Azucena Flora Martin Barragán
* *sacado de "Abuelas
de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza
de Mayo que me ha pasado una amiga.
Por
Luciana Guglielmo
-
Azucena Flora Martin Barragán es una de las abuelas de la Palta. Su hija Mirta
Mabel Barragán embarazada de 6 meses y su yerno Leonardo Sampallo fueron
secuestrados por la última dictadura militar el 6 de diciembre de 1977. En
julio de 2001 pudo recuperar a su nieta María Eugenia.
La
abuela Azucena Flora Martín de Barragán es una incansable luchadora que tuvo la
dicha de poder abrazar y reencontrarse con su nieta después de largos años de
búsqueda. Su rostro refleja felicidad cuando nombran a María Eugenia y sus
problemas de salud pasan a segundo plano escondiéndose detrás de una inmensa
sonrisa.
Esta
mujer se casó a los 19 años. “A mi marido lo conocí en el campo, en bailes
familiares y bueno, empezamos a noviar. Después de cuatro años nos casamos, al
tiempo nació Ana María, después mi hijo Néstor, después Mirta y la última,
Blanca. De ahí, nos fuimos a vivir por la Ruta 2 a un tambo. La hemos pasado
mal también, sin trabajo, con los chicos chicos, pucheriando de un lado a otro.
Y yo estuve muchas veces operada”, pero eso nunca fue un impedimento para
seguir adelante. Años más tarde se fueron a vivir a La Plata donde aún reside.
MIRTA
A
pesar de las dificultades económicas, Mirta tuvo una infancia feliz junto a sus
hermanos en el campo. Solían jugar y divertirse mucho. Era muy cariñosa, buena
y compañera. Se casó también muy jovencita con Alberto Rojas. Vivían en Gonnet,
provincia de Buenos Aires. Al tiempo tuvieron a Gustavo. Pero el matrimonio no
duró mucho y Mirta volvió a la casa paterna con su hijito hasta que pudo
independizarse tiempo más tarde.
Trabajó
en Siap (fábrica de autopartes, especialmente relojes de automotores) y volvió
a formar pareja con Leonardo Sampallo. Él trabajaba en el astillero del Río
Santiago y ambos eran militantes del Partido Comunista Marxista Leninista.
Durante
los años más negros de la historia del país, un grupo de militares irrumpió de
madrugada en un departamento en la calle Viamonte, en Buenos Aires, el 6 de
diciembre de 1977 y se llevó a la pareja y al pequeño Gustavo de 3 años que
estuvo 25 días desaparecido hasta que finalmente fue entregado por intermedio de
la policía a su papá; “Alberto no quiso que supiera que Mirta estaba desaparecida,
así que yo tenía que ir a visitarlo pero no decirle nada. Después de grande, se
lo contó”, explica la abuela.
La
hija de Azucena tenía 24 años y estaba embarazada de 6 meses al momento del
secuestro, con ella también se llevaron a su marido Leonardo y a otra pareja
que estaba con ellos en ese momento. Los hijos de ambos matrimonios fueron
dejados en una comisaría. El matrimonio Sampallo- Barragán fue visto en los
Centros Clandestinos de Detención Club Atlético y El Banco, según testimonios
de sobrevivientes. Aparentemente Mirta fue llevada a otro lugar para dar a luz.
LA
HIJA DE MIRTA Y LEONARDO
María
Eugenia, nació en cautiverio a comienzos de febrero de 1978. La joven supo
desde siempre que era “adoptada” pero los apropiadores le daban versiones
contradictorias sobre su origen. Desde chica, la relación con ellos fue
difícil. Cuando María Eugenia terminó el secundario comenzó a trabajar y se fue
de la casa. Siempre estuvo buscando su identidad. En julio de 2000, recurrió a
la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y luego a Abuelas
de Plaza de Mayo para, en principio, descartar la posibilidad de ser hija de
desaparecidos. Pero se encontró con su verdadera historia y con su familia
biológica. Se analizó en el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital
Durand y en julio de 2001, se confirmó que María Eugenia es hija del matrimonio
de Leonardo Sampallo y Mirta Barragán.
La búsqueda y el encuentro
Azucena
tuvo que enfrentarse a momentos difíciles. Con la llegada de la dictadura, los
militares habían visitado la casa de la familia Barragán: “Acá vinieron dos
veces haciendo operativos. La primera vez, revisaron todo, no encontraron nada.
Después vinieron otra vez que fue que me llevaron las otras dos hijas y los dos
yernos, yo me quedé con los tres chicos (sus nietos) acá y estuvieron nueve
días detenidos ellos también hasta que después los largaron. A un tío, le
quemaron la casa; después, a mí me llevaron todo lo que pudieron llevarse, y después
empezó la búsqueda de María Eugenia”, dice Azucena.
Su
primer encuentro con sus compañeras de lucha fue tras la desaparición de Mirta.
Las Abuelas fueron las que se acercaron a Azucena y quienes le dijeron del
embarazo de su hija. A partir de ese momento, comenzó la búsqueda que duró 24
años.
Esta
abuela recuerda el día en el que le avisaron que María Eugenia había aparecido:
“Llamaron por teléfono a Blanca y ella llamó a Gustavo. Después fueron de Ana,
porque los habían citado para ir a casa de Abuelas. Después vinieron para acá.
Eran como las doce de la noche. Yo cuando los vi digo: ‘Bueno, algo pasó’. Uno
se reía, el otro: ‘Decilo vos’. Pero parecía que a mí no me querían decir.
Decían que tenían una entrevista con las Abuelas, cualquier cosa que supieran
que después me iban a llevar. ‘No’, les digo. ‘A mí me van a decir la verdad’. Bueno,
entonces me dijeron. ‘Ah, no’, les digo. ‘Yo también voy’. Y fuimos; nos citaron
para las cuatro de la tarde, así que éramos Ana, Blanca, Gustavo y yo. Como a
las cuatro apareció Eugenia con dos amigas. Pero ya cuando la vimos parecía
Mirta; era Mirta en pinta. Y bueno, fue muy emocionante.”
El
marido de Azucena y compañero de ruta, murió unos años antes de poder reencontrarse
con su nieta. “El que la esperaba siempre, fue el abuelo. Pero bueno, por
poquito no se encontraron”, afirma con melancolía.
Hoy,
Azucena puede disfrutar de su nieta y sentir la tranquilidad y la alegría de
que tantos años de esfuerzo y dedicación, valieron la pena.
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