María Assoff
* *sacado de "Abuelas
de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza
de Mayo que me ha pasado una amiga.
Por
Luciana Guglielmo
-
Su hijo Walter Hernán Domínguez y su nuera Gladys Cristina Castro, embarazada
de 6 meses, fueron secuestrados el 8 de diciembre de 1977 por la dictadura en
Godoy Cruz, provincia de Mendoza. Su nieto o nieta debió haber nacido entre
febrero y marzo de 1978.
La
dictadura militar sigue siendo hasta hoy, uno de los hechos más aberrantes de
la historia argentina reciente y a pesar de los años transcurridos, las
secuelas son muchas. Fueron años de terror y silencio. A pesar de los dichos del
escritor Eduardo Galeano para quien el miedo seca la boca, moja las manos y
mutila, en los años de dictadura hubo un grupo de mujeres que tuvo la dicha de
no cargar con ese sentimiento. El amor por sus hijos y sus nietos fue más
fuerte. La dictadura cometió genocidio, ya que por razones políticas asesinó a
30.000 personas, pero además sistematizó una forma inédita de represión: la
desaparición forzada de personas. Esta práctica, en Argentina, incluyó otro hecho
inédito: la desaparición de niños secuestrados con sus padres y de bebés
nacidos durante el cautiverio de sus madres embarazadas. Los niños fueron
despojados de su familia, de su historia y de su nombre, motivo más que
suficiente para que estas mujeres no bajaran los brazos y comenzaran a andar un
camino hasta ese momento nunca transitado. María Assof es una de esas mujeres fuertes
y tozudas. Su vida cambió radicalmente el 8 de diciembre de 1977 cuando se
llevaron y secuestraron a parte de su familia.
En
ese momento sintió que se le caía el mundo encima. María estaba desorientada y
no supo hasta ese entonces qué era un hábeas corpus. Ni ella, ni su marido,
jamás habían pertenecido a un partido político, con lo cual, el desconcierto
fue mayor.
Esa
noche de diciembre empezó su calvario. Comenzaron a golpear muchas puertas.
Fueron al arzobispado, al comando, a la SIDE, al lugar donde su hijo Walter
había hecho el servicio militar y en todos los casos, la respuesta fue la
misma: silencio e indiferencia. Por ese motivo la Abuela decidió ir a Buenos
Aires por primera vez en su vida. María recorrió todos los lugares posibles
donde pudieran brindarle información, pero nunca tuvo noticias de ellos.
El reclamo se hacía oír
Para
esta época en Buenos Aires ya se habían consolidado los movimientos de Madres y
Abuelas de Plaza de Mayo. Ante la desesperación de las madres de los
desaparecidos estas mujeres comenzaron espontáneamente a juntarse en la Plaza.
Como forma de reclamo y el encuentro comenzó a convertirse en ritual; pero, no
solo en la gran cuidad también en otras partes del país se juntaban Madres y Abuelas.
Así
ocurrió en Córdoba y Mendoza, de donde es oriunda la abuela María. En esta
provincia todo comenzó de la mano de una maestra jubilada mendocina, representante
de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, quien era la que visitaba a
las familias cuando se enteraba de algún secuestro. Ella era la que tejía las
redes y los lazos y conectaba a una familia con otra. Fue así que comenzaron a juntarse
y a unir fuerzas. Primero simulaban irse de pic-nic al parque y se juntaban a
hablar de los pasos y estrategias a seguir. A medida que pasaba el tiempo, el
número de mujeres creció, llegaron a ser sesenta o setenta personas. Fue así
que nació el movimiento de Madres de Plaza de Mayo, sede Mendoza, de la que la Abuela
María Assof es integrantes. “Los jueves seguimos marchando en la Plaza como
hace 30 años, es nuestra forma de decir ‘aquí estamos’”, afirma.
SU
INFANCIA
María
es hija de árabes. Tuvo 11 hermanos y creció en Guaymallén, provincia de
Mendoza. La vida de su madre fue muy sacrificada ya que era quien mantenía la
casa y como ella era la mayor de las mujercitas, debió ayudarla. Cuando terminó
el colegio primario, María fue a aprender a coser. Ya comenzando su
adolescencia, a los 14 años, ayudaba a su mamá en el comercio de ramos
generales, además de colaborar en las tareas de la casa cuando finalizaba la
jornada laboral. También recuerda que tenía muchas amigas, así que se dividía entre
el trabajo y la distracción. En una de esas salidas, conoció en un baile a
Osiris Domínguez, quien más adelante se convertiría en su marido. Ese día se
enamoraron, pero estuvieron un tiempo separados porque eran muy chicos y la
familia de ella no estaba de acuerdo con la relación. Tiempo después se
reencontraron, “estuvimos 5 años de novios”, recuerda la Abuela y luego se
casaron. María tenía tan solo 19 años y él 24. Siguieron viviendo en Guaymallén
y al poco tiempo se agrandó la familia. Tuvieron 2 hijos: Osiris y Walter.
WALTER
María
sólo tiene palabras halagadoras para su hijo. Lo recuerda como una buena
persona, estudioso, y solidario. “En los pocos ratos libres que tenía, porque
estudiaba y trabajaba, iba a los barrios más humildes a ayudar a la gente
porque había mucha pobreza y él iba a enseñar. También ayudaba a la gente a
construir su casita”, cuenta María. Walter militaba en el partido Comunista
Marxista Leninista (PCML), estaba convencido de que al pueblo había que
educarlo. Walter era estudiante de arquitectura. Nunca, durante el secundario,
se había llevado una materia, era un alumno ejemplar. Al momento de definirse por
una carrera universitaria, tuvo que optar por una facultar privada, ya que la
carrera que a él le interesaba seguir no existía como opción en Mendoza. Allí
formó, junto con su amigo Rodolfo el centro de estudiantes. María cree que en
la facultad lo marcaron a ambos porque su compañero también desapareció dos
días antes que Walter. Incluso, los hermanos de Rodolfo, cuando desapareció, le
advirtieron a Walter que se fuera, pero él no entendió razones y dijo que no
estaba haciendo nada malo y que no tenía por qué escapar. “Mi hijo se podría
haber salvado”, supone María.
En
esos años de juventud y militancia conoció a Gladys, “era muy bonita, muy buena
chica y también muy solidaria”, afirma la Abuela. Ella había nacido el 23 de
noviembre de 1953, también en Mendoza. Era estudiante de diseño y militante del
PCML. En noviembre de 1976, después de que Walter terminara de hacer el servicio
militar, se casaron, pero las cosas ya estaban difíciles y la pareja sabía que
la situación por la que atravesaban era peligrosa.
Cuando se los llevaron…
En
el momento en que se los llevaron Gladys trabajaba en una panadería, estaba
embarazada de 6 meses. Walter había vuelto de trabajar, era chofer de una línea
de micros. El verano estaba por comenzar. Ese 8 de diciembre, según cuentan los
vecinos, hicieron un operativo muy importante en toda la cuadra. Mucha gente
vio cuando se los llevaron, el barrio donde vivían era muy solidario y todos se
conocían, no tenían agua potable, entonces durante la noche muchos tenían que
acarrear el agua. El operativo estuvo a cargo de supuestos policías que
pidieron a la gente que no se metiera, pero en realidad se trató de militares.
Desde
ese día, no se supo nada más ni de Gladys ni de Walter.
El reencuentro
María
no puede dejar de emocionarse cuando habla de Walter, lo extraña y se le
quiebra la voz cuando lo nombra. “Parece que fue ayer que pasó todo”, afirma
entre sollozos. Y la esperanza de encontrar al nieto o nieta que debió nacer
durante los primeros meses de marzo de 1978 es lo que la mantiene en pie. “Si
encontrara a mi nieto, por lo menos tendría un pedacito de ellos. Le contaría
cómo eran sus padres, que lo engendraron con mucho amor”, asegura. Cuando el
encuentro se produzca, ese abrazo será interminable y seguramente, María sentirá
los brazos de Walter y Gladys entre ellos. Entonces, los años de búsqueda transcurridos
no habrán sido en vano.
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