Lohana Berkins: El derecho absoluto sobre nuestros cuerpos
* * * Fuente:
http://www.marxists.org/espanol/tematica/mujer/autores/berkins/2000/xii.htm
* * Primera edicion: Revista América Libre, no.
18, diciembre de 2000, edición digital. Esta Edición: Marxists Internet
Archive, 8 de marzo de 2008. Derechos: Revista América Libre. Esta permitida la reproducción del artículo
siempre que se cite a América Libre como la fuente original y se incluya un
enlace a su pagina de internet, http://www.nodo50.org/americalibre/.
* Lohana
Berkins es una activista travesti argentina premiada en 2003 con el Premio
Felipa de Souza por activismo por los derechos civiles de las lesbianas, gays,
bisexuales y transexuales de la Comisión Internacional por los Derechos Humanos
para Gays y Lesbianas (IGLHRC). En 1994
Berkins fundó la Asociación Lucha por la Identidad Travesti y Transexual
(ALITT) con el propósito de educar y politizar a los travestis argentinos
lunchando contra la pobreza y el desempleo.
También es miembra del Partido Comunista de la Argentina
Yo sé
que muchos se preguntan qué hace una travesti en este lugar. Porque muchas
personas tienen una idea absolutamente equivocada o están llenas de mitos de lo
que es una travesti. Yo quiero decir que también soy feminista. El primer
problema que tenemos las travestis es que ni la sociedad ni el estado reconocen
el travestismo como nuestra identidad. Una de las opiniones adversas mayores
que tenemos es la de las jerarquías eclesiásticas. La Iglesia nos ha demonizado
absolutamente. Por ejemplo, piensan que si ustedes escuchan a una travesti, van
a terminar siendo travestis. Nos adhieren una cosa de contagio. Puedo decirles
que se pueden quedar tranquilos, que nadie se va a transformar por escucharme.
Otra
cosa, es el tema de por qué nosotros y nosotras podemos hablar de muchas cosas,
y a lo que más les escapamos y le tememos es al cuerpo. Yo amo perfectamente a
mi cuerpo. Como dijera Lucienne Stoine en 1845: “No quiero el derecho a la
propiedad o al voto, si no puedo mantener mi cuerpo como un derecho absoluto”.
Entonces ahí empieza nuestro problema.
La
realidad latinoamericana es que el travestismo se da entre los 8 y los 10 años
de edad. Lo primero que sucede es una expulsión familiar, y por ende una
expulsión social después. Esta sociedad no está preparada todavía para darle un
tipo de contención.
En la
República Argentina hay tres organizaciones de travestis, y nosotras trabajamos
sobre una población directa de 3000 compañeras travestis. La edad de mortandad
de las travestis en Argentina y en casi toda Latinoamérica no supera los 30
años. Las causes de muerte son: muertas por la policía, sin que ningún estado
investigue nada. Otra causa es el uso indiscriminado de las cirugías. El
sistema capitalista ha creado un solo modelo de mujer: linda, dulce, muy bella,
que es la que consume el patriarcado. Entonces nosotras, cuando empezamos a
vivir nuestra realidad, como la única alternativa de supervivencia que nos
queda es la prostitución, si yo me voy a parar, lo más que puedo conseguir es
una limosna, porque tengo 92 kilos. Entonces, es tan fuerte la idea de la
imagen, que las compañeras terminan siendo víctimas de este tema. Porque lo que
nos dice la sociedad es: “está bien, este chico no quiere ser varón, que sea
mujer. Pero no cualquier mujer. Sino una mujer espléndida”, como la travesti
más famosa de Brasil, Roberta Clos. “Como Roberta Clos o nada”. Esos son los
modelos que van imponiendo. En este tema se producen situaciones de muchísima
violencia. El hecho de que nosotras estemos condenadas a la prostitución,
atenta también contra nuestra propia autoestima.
Yo
sufrí siete años de encarcelamiento por el mero hecho de haber desafiado a esta
sociedad, y decir “esto es lo que yo soy”. En la Argentina, hace más de 9 años
nosotras empezamos a organizarnos. El cambio más profundo se produjo a través
de conocer el feminismo, las lesbianas feministas. Entonces empezamos a luchar,
y tenemos un programa que se llama “Construyendo la ciudadanía travesti”.
Obviamente, la palabra “ciudadanía” no tiene nada de liberalismo, sino en un
sentido mucho más amplio y revolucionario.
Apuntamos
a cuatro cosas: la educación, la salud, la vivienda y el trabajo. En la
Argentina se siguen sosteniendo fuertísimas leyes que castigan el travestismo.
Para que ustedes entiendan lo que digo, yo estoy absolutamente orgullosa de ser
travesti, y si volviera a nacer, elegiría exactamente lo mismo. Pero esta
sociedad maneja la cosa binaria de hombres y mujeres. Cuando vos nacés, la
partera te mira entre las piernas y dice: “tiene un pene”, o “tiene una
vagina”. A eso a la genitalidad, le adhiere un sexo, y al sexo un género. Y
como decía la compañera, no es lo mismo ser varón que mujer, mucho menos en una
sociedad tan patriarcal y tan machista como la sociedad latinoamericana.
Entonces, si vos no te comportás de acuerdo con tu genitalidad, tenés que
comportarte como la otra opción, que es ser mujer. Lo que nosotras estamos
planteando es que no somos ni hombre ni mujer. Soy una travesti, una persona
que tiene una genitalidad y que puede vivir perfectamente construida bajo otra
identidad o bajo otro género, que es el femenino. Por ahora no hay tantos
modelos. Por ahí, de acá a 2000 años de luchas más, podrán decir: “mujeres,
varones, travestis... y una lista interminable”, cuando se refieran a los
géneros.
Nosotras
empezamos a atacar la hipocresía burguesa. Porque en el mundo, los hombres
castísimos, si nos ven prostituyéndonos nos dicen “pecadoras”, y si pedimos por
nuestros derechos, nos dicen “comunistas”. Entonces empezamos a atacar a la
burguesía, a la hipocresía burguesa. Porque si hay 10.000 compañeras paradas
todas las noches, es porque hay 10.000 hombres que las consumen. De noche, todo
bien; pero de día dicen: “mátenlas, que las encierren, son el demonio”. Eso es
una hipocresía. La sociedad pide castigo para quien se prostituye, pero no para
quien consume.
Empezamos
a luchar. En Buenos Aires, el Estado gasta 300 millones de dólares para
sostener a la policía, que es la misma policía represiva del proceso, y no
quiere gastar ni diez dólares en educación, en capacitarnos, en vernos como
sujetos de derecho.
Dentro
de todas estas cuestiones, también podemos ser socialistas, y puedo ser
feminista. No es que lo único que yo soy es travesti. Cuando hablaba del tema del
“mito”, la gente piensa que somos libertinas, que estamos todo el día en la
cama, como una diosa Venus, fumando porros, tiradas, y que el mundo no nos
importa nada. Es otro estereotipo. En nuestra comunidad hay de todo, hay
compañeras que pueden ser de ese estilo, compañeras rubias, compañeras que
tenemos 92 kilos, compañeras comunistas, tenemos una diversidad. Y tenemos esa
diversidad porque somos personas. Yo voy a decir que las travestis somos algo
raro cuando caguemos por la oreja, o meemos por la nariz. Mientras lo haga por
los lugares que lo hacen ustedes, no veo el asombro.
Ahí es
cuando la sociedad se comienza a poner medio loca. Porque no es que les moleste
que nosotras existamos. Yo voy por el mundo, parezco una señora gordita, y todo
bien. El problema empieza cuando nosotras empezamos a pedir derechos. Cuando
nosotras decimos: “no sigan matando compañeras, dennos trabajo, educación,
vivienda, salud”. Ahí es cuando la sociedad se pone frenética.
A
nosotras se nos hace bastante difícil. Algún día me gustaría que en un gran
evento, haya compañeras lesbianas, gays, travestis, participando sin
discriminaciones dentro de los movimientos de lucha. Porque sucede que unas
luchas parecer ser mucho más valiosas que otras. Si es por víctimas, nosotras
tenemos víctimas. Si es por cárcel, conocemos las cárceles. Si es por
represión, tenemos represión. Entonces, yo no veo por qué no se puede pensar de
una forma totalizadora, y pedir por todos los derechos.
¿Por
qué, si yo voy a una marcha en contra del FMI, contra el imperialismo yanqui,
por qué no pueden venir a nuestras luchas también? Entonces, tenemos que hablar
de estas cuestiones como una cosa cotidiana, porque nosotras somos cotidianas
también. Nosotras vivimos en comunidades, vivimos en casas, tenemos familias,
amigos, amigas, pensamos. Entonces, la reflexión que queremos hacer, es que
estamos convencidas de cambiar a esta sociedad. Yo lucho para cambiar la
sociedad. Estoy absolutamente en contra del imperialismo, amo la libertad. Pero
no una libertad condicionada. Amo la libertad absoluta, que cada quien viva
como quiera. Amo absolutamente ser travesti. ¿Por qué pareciera que es de otro
mundo?
Entonces,
el reclamo que estamos haciendo, es la construcción de una sociedad sin ningún
tipo de opresión, aunque parezca largo decir “las” y “los”. Se habla de “los
revolucionarios” ¿y las revolucionarias dónde están? Estaban ahí.
Hay que
romper la cosa esquemática de género. Que el hombre tenga que ser el supermacho
que grite y que golpee, y la mujer que cocine y que vaya con su guagüita de acá
para allá. Hay mujeres revolucionarias que han empuñado un fusil. Y hay hombres
que pueden cocinar, y no van a ser menos revolucionarios.
Otro
tema es el del afecto y del cuerpo. ¿Por qué podemos hablar, y si en este
momento yo digo “agarremos las armas” todo el mundo se prende, pero si dijera
“desnudémosnos, toquémosnos”, empieza el pánico absoluto? ¿Por qué tengo que
sentir vergüenza de mi cuerpo, si lo más valioso que tenemos es el cuerpo? Es
el cuerpo para la vida, el cuerpo para la lucha, el cuerpo para todo. Es el
bien más absoluto que tenemos.
Insisto
en este tema de las luchas. Creo que hay que repensar absolutamente, e incluir.
También lucho por las personas sin tierra, me conmueve absolutamente la
pobreza, lucho en contra de los ricos, lucho en contra de todo tipo de
opresión. Lo único que yo les dejo como reflexión, es que ustedes se sumen a
nuestra lucha. Nada más.
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