Socialismo y liberación

© Lindsey German, en lucha

¿Desaparecerá con el socialismo la opresión de las mujeres? Después de la revolución, ¿no habrá machistas, hombres que acosen sexualmente a las mujeres e incluso violadores? ¿No seguirán siendo las mujeres las responsables de cuidar y asistir a los demás, aun cuando se ocupen de otros niños aparte de los propios? ¿No habrá mujeres que deseen vivir en el seno de una familia convencional a la que consideren como el sitio en el que se encuentran más seguras?

En el proceso revolucionario millones de mujeres comenzarán a poder hacer uso de todas sus capacidades, algo que la estructura familiar, imperante actualmente, nunca podrá permitirles. Millones de hombres dejarán de ver a las mujeres como buenas cocineras, objetos sexuales o madres amantísimas, y comenzarán a verlas como luchadoras obreras. La opresión de las mujeres, no lo olvidemos, data de miles de años. Es una forma de opresión más profunda que cualquier otra debido, por un lado, al largo tiempo durante el cual ha existido, y por otro, a que atañe a las relaciones más íntimas y a las relaciones sexuales (tanto amorosas como opresoras) entre las personas. Por consiguiente, todos los problemas derivados de la opresión no desaparecerán ni en los primeros días, ni en los primeros meses de la revolución.

Los seres humanos deberán escoger y decidir acerca de cómo alcanzar su liberación. No obstante, los cambios materiales que conllevará el socialismo establecerán las condiciones necesarias para que desaparezca la opresión de las mujeres y, finalmente, para que la humanidad alcance su liberación.

En primer lugar, los recursos de la sociedad se destinarán a erradicar la opresión. En la sociedad capitalista se invierte muy poco para que la vida de las mujeres sea más llevadera y agradable. El gasto en servicios de guardería, por ejemplo, es escaso y a menudo transitorio y su cometido no es otro que el de responder a las necesidades del capital (como las guarderías que se crearon durante la segunda guerra mundial cuando el mercado de trabajo requería mano de obra femenina). En una sociedad socialista el dinero no se gastará en desarrollar armas nucleares, ni en financiar a los ricos, ni en otorgar subsidios a las escuelas privadas. Por el contrario, el dinero se invertirá en mejorar la calidad de vida de los trabajadores, en servicios sanitarios, en educación y en servicios de atención a la infancia. Un elemento fundamental para lograr todo esto es que existan servicios que cubran todas las necesidades ahora encomendadas a la familia: comedores, guarderías y lavanderías. Será toda la comunidad, y no los individuos que integren la familia, la que se ocupará de los ancianos, de los enfermos y la que se asegurará de que quienes requieran cuidados, fuera de la familia, cuenten con los servicios adecuados. Las viviendas se asignarán sobre la base de necesidades evaluadas de acuerdo a criterios compartidos y no según la riqueza de los individuos.

También será completamente diferente el papel que desempeñarán las leyes y la prensa. Mientras que actualmente ambas reflejan la opresión de las mujeres a través de imágenes estereotipadas que de ellas se proyectan, en una sociedad socialista ocurrirá todo lo contrario. Esto no significará la desaparición automática del machismo, pero sí que las ideas sexistas habrán dejado de gozar de la respetabilidad que ahora tienen.


La liberación no se alcanzará desde el primer día de la revolución, pero desde ese momento las mujeres contarán con una total igualdad social, jurídica y financiera, lo que constituirá no únicamente un enorme avance, sino que también creará las condiciones necesarias para que las mujeres alcancen su propia liberación. Socialismo y liberación

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