Lohana Berkins: Travestida para transgredir
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Fuente: http://www.marxists.org/espanol/tematica/mujer/autores/berkins/2000/x.htm
* * Primera
edicion: Revista Socialismo o Barbarie, Ano 1, No. 3, octubre de 2000, edición
digital. Esta Edición: Marxists Internet Archive, 8 de marzo de 2008. Derechos:
Revista Socialismo o Barbarie. Por favor
citar a revista Socialismo o Barbarie como la fuente original e incluir un
enlace a su pagina de internet, http://www.socialismo-o-barbarie.org
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Entrevista de Clarisa Palapot
Cuando
surgió el Código de Convivencia Urbana en Capital Federal, todos los
periodistas del régimen denunciaron noche y día un ataque a la moral y a las
buenas costumbres. Con la despenalización de la oferta sexual callejera, la
doble moral burguesa había llegado a la pantalla una vez más. Los travestis
fueron el blanco predilecto de la hipocresía de la sociedad. Cuando todos los
partidos del poder dieron marcha atrás con la propuesta, la TV y los diarios se
olvidaron del asunto, y los policías volvieron a sus viejos negocios. Lohana
Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti (ALIT),
no perdió la memoria, y en el camino encontró muchas cosas más para contar.
¿Cuál es la situación general del movimiento
travesti?
Del
logro que más me enorgullezco es de que muchas travestis hemos dejado de ser
víctimas pasivas para ser víctimas activas. En la medida en que nosotras vamos
cambiando, la sociedad va cambiando. Y es porque nosotras nos volvimos sujetas
peligrosas. Primero sujetas de conciencia, después sujetas de derecho y sujetas
demandantes. Por ejemplo, el año pasado decidí terminar el secundario. La
directora, cuando fui por primera vez, me dijo que no había vacantes, y no es
un colegio con un ingreso estricto ni nada de eso. Mi logro en lo personal fue
decirle: “mire señora, revea su situación porque yo le voy a iniciar un juicio
que usted no se lo va a olvidar jamás”. Ese es el cambio, obligar a todo un
colegio a convivir, o por lo menos a respetar a una travesti, y la experiencia
es maravillosa. Fui elegida como delegada para el Consejo de Convivencia, soy
la más popular del colegio. Las compañeras travestis también lo van haciendo.
Unas chicas tomaron un hotel donde trabajaban y eran muy explotadas: esas son
sujetas demandantes. Le están diciendo al Estado: primero, no nos van a poder atropellar
tan fácilmente porque tenemos derechos. Y segundo, quiero dignidad de derechos
como cualquier otro.
¿Cómo te definís sexualmente?
En una
sociedad que te obliga a definirte como hombre o como mujer, es más divertido
decir: soy travesti. Lo ideal sería que cada uno pudiera hacer, ser y tener la
imagen que quiera. La pregunta que yo me hago es si en esta sociedad tan
alineada, tan educada, tan etiquetada, todavía se puede hablar de instintos
primarios y deseo puro. ¿Hasta dónde estructuramos el deseo? La opresión, desde
el punto de vista de las travestis, tiene que ver con que sólo se puede ser
hombre o mujer en el esquema sexo-género (que implica que a una condición
biológica le corresponde un determinado rol social y un deseo; mujer=madre=ama
de casa). Esta sociedad se pone un poquito permisiva –un poquito–, y dice:
pueden ser gays o lesbianas. Y justamente el travestismo viene a producir un
quiebre. ¿Por qué tengo que elegir entre los dos géneros, como si estos géneros
fueran la panacea del mundo, uno por opresor y la otra por oprimida?
Prostitución y travestismo: ¿Cuál es la relación?
La
prostitución sigue siendo la única alternativa. Nosotras no podemos hablar de
que acá se elige la prostitución. Se podría hablar de elección si pudiéramos
acceder a trabajos comunes. Entonces sí, yo opto y puede que sea todo tan
democrático que esté eligiendo prostituírme. Pero no es el caso de las
travestis, que no tienen otra alternativa. Y el efecto más lamentable, más que
la prostitución, es que nosotras no podamos concebir el travestismo sin la
prostitución, nosotras nos constituimos en la prostitución, no para la
prostitución pero sí en la prostitución.
No éramos todos ni tan libres ni tan iguales…
Yo
primero pensaba que la prostitución era un hecho que dependía totalmente de mí,
que yo decidía ir y pararme en la esquina. Un día deje de estar alienada y me
di cuenta de que la prostitución no era una hecho fortuito, alimentado y creado
por mí, sino que tenía que ver con un hecho mucho mas perverso sostenido por
todo un sistema. La prostitución es causada por la pobreza y la corrupción del
Estado.
¿Cómo es la relación de los travestis con las
prostitutas?
La vida
de las travestis esta ligada a la vida de las prostitutas, hay un paralelismo y
un entrecruce de historias, que lamentablemente es la historia de la opresión.
Tenemos distintas caras de un mismo opresor. Después las mujeres tienen su
propia historia.
¿Cómo entendés el patriarcado?
Yo
siempre digo que soy doblemente Judas. Los hombres sienten que nosotras somos
traidoras al patriarcado, porque teniendo el pene, el símbolo, renunciamos al
poder. El segundo cuestionamiento viene por rechazar la imagen de mujer que
propone esta sociedad. Lo que a mí me pasa en la vida, me pasa justamente por
llamarme Lohana y por portar el estandarte de la imagen femenina. Porque si yo
me hubiera quedado como un gay clase blanca, con título universitario, no me
hubiesen pasado las mismas cosas. En todos los ámbitos de su problema –la mujer
negra, la mujer lesbiana, la mujer prostituta, la mujer que abortó, la mujer
profesional– la mujer tiene una historia parecida a la nuestra.
¿Qué pasa con la imagen del travesti?
Yo
pienso que cuando voy a una nota, los que no me conocen esperan que venga el
estereotipo de la travesti, y se encuentran con otra cosa. Empecé a romper con
el estereotipo cuando empecé a vivir como quería. Las travestis me dicen que
parezco una lesbiana. Ellas están ahí con sus tacos y yo sin nada. Ese
imaginario que ellas tienen de una lesbiana también es un problema. Estamos tan
encasilladas. También el uso del jean, antes yo hablaba con las chicas y les
decía: no vayan como Greta Garbo al Coto a las diez de la mañana. No es por
cercenar tu libertad, vayan un poquito más tranquilas y se evitan una situación
de violencia. Nosotras ocultamos que tenemos pene, y a eso le llamamos
trucarse. Un día fui a un lugar y había una chica destrucada. La segunda vez lo
mismo. La tercera, me dije: que tarada que soy. Me relajé y empecé a disfrutar
de la libertad de ella. Y pensé que si no, yo también entraba en el círculo de
la hipocresía. Si yo sabía que ella tenia pene, y yo también tengo.
¿Cómo empieza esta crítica a los modelos sociales?
Cuando
nosotras iniciamos el movimiento travesti íbamos a las reuniones y las
lesbianas feministas ponían en palabras todo lo que nosotras estábamos
pensando. Cambié primero la visión del mundo. Y después mi visión de mí misma.
Empecé a mirar para adentro, a hablar, a poner en palabras lo que toda mi vida
había significado una acción. Antes era muy misógina, hasta que empecé un
camino muy interesante que es el de conocer a las mujeres reales. No la mujer
comercial, la que siempre esta divina, sino la que vive lo cotidiano.
¿Y la discriminación?
Las
travestis estamos atravesadas por todas las discriminaciones: pobres,
prostitutas, analfabetas y golpeadas. Hice un taller de violencia doméstica y
me paralicé, porque cuando una mujer hablaba, yo pensaba: eso me pasó a mí.
Pero a mí no me lo hizo un hombre en particular: me lo hizo la sociedad. La
sociedad me aisló, me disminuyó, me hizo sentir una mierda. “Vos mariconcito de
mierda, yo te encarcelo, te mato como perro y no digo nada”. Ese cuadro, esa
minusvalía, a mí me la implantó la sociedad. Esta es una sociedad golpeadora.
Lo que pasa es que en Argentina todos los movimientos están dirigidos por la
burguesía, por eso nunca llegan a la verdadera revolución, ni productiva ni de
nada.
¿Te referís a la izquierda también?
La
izquierda también, sí. Para mí no hay algo tan antidemocrático como los
partidos políticos: estructuras patriarcales fuertísimas donde se decide lo que
el feudo quiere.
¿Cuál es la alternativa?
Yo creo
que lo primero es intentar que las organizaciones no se conviertan en
estructuras y volver al trabajo de base. Es fácil hablar cuando el problema es
de otros. Acá falta discusión y participación de los verdaderos actores
sociales. Yo voy a sentir que hay participación cuando Elena Reynaga
(presidenta de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) sea
diputada y yo discuta con ella. Cuando sea Elena la que hable de la
prostitución, y cuando los obreros estén donde tienen que estar.
¿Te parece que dentro del capitalismo se puede
producir el cambio?
No. Yo
creo que hay que desmantelar las estructuras. Y eso se hace generando verdadera
participación de los actores sociales. Y el cambio no pasa porque las mujeres
tengan el poder: honestamente, en Graciela Fernández Meijide me cago; en la
mujer de Chacho Alvarez, también. Creo que el fascismo no tiene género. Si
mañana una travesti viene y me dice que se va a hacer policía, yo la vomito
encima y se acabó la historia; para mí deja de ser travesti. Creo que el poder
es corruptible porque hay una estructura corruptible, entonces no importa si
hay mujeres o varones.
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