Los gilipollas del mes

Eugenio Suárez está sobraó y la persona que se encargue de editar/autorizar la publicación de sus columnas en El País también.

Eugenio Suarez fue editor y director de El Caso y Sábado grafico durante muchos años y es vox populi que se ha visto obligado a volver a escribir a la vejez viruelas porque cuando le robaron el periódico no estaba bien de dinero.

A la persona que haya autorizado que se publiquen los comentarios que copio abajo le recordaría que escritores muertos de hambre los hay en todas partes, lo que no puede ser es que les publiquen cualquier chorrada sobre la época franquista en un periódico de tirada nacional.

“Es cosa de tiempos remotos, cuando la gente se distinguía, no sólo por la apariencia externa, muy simplificada en los términos "varón" y "hembra", vocablo este que definía a la mujer, sin la menor connotación peyorativa. Incluso tuvieron su época de privilegio social las ricahembras. En el lenguaje chulapón de Madrid era un piropo calificar a una señora como "hembra de tronío o real hembra". Atrévanse a escribir, ni siquiera a decir en público tal expresión y se les ha caído el pelo. Muy de estos pagos era la humilde declaración masculina al presentar a su cónyuge: "Aquí, mi señora", con lo que se declaraban -de boquilla, claro está- súbditos, esclavos y devotos de la que más tarde sería compañera sentimental. Incluso el "mi mujer o esposa" destilaba un aire menestral de posesión de algo muy valioso. Rudos y poco finos era calificarlas de "parienta", "jai" o como solía mencionar un amigo abogado: "Aquí, la parte contraria".

“Hoy es preciso andarse con tiento, no en términos generales, sino en determinados círculos muy quisquillosos. Muchas posiciones sociales han perdido el sentido y hemos llegado a suprimir el gratuito tratamiento de "señor, señora, doña y don" que pertenecen por derecho propio a quienes”.

“Se consignaba el estado civil, aunque no llegué a conocer la anotación pública de "hospiciano". Soltero, casado, viudo en sus formas genéricas. Recuerdo una anécdota que hoy parece increíble: el gran locutor Boby Deglané, que tantas cosas trajo a nuestras ondas, dirigía un concurso y los participantes acudían al estudio radiofónico, donde el simpático director interpelaba los asistentes, con frases estereotipadas. Se trataba de una mujer joven, en estado de buena esperanza deducible, o sea, no demasiado evidente. Boby, tras enterarse del nombre, hizo la siguiente pregunta: "¿Señora o señorita". Aquella mujer, joven y probablemente atractiva, se le acercó y le propinó un tremendo bofetón, pues consideraba un insulto llamar señorita -palabra preciosa que también ha desaparecido- a una dama embarazada”.

“Echo de menos otro dato, que acogía con enorme generosidad a buena parte del llamado sexo femenino: "Sus labores". Ahí venía reconocida la abnegación, la utilidad, la generosidad y desinterés con que las mujeres desempeñaban el duro trabajo de dirigir y sacar adelante una casa, una familia. Se han devaluado las labores que hacían nuestras madres, abuelas, tías y demás parientas. No se sustituyó con nada, ni para ellas ni para nosotros”.

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