Cómo ser mujer trabajadora, y no sucumbir en el intento

© Elvira Boix, en lucha
Fuente: http://www.enlucha.org/site/?q=node/72

Según la última encuesta de población activa, en el último año, las tasas de desempleo entre hombres y mujeres, se han distanciado todavía más, hasta situarse en Enero en un 12% para los primeros y en un 24 % para las segundas, es decir que las mujeres sufren el doble de desempleo que los hombres.

Que las mujeres tienen más dificultades para encontrar trabajo, no es nada nuevo. Ser mujer, con pareja y en edad «fértil», es sinónimo para los empresarios de «trabajador conflictivo» a pesar de que según estadísticas de la Seguridad Social, las mujeres causan menos bajas laborales que los hombres.

En cuanto a los salarios, aunque la Constitución y el Estatuto de los trabajadores establecen que nadie puede ser discriminado por razón de sexo, la mayoría de las mujeres asalariadas, cobran de media, un 34,5% menos que los hombres. La discriminación salarial, no se hace de forma explícita: pagando en la misma categoría profesional distintos salarios, (esto sería ilegal) sino de forma solapada: la mayoría de las trabajadoras tienen categorías profesionales por debajo de las funciones que realmente realizan. Por otro lado, sus compañeros perciben pluses que hacen que a igual trabajo, el salario sea superior.


La revolución de los 60

La 2ª Guerra Mundial provocó que en gran parte del mundo industrializado las empresas contrataran masivamente a mujeres, para cubrir los puestos de trabajo de los hombres que habían ido a la guerra, esto abrió un camino a las mujeres, para incorporarse al trabajo, fuera del hogar familiar, sin embargo el fin de la guerra, provocó que muchas de ellas tuvieran que volver a casa.

La incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral, se produjo en la década de los sesenta, en pleno boom económico y en un contexto de grandes luchas sociales. El efecto también llegó al Estado español, aunque en menor medida.

El paso en la situación de las mujeres de estar, en su mayoría, en el ámbito estrictamente familiar, a incorporarse al mundo del trabajo, ha traído innumerables ventajas: para las mujeres ha supuesto una independencia económica, que en muchos casos ha permitido poder desligarse de relaciones insatisfactorias, dejar de depender de los padres, etc. También la economía capitalista, se benefició de ello, puesto que el aumento de ingresos en las familias favoreció el consumo.

Ante la crisis económica y el paro endémico que sufre la economía capitalista, economistas, políticos y empresario están introduciendo la idea de que la solución podría consistir en alejar del mercado laboral a las mujeres, sobre todo a las que tienen "responsabilidades familiares", o que éstas trabajaran menos (cobrando menos, por supuesto).


La vuelta al hogar

Desde el gobierno ya se ha "amenazado" a la población que si las mujeres no se acogen al empleo a tiempo parcial, estos trabajos, los realizarán inmigrantes. Con esto, el gobierno mata dos pájaros de un tiro: además de lanzar la idea machista de que la mujer con trabajar media jornada fuera de casa ya tiene bastante, utilizan también argumentos racistas contra los inmigrantes.

No es casual que últimamente, en los medios de comunicación, se hable de "supuestos estudios" que corroboran que los niños hoy, tienen problemas psicológicos por que están muy pocas horas con sus madres.

En realidad, lo que está sucediendo es que el capitalismo busca paliar la crisis atacando de forma más incisiva, dentro del ataque generalizado a las condiciones de trabajo del conjunto de la clase trabajadora, a un colectivo como es el de la mayoría de las mujeres trabajadoras, con condiciones laborales muy inferiores a las de los hombres trabajadores.

Hay que recordar que muchas mujeres trabajan en sectores como el comercio y los servicios, que no están organizados a nivel sindical, por ser la mayoría empresas pequeñas. También la mayoría del trabajo "sumergido" es realizado por mujeres, que se llevan el trabajo incluso a sus propios domicilios.

Sería imperdonable olvidar a las miles de mujeres que trabajan en el llamado "servicio doméstico" sin seguridad social, paro, pagas extras… Aunque si hiciéramos caso a un Juez de Bilbao, éste no constituye realmente un trabajo, ya que no da derecho a pensión de invalidez como así ha ocurrido a una empleada doméstica que solicitó esta prestación. Para el Juez, el trabajo en el hogar no es lo suficiente duro para provocar lesiones que puedan desembocar en una invalidez. Evidentemente, este Juez nunca ha limpiado cristales, ni barrido, ni desengrasado una cocina.


El conjunto de la clase

La discriminación que sufren las mujeres trabajadoras, afecta directamente a los hombres trabajadores. Quien se beneficia de ello, son los empresarios y no sus compañeros que cobran más.

Si hacemos caso a esos argumentos que pretenden hacer creer que si las mujeres retornan al "cuidado del hogar" o a aceptar trabajos a media jornada, se reducirá el desempleo, nos encontraremos a la mitad de la población fuera de la organización y de la lucha, necesarias para enfrentarnos a los ataques de la patronal.

Todos los trabajadores, hombres y mujeres, vamos en el mismo barco.

Luchar por mejorar las condiciones laborales de las mujeres trabajadoras, es un paso de gigante para superar las divisiones en las que quieren sumirnos.

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