Aborto y morbimortalidad materna en el Perú
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copiado tal cual del informe "Tengo derechos, y tengo derecho a saber. La
falta de acceso al aborto terapéutico en el Perú" de Human Rights Watch.
El Perú
es un país en desarrollo que tiene la segunda mayor tasa de mortalidad materna
en América Latina después de Bolivia. Aunque recibe ayuda de la cooperación
internacional, los recursos que destina a la salud de las mujeres, en especial
la lucha contra la morbimortalidad materna, son insuficientes.2 Según cifras de
la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia (UNICEF), al año se producen en el Perú 410 muertes maternas por cada
100.000 nacidos vivos, bastante más de lo que estima el propio Estado peruano.
Las
normas jurídicas y políticas públicas que restringen y penalizan el aborto en general
y no entregan pautas claras respecto del aborto no punible son también factores
que contribuyen a la mortalidad y discapacidad maternas. Aunque las muertes
maternas atribuibles a abortos sépticos que se producen en el Perú se estiman
en cerca del 16%, la cifra real es difícil de precisar porque este tipo de abortos
se realiza generalmente en condiciones de clandestinidad. Muchas de las muertes
y patologías atribuibles al aborto clandestino son totalmente evitables, dado
que el aborto legal, accesible y realizado por personal capacitado, con el instrumental
adecuado y bajo condiciones asépticas es un procedimiento muy seguro, mucho más
que el propio parto.
Incidencia
del aborto y condiciones que ameritan el aborto terapéutico
Según
un estudio del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán y Pathfinder International,
se calcula que el número total de abortos realizados cada año en el Perú
alcanza a los 352.000; es decir, uno por cada nacido vivo. Este cálculo da a entender
que el 5% de todas las peruanas en edad reproductiva tiene probabilidades de
realizarse un aborto. En Lima esta cifra alcanza a cerca de 100.000 al año. No
queda claro cuántas de estas mujeres podrían haberse hecho un aborto
terapéutico legal.
A pesar
de la falta de registros fidedignos y de las múltiples trabas que el sistema de
salud pública del Perú interpone al aborto terapéutico legal, la cifra parece
ir en aumento. A solicitud nuestra, el Ministerio de Salud nos envió un archivo
con las estadísticas nacionales de abortos terapéuticos realizados en
hospitales públicos en el último quinquenio para el cual existe información.
Solamente en el área de la Lima Metropolitana, el número estimado de abortos
terapéuticos realizados muestra una curva notablemente ascendente: 26 en el
2002, 41 en el 2003, 24 en el 2004, 215 en el 2005 y 699 en el 2006. En el caso
de un solo hospital el número de abortos catalogados como “médicos” se elevó de
tres en el 2002 a 137 en el 2005 y 687 en el 2006. Ahora bien, más que indicar
un aumento drástico en el número de abortos, estas cifras ilustran la falta de
regularidad en el recuento y caracterización de los abortos legales realizados
en el sector público. De hecho, dicho recuento incluye una serie de
procedimientos médicos legales que son más bien servicios obstétricos de
urgencia. Es más, estas cifras están por debajo del nivel de intervenciones que
se estiman necesarias.
En el
Perú no existen procedimientos confiables de recopilación de datos sobre complicaciones
graves o fatales del feto o la madre. Tomando como base los estudios hechos en
otros países sobre incidencia de malformaciones congénitas graves y fatales,
así como la amplia gama de patologías que pueden amenazar la vida y salud de
las embarazadas, lo más probable es que, además de aquellos oficialmente informados,
existan cientos de casos de mujeres y niñas que tenían derecho a un aborto terapéutico
pero no lo recibieron. Por ejemplo, un cálculo señala que al año nacen en el
Perú 945 criaturas con malformaciones incompatibles con la vida. Los casos de
anencefalia son apenas un ejemplo: según datos del propio Ministerio de Salud,
cada año se registran al menos 80 casos de anencefalia que sin embargo no reciben
un aborto terapéutico.
La
anencefalia es una malformación fetal incompatible con la vida, en la cual el cerebro
y la médula espinal dejan de desarrollarse. En este tipo de casos, la muerte fetal
sobreviene antes o bien a las pocas horas o días del parto. Llevar un feto anencefálico
generalmente provoca una enorme angustia y representa un peligro para la integridad
física de la embarazada.
Existen
además docenas de otras patologías que ameritan la realización de un aborto
terapéutico destinado a salvar la vida de la madre y preservar su salud y bienestar.
Es por ello que un equipo de especialistas en salud reproductiva de nueve sociedades
médicas del Perú elaboró un perfil clínico orientado a definir los criterios bajo
los cuales se justifica la interrupción legal del embarazo. La nómina incluye, sólo
a título ilustrativo, más de 30 patologías que pueden llevar a una embarazada a
contemplar la posibilidad de un aborto terapéutico. El Dr. Luis Távara,
ginecólogo obstetra de fama internacional y ex Presidente de la Sociedad
Peruana de Obstetricia y Ginecología (SPOG), presidió el Comité de Salud Sexual
y Reproductiva que organizó el taller. El Dr. Távara publicó un artículo
enfocado exclusivamente a explicar por qué la anencefalia amerita, por sí sola
y por motivos de salud física y mental, la realización de un aborto
terapéutico, señalando que en tales casos el aborto debe considerarse legal
debido a los graves y permanentes efectos que este tipo de embarazos pueden
tener sobre la salud física y mental de una mujer.
La
mayor parte de las razones de salud física para la realización de un aborto terapéutico
han sido repetidamente reseñadas por la SPOG y sancionadas por el Colegio
Médico del Perú. Más aún, el Colegio Médico apoya el acceso al aborto legal
cuando el embarazo es producto de violación o violencia sexual o en casos de malformaciones
fetales graves o fatales, señalando que en ambos existen repercusiones para la
salud física y mental.
Cooperación
internacional
Si bien
la obligación en cuanto a cambios, responsabilidad y fiscalización corresponde
al Estado peruano, la cooperación internacional también juega un papel a través
de la entrega de ayuda para el sistema de salud pública del Perú y diversos
programas de salud reproductiva, entre ellos alumbramientos tradicionales y
atención obstétrica de urgencia. El acceso al aborto terapéutico, sin embargo, no
se cuenta entre ellos.
Desde
los años 70 en adelante, los mayores aportes al Estado peruano en materia de salud
materna y servicios de salud reproductiva han provenido de la Agencia de los Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Estos aportes se han canalizado
tanto a través de servicios estatales como de organismos no gubernamentales.
Sin embargo, durante los últimos ocho años la USAID ha venido operando en el
marco de la llamada “Política de Ciudad de México” (o Ley Mordaza), repuesta al
asumir George W. Bush. Entre otras restricciones, dicha política prohíbe a la
USAID financiar a ONG extranjeras que fomenten el aborto como método de planificación
familiar o realicen abortos. Aparentemente, la USAID ha interpretado esta
prohibición en el sentido de negar ayuda a organismos que provean servicios de
aborto legal voluntario, promuevan la reforma de las normas jurídicas que regulan
el aborto o deriven pacientes a servicios de aborto seguro, incluso cuando los
fondos para tales actividades provienen de terceras partes. Si bien dicha política
exceptúa claramente algunos tipos de aborto, por ejemplo en casos de violación
o incesto o cuando peligra la vida de la embarazada, una lectura estricta lleva
a la prohibición de financiar la entrega de información y servicios de aborto terapéutico
para preservar la salud de la madre o en casos de anormalidades fetales incompatibles
con la vida.
A pesar
de disponer de recursos, en la actualidad ninguna de las grandes agencias de
cooperación internacional, entre ellas el Fondo de Población de las Naciones Unidas
y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, financian
proyectos directamente enfocados a garantizar el acceso al aborto terapéutico
en el sistema de salud pública. En ese marco, en 2006 el Departamento para el
Desarrollo Internacional de Inglaterra entregó un fondo de £3 millones a la Federación
Internacional de Planificación de la Familia (IPPF) para dar inicio al Programa
Mundial por el Aborto Seguro en conjunto con sus filiales, que en el caso del
Perú es el Instituto Peruano de Paternidad Responsable (INPPARES). Dichas filiales,
una por país en 180 naciones, trabajan por erradicar el aborto clandestino y permitir
el cumplimiento hacia el 2015 de las metas de reducción de mortalidad materna
en los países más pobres del mundo acordadas a nivel internacional.
Como
parte de dicho programa mundial, en 2006 la IPPF estableció, con aportes adicionales
de Dinamarca, Noruega, Suecia, Suiza e Inglaterra, el Fondo de Acción para el
Aborto Seguro, destinado a financiar a organismos tales como Marie Stopes International,
Manuela Ramos en el Perú y otros que han visto reducirse el financiamiento de
proyectos de planificación familiar y salud reproductiva a raíz de la pérdida
de los aportes de Estados Unidos. El Fondo se creó para “mejorar el acceso a
los servicios de aborto seguro, con especial énfasis en las necesidades de mujeres
marginadas y vulnerables”.
La
larga trayectoria de la cooperación internacional en aportar a la manutención
de los servicios de salud en el Perú demuestra un compromiso con el tema que,
con respaldo y voluntad política suficientes, podría hacerse revivir.
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