Heroínas de nuestro tiempo
©
Nicole Muchnik, El País
- Las
escritoras Taslima Nasreen, Ayaan Hirsi Alí y Nawal al Saadawi son algunas de
las mujeres amenazadas y perseguidas por la intolerancia islamista. Ellas se
han tomado en serio nuestros principios democráticos
Hubo un
tiempo en que la juventud del mundo escogió al Che Guevara como héroe. Hasta el
día de hoy, la venta de camisetas, pósters y demás chucherías con su efigie
constituye un mercado floreciente. Cabe preguntarse si la juventud del mundo
conoce los nombres de Taslima Nasreen, de Ayaan Hirsi Ali o de Nawal Al
Saadawi. Para ser justos, al menos deberían poderse hallar algunas fotos de ellas
en la sección de pañuelos fetiches y otros llaveros solidarios: las tres son
mujeres, universitarias, demócratas, y las tres están amenazadas de muerte en
sus países.
Oriunda
de Bangladesh, la escritora Taslima Nasreen tuvo la mala suerte de suscitar la
cólera de los islamistas indios con Lajja (La vergüenza), novela ganadora del
Premio Sajarov 1994 que denuncia el tratamiento de la comunidad hindú en su
país, mayoritariamente musulmán. La autora tuvo que escapar de Bangladesh,
donde varias otras obras suyas están prohibidas, al igual que en India, para no
herir la susceptibilidad musulmana.
Refugiada
en Calcuta, no había decidido callar y criticó en particular la condición de
las mujeres en la sociedad islámica. Fue condenada a muerte en agosto de 2007
y, a consecuencia de la pasividad del Gobierno comunista bengalí ante una serie
de manifestaciones violentas, tuvo que abandonar Calcuta y refugiarse en Nueva
Delhi con protección policial india.
Grupos
de mujeres indias piden al Gobierno que se le conceda la nacionalidad india a
la autora emigrada de Bangladesh cuya visa vence en febrero de 2008. El partido
Bharatiya Janata denuncia también el silencio del primer ministro y exige un
debate en el Parlamento. No obstante, en los hechos da la impresión de que las
autoridades indias la están empujando suavemente a marcharse, aconsejándole que
busque un país acogedor fuera del continente. "Si Taslima vuelve a
Calcuta, la izquierda perderá el voto musulmán", amenaza un responsable
musulmán local que representa alrededor de un 30% del electorado. "Hay
peligro de nuevas violencias. El Gobierno debe elegir entre ella y nosotros".
¿Cuánto
pesa la libertad de pensamiento, el valor y la vida misma de una mujer ante la
pérdida de las elecciones a favor de los islamistas?
Amenazada
de muerte por los islamistas del mundo entero, Ayaan Hirsi Ali, escritora y
diputada holandesa de origen somalí, vive actualmente en un "lugar seguro"
de los Países Bajos con protección policial. ¿Por qué esta escritora de 38 años
con aspecto de top model, diputada liberal, sumamente inteligente y cargada de
diplomas, ha de temer por su vida y suscitar una justa entre algunas de las
grandes mentes europeas imbuidas de tolerancia?
"Esta
mujer es peligrosa, esta mujer está en peligro", según lo resume Pierre
Haski de Rue 89. Podría convertirse en "la primera refugiada occidental
desde el Holocausto", escriben Sam Harris y Salman Rushdie (a quien no se
le puede negar un conocimiento íntimo del problema). La historia de Ayaan es
ejemplar: de estricta obediencia musulmana en su infancia, víctima de la
ablación y escapando de un matrimonio forzado, se refugió en los Países Bajos
donde obtuvo la nacionalidad. En 2002, Gerrit Zalm, viceministro de Holanda, la
hizo entrar en política prometiéndole protección física. Pero en 2004, mientras
trabajaba con el cineasta Theo Van Gogh, éste fue degollado por los islamistas,
quienes unieron este asesinato con la amenaza de muerte para la joven diputada
liberal. Para que la carta de amenaza no pasara desapercibida, se la encontró
clavada en el pecho del joven con un cuchillo de carnicero. Ayaan Hirsi Ali se
exilió por un tiempo en Estados Unidos, donde prosiguió su investigación sobre
las Luces en el Islam, pero perdió los fondos destinados a su seguridad que le había
concedido su Gobierno.
En
Francia circuló una petición para que se le concediera la nacionalidad
francesa, algo que no despertó el entusiasmo de las autoridades. "Europa
es cobarde", escribió Salman Rushdie. En realidad, Ayaan Hirsi Ali
desorienta a los "especialistas" de la intolerancia. Se declara atea
y cita a Voltaire: "El Corán es obra del hombre, no de Dios",
escribe. "Por consiguiente debemos interpretarlo y adaptarlo según los
tiempos modernos. Abandoné el mundo de la fe, de la ablación genital y del
matrimonio en aras al mundo de la razón y la emancipación sexual. Después de
este viaje, me consta que uno de estos dos mundos es simplemente mejor que el
otro". Pero su juicio sobre la actitud occidental es lapidario: "La
colonización y la esclavitud han creado un sentimiento de culpabilidad en
Occidente que lleva a la gente a adular las tradiciones foráneas. Es una
actitud perezosa y hasta racista".
Las
afirmaciones de Ayaan Hirsi Ali no gustan a todo el mundo. Es así que tanto
Timothy Garton Ash como Ian Buruma han criticado su pensamiento radical.
"Ayaan
Hirsi Ali es hoy una valiente, abierta y un tanto simplificadora
fundamentalista de la Ilustración -escribe el primero-. No estoy convencido de
que declaraciones públicas como las que ha hecho Ayaan Hirsi Ali acerca de que
el Islam es 'atrasado' y su profeta 'perverso', sirvan para algo". Por el
bien de todos, en una palabra, Ayaan haría bien en defender su vida pero
endulzando su pensamiento y sin criticar demasiado a sus verdugos.
"Es
la paradoja del multiculturalismo -responde el autor francés Pascal Bruckner-,
que otorga el mismo tratamiento a todas las comunidades pero no a los
individuos que las componen, negándoles la libertad de liberarse de sus propias
tradiciones...". Para cerrar un debate tan profundo como vital para
Europa, el célebre escritor sueco Lars Gustafsson sugiere "dos axiomas
bastante obvios:
-La
tolerancia de la intolerancia engendra intolerancia;
-La
intolerancia de la intolerancia engendra tolerancia".
¿Más
nombres? No hace falta recordar la historia de la birmana Aung San Suu Kyi,
cuyos 16 años de arresto domiciliario alternándose con simulacros de liberación
son, junto con la represión sangrienta de sus sostenedores, el pasatiempo
preferido de los dictadores birmanos. Casi desconocido es, en cambio, el caso
de la catedrática birmana Aung Ma Tin Yee, amenazada y exiliada en Tailandia,
en donde codirige la All Ethnic International Open University como así el
Empowering Women of Burma, un movimiento de mujeres que ella misma fundó en
1992.
Discriminadas
en sus países de origen, amenazadas, exiliadas, son también la sirio americana
Wafa Sultan, la asiática Irshad Manji, nacida en Uganda, la turca alemana
Seyran Ates, y la turca Necla Kelek, todas ellas culpables de haberse tomado en
serio nuestros principios democráticos.
La
decana de nuestras heroínas es probablemente la egipcia Nawal Al Sadawi.
Conocidos son sus méritos -diplomada en la Universidad de El Cairo y en
Columbia University de Nueva York, investigadora en la Facultad de Medicina de
Ain Shams, en El Cairo, repetidamente encargada de misiones por cuenta de las
Naciones Unidas, ex consejera de la Comisión económica de las Naciones Unidas
en África Occidental, comprometida autora de 45 libros, muchos de ellos premiados
y traducidos a más de 30 idiomas-. Nawal Al Saadawi es una luchadora incansable
por la emancipación de la mujer en el Islam, por la recuperación del nombre
materno asociado al paterno, por el aborto, contra la ablación y contra el
abuso sexual de los niños. En un Egipto en el que un 91% de las mujeres ha
sufrido la ablación, "el velo mental es el más peligroso -escribe-, porque
es invisible. El sistema educativo y los medios de prensa colaboran para velar
las mentes".
Encarcelada
repetidamente, Nawal Al Saadwi vive exiliada desde abril de 2007. El detonador
fue esta vez la reedición en enero de una obra de teatro escrita varios años
antes titulada Dios dimite de la cumbre, en la que Dios aparece como un
espíritu, ni mujer ni hombre. No es demasiado políticamente correcto pedir para
estas mujeres, como para muchas otras, verdaderas víctimas de nuestro tiempo,
junto con el derecho a expresarse libremente y a elegir su vida, un
reconocimiento internacional a la altura de sus méritos.
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