partes de la Asamblea legislativa del Distrito Federal despenalizaron
el aborto en las primeras doce semanas de gestación, en la capital mexicana,
poniendo así en manos de las mujeres la decisión de interrumpir su embarazo.
Una mujer mexicana, con larga experiencia en la defensa de las mujeres,
compartió con Envío estas reflexiones, en los días siguientes a tan histórica
decisión.
Soy una mujer
mexicana que no milita en ningún partido político, con una formación más bien
humanista: una licenciatura en derecho, una maestría en literatura, un
diplomado en derechos humanos, y un año de teología en la Pontificia
Universidad Gregoriana de Roma. He ocupado dos cargos públicos en mi país:
presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco y Comisionada
del gobierno federal para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres
en Ciudad Juárez. No obstante mi formación católica, he podido desempeñar
funciones públicas con un espíritu de apertura a diversas creencias o a la
falta de ellas. Desde esa trayectoria personal hago estas reflexiones sobre la
reciente despenalización del aborto en el Distrito Federal.
UNA NECESARIA
SEPARACIÓN
Nací en una
tierra, Jalisco, donde entre 1926 y 1929 se vivió una guerra religiosa, la
Guerra Cristera, que en este estado y en otros cercanos fue particularmente
cruenta. Costó mucho en mi país entender que es sana y necesaria la separación
Iglesia-Estado, en aras de un laicismo que, sin sacrificar libertades
fundamentales, logre acuerdos esenciales en torno a temas de interés general
entre creyentes diversos y no creyentes. Se trata de dos esferas, de dos
ámbitos de actuación, que deben coexistir con respetos recíprocos, sin que eso
signifique en ningún momento declinar las altas responsabilidades de quienes
tienen autoridad en cada esfera. Un buen gobernante podrá ser creyente y ser
además coherente con su fe, pero no usará la tribuna pública como púlpito. Se
trata de dos cosas distintas. Un buen obispo podrá no compartir el punto de
vista de una ley, pero nada le impedirá expresar solidaridad con los
vulnerables afectados, mantener el diálogo con los poderes, dar testimonio de
coherencia con una fe que tiene entre sus principios esenciales el de la
misericordia, sobre todo con el pobre y con el caído, y propiciar el cultivo de
valores que hagan posible un reino de justicia y paz al alcance de todos. El
papel del derecho no es el de prohibir pecados ni imponer virtudes. Expresa los
acuerdos válidos para todos en una república de iguales. Contiene el piso
mínimo de consensos para la convivencia social.
¿QUE DEBE HACER EL
ESTADO?
Antes de la
despenalización del aborto en la capital, el 23 de abril, Mario Gutiérrez, del
periódico “Mural” de Guadalajara, Jalisco, me hizo una entrevista. Algunas de
las ideas que allí expresé las comparto ahora con “Envío”, con otras
reflexiones que han ido surgiendo.
A la pregunta del
reportero sobre el tipo de intervención que debe tener el Estado en el tema del
aborto dentro de la actual coyuntura en México, respondí así: El Estado debe
tener una intervención que garantice: que no haya en absoluto ninguna coacción
contra ninguna mujer para obligarla a interrumpir un embarazo; que aquellas
mujeres que elijan dar a luz y carezcan de condiciones favorables en su
entorno, reciban respaldo institucional en salud, educación y empleo, y cuenten
con una infraestructura de apoyo: casas de cuidado durante el embarazo,
guarderías y opciones para la adopción; que aquellas mujeres que elijan
acogerse a las causales de despenalización sean respetadas en su derecho a
hacerlo, sin invadir el ámbito de su conciencia; que exista la mayor y más
amplia difusión y educación en los ámbitos públicos acerca de los derechos y
responsabilidades sexuales y reproductivos, sobre todo entre adolescentes y
jóvenes de ambos sexos en secundarias y preparatorias, públicas y privadas,
para que asuman sus decisiones con base en información objetiva, cuenten con
apoyo de consejería capacitada en el tema, conozcan todas las opciones para
evitar embarazos no deseados -que incluyan desde la abstinencia y los métodos
naturales de control natal, hasta el uso de preservativos u otras- y tengan a
su alcance las opciones que les resulten más convenientes.
Para lograr todo
esto, el tema del aborto debe salir del espacio sórdido al que se le ha querido
confinar. Es bienvenido un debate que ayude al diálogo, en el que puedan
encontrarse, abriendo opciones para la vida, tanto quienes están a favor de la
despenalización como quienes no lo están, pues ninguna de las dos partes está
“a favor del aborto”.
¿UN AVANCE PARA
LOS DERECHOS?
A la pregunta de
si la despenalización del aborto sería un paso adelante en el camino de la
defensa de los derechos de la mujer, respondí:
La despenalización
puede aportar elementos para reconocer la dimensión del problema, pero no lo
resuelve por sí solo. Ayudará a registrar y contar las formas en que los abortos
se están produciendo y sus consecuencias físicas y sicológicas. Permitirá un
punto de partida para el trazo de políticas públicas preventivas en todos los
espacios sociales. Dará pistas para el diseño de campañas de difusión. Esta
información será también útil para las distintas iglesias o grupos religiosos
que no tienen un criterio unívoco y que quieran abordar el tema desde sus
distintos enfoques pastorales en los espacios más propicios.
Enfrentar este
tema implica pensar en serio en otro tipo de Estado. Supone un vuelco en la
educación, la formación de conciencias, la construcción de una sociedad
solidaria con las más vulnerables, una cultura que erradique todas las formas
de violencia contra las mujeres, en especial la que desemboca en embarazos no deseados
o en la pérdida de embarazos por golpes, y en esa violencia que significa
concebir a las mujeres sólo como esposas y compañeras, como meros receptáculos
para la procreación, sin su consentimiento pleno.
La defensa de la
vida es emprendida por las mujeres cada vez que se constituyen como defensoras
del medio ambiente frente a especuladores que agotan fuentes de agua y de
alimentación para ellas y sus familias. Cuando resisten en sus poblaciones de
origen mientras sus compañeros emigran al Norte. Cuando marchan por la paz o
salen a resolver por vías pacíficas los conflictos de sus hijos con vecinos
violentos en barrios urbanos donde impera no el Estado de derecho sino el
Estado mafioso del tráfico de drogas, influencias o armas. Fortalecer el Estado
democrático de derecho abona a los derechos que tenemos las mujeres a vivir una
vida libre de violencia.
No hay ninguna
mujer que aborte por gusto. Cuando una mujer decide interrumpir un embarazo, lo
hace, esté o no despenalizado, con mayores o menores facilidades según tenga o
no recursos. Quienes no los tienen, lo hacen en la clandestinidad y asumiendo
riesgos que ponen en peligro su vida en una dramática soledad. Esa trágica
opción les cierra otras opciones, pues dificulta su acceso a redes de instituciones
públicas y privadas que les ofrecen una gama de apoyos y que, incluso, podrían
ayudarlas a evitar el aborto.
SABEMOS DE LO QUE
NOS DUELE
En otra pregunta
alusiva a si en mi Estado se estaba evitando tocar este tema quizá porque así
no se perdían votos -Jalisco tiene fama de ser un Estado conservador- respondí:
No se puede
generalizar. Hay silencios de distinta elocuencia. Unos quizá silencian el tema
por defender una imagen que genere dividendos electorales. Pero esos votos no
son tan seguros. Porque también genera confianza electoral hablar desde la
propia conciencia. Así la gente se va formando su criterio, al contacto con
dramas concretos en éste y otros temas. Las mujeres somos el 53% de la
población mexicana. Sabemos de lo que nos duele. El aborto nos duele muchísimo.
Algunas no creemos que la solución esté en el ámbito penal. El machismo, la
discriminación, también nos duelen. Si alguien está a favor de la vida en este
país es el ejército de mujeres que cada día da de comer a su familia con lo que
dispone para el gasto, mucho o poco. Y para una gran mayoría, es muy poco,
penosamente insuficiente.
Creo que también
hay funcionarios públicos que por sus convicciones personales creen que deben
evitar el tema a toda costa y no abrirse a la discusión pública. Seguramente no
están cerrados al diálogo en sus círculos íntimos, pero hay que animarlos al diálogo
público, desde un espíritu plural. Pues si ocupan un cargo público, deben
actuar no como tribunal de conciencia, sino como servidores públicos de un
Estado constitucionalmente laico, donde se legisla y se gobierna a partir de
consensos legales elaborados entre quienes piensan de maneras distintas.
¿CÓMO GENERAR UN
BUEN DEBATE?
A la pregunta de
cómo generar el debate y el análisis en Jalisco, di una respuesta, válida en
cualquier país de América Latina:
La ayuda de los
profesionales de los medios es indispensable. El aborto no es un tema de nota
roja, por más que se le quiera teñir de ese color. Es un tema que requiere
delicadeza, capacidad de escucha de la población más afectada -que es la de las
mujeres, aunque no exclusivamente-, y un piso mínimo de racionalidad en el
debate. No se puede debatir con quien de entrada nos grita “asesinas”, sin
darse cuenta de que estamos también a favor de la vida. El papel de los centros
o programas de estudios de género en las universidades y centros de educación superior,
y el de los institutos de las mujeres, debe ser decisivo para ubicar la
magnitud del tema, sus aristas, su complejidad.
Saber más de las
historias que suceden a poca distancia de nuestras narices puede
sensibilizarnos. Ayudaría también recopilar, sistematizar y difundir casos
-protegiendo las fuentes para cuidar la identidad de las personas- para conocer
cómo las distintas mujeres han ido resolviendo sus dilemas, llegando o no al
aborto, para asomarnos a los procesos de discernimiento por los que han pasado:
lo que las ayudó en este tránsito y las distintas posturas de las mujeres
cercanas y de sus consejeras o consejeros espirituales.
¿EVADIR EL DEBATE?
El reportero
preguntó ¿quién gana con la evasión del debate y a quién le conviene evitar el
tema? Respondí: Ganan los que lucran con la clandestinidad, y los que,
satisfechos por haber evitado el tema, se quedan de brazos cruzados ante los
muchos otros escenarios donde la vida pide justicia para saciar hambres,
repartir mejor las cobijas, las sillas de las aulas, los sillones de los
espacios del poder, para cuidar bosques y mantos acuíferos, procurar comales
prósperos y mesas con abundante proteína para el cuerpo y para la comunión del
espíritu, para proteger a las mujeres y niñas víctimas de redes de explotación
sexual. Se quedan conformes quienes desde siempre han invisibilizado la
violencia que sufren las mujeres.
Y a la pregunta
sobre quiénes deben proponer e impulsar este debate respondí: Legisladores,
partidos políticos, las expertas y los expertos en el tema de instituciones
públicas o privadas. Sobre todo, quienes en las instituciones de salud se
empeñan en salvar las vidas de las mujeres por abortos mal practicados. Las
miembras y los miembros de organismos civiles. Y quienes son terapeutas de
procesos de duelo.
Y concluí diciendo
que siempre es mejor sacar de lo sórdido los temas sensibles que mantenerlos
ocultos. Que lo delicado del momento político que se vive, no sólo en Jalisco
sino en México, es que ya teníamos un país con fisuras que apenas comenzaban a
cicatrizar, y este tema requiere de una fina escucha, que no se está dando,
para animar a alcanzar acuerdos mínimos, más allá de una agenda penal y para
crear una infraestructura de acogida a las mujeres que se encuentran ante un
embarazo no deseado.
EL ESTANDARTE DE
LA EXCOMUNIÓN
La revista “Envío”
me añade dos preguntas. ¿Cómo valoras el debate y la controversia previos a la
despenalización del aborto? ¿Quién ganó, quién perdió?
Además de que creo
que el momento político, tras la crispación postelectoral no era el más
propicio, aunque era necesario tratar el tema sin muchas dilaciones por las
graves consecuencias de salud pública que tiene, faltó la disposición al
diálogo entre quienes estaban a favor y en contra. Acabaron ambas partes
afilando las puntas de sus lanzas, en vez de tender puentes para una agenda
compartida en aras de evitar embarazos no deseados con eficaces acciones de
prevención. Sin embargo, y afortunadamente, esto parece comenzar ya a darse
justo después de la votación.
Me parece que en
sus respectivos espacios -homilías, confesionarios, asambleas, acciones
pastorales, trabajo editorial- las iglesias están en su papel de crear
conciencia, de orientar, de formar en valores de responsabilidad. Pero en este
caso se llegó a una beligerancia ofensiva, al menos por parte de un sector de
la Iglesia católica. En el órgano editorial del arzobispado de Guadalajara,
capital de Jalisco, se llegó a etiquetar con ofensas a las personas de
izquierda, del partido que fuesen -en México habría tres partidos que podrían
ubicarse en esa posición-, lo cual ha sido criticado duramente en los medios
por distintos analistas, entre ellos por quien fungió durante años como jefe de
la oficina electoral federal en Jalisco, una persona ampliamente respetada. En
otras partes, como en el Distrito Federal, se enarboló el estandarte de la
excomunión, sin explicar que según el Código del Derecho Canónico hay factores
que excluyen de esta sanción a las personas involucradas en un aborto, por su
situación de vulnerabilidad.
Digo “un sector de
la Iglesia católica” porque también aparecieron textos firmados por sacerdotes
en distintos medios impresos, señalando que lo que debe prevalecer en estos
casos es la actitud de misericordia con la mujer que se ve ante este drama;
insistiendo en lo inútil que ha demostrado ser una ley que prohíbe, pero que no
se cumple y que abona a una riesgosa práctica clandestina; y afirmando que las
acciones preventivas eficaces valen más que las penas.
¿ESTÁ PREPARADA LA
SOCIEDAD?
Conociendo el
machismo reinante, los miedos de las mujeres, la presión de la jerarquía,
¿quiénes crees que podrán beneficiarse con la despenalización? ¿Cómo crees que
responderán médicos y trabajadoras de la salud? ¿Está preparada la sociedad
para asumir la despenalización?
No será sencillo
el periodo postlegislativo. No lo está siendo. El machismo requiere esfuerzos
de la sociedad y del gobierno para poder no sólo ser contrarrestado sino para
volverlo socialmente inatractivo. En otro sentido, hay discrepancia entre las
instituciones de salud del Gobierno del Distrito Federal y las instituciones
federales que atienden a la población de la capital del país sobre si están o
no obligadas a brindar el servicio de interrupción del embarazo. Coexisten
servicios de salud federales y locales. Cabe que el personal de salud haga
valer la objeción de conciencia, siempre y cuando no se trate del único médico
que podría atender en un lugar a una mujer urgida de atención, pues en este
caso su objeción estaría privándola a ella de su posibilidad de acogerse a la
despenalización por la causa que ella en conciencia hubiera hecho valer.
Como se trata de
una ley válida para la capital del país, es poco probable que esto suceda, dado
que siempre hay varios médicos y médicas en los hospitales públicos. Pero ¿qué
pasará si la despenalización se aprueba en territorios donde hay rancherías
alejadas, con un solo médico disponible? ¿Se usaría la objeción de conciencia
para volver a discriminar a las más pobres entre las mujeres? Eso es lo que la
despenalización se proponía superar: que dejasen de morir las mujeres que, dada
la prohibición de hacerlo en condiciones seguras, no tuviesen más opción para
abortar que poniendo su vida en riesgo con métodos poco higiénicos o inseguros.
Una de las
bondades de este proceso tan doloroso para despenalizar el aborto en la capital
del país es que impone la necesidad de contar en todos los centros y hospitales
de salud del Distrito Federal con servicios de consejería para las mujeres que
lo deseen. Es a través de ellos como pueden operar las redes de ayuda para que
deje de verse como única opción el aborto clandestino. Y también para que haya
un proceso de acompañamiento en el duelo a las mujeres que opten por dar el
paso de interrumpir su embarazo.
No sé si la sociedad
esté preparada para recibir algo que ya se estaba viviendo, pero de forma
clandestina. A lo que debemos prepararnos es a evitar los embarazos no
deseados. Y eso supone vivir en una sociedad justa, formar conciencias,
garantizar una vida segura para las mujeres, tejer lazos de solidaridad. Éste
es un tema que nos toca en nuestras mismas raíces y que espera ser abordado no
desde la sanción penal, sino desde nuestras formas de educar y de educarnos.
¿DE VERDAD “POR LA
VIDA”?
Toca ahora dar los
pasos como sociedad, más allá de posturas polarizantes, para ver si de verdad
somos coherentes con la defensa de la vida, dondequiera que la vida esté
amenazada. En las cárceles, en los vínculos con el crimen organizado que va
permeando a nuestras sociedades, en los trabajos infrahumanos en las
maquiladoras o en el campo, en la sangrienta migración hacia el Norte que deja
cruces en el desierto, en la violencia contra las mujeres en los hogares y en
los espacios públicos, en la violencia contra las niñas y niños que viven en
las calles, en los jóvenes adictos a las drogas, en las sexoservidoras
expuestas a la violencia sexual, en el trato a las ancianas y ancianos. En
todos estos espacios debemos demostrar que estamos “por la vida”,que defendemos la
vida.
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