Historia de L
* * copiado tal
cual del informe “Nosotras recogemos los platos rotos. La experiencia de la
violencia urbana para las mujeres de Brasil” de Amnistía Internacional (ISBN:
13: 978 - 84 – 96462)
L., de 15 años,
fue detenida por la policía el 21 de octubre de 2007 en la ciudad de
Abaetetuba, en el
estado de Pará,
por robar presuntamente un teléfono móvil. Una agente de policía la metió en el
calabozo junto con
entre 20 y 30 hombres. La mantuvieron allí 24 días. Según los informes, durante
ese tiempo la
violaron entre cinco y seis veces diarias. Sólo pudo escapar a estos abusos
tres días en
que los hombres
tenían derecho a visitas conyugales. Según los informes, los demás detenidos le
quitaban la comida y sólo se la devolvían a cambio de sexo y cuando trataba de
protestar la quemaban con cigarros y mecheros. Cuando algunos de los detenidos
se quejaron a los agentes de policía de que como era una chica deberían sacarla
de la celda, los agentes le cortaron el pelo para ocultar que lo era.
Durante su
detención, L. compareció ante una jueza a la que dijo que era menor. A pesar de
ello, se
devolvió a L. a la
celda donde continuó recluida de forma ilegal. En ningún momento se informó a
su
familia de la
detención, a pesar de que así lo exige la ley por tratarse de una menor.
Finalmente, una
información anónima al consejo local para la defensa de los menores y
adolescentes
alertó a personas
de fuera sobre su situación. Sin embargo, cuando llegaron L. ya no estaba en la
celda. La
encontraron después oculta en el puerto de la localidad. L. afirmó que los
agentes de
policía la habían
llevado allí y la habían amenazado con matarla si no se marchaba de la zona.
Después
fue puesta bajo
protección fuera del estado. El padre de L. y su esposa denunciaron más tarde
haber sido objeto
de amenazas por parte de la policía, que les exigía que confirmasen que la niña
tenía 20 años.
Además, la madre, cuatro hermanas y el cuñado de L. informaron de que habían
visto
pasar automóviles
sin señales distintivas por delante de su casa por la noche. Posteriormente las
familias fueron
incluidas en el programa de protección de testigos.
A raíz de los
informes sobre la tortura sistemática de L., diputados federales en
representación de la
comisión de
investigación parlamentaria sobre prisiones y la Comisión Federal de Derechos
Humanos
visitaron el
estado junto con una comisión gubernamental y de la sociedad civil encargada de
investigar
la situación del
sistema penitenciario femenino del país. Todos estos organismos informaron de
que habían hallado
abundantes casos de violaciones de derechos humanos y condiciones crueles,
inhumanas y degradantes.
Durante las visitas de las comisiones el jefe de la policía civil estatal dijo
a
los diputados
federales que la chica debía de ser «subnormal» por no haberles informado de
que era
menor de edad para
haberla podido trasladar a otro centro. Posteriormente fue amonestado
públicamente por la gobernadora y poco después destituido de su cargo. Durante
los días posteriores, el
gobierno estatal
prometió crear una comisión que visitase todos los centros de detención del
estado
para garantizar
que se recluía a las mujeres en condiciones adecuadas. Amnistía internacional
no
tiene noticia de
que se vayan a iniciar procesos parecidos en otros estados, en los que, según
los
informes, tienen
lugar abusos similares.
El 23 de
noviembre, la gobernadora de Pará, Ana Júlia Carepa, reconoció que la reclusión
de mujeres
en celdas junto
con hombres era un problema habitual y dictó un decreto que disponía que se
debía
recluir a las
mujeres separadas de los hombres; un requisito ya establecido claramente en el
código
penal de Brasil.
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