Sin gafas y a lo loco

Han cerrado el supermercado al que pasaba a comprar de vuelta del trabajo camino de mi casa. En el supermercado (más bien bodeguilla) de la manzana de al lado han contratado a un empleado que me tiene frita. Es entrar por la puerta y venírseme el tío detrás a ver cómo estoy y no quitarme ojo. Yo pensaba que lo mismo lo tenían como sistema anti-robo y era así de pesado con todo el mundo pero luego me percaté de que no viene detrás en plan de asegurarse que no me meta nada en el bolso sino a ver qué compro y cómo puede hacer conversación conmigo. Tela. Como da la puta casualidad de que sigue haciendo un frío de cojones y no me apetece ir hasta pingalamorra para comprar Pepsi o cualquier cosa suelta que necesite, me toca ir a esta bodeguilla por cojones y, para evitar llevarme un disgusto cada vez que entro – que es que me hace sentir como si fuese un trozo de carne –, he optado por ir sin gafas y sin lentillas de forma que sé que lo tengo detrás o al lado pero cuando me mira a la cara no le veo los ojos y, si se los veo, no lo hago con mucha claridad y me siento menos violenta. Anda que lo que tiene una que sufrir para no pasar frío. No sólo tengo que comprarles la botella de Pepsi a $2.19 + impuestos (muchísimo más cara que en un supermercado normal) sino que encima el día menos pensado me voy a matar bajando las escaleras ya en mi casa por ver menos que Pepe Leches.

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